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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Se funda el Partido Nacional Revolucionario en Querétaro.

Marzo 4 de 1929

En el Teatro de la República, Filiberto Gómez, presidente de la Convención convocada para fundarlo, declara formal y legítimamente constituido el PNR, una vez aprobados el programa de principios y de acción y los estatutos generales del mismo, y firmado el Pacto de Unión y Solidaridad que lo constituye.

Conforme a sus estatutos, el nuevo partido tiene por objeto mantener “una disciplina de sostén al orden legal” revolucionario mediante la unificación de “los elementos revolucionarios del país”; así como definir y consolidar la doctrina y las conquistas de la Revolución por medio de llevar a los puestos de representación a quienes garanticen sus postulados y las aspiraciones populares. Su lema es: INSTITUCIONES Y REFORMA SOCIAL.

Así, con el surgimiento del PNR se pretende conciliar e integrar los intereses y criterios diversos de los partidos políticos nacionales y regionales, y de las organizaciones políticas revolucionarias que actúan en ese momento, para superar la anarquía y el desacuerdo existente entre los mismos y que han sido aprovechados por la contrarrevolución para obstaculizar la reglamentación de la nueva Constitución e impedir el cumplimiento de su parte programática.

Se trata también de ahorrar a la Patria en lo futuro, episodios sangrientos por cuestiones de política y de evitar que las presiones exteriores, la crisis económica mundial, la lucha religiosa y la recuperación creciente de las fuerzas de la reacción, logren detener el cambio revolucionario.

En su declaración de principios se establece que el PNR luchará por hacer cada vez más efectivos “la libertad de sufragio y el triunfo de las mayorías en los comicios”, que procurará “la estabilidad de los gobiernos emanados de su acción política”; y que estimulará el acceso de la mujer en las actividades cívicas; que “en el orden de ideas que comprende la lucha de clases velará por la formación y cumplimiento de las leyes que constituyen una garantía de los derechos del proletariado” y que demandará e impondrá “normas legales de protección y de civilización al conglomerado indígena del país” buscando su igualdad e incorporándolo a la vida nacional; que el sostenimiento de la soberanía nacional debe ser la base de la política internacional y a partir de ella mantener relaciones de paz, amistad y cooperación; que los gobiernos que emanen del Partido deberán dedicar sus mayores energías a la reconstrucción nacional, atenderán la organización económica y al saneamiento de las finanzas; y que luchará “porque la integración de los gobiernos se haga con hombres de ideología revolucionaria”...

En los estatutos se establece una estructura vertical que se sustenta en los siguientes órganos de funcionamiento: Comité municipal; Comité de distrito; Comité de estado o territorio; Comité directivo nacional. Así, la organización del partido está hecha en función de la división territorial de la nación. Aún antes de aprobar formalmente los estatutos, esto ya había ocurrido en las elecciones de delegados a la convención, ya que las propias autoridades gubernamentales participaron en ellas. Así se puede apreciar que desde el origen el PNR, aún antes de constituirse formalmente, tenía estrechos vínculos con el gobierno, que en adelante se fortalecerán.

Además, su financiamiento provendría de un descuento al salario de los empleados federales, conforme lo declaró el presidente interino Emilio Portes Gil.

El primer Comité Ejecutivo Nacional queda integrado de la siguiente manera: Gral. Manuel Pérez Treviño, presidente; Ing. Luís l, León, secretario general; Prof. Bartolomé García Correa, Secretario de Actas; Melchor Ortega, Secretario de Prensa; David Orozco, Secretario Tesorero; Gonzalo N. Santos, Secretario Encargado de los Asuntos del Distrito Federal y Filiberto Gómez, Secretario del Exterior.

Culmina de esta manera una crisis desencadenada por el imprevisto asesinato del presidente electo Obregón y enfrentada para evitar una nueva guerra civil por el entonces presidente Calles, quien el 1º de septiembre de 1928, en su último informe de gobierno, había expresado que la nueva situación de falta de “caudillos”, (en referencia al magnicidio), permitía ahora “pasar, de una vez por todas, de la condición histórica de país de un hombre a la de nación de instituciones y leyes... de la condición de país de hombres únicos a la de pueblo de normas puras institucionales”:

“Que no sean ya sólo los hombres, como ha tenido que suceder siempre en la dolorosa vida política de México, hasta hoy, los que den su única relativa fuerza, estabilidad y firmeza a las instituciones públicas; que elegidos los hombres por sus merecimientos o virtudes y por los programas sinceros que determinen su futura actuación, sean las instituciones y el manto de la Ley lo que los consagre y los haga fuertes y los envuelva y dignifique; lo que los convierta, por modestos que hayan sido, en reales personificaciones transitorias, pero respetadas y respetables; figuras convertidas por la voluntad nacional en exponentes de sus necesidades, en símbolos vivos del país, de modo que sean las facultades de su cargo, y la alteza de las instituciones que representen, y las leyes en cuya virtud obren, las que enmarquen su carácter y hagan resaltar sus prestigios, o las que les exijan responsabilidades y les señalen castigos por su actuación de gobernantes”.

