14 de Diciembre de 1859
Melchor Ocampo firma con Robert Milligan McLane un Tratado por el que se concede a los Estados Unidos el derecho de tránsito a perpetuidad por el Istmo de Tehuantepec, de Matamoros a Mazatlán, y de Nogales a Guaymas; así como permiso para emplear fuerzas en México, crear rutas exclusivamente militares, iniciar el libre comercio con Estados Unidos en ciertas mercaderías y otras prerrogativas más que implícitamente excluyen a los europeos del control del paso interoceánico (Ver Tratado).
La necesidad política de reconocimiento internacional y de recursos obliga a los liberales a la firma del Tratado. Ocampo vislumbra que Estados Unidos será la potencia que regirá el futuro del mundo y que sólo con su apoyo podrá sobrevivir México; Juárez considera que es mejor ceder los tres pasos a los norteamericanos que dejar que México vuelva al oscurantismo de la colonia y se convierta en un protectorado francés. Además, en el Tratado de La Mesilla de 1853, Santa Anna ya había incluido el paso por Tehuantepec y este antecedente fue esgrimido por los norteamericanos para reclamar la firma de este Tratado. En estas circunstancias, tienen que arriesgar el todo por el todo y proceder a la firma del Tratado.
El hecho tiene lugar en una época de gran expansionismo norteamericano, que en el Tratado Guadalupe Hidalgo no obtuvo el paso interoceánico porque los mexicanos argumentaron que lo habían cedido a los ingleses, y ahora aprovecha la oportunidad de conseguir este paso interoceánico que le es necesario para integrar sus nuevos territorios por la vía marítima más corta y competir con Inglaterra y Francia para extender su comercio imperialista hasta Japón y Asia. Por otra parte, en Egipto está en plena construcción el Canal de Suez del Imperio Francés bajo la dirección de Fernando de Lesseps.
Dado que el paso interoceánico ambicionado por los norteamericanos sólo es posible establecerlo en México, Nicaragua o Nueva Granada (Istmo de Panamá), los Estados Unidos han presionado a los gobiernos de estos tres países para que firmen convenios para lograr sus propósitos; el Tratado McLean-Ocampo es uno de estos convenios.
En México, liberales y conservadores se enfrentan en una lucha fratricida, que requiere de aliados extranjeros para obtener la victoria; los primeros miran hacia Estados Unidos en busca de reconocimiento y de recursos, a pesar del sentimiento nacional antiyanqui generado por la reciente derrota de 1848; los segundos, negocian lo mismo con ingleses, españoles y franceses (Ver los Tratados Mon-Almonte y de Miramar). Ambos tienen escasa capacidad de maniobra y se ven forzados a otorgar a las potencias extranjeras concesiones onerosas para México.
A partir de entonces, los conservadores han acusado a los liberales de haber estado dispuestos a ceder soberanía a cambio del reconocimiento del gobierno de Juárez y de dinero para enfrentar la guerra de Reforma, ya que para ellos, el Tratado cedía de facto soberanía sobre el Istmo de Tehuantepec y convertía a México en una nación dependiente de los Estados Unidos, como décadas después ocurriría con Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.
En contraste, algunos liberales sostienen también desde entonces, que jurídicamente México no perdía sus derechos sobre los pasos, que las concesiones que se otorgan soberanamente pueden cancelarse; que se podía retirar la cesión a perpetuidad porque perpetuidad no significaba eterna sino indeterminada, ya que no había sido una compra-venta que sí es irrenunciable; además, señalan que Ocampo firmó este Tratado con plena confianza de que podría invalidarse porque lo firmó el presidente Juárez, ciertamente investido de facultades extraordinarias, pero sin contar con la ratificación del Congreso.
Patricia Galeana escribe en su Epílogo (El Tratado Malean-Ocampo. La comunicación interoceánica y el libre comercio): “El tratado es un ejemplo de negociación diplomática y para evaluarlo es necesario enmarcarlo en el contexto internacional de búsqueda del paso interoceánico y regional, dentro del proyecto de hegemonía hemisférica norteamericana. Así como en el marco de la relación bilateral México-Estados Unidos, dentro de la serie de presiones que los sucesivos gobiernos de este último han ejercido sobre los diferentes gobiernos mexicanos para someterlos. Y, finalmente, tomar en cuenta la coyuntura nacional en que se firmó el TMO, en plena guerra civil, con el país escindido en dos gobiernos y siendo objeto del acoso europeo.
“La habilidad negociadora de Ocampo consistió, primero, en dejar creer al agente especial William Churchwell, que estaba dispuesto a vender parte del territorio para obtener el reconocimiento de Estados Unidos, el cual era indispensable para que el gobierno liberal existiera frente a la comunidad internacional. Con el reconocimiento estadounidense, los liberales se fortalecieron, tanto frente a sus opositores, como ante sus acreedores europeos. También mejoró su posición para buscar recursos con los prestamistas particulares norteamericanos y europeos.
“El gobierno del país vecino demandó la firma de un tratado a cambio del reconocimiento. Sus demandas incluían, en un principio, la adquisición de Baja Califonia, Sonora y parte de Chihuahua, más el paso interoceánico por el Istmo de Tehuantepec. Para obligar a México a ceder, Estados Unidos evitó que el gobierno mexicano consiguiera recursos con prestamistas particulares.
