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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Arista es derrotado por los norteamericanos en la batalla de la Resaca de Guerrero y ordena la retirada a Matamoros, Tamaulipas

9 de Mayo de 1846

Al día siguiente de perder la batalla de Palo Alto, el ejército se puso en marcha, Ampudia se queda a cubrir la retaguardia; a la una de la tarde Taylor avanza sobre Arista que planea entablar el combate en Resaca de Guerrero.

La lucha es consecuencia de la política expansionista del presidente Polk, quien pretendía fijar la frontera texana en el río Bravo y la venta de California. Ante el rechazo mexicano, Taylor había iniciado el avance sobre México desde enero, no obstante que hasta el 13 de mayo el Congreso norteamericano aceptaría la declaración de guerra, en la cual México perderá más de la mitad de su territorio.

En los Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos se consigna la batalla:

“El enemigo, aunque de lejos, había seguido nuestra marcha, de lo cual tenia noticia cierta el general en gefe por los avisos de Ampudia que se había ido replegando y que no tardó en incorporarse a las demás fuerzas; pero esto no impidió que mandara descargar el parque, desenganchar las mulas de las piezas, desaparejar las de carga y quitar bridas. Provenían estas disposiciones, de la firme creencia en que estaba de que el general Taylor no se atrevería a atacarlo aquel mismo día en la posición que guardaba, y no lo hizo variar de parecer, el observar que como a las dos y media de la tarde, una partida de americanos se acercó a reconocer el campo. Fue recibida a cafionazos, y tuvo que retirarse inmediatamente después de sufrir alguna pérdida.

El enemigo avanzó sobre nuestras tropas a las cuatro y media. El general en gefe, advertido de lo que pasaba, insiste aun en su error, calificando aquel ataque en forma de simple escaramuza, por cuya razón se retira confiadamente a su tienda después de hablar con el general Díaz de la Vega, a quien dijo que Ie reservaba el honor de mandar la acción aquel día. Entonces pasó a la izquierda parte del 4º de línea a las órdenes del teniente coronel Calatayud. El enemigo entre tanto ataca al 2º ligero que acababa de ocupar la vanguardia, en el que halla una resistencia esforzada, lo mismo que en las compañías de cazadores del 4º y del 6º mandadas por los valientes capitanes D. José Barragán y D. José Maria Moreno. El 2º ligero pelea con decidido arrojo: las dos heroicas compañías se baten con una gran parte del ejército norteamericano: sus esfuerzos estraordinarios de valor se estrellan contra la inmensa superioridad del número de sus adversarios. Barragán cae herido mortalmente: Moreno es hecho prisionero: sus soldados, reducidos a unos cuantos, sin gefes, sin esperanza, sostienen aún por algunos momentos tan desigual lucha, y tienen por fin que cejar. A su vez el 2º ligero se halla obligado a retirarse después de ver caer muertos ó heridos a la mayor parte de sus gefes, debiéndose hacer mención entre los segundos, al denodado teniente coronel D. Mariano Fernández. La retirada en desorden del 2º introduce el desconcierto en los cuerpos de la derecha.

EI general Taylor continúa su ataque principal sobre nuestro flanco izquierdo, que era la parte más débil de la línea mandando también por el camino recto un trozo de caballería sobre las baterías que alIi estaban situadas. Poco tardó en generalizarse el combate: la artillería enemiga diezma nuestras filas; sus dragones avanzan hasta nuestras piezas que caen en su poder. EI malogrado capitán D. Dolores Ramírez, que mandaba una de las baterías se resiste a rendirse: con entusiasmo heroico rehúsa la vida que Ie ofrecen los americanos, y muere valientemente al pie de sus cañones, entre los que fue hecho prisionero el general Díaz de la Vega.

En nuestra izquierda continúa la batalla: nuestras fuerzas, reducidas alIi al batallón y compañía Guarda-Costa de Tampico, resisten el ataque: el comandante del primero, D. Juan Mateos es herido: el capitán Arana muere como un valiente: el enemigo cerca por todas partes a nuestros soldados cortándoles la retirada. Entonces se ponen a su cabeza el primer ayudante D. Ramón Tabera y el capitán D. José Barreiro, y procuran abrirse paso intrépidamente: al ejecutarlo recibe el segundo tres heridas que lo ponen fuera de combate. Estas fuerzas se reúnen con las compañías presidiales, mandadas por el coronel Sabariego, y juntas organizan su retirada, con lo que se logró la salvación de parte de nuestros soldados.

