Señala que la anexión de Texas fue una provocación, que la franja comprendida entre el Río Nueces y el Río Bravo pertenecía a México y que la gente mexicana que la habitaba había huido ante la presencia de las tropas del general Taylor. Reconoció el derecho de los mexicanos a defender su territorio y recordó “que los que hacían una guerra de conquista resultaban humillados más tarde y terminó prediciendo correctamente que el hecho de seguir adelante con la guerra contra México llevaría a una guerra civil en Estados Unidos”. (Guardino Peter. La Marcha Fúnebre).
Corwin nació en 1794 en Kentucky. Militante del Partido Whig fue asambleísta en Ohio, diputado federal, gobernador de Ohio y Senador. Después fue secretario del Tesoro y nuevamente diputado pero por el Partido Republicano. Finalmente fue ministro de Estados Unidos en México de 1861 a 1864. Murió al siguiente año.
He aquí algunos párrafos de su memorable discurso titulado On the Mexican War en traducción libre:
“El presidente ha dicho que no espera obtener territorio de México por conquista. ¿Por qué entonces conquistarlo? ¿Por qué desperdiciar miles de vidas y millones de dinero fortificando pueblos y creando gobiernos, si, al final de la guerra, usted se retira de las tumbas de sus soldados y del país desolado de sus enemigos, sólo para tener dinero de México a costa de trabajo duro y sacrificio? ¿Quién ha oído, desde que la Cristiandad fue propagada entre los hombres, que una nación imponga tributos a su pueblo, enliste a sus jóvenes varones y marche dos mil millas a atacar un pueblo meramente para que le pague en dinero? ¿Qué es esto sino cazar un mercado para sangre, vender las vidas de hombres jóvenes, ponerlos a marchar en regimientos para ser sacrificados y pagados como bueyes y bestias brutas?”
“Conquiste su insano amor de falsa gloria y habrá conquistado la paz”.
“Usted puede arrebatar provincias de México por la guerra –puede tenerlas por el derecho del más fuerte-puede despojar; pero un tratado de paz que sea efectivo con el pueblo de México, legítimamente y libremente pactado, ¡jamás lo tendrá! Agradezco a Dios que así sea, tanto por el bien del pueblo mexicano como por nosotros mismos.”
“Usted ha tomado de México una cuarta parte de su territorio y ahora se propone marcar una línea que comprenda otra tercera parte, ¿y por qué? Le pregunto Sr, Presidente ¿Por qué? Por qué, dice el jefe del comité de relaciones exteriores, ¡es la cosa más razonable en el mundo! Debemos tener la bahía de San Francisco. ¿Por qué? ¡Por qué es la mejor bahía del Pacífico! Tengo la fortuna, Sr. Presidente, de haber practicado buenos tratos en las cortes criminales a lo largo de mi vida, pero nunca escuché a un ladrón acusado de robar un caballo argumentar ¡que era el mejor caballo que podía encontrar en el país!”
“Sr. Presidente, no me satisface que nuestra vieja bandera se despliegue protectora sobre expediciones para el lucro o para tierra. Pero usted todavía dice que desea espacio para su pueblo. Este ha sido el argumento de todo jefe ladrón desde Nimrod a la hora presente. Me atrevo a decir que cuando Tamerlán descendió de su trono construido con setenta mil cráneos humanos, e hizo marchar sus feroces batallones más allá del sacrificio, me atrevo a decir que él dijo: “Necesito espacio.”
“Sr. Presidente, este inquieto deseo de aumentar nuestro territorio ha depravado el sentido moral y embotado la otrora aguda sagacidad de nuestro pueblo. Lo que ha sido el destino de todas las naciones que han actuado con la idea de que ellas tienen que avanzar. Nuestros jóvenes oradores aprecian esta noción con fervoroso celo pero fatalmente equivocado. Lo llaman con el misterioso nombre de ‘destino’. ‘Nuestro destino, dicen es ir adelante y de ahí ellos arguyen, con obvia falsedad, la propiedad de apoderarse de cualquier territorio y cualquier pueblo que pueda estar en el camino de nuestro avance predestinado”.
“Rusia, Austria y Prusia, unidas desmembraron Polonia, Y dijeron también, como usted dice, “es nuestro destino”.
“Usted puede llevarlos (a sus soldados) a los picos más elevados de las cordilleras, ellos pueden moverse con su insolente triunfo en los salones de Moctezuma, los hombres armados de México pueden acobardarse antes que ellos, pero la mano más débil en México, levantada en plegaria al Dios de la justicia, puede llamar contra usted un Poder en presencia del cual los corazones de hierro de sus guerreros deberán ser convertidos en cenizas.”
Doralicia Carmona. Memoria Política de México.
Fuente: https://www.bartleby.com/268/9/10.html
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