16 de Mayo de 1833
Este jueves, al dirigirse a los representantes de la nación dice: “Elegido por los Estados Unidos Mexicanos depositario del Supremo Poder Ejecutivo, he jurado ante Dios y el pueblo, exacto y leal desempeñó de mis obligaciones...El único y sagrado objeto de toda mí vida ha sido, yo os lo juro, afianzar a los mexicanos el pleno goce de los derechos que constituyen la felicidad pública; romper el triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vició. Mí alma se ha colmado de júbilo en los triunfos de la libertad, que nada podría arrancarnos... Mí promesa de guardar y hacer guardar la Constitución de la República, es una garantía más de su inviolabilidad... No sucumbiría sin contradecirme a mí mismo, a las ilusiones de la ambición." A continuación manifiesta su fe republicana y ofrece no consentir jamás “el cetro de un tirano doméstico o extranjero…”.
Por su parte, el presidente del Congreso señala los deberes del presidente: “Sostener el orden sin declinar en despotismo; proteger la libertad sin fomentar la anarquía; olvidar todos los extravíos pasados sin dejar a la impunidad la esperanza de repetirlos; tomar una posición conveniente entre la facción liberticida que pugna por restablecer la antigua tiranía, y el partido nacional que aspira a conservar el don precioso de la independencia; respetar profundamente la religión, dejando al mismo tiempo abierto el camino a las reformas saludables que abusos inveterados exigen imperiosamente; reunir todos los ánimos; conciliar todos los intereses; ser, en una palabra, jefe de un pueblo libre y no corifeo de una facción despreciable, tal es en bosquejo el cuadro de las inmensas obligaciones que tenéis que desempeñar."
Las elecciones para legisladores estatales y nacionales se habían celebrado durante febrero y marzo de 1833. Los yorkinos y sus aliados habían ganado prácticamente en todas partes. A finales de marzo se reunió el nuevo Congreso y contó los votos de las legislaturas que hicieron presidente a Santa Anna y vicepresidente a Gómez Farías, quienes debían tomar posesión de sus cargos el 1 de abril de 1833, pero Santa Anna, que se encontraba en su hacienda de Manga de Clavo, se trasladó a México hasta el 15 de mayo, en donde fue recibido con grandes aclamaciones y vítores, adornados los balcones con cortinas y gallardetes, e iluminadas las calles, como el Libertador de la República. En espera de Santa Anna, Gómez Farías había ejercido cuarenta y cinco días la vicepresidencia y hoy le entrega el poder.
Durante casi todo el tiempo de su primer año de gobierno, Gómez Farías continuará siendo el jefe del ejecutivo, pues Santa Anna tendrá que combatir rebeliones locales, o retirarse a Jalapa a restablecer su salud. Así, al poco tiempo, el Congreso le concederá licencia por seis meses y retomará el cargo hasta el 24 del abril de 1834.
Santa Anna preferirá estar en Veracruz, donde está el ejército y desde donde puede someter al país a la obediencia en caso de que estalle una guerra civil. Gómez Farías aprovechará para avanzar en una serie de reformas, como tratar de obtener fondos de la Iglesia y cerrar la Universidad, dominada por los clérigos, para establecer en su lugar un nuevo Instituto de Educación Superior. Atacará así, la estructura corporativista educativa y religiosa del antiguo régimen colonial.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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