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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 
 

 


 


Es dado a conocer el convenio por el cual Landa y los sublevados de Guadalajara liberan al presidente Juárez y a su gabinete.

Marzo 16 de 1858

El convenio comprende una fuerte cantidad de dinero (lo cual no se menciona) a Antonio Landa para que salga de Guadalajara con sus tropas en 48 horas, piezas de artillería escogidas por él, armas, parque y equipajes, así como carros y bagajes, y amnistía para los conspiradores. Todo a cambio de la libertad del presidente y sus ministros.

En la mañana del 13 de marzo pasado, el 5º Batallón de las fuerzas republicanas al mando de Antonio Landa, sabedores de la derrota liberal en Salamanca, se había sublevado en contra del gobierno al grito de ¡Viva el ejército! ¡Viva la religión! y Juárez y los miembros de su gabinete habían sido aprehendidos y retenidos en el propio Palacio de Gobierno. Landa había resistido la demanda de fusilarlos y ofrecido liberarlos si cesaban en su lucha, a lo cual Juárez se negó. Al día siguiente, los pronunciados habían intentado ejecutar al presidente, pero Prieto, con su elocuencia los había desarmado: “¡Los valientes no asesinan!” Ayer, después de largas negociaciones en las que Landa se mostraba dubitativo, se firmó el convenio y al anochecer, Juárez y sus ministros salieron del palacio recibiendo insultos de los soldados y la plebe que llenaba los corredores.

Hoy Landa forma a lo que queda del 5ª Batallón al que ha incorporado más de cuatrocientos criminales sacados de la cárcel. Varias horas permanecen en formación, y poco a poco se separan por grupos los presos agregados que escapan dando gritos y disparando los fusiles. A las cinco de la tarde, sale con dirección a Cocula.

Un repique general anuncia a la ciudad que queda restablecido el orden constitucional, al tiempo que es dado a conocer un manifiesto firmado por Juárez y sus ministros en el que señala: “Hemos permanecido presos tres días [...] Es por lo mismo, nuestro primer desahogo, dar cordiales gracias a tan benemérita población [...] porque ha sabido contenerse. Más que combatir, cuesta, en efecto, trabajo sofocar la justa indignación que causó la perfidia de aquellos a cuya guardia estábamos encomendados: cuesta trabajo no dar sobre el enemigo aleve, cuando se ve uno más fuerte, cuando está seguro de aniquilarlo; cuesta trabajo no castigar la rebelión vencida y posponer la noble pasión de la justicia a consideraciones de tipo político; sin embargo, esta generosa población lo ha hecho. Sabiendo que se hallaba comprometida la existencia del presidente legítimo, y temiendo ver rota la bandera constitucional identificada con su persona, ha hecho acallar todas las pasiones; se ha sobrepuesto a todos sus instintos; ha refrenado su volcánico entusiasmo, ante la idea fecunda de conservar al representante de la Unión Nacional. [...] Perdamos o no batallas; perezcamos a la luz del combate o en las tinieblas del crimen, para los que defendamos tan santa causa, ella es invencible. La desgracia de Salamanca no es más que uno de los azares, harto comunes de la guerra. Pueden seguírsele otros, puesto que apenas hemos abierto la nueva campaña; [...] la democracia es el destino de la humanidad futura; la libertad su indestructible arma; la perfección posible, el fin a donde se dirige. ¡Pueblos de México! ¡Tened fe en la posibilidad de restableceros! Un poco de energía, una ciega sumisión a la justicia, la proclamación y respeto de los verdaderos derechos, volverán a la República la paz, no el sosiego; el espíritu de adelanto, no la sujeción servil; el reinado de la ley, no la aristocracia ridícula de nuestros vanos y mentirosos redentores [...] no las simulaciones de prácticas sin verdad ni sentimientos”.

Al siguiente día, la gente va al palacio de gobierno. Los sublevados han dejado grandes destrozos: desde la entrada y por los patios y los corredores, están regados en pequeños pedazos los expedientes y procesos del archivo del tribunal; en el patio han quemado ejemplares de la Constitución de 1857; “no había un mueble que no estuviera hecho astillas; ni cielo raso que no estuviera desgarrado; ni vidriera que quedara entera; ni espejo que no hubieran estrellado a balazos los presidiarios. Las habitaciones de Juárez y sus ministros fueron saqueadas, y ellos tuvieron que comprar ropa para mudarse; daba pena ver ese edificio [...] convertido en un garito inmundo [...]”.

Después la ciudad será fortificada. Parrodi llegará por fin después de muchas peripecias e insistirá en que perdidos los estados de Jalisco y Guanajuato, Juárez debe pensar en una sede más segura para su gobierno, cercana a los estados fieles a la legalidad y donde pueda disponer de recursos económicos y que Veracruz, lugar donde se recaudaban la mayor parte de los impuestos aduanales, es la ciudad indicada.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.