10 de noviembre de 1799
Se lee en el Almanaque de la Historia de México de Jaime Septién, que hoy “Isidoro Fernando de Aguirre denunció la conjura encabezada por Pedro de la Portilla en contra de las instituciones virreinales”.
Escribe Lucas Alamán (Prolegómenos de la Independencia Mexicana) que el denunciante, “recién llegado a México de Guadalajara, donde había estado empleado en el resguardo del tabaco, y siendo primo de Portilla, éste, creyéndolo quejoso del gobierno, lo puso en el secreto de lo que se intentaba”.
Pedro de la Portilla era un criollo pobre, cobrador de contribuciones en el mercado de Santa Catarina Mártir, que logró reunir unos trece amigos y parientes jóvenes, algunos guardias de las plazas de la capital y otros oficiales de la platería y la relojería. Los conspiradores se reunían en el callejón de Gachupines número 7, mismo lugar en donde fueron aprehendidos.
El plan de De la Portilla consistía en liberar a los presos para que se unieran a su movimiento, y con ellos apoderarse del palacio virreinal y capturar a los más altos jefes militares. A continuación, proclamar la independencia de México, declarar la guerra a España y matar o expulsar a los españoles peninsulares o gachupines, haciéndose de sus caudales, todo esto tomando por insignia una venera o medalla de la virgen de Guadalupe. Al triunfo de la rebelión, de la Portilla ocuparía el lugar del virrey y el pueblo decidiría la forma de gobierno que debía establecerse en México, aunque los levantados pensaban que lo mejor era instaurar un gobierno similar al de los Estado Unidos.
Continúa Alamán en la obra citada: “Aunque las circunstancias de los sujetos que habían formado este proyecto, dice el virrey Azanza en el informe reservado que hizo al rey en 30 de Noviembre del mismo año, me debieron dar poco cuidado, pues ni por su crédito, ni por sus facultades, ni por su talento eran propios para una empresa de esta especie; pero como por una grande fatalidad, existe en esta América una antigua división y arraigada enemistad entre europeos y criollos, enemistad capaz de producir las más funestas resultas, y que siempre debe ser temible por ellas al gobierno, tuve por preciso mirar seriamente este asunto, y tomar activas providencias para cortar el mal antes que adquiriese incremento”. Siguiendo el virrey por medio de Aguirre el hilo de la trama, cuando consideró que era ya tiempo de asegurar a los reos y proceder contra ellos, convocó una junta del regente de la audiencia y de varios ministros de ella, en la que se acordó se procediese a la prisión, verificándola en el acto de estar reunidos los conspiradores, y así se efectuó en la noche del 9 de Noviembre sin ruido ni escándalo, por el alcalde de corte D. Joaquín de Mosquera y Figueroa, natural de Caracas… Túvose el mayor cuidado, dice el virrey en su citado informe, en ocultar al pueblo el motivo de la prisión para evitar hablillas y reflexiones peligrosas, y pávulo al encono que desgraciadamente reina entre europeos y criollos, y aunque asegura que consideraba con esto cortada en su origen una conspiración que califica por de mala naturaleza, por la disposición que había en el pueblo a dividirse en los partidos de gachupines y criollos, se tiene entendido que Azanza veía próximo un movimiento, y estaba ansioso de dejar el mando”.
Todos los conjurados pasarán largos años en prisión, y algunos morirán en ella; se formará un voluminoso proceso, pero como no se encontrará nada que merezca castigo severo, no se dictará sentencia y, finalmente, los acusados sobrevivientes serán puestos en libertad. De la Portilla vivirá lo suficiente para ver realizada la independencia de México y para mucho tiempo después, intentar que se reconozcan sus méritos como uno de sus impulsores.
Aunque la conspiración no representó riesgo alguno para el gobierno colonial, pues sólo contaba con mil pesos plata, dos armas de fuego y cincuenta sables, por lo que el pueblo la bautizó como la “conspiración de los machetes”, habiendo tenido lugar once años antes del inicio de la guerra de independencia, algunos historiadores han considerado éste, un movimiento precursor de la misma.
Doralicia Carmona. Memoria Política de México.
|