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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

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Con el nombramiento de Hernán Cortés como Gobernador y Capitán General nace como colonia la Nueva España.

15 de Octubre de 1522

 

Carlos V, rey de España y emperador de Alemania, expide en Valladolid la real cédula que otorga a Hernán Cortés el título de Gobernador y Capitán General de la Nueva España.

Hasta hoy Cortés venía fungiendo como Justicia Mayor y Capitán General nombrado por el Ayuntamiento de la Vera Cruz que él mismo fundó para romper su contrato con Diego de Velásquez y poder depender directamente del rey, lo cual ha conseguido con el presente título.

La total destrucción de Tenochtitlan, sus accesos y servicios durante el reciente sitio obligó a Cortés a establecer su gobierno en Coyoacán. Desde ahí comenzó a constituir a la Nueva España como la base del primer imperio colonial de la historia.

El nuevo orden por establecer tiene “sus orígenes en el derecho romano y las Siete Partidas, un cuerpo legislativo redactado en Castilla, en la segunda mitad del siglo XIII. Las tradiciones jurídicas castellanas fueron adaptadas a las necesidades americanas en cuantiosas ordenanzas y reales cédulas, las que a su vez fueron ordenadas y sistematizadas en la Recopilación de las Leyes de Indias, publicadas en 1680. A pesar de todos sus defectos, estas leyes contribuyeron a la seguridad de las actividades y las relaciones económicas”. (Kuntz Ficker Sandra. Historia mínima de la economía mexicana 1519-2010).

“La construcción de ciudades en Nueva España empieza inmediatamente después del triunfo militar de los españoles sobre los indígenas. Las ciudades virreinales sirvieron de asiento a la población española y de base para el dominio de los recursos humanos y materiales del territorio conquistado. Además de crear nuevas ciudades de corte español, los conquistadores obligaron a la población indígena a concentrarse en ciudades para tener un mejor control y dominio sobre ella”. (Florescano y Eissa. Atlas histórico de México).

El Estado español fue impelido por dos motivaciones en su acción militante en aquel periodo de su historia: uno militarista, el otro religioso; ambos combativos y ansiosos de conquistar. En el primero, el propósito de conquistar poder, territorios y riquezas prevaleció; en el segundo, el principal objetivo era lograr adeptos para la cristiandad católica en alianza explícita con el papa (Alejandro VI, el valenciano Roderic Llançol i de Borja, Rodrigo de Borja en castellano y en italiano Rodrigo Borgia). quien había dividido al mundo desconocido entre españoles y portugueses, un aspecto de la lucha contra la Reforma protestante […](Semo Enrique. La Conquista).

Escribe Ramón Eduardo Ruiz (México. Por qué unos cuantos son ricos y la población pobre): “La sed de ganancias explica, en gran medida, la Conquista española. En ese tiempo, España no tenía una población excedente dispuesta a emigrar, ni intención alguna de colonizar el Nuevo Mundo. Su propósito, como subrayó el filósofo mexicano Samuel Ramos, fue la explotación. Desde el principio, la corona dio carta blanca a una horda de filibusteros, pidiendo sólo una parte del botín. El anhelo de oro y plata ya fuera de mercenarios o déspotas reales, sentó las bases del México colonial. El deseo de aventura y la cruzada para cristianizar a los paganos tuvieron algo que ver en esto, desde luego; pero, en definitiva, fue el sueño de hacer fortuna lo que impulsó a los españoles a jugarse la vida”.

Coincide Semo, ya citado, que ante la movilidad social frenada en España: “el hombre que viaja a las colonias lo hará con el firme propósito de cambiar de clase social; y los medios para alcanzar esta mutación no están medidos ni por la valentía, ni por el linaje, ni por el honor, sino que en términos muy materiales: por la cantidad de siervos, tierra y oro que logre acumular…Los españoles no vinieron a América para arar la tierra ni para ser obreros, sino para señorear y comerciar”.

Estaban conscientes de que las más fértiles tierras y los fabulosos yacimientos de plata y oro sólo se convertían en riqueza si disponían de mano de obra barata, gratuita o esclava. Que “la riqueza de las colonias americanas reside en la riqueza humana. El vasallo es el único que produce… la mina es el indio, no el oro”. (Arciniegas Germán. Los comuneros).

En las primeras décadas posteriores a la caída de Tenochtitlan, cuando la esclavitud indígena fue legal, se estima que entre 250,000 y 700,000 indígenas fueron esclavizados, y ya prohibida, se calcula que al final de la colonia aun existían entre 30,000 y 60,000 esclavos indígenas. “Disfrazada como peonaje por deudas, una figura que a duras penas cabía en los límites de las instituciones laborales aceptadas y que incluso se hacía pasar por trabajo legal, esta otra esclavitud es la precursora directa de las formas de esclavitud que se practican hoy en día”. (Reséndez Andrés. La otra esclavitud).

