2 de Mayo de 1812
Agotadas por completo las provisiones y los pertrechos, y después de haber rechazado el indulto que se le ofrecía, José María Morelos prefiere una muerte gloriosa en el campo de batalla y decide romper el sitio. Reúne a las tropas en la plaza de San Diego y a las dos de la mañana se pone en movimiento.
Hermenegildo Galeana va a la vanguardia con la mejor infantería; le siguen doscientos cincuenta lanceros; después, dos piezas pequeñas de artillería; luego, marchan los que conducen a los heridos; enseguida, Morelos con Leonardo y con Víctor Bravo al frente del resto de la infantería; finalmente, a la retaguardia una pequeña fuerza de caballería a las ordenes del capitán Anzures.
Entre las secciones de la tropa, marchan los habitantes de Cuautla, desencajados y macilentos, pero procurando hacer el menos ruido posible. “Reinaba profunda calma en las líneas sitiadoras; y sin ser inquietados traspasaron los independientes la de circunvalación, dejando a su izquierda el formidable reducto del Calvario. Continuaron su marcha en silencio y con las armas preparadas. De repente hallaron en su camino un zanjón que les impedía el paso; echaron sobre él algunas vigas de las que para el caso llevaban, y atravesaron por aquel puente improvisado. En estos momentos un centinela enemigo dio el ¡quien vive! y aunque Galeana le mató de un pistoletazo la alarma cundió rápidamente por toda la línea sitiadora, y la columna se vio envuelta por algunos batallones realistas al llegar a la hacienda de Guadalupita”.
Se parapetaron tras unas cercas de piedra y después de una hora de combate estaban rodeados… Morelos, los Bravos, Galeana, Anzures y Ayala peleaban en primera fila animando a sus soldados. “En lo más reñido del combate cayó el caballo de Morelos arrastrando al general en su caída; levantáronlo los suyos cuando a punto estaba de quedar prisionero, y arrojándose con increíble empuje sobre los realistas lograron romper el cerco de fuego que los envolvía y prosiguieron su retirada, en gran desorden ya, y perseguidos vigorosamente por la caballería de Calleja”.
Félix María Calleja, enfermo, a las cuatro y media de aquella misma mañana, escribía a Venegas pidiendo instrucciones; en esto estaba cuando le avisaron del movimiento de Morelos, de inmediato manda a la caballería contra los insurgentes y que algunos batallones ocupen la plaza. La caballería realista degüella a los que encuentra a su paso. La tropa regular insurgente escapa con algo de orden hacia las faldas del Popocatepetl, con rumbo al pueblo de Ocuituco, dejan sus dos cañones y ciento cincuenta muertos tendidos en el campo. En Izúcar se les une Miguel Bravo, hermano de Leonardo.
“El historiador Bustamante afirma que Calleja dio orden de que fuesen fusilados algunos individuos dentro de Cuautla, y que esta disposición quedó cumplida. Alamán, por el contrario, asegura que no hubo ninguna ejecución, no obstante la orden de Calleja comunicada al coronel Echeagaray de que solicitase cuidadosamente entre los presos al negro José Andrés Carranza, que salía a insultar a la tropa por el reducto del Calvario y al tambor que por el mismo y por otros puntos tocaba por la noche el paso de ataque, y que los hiciese ahorcar, sin darles más tiempo que el preciso para disponerse a morir cristianamente. […] [Echeagaray] recibió la investidura de gobernador de Cuautla, comunicaba al general en jefe su entrada en este pueblo, y decíale lo siguiente: “Presenta la vista más horrorosa: la mayor parte de las casas están destruidas por el cañón y las bombas; de entre las ruinas sale un hedor insufrible, provenido de los cadáveres de hombres y bestias mezclados unos con otros, de la inmundicia y basura que observo en todas partes: los ayes y clamores de los que andan por las calles solicitando alimento, extenuados y reducidos al último extremo de la miseria, exigen la compasión de todos: en los conventos de Santo Domingo y San Diego están ocupadas sus habitaciones con enfermos, sin distinción de sexo ni edad, y lo mismo las sacristías, las iglesias y aun las torres. Se encontraron en el primero doscientos veintitrés y en el segundo trescientos sesenta y dos. ¡Qué tristeza infundía hallar entre ellos cadáveres de dos ó tres días, otros de menos tiempo y aquellos de los que acababan de fallecer; mirar agonizar a muchos de los heridos y enfermos, y oír los lamentos y quejidos de los que, agobiados de las enfermedades, solo esperaban hallar consuelo en la misma muerte!´”.
Termina así un sitio de setenta y dos días, iniciado el 19 de febrero pasado por los realistas al mando de Calleja, durante el cual han ocurrido muchos actos de heroísmo como el de Narciso Mendoza, “el niño artillero”, quien hizo retroceder a los realistas al disparar un cañón, o los de la compañía de niños soldados “Los Emulantes”, comandada por Juan Nepomuceno Almonte.
Entre este día y el 7 de mayo, quinientas setenta y cinco personas morirán por la peste y Cuautla será saqueada “sin que se escaparan a su rapacidad ni los ornamentos de las iglesias”.
Escribe Baltasar Dromundo (Morelos): “El día 16 de mayo de 1812 entraba Calleja con aparatosa solemnidad que el Virrey auspiciaba, para efectos de ganar una popularidad que jamás obtendría. Iba al frente de los batallones de Llovera y de Asturias; desfilaban asimismo los cañones arrebatados en el sitio a los insurgentes cuando abandonaron Cuautla; y entre los prisioneros, como un galardón que era debido a la traición y no al as batallas que ellos no habían ganado, iba el noble don Leonardo Bravo. Aunque la chusma pagada vitoreaba a los soldados, lo cierto es que el ambiente capitalino distaba de resultar satisfactorio para los opresores”.
En el sitio de Cuautla, el gobierno virreinal gastó la suma de 1, 700,000 pesos y Calleja su prestigio, por lo que el 17 de mayo siguiente, dejará el mando de las tropas realistas.
La defensa heroica de Cuautla cubrirá de gloria a Morelos, Galeana, Matamoros y los Bravo; y fortalecerá y dará más prestigio a la causa de la independencia. Se dice que al saber de este hecho, Napoleón dijo: “Con hombres como Morelos, conquistaría al mundo”. Sin embargo, una de sus consecuencias negativas será una epidemia que se extenderá a Puebla y la ciudad de México.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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