30 de diciembre de 1934
Los camisas rojas actúan desde hace tiempo bajo las órdenes de Tomás Garrido Canabal exgobernador de Tabasco y actual secretario de Agricultura del gobierno del general Cárdenas.
Esta mañana de domingo, los camisas rojas se parapetan frente a la parroquia de San Juan Bautista de la Delegación de Coyoacán, y en los momentos en que los fieles salen de oír misa de 10, al grito de ¡Viva la Revolución!, disparan sobre ellos, con el resultado de 5 muertos y numerosos heridos. Caen muertos por las balas María de la Luz Camacho, J. Inés Mendoza, Ángel Calderón, Inocencio Ramírez y Andrés Velázquez.
La muchedumbre católica enfurecida trata de hacerse justicia por su propia mano; pero los “rojinegros” se refugiaron en las oficinas de la Delegación, en donde disfrutan del apoyo del delegado Hornero Margalli.
El joven Ernesto Malda, sobrino del conocido galeno Gabriel Malda, miembro de los camisas rojas, es atrapado por la multitud que a palos y pedradas lo deja sin vida.
La gente cerca la Delegación y pide castigo para los asesinos. Otro grupo de vecinos se dirige a la residencia del general Cárdenas, en San Ángel, en demanda de justicia. Los recibe el secretario particular, licenciado Luis I. Rodríguez, quien les ofrece proceder conforme a la ley.
Los “rojinegros”, que pertenecen al Bloque de la Juventud Revolucionaria, son conducidos a la Penitenciaría del Distrito Federal. Mientras en Coyoacán se organiza una manifestación de duelo.
El juez de Primera Instancia instruye el proceso contra los 65 camisas rojas, pero resultaba que ninguno de los inculpados ha disparado.
Días después, cuarenta de los detenidos quedarán formalmente presos y el resto en libertad.
El lunes 7 de enero de 1935, se efectuará una manifestación de protesta por los sucesos de Coyoacán, los manifestantes recorrerán las principales avenidas de la Capital, y al llegar a la esquina de Aquiles Serdán y Tacuba, donde se encontraba el edificio que ocupaba el ex Centro de Meseros y que luego sirvió para las oficinas del “Bloque de Jóvenes Revolucionarios” y “Camisas Rojas”, se pronunciarán candentes discursos, especialmente en contra del secretario de Agricultura y Fomento, licenciado Garrido Canabal. Quitarán la bandera rojinegra del edificio en que se encontraba instaladas las oficinas de los Jóvenes Revolucionarios, y ocasionarán un nuevo enfrentamiento del que resultarán numerosos lesionados.
Al día siguiente, el presidente Cárdenas manifestará:
“El Ejecutivo de mi cargo ha sabido con pena que anoche se verificaron nuevamente choques sangrientos entre grupos de ideología distinta, sin razón alguna que los justifique, pues si es la verdad que las diferencias sustanciales en el modo de pensar son las causas más hondas de división de los pueblos, también es verdad que las agresiones personales no significan ni argumentación en favor de la idea que se profesa, ni mucho menos sistemas lógicos de convencimiento para atraer al contrario…y como en los sucesos a que me refiero está apareciendo ostensible como elemento de agitación, el grupo clerical del país que unido a fuerzas conservadoras aprovecha los menores intentos de acción ideológica promovidos por grupos revolucionarios, para transformarlos en choques sangrientos y en motivos de escándalo, el Ejecutivo de mi cargo juzga que es necesario poner coto a estas demostraciones nocivas a la salud pública que pueden desorientar muy bien a la opinión nacional, y por lo mismo cree de urgente necesidad hacer del conocimiento público las siguientes disposiciones:
l. El Gobierno ha dictado las medidas convenientes para impedir la repetición de sucesos semejantes a los de Coyoacán y de la calle de Tacuba.
II. La Secretaría de Gobernación ha declarado y dará instrucciones para que se obre en consecuencia, que sólo el Partido Nacional Revolucionario está facultado para llevar a cabo las actividades político-sociales que deban dar cima al afianzamiento de las ideas que sirven de bandera a la Revolución y que tenemos por norma los revolucionarios.
III. El Departamento Central del Distrito Federal deberá autorizar manifestaciones públicas que tengan por objeto hacer protestas contra grupos o personas de ideología distinta a los solicitantes, o que persigan como fin hacer propaganda de ideas subversivas o de carácter confesional, prohibida por nuestras leyes... “.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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