Febrero 17 de 1847
La gente llamaba "polkos” a los cuerpos de la Guardia Nacional integrados por miembros de las clases altas que de hecho servían como brazo armado a la iglesia, por ser la polka el baile de moda entre la aristocracia de la capital, en contraste con los cuerpos de la misma guardia formados por las clases bajas. La rebelión es la culminación de la protesta en contra de la Ley del 11 de enero de 1847, que “autoriza al gobierno para proporcionarse hasta quince millones de pesos a fin de continuar la guerra con los Estados-Unidos del Norte, hipotecando o vendiendo en subasta pública bienes de manos muertas, al efecto indicado”.
La rebelión se da justo cuando las tropas norteamericanas se aprestan a desembarcar en Veracruz y los batallones de la Guardia Nacional tenían que marchar a detener al enemigo. Dado que esta revuelta debilitaba al ejército mexicano, a partir de entonces también se les llamará “polkos” en referencia al presidente norteamericano Polk, que despojaría a México de más de la mitad de su territorio.
Semanas antes, al publicarse la ley mencionada, la iglesia declaró que ya había contribuido lo suficiente y en los siguientes días organizó la resistencia mediante panfletos que argumentaban que si el gobierno podía confiscar los bienes de la iglesia, podía hacer lo mismo con cualquier propiedad privada, y amenazaba con la excomunión a quien comprara bienes eclesiásticos. En la capital cerraron la catedral para provocar la protesta popular y extendieron su acción a los estados más conservadores como Puebla y Guanajuato. Como no tuvieron resultados, alentaron a los batallones polkos a la rebelión que aun siendo pocos, eran superiores en número a los elementos del ejército regular acantonados en la ciudad de México, ya que el grueso de las tropas combatía la invasión norteamericana en el norte del país al mando de Santa Anna.
Cuando Gómez Farías como vicepresidente asumió interinamente la presidencia, en ausencia de Santa Anna aplicó medidas reformistas, entre ellas, la de restablecer la Constitución de 1824; la ocupación de los bienes del clero; la clausura de los noviciados, la supresión de la confesión, la libertad de cultos y el matrimonio civil; y finalmente, la confiscación de los bienes del clero para allegarse de fondos para hacer la guerra contra Estados Unidos. Por eso los alzados piden no sólo la derogación de la Ley del 11 de enero, sino también la destitución de Gómez Farías y los liberales “puros” o radicales que formaban su gobierno.
Santa Anna regresará de San Luis Potosí y para resolver el conflicto apoyará a los conservadores, destituirá a Gómez Farías, desconocerá las leyes dictadas, despedirá a los liberales “puros” e incluirá a los “polkos” en su nómina. En pago a su adhesión a la causa conservadora, el clero le otorgará un préstamo.
“La rebelión de los polkos fue una alianza de conveniencia entre los dirigentes eclesiásticos, que creían que su misión de largo plazo se vería en peligro si el gobierno establecía el principio de que las propiedades de la iglesia eran propiedad de la nación, y los residentes acaudalados de la ciudad de México, que temían que la guerra permitiera a los partidarios urbanos y pobres del federalismo radical amenazar las jerarquías sociales e incluso la propiedad privada misma; la revuelta también tuvo el apoyo de los propietarios de bienes raíces, que temían que el hecho de arrojar al mercado, de golpe, millones de pesos en propiedades de la iglesia afectaría sus intereses. El primer grupo proporcionó los fondos cruciales para los rebeldes, mientras que el segundo aportó los hombres armados y el tercero, una audiencia receptiva fuera de la ciudad de México… lo irónico es que las unidades radicales de la Guardia Nacional fueron enviadas a Veracruz. Algunos de los oficiales de esas unidades renunciaron, arguyendo sus deberes familiares, pero Vicente Carbajal, comandante de una de ellas, no partió tan tranquilamente: en su carta de renuncia a Santa Anna, insistió en que los radicales habían estado defendiendo la independencia de México y la presidencia de Santa Anna, mientras sus oponentes habían estado socavando la defensa del país; al final, escribió que se rehusaba a ser como ‘los traidores que para pronunciarse fueron comprados con el oro del clero y del enemigo extranjero’. Las palabras de Carbajal contienen una de las acusaciones más perdurables en contra de los polkos: que fueron unos traidores alentados o incluso financiados por el gobierno de Estados Unidos, el cual, en efecto, tuvo como agente a Moses Beach, periodista estadounidense y católico prominente que había sido enviado a trabajar en la búsqueda de una solución negociada a la guerra; no sólo logró tener acceso a muchos líderes católicos mexicanos, sino que más tarde afirmó que él había planeado la rebelión de los polkos… es probable, además, que haya transferido dinero a los “polkos”. Sin embargo, su interesado informe no es una prueba muy buena de la eficacia de sus esfuerzos… los estadounidenses con frecuencia fueron ingenuos acerca de sus discusiones con mexicanos prominentes: algunos líderes se mostraron más que dispuestos a aceptar dinero o algún otro apoyo, pero después los utilizaron para sus propios fines." (Guardiano Peter. La marcha fúnebre).
Al respecto, escribe Juárez (Apuntes para mis hijos): “Este motín que se llamó de los "polkos" fue visto con indignación por la mayoría de la república, y considerando los sediciosos que no era posible el buen éxito de su plan por medio de las armas recurrieron a la seducción y lograron atraerse al general Santa Anna, que se hallaba a la cabeza del ejército que fue a batir al enemigo [...] Santa Anna, inconsecuente como siempre, abandonó a los suyos y vino a México violentamente a dar el triunfo a los rebeldes”.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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