3 de Junio de 1861
Alrededor de las dos de la tarde de hoy, en una hacienda de Tlatenango cercana a Tepeji del Río, una partida militar a las órdenes de Félix María Zuloaga y Leonardo Márquez, ejecuta a Melchor Ocampo (Biografía) no obstante la súplica de los vecinos de que no lo hagan, ya que de esta manera, en la mañana de este mismo día, habían podido salvar del paredón a León Ugalde.
Según Ángel Pola (Biografía de Ocampo), momentos antes de su muerte, el oficial Aldama se presenta ante Ocampo:
"-Tengo orden de fusilarlo a usted en este momento, dijo Aldama a Ocampo.
"-Eso ya lo sé.
"-¿Quiere usted que le traiga un Padre?
"-Estoy bien con Dios. No quiero que se molesten conmigo, ni yo con ellos. En tal caso hágame usted favor de conseguirme papel y tinta para hacer mi testamento.
"Luego que acabó de escribir, a la una de la tarde del día 3, fue sacado entre filas del calabozo y conducido fuera de Tepeji. Después de haber andado largo trecho, preguntó Ocampo al Coronel Aldama:
"-¿Falta mucho para llegar?
"-Sí.
"--Creo que es inútil caminar tanto; y para el objeto este punto es bueno.
"Y la escolta se formó en cuadro.
"-Sr. Aldama, al que me pegue bien le da usted estos 10 pesos y al que me pegue mejor, este plaid. "
“-Hínquese usted”.
“'-¿Para qué? Estoy bien al nivel de los fusiles."
En su testamento Ocampo escribe: “Me despido de todos mis buenos amigos y de todos los que me han favorecido en poco o en mucho y muero creyendo que he hecho por el servicio de mi país cuanto he creído en consecuencia que era bueno… Lego mis libros al Colegio de San Nicolás, de Morelia, después de que mis señores albaceas y Sabás Iturbide tomen de ellos los que gusten.
La saña de Márquez no tiene freno, tras el fusilamiento, ordena que su cuerpo, quizás aun con vida, sea colgado de un árbol. Los partes médicos mostrarán no sólo la crueldad, sino también el deseo de befar el cadáver del sacrificado.
Confirmada la noticia del sacrificio de Ocampo, la ira popular se desborda y pide el fusilamiento de los presos políticos reaccionarios, a lo cual se opone Juárez. El Congreso comisiona a González Ortega, a Leandro Valle, a Santos Degollado y a otros generales para que salgan en persecución de los asesinos, a quienes declara fuera de la ley.
El cadáver de Ocampo será trasladado por cuenta de los vecinos a la capital y sepultado el día 5 de junio a las tres y media de la tarde.
Después de la guerra de Reforma, reinaba la anarquía y un importante contingente al mando de Márquez, adueñado del Monte de las Cruces, del cerro San Andrés, de Mil Cumbres y otras zonas, estorbaba la comunicación de México con el occidente del país. Félix María Zuloaga, nombrado Presidente de la República por Leonardo Márquez, había establecido su sede errante en esa región.
El día 1º de junio, una gavilla de cien hombres al mando del gachupín “Lindoro Cajiga había apresado a Ocampo en su finca Pomoca, en donde permanecía pese a la advertencia de que podía tener problemas, pues decía: `Nada tengo que temer, no he hecho mal a nadie; he procurado servir a mi país conforme a mis ideas; es todo lo que puede exigirse a un ciudadano”.
De Pomoca había sido trasladado a Maravatío, luego a Guacalco y finalmente a Tepeji del Río, para ser entregado a Márquez. Al tener noticia de la aprehensión, el Gobierno y el Partido Liberal recurrieron a la Sra. Zuloaga y al ministro Saligny para que hicieran llegar a Zuloaga, la propuesta de pagar un rescate en dinero, o de hacer el canje de algunos presos reaccionarios. Pero cuando Zuloaga se enteró ya Ocampo había sido fusilado, según Márquez cumpliendo órdenes de Zuloaga. Sin embargo, tiempo después, este último afirmaría que el fusilamiento había sido una de cisión tomada por Márquez sin consultarle, pues él pensaba hacer el canje de Ocampo por algunos prisioneros como Zaldívar, Elguero y Cuevas. Que desde antes, Márquez le había dicho: “Es preciso fusilar a Ocampo; es muy liberal; es el autor del tratado McLane”. A lo cual él había respondido: “No; porque no se le ha cogido con las armas en la mano. Enhorabuena que sea juzgado en consejo presidido por usted y que se le sentencie”. Que habiendo ordenado fusilar a Ugalde, Márquez aparentó que por una confusión, sus soldados habían entendido que la orden se refería a Ocampo.
Al respecto, Justo Sierra escribirá (Juárez y su Tiempo): Un hombre imperdonable no perdona y la triste comedia representada largos años después entre el supremo ejecutor de las altas obras de la reacción y el seudo-Presidente Zuloaga, echándose recíprocamente en cara la responsabilidad del asesinato, es un sarcasmo agregado al crimen.
Lo cierto es que a fines de junio de este año de 1861, circulará el siguiente boletín impreso de los reaccionarios:
“Ocampo era el timbre de gloria del partido democrático, el defensor de la Reforma, uno de los hombres más puros de la Revolución. Y respecto a la sociedad, ¿quién era don Melchor Ocampo? El autor del tratado McLane; el primer corruptor de la moral religiosa, el que causó sobre la piedad mexicana las escépticas burlas de la filosofía dé Voltaire, el iniciador infatigable de los fundamentos sociales, el que imitó en sus escritos, en sus trabajos y aspiraciones la obra destructora de Rousseau, D'Alembert, Diderot y demás engendradores de la funesta Revolución francesa. Nunca olvidaremos que sobre estos monstruos pesan los dos millones de víctimas devoradas por la guillotina... La justicia divina exigía el más ejemplar de los castigos; ¡paso libre a la justicia de Dios!"'
El 17 de junio siguiente el Congreso local dispondrá que Michoacán lleve en adelante el nombre de "Estado de Michoacán de Ocampo”. Hoy sus restos yacen en la Rotonda de las Personas Ilustres.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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