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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Santa Anna decreta que se declare a la educación como obligatoria de los 7 a los 15 años y se confía la misma a la Compañía Lancasteriana.

Octubre 26 de 1842

Después de expedir este decreto –este mismo día-, Antonio López de Santa Anna disuelve el Congreso y toma posesión como presidente sustituto de la República Nicolás Bravo, quien ocupará el cargo hasta el 5 de marzo de 1843, cuando volverá Santa Anna.

Jesús Marín Esquivel en Legislación y Política Educativa en México, señala que “la historia de las primarias es casi una historia económica del país”. Anota que durante el virreinato eran los ayuntamientos que mantenían sus respectivas escuelas hasta que el sistema fue reemplazado por la Compañía Lancasteriana en 1842. Dice además: “Los Ayuntamientos son los encargados y no tienen que rendir cuentas a nadie, de los maestros y locales bajo su mando. La salud de las escuelas está en relación directa con la salud de los ayuntamientos. Si reciben fondos si logran cobrar el derecho de plaza, si hay comercio que lo pague, entonces hay con que pagar al maestro. En todos estos años, una plaza empobrecida, que no se recupera todavía de los destrozos de la guerra de 1810, como muchos lugares del Bajío por ejemplo, significa necesariamente la falta de sueldo y la falta de maestro, o un sueldo miserable, pagado de vez en cuando, que el mismo ayuntamiento considera tan mezquino que no puede llamar la atención y mucho menos reemplazar al maestro. Si la plaza es pobre en comercio, lo más seguro es que los vecinos también lo sean, así que no se consiguen fondos en ninguna parte. A veces el ayuntamiento subvenciona a los padres de familia, -quienes en forma particular logran contratar alguna persona - que enseñe a leer y escribir. De aquí que no hay siempre una diferencia clara entre escuelas municipales y privadas en provincia. El municipio beca por así decirlo, niños indigentes a escuelas promovidas por los padres de familia. Otros lugares más afortunados ponen escuelas en forma, que muchas veces son lancasterianas. Todas las localidades procuran poner algún establecimiento de instrucción pública gratuita y de hecho aumenta su número.

Hace furor el sistema de enseñanza mutua, donde los niños mejor instruidos ayudan a los principiantes y logra tal fama que en 1842 se colocan los estudios primarios de todo el país bajo la dirección de la Compañía Lancasteriana… Mediante una estructura burocrática esperan centralizar y uniformar la educación, sin comprender que al faltar la materia prima, personas idóneas y fondos, toda la organización y uniformidad del mundo de nada sirve. … el entusiasmo generado [por la Compañía Lancasteriana] dio otro impulso a la enseñanza pública y se logró el establecimiento de más escuelas. De hecho, la Compañía planeaba vencer los déficits de personas y fondos mediante escuelas normales y el cobro de un real por familia al mes… Mientras esta compañía rigió los destinos educativos del país, estableció compañías corresponsales en cada capital de departamentos, como se dio en llamar a los estados, y estas corresponsales a su vez establecieron juntas inspectoras en los ayuntamientos. De hecho, las mismas cualidades tenían que estar presentes para que las juntas funcionaran o sea personas responsables, dispuestas a batallar con el problema de contratar maestros y vigilar las escuelas, personas desde luego que tan bien tuvieran cierto nivel cultural y esto es justamente lo que había frenado el desarrollo de las escuelas desde la independencia, junto con el problema económico.”

En 1846, los ayuntamientos se encargarán nuevamente de las escuelas

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.