15 de Mayo de 1867
A las tres de la mañana de hoy, el Coronel imperialista Miguel López guía a las tropas republicanas encabezadas por el Gral. Vélez para ocupar el convento de la Cruz, el más fuerte bastión imperialista de Querétaro, lo que significa la caída de la ciudad. La guarnición es sorprendida y hecha prisionera. Al darse cuenta, los imperialistas se repliegan al Cerro de la Campana, pero son batidos eficazmente por la artillería republicana y se retiran en gran desorden. Las campanas del convento repican y comienzan a salir de la ciudad algunas columnas de caballería con dirección al mismo cerro. Las fuerzas republicanas avanzan a su encuentro, pero en lugar de hacer fuego, prorrumpen en vivas a la República. Entonces se presenta un comisionado de Maximiliano y se acuerda un alto al fuego.
Como a las ocho de la mañana, se desprenden unas columnas de ese mismo cerro y se presenta ante el Gral. Ramón Corona, Maximiliano con sus Grales. Castillo y Mejía, cuentan que le dice: "General aquí tiene usted mi espada, ya no soy Emperador." (Al salir de México, había depositado con el Sr. Lacunza, su abdicación). “Si se necesita una víctima aquí estoy”. A lo que el Gral. Corona le contesta: "Es usted digno de conservar su espada como hombre valiente, pero Emperador nunca ha sido." Asimismo, le ofrece garantías en tanto llega el general en jefe. Mientras esperan la llegada del Gral. Escobedo al aire libre y bajo un intenso frío, el Gral. Corona comenta a Maximiliano: "Está usted temblando, Maximiliano”, quien responde: "Sí, pero no de lo que usted cree, General”.
Al llegar el Gral. Mariano Escobedo, Maximiliano le entrega su espada y le pide se le conceda trasladarse a Europa. Escobedo le informa que: "no es a mí a quien corresponde disponer de los prisioneros, sino al gobierno de la República
Por la tarde, el Gral. Escobedo rinde un parte telegráfico notificando la caída de Querétaro y la aprehensión de Maximiliano, Castillo y Mejía, pues Miramón ha logrado ocultarse. Más tarde, por la delación del Dr. Licea, será también apresado.
El día anterior, Maximiliano y sus Grales. Miguel Miramón, Tomás Mejía, Manuel Ramírez de Arellano y Severo del Castillo quien fungía como Jefe de Estado Mayor, habían concluido que no era conveniente capitular, porque el Gobierno nacional no respetaría lo que se pactara, por lo que acordaron atacar al Ejército republicano y si fueran derrotados, "evacuar inmediatamente la plaza, inutilizando primeramente la artillería y todos los trenes, rompiendo después el sitio a todo trance, único medio de salvar de la barbarie del enemigo al mayor número de soldados del Ejército imperial”… quedó decidido que la salida había de efectuarse a las tres de la madrugada del día 15". Sin embargo, en una nueva reunión, Maximiliano decidió entregar la plaza de Querétaro para evitar un ya inútil derramamiento de sangre.
Al día siguiente, 16 de mayo, ya prisionero, el Archiduque pedirá al Gral. Escobedo trasmita al Gobierno un telegrama en que aclarará que presentó su abdicación en la primera mitad del mes de marzo ante el Presidente del Consejo de Estado, José M. Lacunza, con orden de que fuese publicada en cuanto cayera legalmente prisionero; reiterará que si es necesaria alguna víctima, lo sea la de su persona; solicitará que sea bien tratado su séquito y servidumbre; y expresará que no desea otra cosa que salir de México, por lo que espera que se le dé la custodia necesaria hasta embarcarse. Juárez dispondrá que sea juzgado junto con Mejía y Miramón por un Consejo de Guerra, conforme a la Ley de 25 de enero de 1862.
Termina así el imperio que tanta sangre y recursos costó a la nación mexicana. "El siglo XIX es el gran siglo de las conquistas europeas en África, Asia, Indochina, grandes partes del Medio Oriente; y el único país que supo resistir fue México" señaló el historiador Friedrich Katz. La magnitud de la victoria explica que los días como hoy, en que se reafirma la soberanía nacional, la Bandera sea izada a toda asta.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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