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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 
 

 


 


Heraclio Bernal Zazueta proclama el Plan de La Rastra.

27 de julio de 1885

Convoca a tomar las armas contra los malos gobernantes para el “restablecimiento efectivo de la Constitución… porque es bien sabido que los actuales gobernantes se han impuesto por sí mismos y porque también no hay moralidad, ni justicia, ni protección para los ciudadanos, pues cuantos se apoderan del poder sólo se ocupan de enriquecerse y de exterminar a los demás, al grado de que nadie tiene segura la vida ni los intereses, viendo, además, que se protege a los extranjeros con perjuicio de los mexicanos…”

Desde el mineral de La Rastra, Sinaloa, Bernal se une con este plan a la rebelión contra el gobierno de Porfirio Díaz y a favor de la no reelección, que encabeza el general zacatecano Trinidad García de la Cadena, quien aspiró a la presidencia de la República en 1880 y 1884, y ha tomado ya las armas en Zacatecas.

Trinidad García de la Cadena es un viejo liberal, de amplio arraigo popular, gobernador en dos ocasiones de Zacatecas, que habiendo apoyado a Porfirio Díaz en 1876, ahora se opone a la reelección presidencial, contra la cual convoca al alzamiento.

A pesar de que Bernal librará varios combates contra las fuerzas federales, el movimiento no tendrá éxito porque el general García de la Cadena será aprendido en Estación González por el general Jesús Aréchiga, y el 1 de noviembre de 1886, el coronel Atenógenes Llamas, le aplicará la ley fuga, asesinándolo.

En enero de 1887, al huir de sus perseguidores, Bernal dejará el texto del Plan de la Sierra de Conitaca, que sostiene el llamado Ejército Restaurador que comanda, en el cual, bajo el lema de "Justicia y Libertad", desconoce a Díaz como presidente; promete redimir al pueblo trabajador de la condición de esclavo en que se halla, instruyéndolo, mejorando sus salarios y moralizándolo; exige la supresión de las Jefaturas Políticas, por estar servidas por bandidos; condena la guerra de despojo del gobierno federal contra la nación yaqui, a la que promete la devolución de sus tierras; protesta contra la ley de Baldíos y se pronuncia por la "no reelección". Asimismo, exige la emancipación de los municipios como cuarto poder del estado; patriotismo, honradez, lealtad y decisión para el desempeño de los puestos públicos y unificación de los mexicanos contra toda invasión extranjera.

Al plan de Conitaca, Bernal acompañará un documento en el que señala que "todos los revolucionarios han sido llamados bandidos, sin embargo, hasta ahora no me he enriquecido yo con los despojos de nadie, tampoco he metido en mi casa los dineros de la República, honrado como el que más y campeón decidido de las libertades de mi patria, pondré cuanto esté de mi parte para hacer triunfar el plan político que antecede y que he proclamado el día de hoy, como el salvador de la honra y progreso de mi patria".

Bernal llegará a controlar toda la parte oriental del estado de Sinaloa, todo Tepic, el occidente de Durango, y la parte sur de Chihuahua. Durante más de un año el gobierno federal lanzará una incansable cacería para asesinarlo, pero su esfuerzo será inútil frente a la movilidad del “Rayo de Sinaloa”.

En 1887, el gobernador Cañedo ofrecerá una recompensa de $10,000 pesos por la captura de Bernal, vivo o muerto.

Ante los atropellos de los frustrados soldados federales contra la población inocente, Bernal propondrá al general Lorenzo García, su perseguidor, al presidente Díaz y a los gobernadores de los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua, terminar su lucha si cesan los ataques en contra de la población civil. Pero en El Maguey, Durango, será herido en una pierna.

Habiendo disuelto sus tropas, Bernal intentará esconderse en una cueva del Cerro Pelón, en compañía de Bernardina García, quien estando embarazada, viajará a Guadalupe de los Reyes para atenderse, pero será denunciada ante la guarnición militar del mineral de Nuestra Señora por Crispín García, compadre de Bernal, que la siguió hasta la cueva.

En la madrugada del 5 de enero de 1888,  los hombres del teniente Enrique Fernández atacarán la cueva y asesinarán a Bernal, cuyo cadáver, con el tiro de gracia y una herida en la pierna, será expuesto al público durante tres días. Sus restos descansarán en el panteón de Cosalá.

En realidad, no existe documentación oficial que recoja estos hechos, sólo las leyendas y corridos populares, ya que lo mismo se achaca la traición que lo condujo a la muerte a su compadre Crispín, que se habla de la voluntad del propio Bernal de ser muerto por Crispín para que pudiera cobrar la recompensa y la repartiera a los pobres, cuando Bernal yacía en la cueva agonizando de pulmonía. Haya sido como haya sido, el general Díaz dará a conocer la muerte de Heraclio Bernal como un triunfo de su política de pacificación del país.

Heraclio Bernal Zazueta nace en el Chaco, municipio de San Ignacio, Sinaloa, el 28 de junio de 1855. En 1868, su familia radica en el pueblo minero de Guadalupe de los Reyes. Allí aprende las primeras letras con el profesor Ángel Bonilla y continúa su instrucción primaria en Durango. En Guadalupe de los Reyes comienza a trabajar como minero, pero al inconformarse por el trato recibido de los capataces, es acusado de robar barras de plata. Es enviado a la cárcel a Mazatlán con una sentencia de diez años.

Estando preso, el general Jesús Ramírez Terrón le ofrece la libertad y el grado de teniente en la rebelión en contra del gobernador Francisco Cañedo. La revuelta fracasa y Bernal inicia su vida de bandolero en la que cobra fama por su audacia, valentía y generosidad con los pobres.

En 1879 Bernal secunda otra rebelión del general Ramírez Terrón ahora contra Porfirio Díaz, y con el grado de comandante participa en junio de 1880, en el asalto al mineral de El Rosario y la toma del puerto de Mazatlán. Son derrotados por el coronel Bernardo Reyes, por cuya victoria es ascendido a general.

Bernal regresa a su vida de bandolero, asalta los minerales, los caminos y las haciendas. En los siguientes años acrecienta su fama de repartir el botín de sus robos entre la gente necesitada. “!Aquí esta Heraclio Berna!" es el grito que aterroriza a los ricos y da esperanza al pobre.

Es en este contexto que Heraclio Bernal proclama hoy su plan de La Rastra.

Doralicia Carmona. Memoria Política de México.