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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Porfirio Díaz presenta su renuncia ante la Cámara de Diputados

Mayo 25 de 1911

En medio de la zozobra provocada por los enfrentamientos en el norte y la violencia revolucionaria que se extiende por todo el país, Díaz presenta su renuncia al congreso mientras una multitud amenazante rodea su casa.

Desde París también renuncia el vicepresidente Ramón Corral. Este mismo día, al serle aceptada su renuncia e improvisarse en la cámara un tímido homenaje, termina su prolongado mandato de casi treinta y un años. Francisco León de la Barra, secretario de Relaciones Exteriores, es nombrado presidente interino, convocará a nuevas elecciones.

En abril pasado, el gobierno federal y los maderistas habían convenido un armisticio. En las conferencias de paz, los porfiristas Toribio Esquivel Obregón y Oscar Braniff ofrecieron a Madero la renuncia del vicepresidente, cuatro secretarías de estado, catorce gubernaturas y la legalización del Partido Nacional Antirreeleccionista. Como los maderistas insistieron en la renuncia de Díaz, se rompieron las negociaciones. El 7 de mayo, Díaz anunció en un Manifiesto a la Nación que renunciaría, pero puso como condiciones la pacificación previa y que el relevo se hiciera en forma legal.

Los maderistas avanzaron al sur y tomaron Ciudad Juárez el pasado día 10 de mayo, pero temerosos de la intervención norteamericana, de la llegada de mayores fuerzas federales y de la indisciplina de algunos alzados como Orozco y Villa, decidieron firmar el 21 de mayo los llamados Tratados de Ciudad Juárez con Francisco S. Carbajal, representante de Díaz, por los cuales los rebeldes obtuvieron las renuncias de don Porfirio y de Corral antes de terminar el mes, casi la mitad de las gubernaturas de los estados, algunos puestos en el gabinete del gobierno interino y que una gran parte de las tropas revolucionarias quedaran como Cuerpos Rurales. A cambio, cedieron la presidencia provisional al licenciado Francisco León de la Barra, la disolución del ejército revolucionario e implícitamente, la permanencia del ejército federal, así como la omisión de demandas de reforma social.

Estos tratados no se ajustaron estrictamente, al Plan de San Luis Potosí, pues aceptar las renuncias fue reconocer la legitimidad del régimen porfirista; además, el gobierno que sustituye a Díaz es un gobierno mixto, que no está obligado a realizar reforma social alguna, y se conserva todo el aparato estatal existente. Por eso, días antes de la firma de estos tratados, Carranza había expresado proféticamente: “Las revoluciones para triunfar de un modo definitivo necesitan ser implacables. ¿Qué ganamos con la retirada de los señores Díaz y Corral? Quedarán sus amigos en el poder, quedará el sistema corrompido que hoy combatimos. El interinato será una prolongación viciosa, anémica y estéril de la dictadura. Al lado de esa rama podrida, el elemento sano de la Revolución se contaminará. Sobrevendrán días de luto y de miseria para la República y el pueblo nos maldecirá porque, por un humanismo enfermizo, habremos malogrado el fruto de tantos esfuerzos y tantos sacrificios. Lo repito: revolución que transa, se suicida.”

Al día siguiente de las renuncias de Díaz y Corral, Madero publicará un manifiesto en el que justificará los Tratados convenidos: “Al retirarme a la vida privada en mi calidad de simple ciudadano, seguiré considerándome como jefe del actual partido revolucionario, y colaboraré con el gobierno del señor De la Barra poniendo a su servicio todas mis energías... El triunfo ha sido completo y en lo sucesivo la justicia será igual para el rico y para el pobre... De haberse continuado la Revolución hasta el fin, sería yo quien gobernara el país en calidad de Presidente Provisional y quien convocaría a elecciones generales, según los estipulados en el Plan de San Luis Potosí; pero la guerra fratricida que nos vimos obligados a llevar a cabo no era por el triunfo de determinadas personalidades, sino por el triunfo de nuestros principios. Desde el momento en que éstos han triunfado y hemos visto asegurado el porvenir de la República bajo el régimen de absoluta libertad... me pareció obrar de acuerdo con los altos intereses de la Patria, suspendiendo las hostilidades; y poniendo punto final a la sangrienta guerra fratricida... El señor Francisco L. de la Barra, no tiene más apoyo en el poder que el de la opinión pública y como ésta unánimemente proclama los principios de la Revolución, podemos decir que el actual Presidente de la República está enteramente con nosotros, porque a ello lo llevan sus sentimientos de justicia y su alto patriotismo. Ha dado pruebas de ello en su tacto para formar el actual gabinete, en el cual están ampliamente representados los elementos que han llevado a cabo la actual Revolución... Algunos sacrificios reportará la Nación porque no se pueden satisfacer en toda su amplitud las aspiraciones contenidas en la cláusula tercera del Plan de San Luis Potosí; pero las pérdidas por este capítulo serán muy inferiores a las que hubiese ocasionado la prolongación de la guerra, además de que por los medios constitucionales, procuramos satisfacer los legítimos derechos conculcados a que se refiere dicha cláusula”... La cláusula se refiere a la restitución de tierras.

También al día siguiente, en la madrugada, Díaz saldrá por tren hacia Veracruz con una escolta al mando del general Victoriano Huerta. Permanecerá cuatro días en el puerto, hospedado en la casa del representante de la firma inglesa Pearson & Son, y como huésped del gobernador del estado, Teodoro Dehesa. Abordará el "Ypiranga" el día 31 de mayo. Lo despedirán veintiún cañonazos de honor disparados desde San Juan de Ulúa y una muchedumbre llorosa. Nunca regresará a México.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.