El mismo Cortés había atestiguado en las Antillas la desaparición de los indígenas que, por los malos tratos de los conquistadores, había traído la ruina de la economía colonial y creado la necesidad de importar esclavos negros. Por eso su afán de que en la Nueva España no ocurriera lo mismo y su consejo al rey de cuidar a los naturales. Sin embargo, no pudo impedir que se cayera en los mismos errores de implantar la encomienda y el repartimiento para premiar a los conquistadores españoles con el pretexto de convertirlos al cristianismo.

Así, la base de la explotación económica fueron la encomienda, (pueblo indígena que se encomendaba a un español para que recibiera los tributos antes cobrados por los aztecas), y el repartimiento de indios, (indígenas obligados a trabajar para beneficio de un español con escaso o nulo pago) ambos con el propósito de cristianizarlos. Estas fueron las instituciones coloniales destinadas a la explotación de los nativos americanos, “porque es cosa justa e razonable que los dichos indios naturales de la dicha tierra nos sirvan e den tributo en reconocimiento del señorío y servicio que como nuestros súbditos y vasallos nos deben”, según estableció la Cédula Real de 1523.

De la encomienda escribió Fray Bartolomé de las Casas: “Con la condición de que se les enseñara los principios de la fe católica; y pese a ser todos ellos por lo común necios y hombres crueles sumamente avaros y viciosos se les encomendó el cuidado de aquellas almas. Y el cuidado y la atención que tuvieron de los indios consistió en enviarlos a las minas a extraer oro, que es un trabajo intolerable, y a las mujeres las destinaban a las estancias, que son granjas, a roturar y trabajar la tierra, que es trabajo para hombres fornidos y resistentes. Daban a los unos y a los otros para comer sólo verduras y alimentos de poca sustancia. A las mujeres que habían parido se les secaban los pechos, y así morían al cabo de poco sus criaturas. Y como los maridos vivían separados, y no veían nunca a sus mujeres, cesó entre ellos el procrear. Los maridos murieron en las minas por el trabajo y el hambre, lo mismo que las mujeres, en las granjas y en los campos.”

Mediante la encomienda se obligó a los indígenas a trabajar forzadamente en los campos y en las minas, a construir casas e iglesias, y hasta a participar como guerreros en la conquista de otros pueblos indígenas.

Teniendo como objetivo principal la extracción de la plata, en los siglos siguientes a la caída de Tenochtitlan, se establecerá una economía y sociedad dual: una parte dedicada a la producción y comercio monetizado hacía la metrópoli dominado por la pequeña minoría española, y otra ocupada en la producción y comercio por trueque para la subsistencia de la gran masa de los pueblos indios condenados a la miseria permanente, como para proveer las necesidades de abastecimiento y sobrevivencia de los conquistadores. Ambas no estarán separadas “el mercado interno colonial enlazaba tanto formas de producción ya existentes como las surgidas después de la conquista, con los mercados mineros y urbano…. Todo esto ocurrió en el marco de un orden monárquico que buscaba la centralización de su poder, con una política que se ha caracterizado como un absolutismo temprano, y que colocaba a la Nueva España en el contexto de un imperio y de un sistema económico que rebasaba sus propias fronteras”. (Kuntz, ya citada). La combinación de los negocios de minas, haciendas y comercio creará la riqueza de los nobles más importantes de la colonia.

En este proceso, la vida social cambiará paulatinamente. “La economía de mercado, por ejemplo, se fue transformando paulatinamente a medida que los españoles expandían sus actividades comerciales, agropecuarias y mineras a lo largo del siglo XVI, pero la economía de subsistencia de los tiempos prehispánicos persistió a su lado, y tanto una como otra pasaron por los años de la independencia sin alterarse en lo esencial. Sí hubo una sacudida económica a principios del siglo XIX, pero la causa principal fue la acometida fiscal emprendida por España en 1804.” (Nueva historia mínima de México).

Así se construirá en Nueva España, como en las demás colonias de ultramar, una economía de exportación orientada a satisfacer las necesidades de la Corona Española con base en la autoridad real y eclesiástica, en el poder de unos cuantos señores favorecidos por los sucesivos reyes, y en la explotación de indígenas, mestizos y esclavos, cuya marginación extrema conformará una de las sociedades más desiguales de la historia. Por ejemplo, en Perú, según John Kampfner (Ricos) en 1492 el coeficiente Gini era de 0,22, lo que denota una considerable igualdad; pero para 1790 había llegado a 0,58 una lacerante desigualdad que aún persiste. En este coeficiente el valor de 0 indica la igualdad total (todos tienen los mismos ingresos) y el valor de 1, la máxima desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno).