“Ocampo logró convencer a McLane de que no podían vender territorio porque el gobierno de Juárez caería. En cuyo caso, el gobierno estadounidense habría hecho un mal negocio, pues tendría que invertir en otra guerra para obtener los derechos de tránsito.
“El canciller juarista había accedido a otorgar los dos pasos por el norte, que ya habían sido autorizados previamente por Comonfort. Desde sus primeras entrevistas con McLane, le propuso que se separaran los asuntos, que se firmara primero un tratado para los tres tránsitos, los dos del norte y el interoceánico. De esta manera, se firmaría el Tratado requerido para el reconocimiento y se postergaba el asunto de Baja California y los territorios del norte del país. Pero Buchanan se dio cuenta de la estratagema, cuyo objeto era conseguir recursos sin vender la península mexicana. Por eso no aceptó y exigió que fuera un solo tratado. Finalmente, Ocampo convenció a McLane de que no era posible vender territorio, pero el representante estadounidense no transigió en el control del paso interoceánico.
“Ocampo resistió lo más que pudo antes de aceptar la intervención discrecional de las tropas norteamericanas para proteger el paso interoceánico, pero al no poder obtener recursos para continuar la guerra, después de sufrir graves derrotas militares y ante el inminente ataque de Miramón por tierra y por mar a Veracruz, aceptó firmar el TMO. La última versión del Tratado la elaboró en Washington McLane y, según el propio canciller, contó con el acuerdo de Miguel Lerdo de Tejada. No obstante, lograron salvar Baja California y no se vendió ninguna porción de territorio.
“La Convención anexa al TMO sustituyó el proyecto de alianza que Ocampo había propuesto para conservar el ‘orden y la seguridad en los dos territorios de las dos repúblicas’. Era la alianza contra los enemigos del liberalismo, tanto internos como externos: los conservadores mexicanos y las monarquías europeas. Hay que tener presente que España había amenazado con la guerra al gobierno juarista, y que Gutiérrez de Estrada se entrevistó con Napoleón III en septiembre de 1859, gracias a la intermediación de Metternich.
“Es difícil que el gobierno liberal hubiera sobrevivido sin el reconocimiento de Estados Unidos y sin su apoyo en los sucesos de Antón Lizardo. La toma de Veracruz habría sido decisiva para la guerra. Estos hechos no se pueden separar de la firma del Tratado, ni ésta del reconocimiento. El TMO fue el pago mínimo que Estados Unidos aceptó.
“Ciertamente, es de suponerse que el gobierno estadounidense no respetaría la soberanía mexicana ni atendería las solicitudes de México para dejar el paso interoceánico. Su territorio sería atravesado, tanto por el norte como por el sur, lo que hacía previsible la pérdida de estos territorios y, en tal caso, la posible desaparición del país. Aunque también existía la posibilidad de esperar una coyuntura propicia para denunciar el Tratado y desconocerlo si así hubiese convenido a los intereses mexicanos. Además, el TMO había quedado condicionado a la construcción de los caminos correspondientes y esto dependía únicamente del gobierno mexicano.
Al hacer el balance de la negociación debemos reconocer que el canciller juarista logró cambiar un tratado de venta de territorio por uno de tránsito comercial. Con la firma del TMO obtuvo el reconocimiento del gobierno liberal y el apoyo de Estados Unidos para ganar la guerra”.
Agobiado por la escasez de recursos, el gobierno de Juárez hará todo lo posible porque el Tratado se apruebe por el Senado norteamericano. Por su lado, los conservadores lucharán para que no se ratifique. Por fortuna para México, el Tratado será rechazado por el Senado norteamericano entre muchas razones por su contenido librecambista, ganarán los proteccionistas; asimismo, no será aprobado porque no incluía nuevos territorios y porque se dudará de las facultades de Juárez para firmarlo; además, muchos senadores servían empresas que tenían interés en que la vía interoceánica se construyera en Nicaragua o Panamá y no en México. A todo esto se sumará el declive de la fuerza del presidente Buchanan, la proximidad de las elecciones, el ascenso de los republicanos y desde luego, el enfrentamiento entre el norte y el sur que pronto desencadenará la guerra civil norteamericana.
Concluye Patricia Galeana: “Lo que es un hecho es que el gobierno juarista logró el reconocimiento de Estados Unidos, y no sólo su apoyo moral, sino también material, para no desaparecer sin dar finalmente nada a cambio. Se ha dicho, no sin razón, que pocos presidentes de México han obtenido tanto de Estados Unidos a cambio de tan poco. Finalmente los liberales ganaron la guerra y no vendieron territorio ni se ratificó el Tratado. Así es que Estados Unidos no recibió el beneficio que esperaba”.
Robert McLean lamentará la decisión del Senado norteamericano de no ratificar el Tratado y pedirá su retiro de su misión diplomática; durante la guerra civil estará del lado de los sureños y morirá en Francia en 1898 siendo embajador. Ocampo será asesinado año y medio después, con el pretexto de haber traicionado a México por la firma de este Tratado.
El Senado de Estados Unidos rechazará este convenio, por lo que no entrará en vigor.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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