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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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En Ocotlán, Tlaxcala, las fuerzas liberales derrotan a los conservadores.

Marzo 8 de 1856

El presidente Ignacio Comonfort, al mando directo del Ejército, ataca y derrota a las fuerzas conservadoras en la loma de Ocotlán, ubicado en la zona Puebla-Tlaxcala.

Después de que Comonfort accede al poder como presidente, comienzan a darse motines y reacciones por parte de los conservadores apoyados por el clero aunque este lo negara.

Pese a sus propósitos los conservadores, no pudieron detener el impulso que llevó a la apertura del Congreso Constituyente del 16 de febrero pasado. Los conservadores se comenzaron a concentrar en Puebla motivo por el cual el gobierno formó un ejército de más de 12 mil hombres que al mando del propio Comonfort, llegaron a San Martín Texmelucan, el 1 de marzo; ahí emitió una proclama en la que informa que han sido sofocados los movimientos de rebelión en varios lugares de la República y que solamente Puebla seguía hostil al gobierno e hizo un llamado a la paz.

En una carta, escrita el día 7 de marzo, el propio Comonfort comenta: “los rebeldes están obstinados; será necesario reducirlos al orden por fuerza. Nuestras tropas se conservan en buen sentido. He dispuestos moverme mañana con las tropas sobre Puebla”. Así, según lo dispuesto, antes del amanecer de este día, salieron de la ciudad los disidentes tratando de sorprender a las tropas del gobierno de manera que a las ocho de la mañana la batalla era general y se concentró en la loma de Ocotlán.

A las diez de la mañana, fue tocado un “alto al fuego” y los combatientes de ambos bandos se acercaron a recoger a sus heridos y muertos. Al campamento liberal se presentaron algunos jefes conservadores pidiendo una entrevista. Mientras ocurría la batalla, Comonfort, que había pernoctado en Santa Inés, fue a San Toribio y vio que era la ocasión de apoderarse de Puebla; dio la orden a los generales Moreno y Ghilardi para que atacaran la ciudad el movimiento no tuvo lugar porque no se recibió la orden: sin embargo, Moreno, al avanzar con una escolta sobre el puente México, se percató que estaba minado -por si pasaban las tropas del gobierno- y cortó el ramal de explosivos.

Comonfort notó que la lucha se prolongaba y regresó al campo de batalla en el momento en que se habían suspendido las hostilidades. Cuando Villarreal le informó de lo ocurrido y de la entrevista que solicitaban los conservadores, aceptó. Al medio día, en medio del silencio general y debajo de un árbol, platicaban el presidente y Antonio Haro, el jefe de los sublevados. Ambos habían nacido en la misma ciudad, habían sido amigos de infancia, fueron a la misma escuela y habían sufrido persecuciones. Comonfort le ofreció garantía de vida para él y su gente si se ponían a disposición del gobierno; Haro dijo que no podía por sí mismo tomar esa resolución y que debía consultarlo con los suyos. Se le concedió un armisticio de dos horas y tras varios ruegos, accedió a que fuera de tres y Haro ofreció volver él mismo a participar la resolución y cada uno se retiró a su propio campo. Cuando pasó el tiempo de plazo, ni Haro ni algún enviado llegó, Comonfort mandó a su jefe de Estado Mayor para reclamarle que se había acabado el tiempo, que devolviese el Batallón Ligero de Guanajuato y cuatro piezas de artillería que se habían llevado durante el armisticio; cuando su enviado regresó, informó a Comonfort que el enemigo iba en plena retirada hacia Puebla. Pese a esto, el triunfo fue para los liberales quienes los persiguieron.

Finalmente, después de ser asediados y sitiados, los conservadores capitularon y el 23 de marzo Comonfort se posesionó de la plaza. El 25 de marzo de 1856, fue expedido un decreto por el que los generales, jefes y oficiales que estuvieron en Puebla, quedarían en el ejército de soldados rasos.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.