EI general Arista que sabe el triunfo de los americanos, dominado todavía por una ceguedad funesta, no cree que se trata de una batalla en regla; manda para contenerlos los restos del regimiento número 4 a las órdenes del coronel Uraga, y encarga al general Ampudia que vaya con esta fuerza a sostener la batalla. Los nuevos combatientes, a quienes Ampudia da ejemplo de valor, se baten con ardimiento; pero todo es infructuoso: el enemigo continúa avanzando; y la retirada, sin combatir, de los escuadrones de Canales, que como se ha dicho, cubrían nuestro flanco izquierdo, acaba de ceder el triunfo a los contrarios. Todo nuestro material de guerra cae en su poder: el desorden que la derrota ha producido en la izquierda de nuestra línea se comunica instantáneamente a los cuerpos de la derecha, que no se han batido y que se dispersan vergonzosamente, escepto el 1º de línea, que reunido y con su coronel a la cabeza, se retiró sin quemar un cartucho, pasando el río por el Longoreno. Los soldados se desbandan, escurriéndose por entre la maleza del bosque: la confusión más horrorosa reina en el campo, y todo anuncia el doloroso desastre de nuestras armas.

EI general en gefe que permanecía aun en su tienda escribiendo, se cerciora por fin, ¡demasiado tarde por desgracia! a causa de la violencia de la derrota, de que su convicción ha sido errónea. Lleno entonces de dolor, ardiendo en cólera, prorrumpiendo en quejas contra los cobardes, buscando la muerte o esperanzado aun en contener al enemigo, se pone a la cabeza de la caballería, que colocada a retaguardia se conservaba intacta: hace el ultimo esfuerzo cargando intrépidamente sobre los vencedores, y penetrando hasta nuestra primera posición; pero el enemigo, apoderado ya de los bosques laterales del camino, rompe un fuego terrible, fusilando impunemente a nuestros lanceros. No hubo, pues, más arbitrio que retirarse, como se verificó en el mejor orden posible, sin que los enemigos, aprovechándose de la victoria, siguieran en nuestro alcance. “

Así, la definición de esta batalla fue por falta de dirección y de mando, Arista desestimó los avisos de Ampudia, porque creyó que se trataba de simples escaramuzas; además, el punto de la Resaca de Guerrero no se prestaba á una defensa eficaz: “la artillería no podía disparar sin herir á nuestras guerrillas: muchos cuerpos de infantería permanecieron en la Barranca hacia la derecha, sin tomar parte en la acción: no había reservas, y la izquierda, que fue lo verdaderamente invadido por el enemigo, carecía del resguardo y los defensores necesarios. Sobre todo, las tropas llevaban treinta horas de no tomar alimento […]”

Después de la batalla, -refiere Roa Bárcena (Recuerdos de la invasión norteamericana)- los que quedaron se dispersaron perseguidos por los norteamericanos y al cruzar el río Bravo, muchos se ahogaron. Arista y Ampudia se reunieron en Matamoros y decidieron desocupar la plaza, “no quedaban socorros en dinero para la tropa, ni había víveres sino para catorce días, ni parque de cañón sino para cuatro horas de fuego, ni cartuchería de fusil sino para menos de dos millones de tiros, ni fuerza útil sino en número de dos mil doscientos hombres cuando se necesitarían siete mil para la defensa.” […] “En nuestras filas […] la mutua confianza no existía entre jefes y oficiales; el armamento era antiguo y defectuoso; poca y de cortísimo alcance la artillería; casi del todo inútil la caballería; lentos y pesados los movimientos, ocasionando esto en los combates gran pérdida de vidas; por último, se carecía casi por completo de ambulancias, depósitos de víveres y todo lo necesario al buen servicio de un ejército en campaña. Cuando el nuestro atravesó el Bravo para ir á atacar al enemigo, empleó en ello veinticuatro horas, por tener que hacerlo en dos chalanas, y dio tiempo á Taylor para emprender movimientos y elegir posiciones: al regresar derrotado, se ahogaron multitud de soldados por la misma carencia de barcas: en Palo-Alto no hubo un solo médico ni un miserable botiquín para atender á los heridos: en Matamoros quedaron abandonados equipajes, parque y cañones por falta de carros y de tiros”.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.