Febrero 9 de 1913
En la ciudad de México, inician los sucesos conocidos con el nombre de la “Decena Trágica” que comienza con la revuelta encabezada por Manuel Mondragón, Félix Díaz, Gregorio Ruiz, Fidencio Hernández y Bernardo Reyes para derrocar al régimen maderista y que termina el 18 de febrero con la aprehensión del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez por parte de Aureliano Blanquet.
En los primeros días de 1913 quedaba poco de la confianza que aún existía en torno a la política seguida por el presidente Francisco I. Madero. Quienes detentaban el poder económico temían que las medidas tomadas por el presidente afectaran sus intereses (se oponían a la ley de ferrocarriles que contemplaba el despido de trabajadores extranjeros que no hablaran español para sustituirlos por mexicanos y al impuesto a la explotación petrolera) y quienes lo apoyaban dudaban de los beneficios de su política conciliadora y pensaban que no debía retardar más la solución de los problemas nacionales, especialmente de las demandas de los campesinos.
Bernardo Reyes, Félix Díaz y Pascual Orozco se habían sublevado y habían sido derrotados y los dos primeros encarcelados, pero Orozco seguía libre; Zapata continuaba su lucha y muchas gavillas que se decían revolucionarias, interferían en las actividades económicas. El “bloque renovador” de la Cámara de Diputados, condicionó su apoyo a Madero a cambio de que dejara su política conciliatoria; la prensa le pedía su renuncia y ni él ni su gabinete hacían algo para impedir la conspiración.
La mañana de este día 9, los alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes, de Tlalpan, D. F. se sublevan contra el gobierno de Madero lo mismo que Manuel Mondragón, salen de los cuarteles de Tacubaya y juntos liberan a Félix Díaz y a Bernardo Reyes, prisioneros del gobierno de Madero y tratan de tomar Palacio Nacional. Pero Lauro Villar logra conservar el Palacio Nacional, luego de breve y sangriento combate, durante el cual Villar es herido, muere Bernardo Reyes y hay muchos civiles caídos. En consecuencia, los insurrectos se repliegan a La Ciudadela, que es fábrica de armas, almacén general de artillería y museo.
Madero, que está en la residencia oficial, el Castillo de Chapultepec, va a Palacio Nacional escoltado por su gabinete, cadetes del Colegio Militar y por Victoriano Huerta. Nombra a Huerta en el lugar de Villar y se fusila al general Ruiz y a quince insurrectos. Mientras tanto, algunos agitadores incitan a la turba contra la prensa de oposición y tratan de quemar los periódicos “El País”, “La Tribuna”, “El Noticioso Mexicano” y “The Independent Herald”. Madero trata de asegurar la lealtad de al menos parte del ejército y este mismo día sale a Cuernavaca para pedir la ayuda de Felipe Ángeles, con quien regresa para apoyar al gobierno.
En los nueve días siguientes, hay gran movimiento de tropas llegadas de diferentes regiones para sofocar la rebelión; los ciudadanos comunes están aterrorizados porque no se puede delimitar un área de combate y son víctimas de impactos de cañones, ametralladoras, fusiles y bombas; en las mismas calles son quemados los muertos tanto civiles como militares; el comercio cierra y escasean los artículos de primera necesidad.
El embajador norteamericano Henry Lane Wilson, informa negativa y exageradamente de los sucesos para justificar su petición de desembarco de tropas; sin autorización, amenaza a Madero con la intervención y organiza que el cuerpo diplomático acreditado en México, solicite la renuncia del presidente. El embajador de Cuba, Manuel Márquez Sterling, declara que la sede de Wilson, “era un foco de conspiración”. Madero los rechaza y objeta.
Por su parte, Huerta con “ineficacia e ineptitud”, cada vez que moviliza fuerzas, las conduce a la muerte. El día 16 hay una tregua que los rebeldes aprovechan para abastecerse; cada día le es más difícil a Huerta explicar esta situación sin revelarse como uno de los que intrigan con Wilson para lograr un arreglo con Félix Díaz.
Cuando Gustavo Madero se entera de la entrevista entre Huerta y Díaz, personalmente aprehende a Huerta; el presidente escucha su defensa y le concede 24 horas para demostrar su inocencia. Es así como Huerta tiene el tiempo suficiente para lograr sus planes y el día 18 hace el ataque final, no contra los rebeldes, sino contra Madero.
Esbirros de Huerta matan a Gustavo Madero y en Palacio Nacional, Blanquet aprehende al presidente y algunos miembros de su gabinete. La familia de Madero se refugia en la embajada japonesa. Felipe Ángeles es hecho prisionero y Huerta informa a Wilson y a Taft, presidente de Estados Unidos, que asume el poder por haber derrocado al gobierno. En la embajada norteamericana, Huerta firma con Félix Díaz el “Convenio de la Embajada”, también conocido como “Pacto de la Ciudadela”.
El 19 de febrero, el Congreso acepta las renuncias de Madero y Pino Suárez y Pedro Lascuráin, secretario de la Relaciones Exteriores, toma posesión del cargo, de inmediato nombra secretario de Gobernación a Huerta y renuncia, de modo que Huerta es legalmente presidente. Este proceso cuando mucho tarda una hora. La noche del día 22 de febrero, Madero y Pino Suárez son asesinados.
Huerta permanecerá diecisiete meses en el poder a costa de la sangre de miles de personas. La protección al Presidente Madero que hoy 9 de febrero de 1913 le brindaron los cadetes del H. Colegio Militar se conmemorará como “Día de la Lealtad”.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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