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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 
 

 


 


Matanza del Templo Mayor

20 de Mayo de 1520

Antes de salir de Mexico-Tenochtitlan a combatir a Pánfilo de Narváez, Hernán Cortés dejó a cargo de Pedro de Alvarado una guarnición de ciento treinta españoles y numerosos tlaxcaltecas para cuidar que no escape Moteczuma. Alvarado, con mucha suspicacia y recelo, veía que los mexica estaban inquietos por la proximidad de las fiestas de Taxcatl, ceremonia importante para ellos que caía el 20 de mayo. Antes de que iniciara la fiesta, Alvarado fue al teocalli donde vio a los sacerdotes que ornaban los templos, a tres ídolos en andas como si fuesen a sacarlos en procesión y junto a ellos tres víctimas destinadas al sacrificio. Alvarado sacó a las víctimas y las llevó al cuartel; los mexica pensaron que su actitud se debía a que los españoles condenaban los sacrificios humanos. Pero Alvarado no los salvó, al contrario, los atormentó para que confesaran la fecha del supuesto levantamiento. A uno de los rescatados del sacrificio, le pusieron leños encendidos sobre la barriga y murió; los otros dos murieron también. Luego siguió con dos mancebos de la familia de Moctezuma, quienes dijeron cuanto quería escuchar Alvarado y lo que callaron lo dijo por ellos el intérprete Francisco, indio de Cuetláxtlan.

Este día 20 de mayo de 1520, los mexica inician las ceremonias de su fiesta de Tozcatl o renacimiento de Tezcatlipoca, en el Templo Mayor de la Gran Tenochtitlan. Unos cuatrocientos señores –desarmados todos- asidos de las manos bailan; poco más de tres mil los observan sentados.

Con la mitad de sus hombres, -la otra mitad la deja cuidando a Moteczuma que sigue preso,- se dirige al teocalli y cubre la puertas Coatepantli. Mientras, los mexica siguen bailando y cantando; de pronto, los españoles se lanzan sobre ellos espada en mano; hombres, mujeres y niños, nadie escapa de sus filos mortales. Sus aliados totonacas y tlaxcaltecas los siguen en la matanza. Los que tratan de huir por las puertas son muertos por las picas de los españoles; los que escalan la cerca por los ballesteros y las flechas de los tlaxcaltecas. Todos son asesinados. El patio se inunda de sangre… luego, Alvarado quita sus joyas a los cadáveres de los danzantes, tarea que interrumpe porque ha sido dada la voz de alarma en la ciudad y los españoles tienen que responder a la indignación popular, deben fortalecerse y disparar sus arcabuces y piezas de artillería.

Dice el Códice Florentino: “cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada. Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza...y había algunos que en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos... otros... aparentando ser muertos, se salvaron. Pero entonces si alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban. Y los españoles andaban por doquiera... por todas partes rebuscaron”.

El Códice Ramírez también describe la cruel matanza: “Estando los pobres (mexicanos) muy descuidados, desarmados y sin rezelo de guerra, movidos los españoles de no sé qué antojo (o como algunos dizen) por cobdicia de las riquezas de los atavíos, tomaron los soldados las puertas del patio donde bailaban [...] y entrando otros al mismo patio, comenzaron a alancear y herir cruelmente a aquella pobre gente, y lo primero que hicieron fue cortar las manos y las cabezas a los tañedores, y luego comenzaron a cortar sin ninguna piedad cabezas, otros cortados por medio, otros atravesados y barrenados por los costados; unos caían luego muertos, otros llevaban las tripas arrastrando huyendo hasta caer [...] y otros no hallando otro remedio echábanse entre los cuerpos muertos, y se fingían ya difuntos, y de esta manera escaparon algunos [...] [pero] estaba el patio con tan gran lodo de intestinos y sangre que era cosa espantosa y de gran lástima ver assi tratar la flor de la nobleza mexicana que allí fallesció casi toda."

Confirman la matanza los informantes indígenas de fray Bernardino de Sahagún: "Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les rebanaron la cabeza. Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, quedaron desgarrados sus cuerpos. A aquellos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra y había algunos que aun en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse".

“Cuando esta (carnicería) acabó, los españoles tuvieron tiempo y sangre fría para entregarse al despojo de los cadáveres, entre los que había no pocos de mujeres y niños."(Pereyra Carlos. Hernán Cortés).

La crueldad española genocida, desde el principio de la conquista y hasta la consumación de la Independencia, será usada frecuentemente para provocar el terror de los indígenas y lograr su sometimiento.

Frente al horror de la matanza, los mexicas toman sus armas y por primera vez combaten a los españoles y sus aliados, a quienes obligan a refugiarse en el palacio de Moctezuma. La lucha es encarnizada y por un momento, los indígenas parece que derrotarán a los españoles.

Desgraciadamente los mexica son rechazados y al día siguiente harán los funerales de sus muertos: los mejores guerreros y sacerdotes; y al terminar la ceremonia fúnebre, tratarán de incendiar el lugar donde están acuartelados los españoles, quienes subirán a Moteczuma a la azotea y desde ahí, conminará a su gente a la paz. Los mexica detendrán el asalto pero harán un sitio. Será entonces cuando Moteczuma envié su embajada a Cortés, y Alvarado la noticia de su situación; también se sabrá la derrota de Narváez, y desanimados, los mexica dejarán el sitio. Cortés en cuanto se entere, volverá a Mexico-Tenochtitlan y llegará el 24 de junio siguiente.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.