La esclavización y la extrema explotación a que se someterá a los indígenas, junto con las enfermedades traídas por los europeos, provocarán uno de los peores desastres demográficos que han aquejado a la humanidad: “Muy probablemente se trata del mayor desastre demográfico de la historia: la despoblación del Nuevo Mundo, con todo su terror, con toda su muerte.” (Katz, S. T. The Holocaust in Historical Context).

“Mientras los nuevos amos españoles estaban atareados en enriquecerse y explotar a los nativos, oleadas mortíferas de gripe, sarampión y otras enfermedades infecciosas azotaron sin respiro a México, hasta que en 1580 su población (de unos 22 millones) se había reducido a menos de dos millones.” (Harari Yuval Noah. Homo Deus).

El territorio del Anáhuac, antes densamente poblado (de 14 a 25 millones), a la vuelta de poco más de un siglo, en 1640, sólo registrará un máximo de 1.3 millones de sobrevivientes. A nivel de América, casi toda la población indígena de las islas caribeñas desaparecerá y morirá entre un 80% y un 95% de la población indígena continental; de unos 75 millones de indígenas existentes a la llegada de los españoles, un siglo después sólo sobrevivirá no más de 7 millones.

Esta crisis demográfica tendrá como causa importante el trabajo forzado sin límite impuesto a los indígenas, además de las matanzas, epidemias y desplazamientos de las comunidades.

Serán los frailes evangelizadores quienes reclamarán la incorporación de los indígenas como súbditos y vasallos libres de la Corona a Carlos V, quien otorgará leyes humanitarias de protección ambivalentes a los naturales, quienes al ser bautizados no podrán ser explotados, pero como súbditos tendrán que trabajar para la Corona a través de los colonizadores españoles.

Así, por un lado, la Corona tratará de dominar y explotar sus colonias, y por otro, tratará de proteger a la población indígena para disponer de mano de obra semiesclava. Por su parte, la Iglesia Católica verá en los indígenas, almas que salvar y en su evangelización una manera de reponer a los fieles católicos perdidos por la Reforma. Así lo expresa Fray Bernardino de Sahagún:” Cierto parece que en estos nuestros tiempos […] y en estas tierras, y con esta gente, ha querido nuestro Señor Dios restituir a la Iglesia lo que el demonio le ha robado en Inglaterra, Alemania y Francia, en Asia y Palestina, de los que quedamos muy obligados de dar gracias y trabajar muy firmemente en esta su Nueva España." (citado por Semo)

La falta de mano de obra sujeta a la explotación extrema será subsanada con esclavos negros, que serán el tercer componente del mestizaje americano. En los dos siglos siguientes, portugueses, anglosajones, franceses y holandeses raptarán unos 60 millones de africanos, pero por la inhumana forma de transportarlos, sólo unos 12 millones llegarán vivos a América.

Periódicamente, sin cuestionar el orden establecido, los indígenas de Mesoamérica, con pocos resultados, reclamarán a las autoridades españolas la invasión de sus tierras comunales, el trabajo obligatorio en las haciendas, los tributos excesivos y los abusos del mismo clero.

En contraste, sobre todo en el norte de la Nueva España tendrán lugar rebeliones importantes, como la llamada guerra del Mixton, del levantamiento chichimecas en 1541, de los esclavos negros en 1609, la de los indios pueblo en 1680 que sufrían una esclavitud disfrazada y la de los yaquis en 1740 cuya derrota tuvo necesidad del envío de tropas profesionales. Ya al final de la colonia los Comanches a caballo serán un gran problema para los colonos que invadan sus tierras.

En el sureste también los mayas resistirán la conquista, y los sometidos se rebelarán en 1761 encabezados por Canek.

En los siguientes siglos se aplicará el sistema de castas a la población de Nueva España resultado del mestizaje. Así “en México, Centroamérica, Perú y Bolivia imperó el mestizaje; en las Antillas, Estados Unidos, Argentina y otros países privó el exterminio de los indios para ocupar sus tierras, la ausencia de relaciones matrimoniales, la abstinencia de la evangelización. Y el mestizaje como voluntad de Cortés y su hueste fue un antecedente de la conquista de México, y después, en la práctica, el perfil del desarrollo de la peculiar población de lo que habría de ser la nación mexicana”. (Barjau Luis: Voluntad e infortunio en la Conquista de México).

“Se impuso una clase dominante española. Facilitada por el derrumbe demográfico, se reubicaron pueblos indígenas enteros en congregaciones a modo. El racismo fue la sustancia ideológica del dominio y la colonización de las almas su marca emblemática; la esclavitud y las castas su herencia duradera. España construyó en América colonias a las cuales aportó elementos civilizatorios: la rueda, el ganado, el acero, la escritura fonética y la imprenta, bastan como ejemplos. Pero su llegada estuvo acompañada de una conquista a sangre y fuego y un régimen de explotación colonial que destruyó las civilizaciones existentes y las privó de su vigor y creatividad… los españoles jamás fueron pequeños campesinos en el Nuevo Mundo, sino señores coloniales… la clase dominante fueron los peninsulares y sus familias criollas: los indios, los esclavos negros y la mayoría de los mestizos eran la clase explotada”. (Semo, ya citado).