Asimismo, Calles había llamado a la unidad y señalado la necesidad de nuevos derroteros y de desechar medios distintos a la contienda democrática para llegar al poder:

“Si la familia revolucionaria con la vista sólo fija en los principios y con noble abstracción de los hombres, logra unirse para la designación de su candidato, como debe hacerlo si quiere su salvación y la del país, podrá ir, sin temor, a la lucha más honrada, con los grupos conservadores antagónicos, para la disputa del triunfo en un terreno netamente democrático”...

“Las oportunidades, únicas quizás en nuestra historia, de lucha honrada en el terreno democrático, que han de darse a todos los hombres, militares o civiles, que aspiren a la primera magistratura del país en el periodo que siga al del interinato y los peligros tan francamente señalados por mí en este discurso, peligros que corre la Revolución y que corre la Patria misma si alguien se aparta de la línea del deber en estos momentos tan angustiosos para México, harán, más que nunca, inexplicable y criminal la conducta antipatriótica de quien pretenda, por otros medios que los que la Constitución señala, conquistar el poder”.

En respuesta a estos planteamientos, el 1º de diciembre siguiente, el Comité Organizador del PNR integrado por el expresidente Calles y Aarón Sáenz (en un principio), Luis L. León, Manuel Treviño, Basilio Vadillo; Bartolomé García, Manlio Fabio Altamirano y David Orozco, había invitado a todos los partidos, agrupaciones y organizaciones “de credo y tendencia revolucionaria” a unirse y formar el PNR mediante una Convención, pues consideraba que los nuevos derroteros “no pueden ser otros que la organización y el funcionamiento de partidos políticos de principios definidos y vida permanente.” En la misma Convención se nombraría al Comité Nacional Directivo del nuevo partido y se designaría a su candidato a la Presidencia de la República.

La Convención convocada así, había comenzado el 1º de marzo de 1929 y durante cuatro días había discutido los documentos que hoy dan sustento legal al PNR.

Concluida la etapa de su constitución, el ya PNR postula como su candidato a la presidencia de la República al ingeniero Pascual Ortiz Rubio, por unanimidad de votos.

Sin embargo, ayer, el 3 de marzo, había estallado la rebelión encabezada por el general José Gonzalo Escobar, jefe de operaciones militares de Coahuila.

Así nació el PNR, y aunque en su momento pareció ser un partido más de los más de cien existentes en ese momento, se convertirá en la organización política que regirá la vida del país transformándose continuamente durante el resto del siglo XX bajo tres denominaciones distintas. Su importancia para la vida política del país será fundamental.

A decir de don Daniel Cosío Villegas, el partido desempeñó inicialmente tres relevantes funciones: “contener el desgajamiento del grupo revolucionario; instaurar un sistema civilizado de dirimir las luchas por el poder y dar un alcance nacional a la acción político-administrativa para lograr las metas de la Revolución Mexicana”.

Desde otra óptica, para Pablo González Casanova el PNR “fue un partido de partidos regionales, de caudillos y políticos regionales”; formado desde el Estado, el partido “reveló una disciplina en sus miembros propia de caudillos y políticos que habían encontrado en el espíritu de cuerpo y en las jerarquías de mando una fuente de seguridad y poder. Pero al mismo tiempo los caudillos del partido mantuvieron y protegieron la autonomía de sus clientelas y secuaces, base de su propia fuerza de negociación disciplinada”.

Para González Casanova, también el partido desempeñó otras funciones: se hizo cargo de las elecciones; impuso las bases de una lealtad personal-institucional; la función ideológica, ya que ahora al partido hablaba a las masas, y la legislativa, disciplinando a los diputados.

El partido fue un importante elemento de cohesión para el Estado: “Ahora el Estado había formado su partido, impidiendo a las fuerzas antagónicas que formaran sus propios partidos como partidos que luchan por el Estado. Debían luchar por la política, y perder.”

En 1929 Pascual Ortiz Rubio vencerá a José Vasconcelos en la lid presidencial, lo que significará un exitoso debut para el PNR. Sin embargo, en 1932 Ortiz Rubio renunciará a su cargo, por lo que el general Abelardo L. Rodríguez lo asumirá para completar el periodo presidencial.

En la Segunda Convención Nacional Ordinaria del PNR, será aprobado el Primer Plan Sexenal y se nominará candidato presidencial al general Lázaro Cárdenas. En esa reunión también se modificarán los estatutos de la organización, en los que se expresa una mayor centralización de la estructura interna y del gobierno del partido; se suprime el precepto que reconoce la autonomía de los partidos de los estados y territorios, y se aprueba en su lugar la preeminencia de la dirección del PNR en la organización y el control de todos los elementos revolucionarios. De esa forma se suprime la participación de los partidos locales en las convenciones nacionales y en el comité directivo nacional, que a partir de entonces quedará integrado por un representante del PNR en cada una de las entidades federativas, elegido por las convenciones correspondientes de los estados, los territorios o el Distrito Federal.

El partido repetirá su triunfo en las elecciones presidenciales de 1934, que llevará al poder al general Lázaro Cárdenas. En el gobierno de éste, que seguirá una profunda política de masas será necesario realizar una adecuación del partido a los nuevos tiempos. Por eso, el 30 de marzo de 1938, casi diez años después de su creación, el PNR será disuelto para dar paso al Partido de la Revolución Mexicana PRM.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.