29 de Junio de 1520
Hernán Cortés había marchado a Zempoala, donde combatió y venció a Pánfilo de Narváez, a quien mandó preso a la Villa Rica de la Vera Cruz. En cuanto se enteró de la matanza que hizo Pedro de Alvarado y que los mexica se habían sublevado, de inmediato se encaminó de regreso a México-Tenochtirlan y mandó avisar a Velázquez de León y a Ordáz que lo alcanzaran en Tlaxcala.
Cortés llegó ahí el 17 de junio de 1520, reunió sus fuerzas: mil trescientos peones, noventa y seis caballos, ochenta ballesteros, ochenta arcabuceros y mucha artillería, más el ejército aliado tlaxcalteca; suman unos seis mil hombres. El 22 de junio llegó a Texcoco y lo encontró casi desierto; entonces se informó de la situación que prevalecía. Al día siguiente, salió de Texcoco y acampó cerca de la ciudad de México-Tenochtitlan y el día 24 de junio entró por Tlatelolco y llegó a donde estaba Alvarado.
El 26 de junio siguiente, amanecieron cortadas las calles por acequias y llenas de pozos, así como los puentes levantados. Los mexica no les llevaron víveres y Cortés exigió a Moteczuma que ordenara abrir el mercado. Moteczuma contestó que para que lo obedecieran requería de enviar a su hermano Cuitlahuac que también estaba preso. Cortés lo liberó y al punto tuvieron los mexica un caudillo. Al salir Cuitlahuac para Tlatelolco encontró un ejército en marcha levantado entre todos sus aliados del valle de Anáhuac por Cuauhtémoc, y, como Tlacochcálcatl, se puso a su cabeza (por su juventud, Hernán Cortés no había apresado a Cuauhtémoc, jefe de los tlatelolca, pues no lo creyó de peligro); así, mexicas, acolhua y tecpaneca, todos los guerreros que había en el valle, quizá unos cuarenta mil, llenaron las calles y las azoteas desde donde lanzaban pedradas y flechas al son de los caracoles.
Ordáz salió a combatirlos, pero el ataque tenía tal ímpetu que tuvo que retroceder herido, con ocho bajas y muchos heridos; para romper el cerco en el que se veía, Cortés salió en su apoyo y, herido también, tuvo que replegarse en el cuartel. Cada ataque de la artillería hacía muchas víctimas que no cejaban en su empeño de tomar el cuartel. Fue crudelísimo. Duró todo el día. Al caer la noche, ochenta de los españoles estaban heridos. Entonces Cortés decidió salir de la ciudad. Al amanecer del día 26 de junio tomaron varias direcciones y en todas fueron repelidos; pese al daño tremendo que causaba en los mexica la artillería, éstos atacaban cada vez con más vigor. Después de batallar todo el día, los españoles perseguidos denodadamente lograron volver al cuartel.
Tratando de salir del cerco en que estaban y para evitar la lucha cuerpo a cuerpo, Cortés construyó el día 27 unas máquinas formadas de un armazón de madera con ruedas y aunque no intentaron salir, los mexica seguían tratando de tomar el cuartel. Creyéndose perdido, Cortés pidió a Moteczuma que hablara con los atacantes; y éste vestido con sus insignias desde la azotea rogó a los sitiadores que se retiraran, y otras cosas que aconsejó Cortés. Los mexica exigían que los españoles se fueran de México. Entonces –contra toda costumbre en ellos-, Cuauhtémoc incitó a los guerreros a no obedecer a Moteczuma, a quien llamó con gran desprecio “manceba de los españoles” y le tiró tal pedrada que lo derribó bañado en sangre, aunque su herida no era grave y el asalto siguió. Los intentos de Cortés de hablar con ellos sólo tuvieron una respuesta: que se fuera con los españoles y les dejase la tierra.
Pese a que todo el día fue de batalla, Cortés logró terminar las máquinas que sacó el día 28 y más tardó en hacerlas que en descomponerse. A cada intento de salir, incendiaba casas para que los mexica no tuvieran donde guarecerse o desde ahí lanzar sus flechas. En un último intento de salvarse, Cortés decidió atacar el teocalli. Mandó que los tlaxcalteca entraran y mientras ellos peleaban, los casi mil españoles trataron de subir los escalones de la pirámide de Huitzilopochtli que estaba defendida por quinientos mexica bien provistos (del relato de Bernal Díaz del Castillo, se infiere que el templo que Cortés asaltó y quemó, no fue el gran teocali sino el menor y que de ahí el fuego se comunicó a los de Huitzilopochtli y Tezcatlipoca). Los españoles finalmente tomaron el sitio e incendiaron el templo, pero pronto fueron desalojados por los mexica y tuvieron que volver al cuartel con cuarenta y seis muertos y dos sacerdotes prisioneros. Todo el día y toda la noche duró el ataque. Fue entonces cuando Cortés decidió salir de la ciudad pues ya no tenían víveres ni agua.
Al día siguiente, 29 de junio, Cortés para hacer tiempo y distraer a los mexica, en los funerales de su gobernante, manda matar a Moctezuma, se los entrega y les dice que ha muerto a causa de la pedrada que antes había recibido.
Bernal Díaz dice que la noticia de la muerte de Moteczuma fue inesperada; Sahagún, que fueron los españoles los que lo asesinaron junto con los grandes señores presos entre ellos, Cacama rey de Texcoco y a Totoquihuátzin rey de Tlacopan; Cortés que ellos murieron en la Batalla de la Noche Triste; Durán dice que cuando los mexica toman el cuartel, los encontraron a “todos muertos a puñaladas”.
Los españoles entregarán el cuerpo de Moteczuma a Apanécatl, quien lo llevará a Huitzíllan y no lo aceptará; luego lo trasladará a Necatitlán y lo expulsarán a flechazos; lo mismo ocurrirá en Tecpantzinco. Su peregrinar acabará en Acatliyacápan donde será cremado el cadáver o escondido. Los de los otros señores muertos, recibirán las honras acostumbradas.
Los mexica designarán a Cuitláhuac, hermano de Moteczuma quien se ha distinguido por su valor y táctica como Tlacochcálcatlde los ejércitos; y, mientras lo nombran, Cortés podrá salir con sus máquinas ya reparadas por la calle de Tlacopan.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
|