El resultado de las alianzas con los indígenas será un sistema de dominación política indirecta sobre la base de los señoríos existentes y aunque entre ellos había enormes diferencias los españoles se propusieron borrarlas y homogeneizarlas. Como primera medida se les impuso “una organización corporativa inspirada en los cabildos castellanos, que eran cuerpos políticos con personalidad jurídica, términos territoriales y relativa autonomía… a los señoríos se les redefinió bajo el concepto de pueblos de indios… Los cabildos de los pueblos de indios fueron denominados cuerpos de república e integrados con alcaldes y regidores más o menos a semejanza de sus contrapartes españolas. Tales cargos estuvieron reservados a personajes nobles o de linaje ilustre (los llamados principales), y un puesto adicional, el de gobernador, se destinó a los caciques. Se diseñó un sistema restringido de elecciones para permitir la rotación de diferentes grupos o intereses, y también se fomentó la creación de una tesorería o caja de comunidad… conforme se generalizaba el uso de la moneda…

La segunda medida fue la de uniformar las cargas tributarias buscando el ideal de que cada cabeza de familia de un pueblo de indios pagase a su encomendero, o en algunos de ellos directamente a la corona, un peso y media fanega de maíz al año o su equivalente (esto sin contar otras cargas locales que subsistieron) … Por lo regular los nobles y principales estuvieron exentos de estas cargas, e igualmente sus dependientes personales (mayeques), que en algunos pueblos eran casi tan numerosos como los tributarios formales (macehuales).

La tercera medida fue la de inducir o presionar a los pueblos de indios a congregar a sus habitantes en asentamientos de tipo urbano -el origen de los poblados con plaza central, iglesia prominente y calles rectas, tal como subsisten hasta la fecha-. Por lo regular, en cada pueblo de indios se formaron varias localidades con estos rasgos, la principal de las cuales se denominó cabecera y las otras sujetos.

El desarrollo de la evangelización estuvo muy ligado a lo anterior… los pueblos de indios constituyeron la base operativa de los religiosos, de modo que éstos planearon establecer un convento con su respectivo templo en cada uno de los pueblos (preferentemente en la cabecera) y fomentaron el culto de un santo específico en cada localidad; además, intervinieron en las elecciones de los cuerpos de república y canalizaron gran parte de las cargas tributarias hacia los gastos del culto". (Nueva Historia ya citada).

"La iglesia de la Colonia por sus incipientes supersticiones y ritual, por su meticulosa e ingenua liturgia, pudo rápidamente ponerse al alcance de la mentalidad aborigen". (Ayarragaray Lucas. La Iglesia en América y la dominación española).

El peso demográfico y político de pueblos meridionales como los nahuas, los zapotecos o los mayas, contribuyó a su supervivencia y a su integración en el nuevo orden surgido a raíz de la conquista española. Estos pueblos lograron, de diversas formas, insertar sus costumbres, sus imágenes, su memoria, en el tejido de la historia nacional. Las ideas y las historias de los cazadores de Coahuila, en cambio, o de los pueblos de Jalisco y Zacatecas que se rehusaron a aceptar el dominio español, fueron borradas con el exterminio de esos pueblos. Otros, como los tarahumaras y los seris, han sobrevivido en el borde de las barrancas, en el filo de las playas desérticas y en el límite de la historia.” (Nueva historia, ya citada).

Hasta 1560 cesarán los enfrentamientos por el reparto del botín entre conquistadores, españoles recién llegados, Hernán Cortes y autoridades reales, cuando logró imponerse la Corona y por lo tanto ya “las disposiciones jurídicas eran decretadas por el rey y pretendían mantener y consolidar un orden jerárquico. Se creía que el soberano hacía, ejecutaba e interpretaba las leyes conforme a la voluntad de dios; en la persona del rey coincidía el gobierno, la justicia, la guerra y la hacienda. Sus disposiciones buscaban perpetuar un orden social estamental y de castas”. (Ibarra García Laura. El reclamo de justicia social en la historia de México).

Sobre esta base, en Nueva España se constituirá un Estado centralizado con una poderosa burocracia encargada de distribuir y proteger privilegios mediante diversos ordenamientos: los indígenas serán regidos por las Leyes de Indias, con estatutos particulares para mestizos, negros, mulatos, criollos y españoles. Otras leyes regirán a las órdenes religiosas y al clero secular, a las congregaciones y cofradías, a los encomenderos, comerciantes, mineros y artesanos. Se conformará una abigarrada sociedad jerárquica y paternalista en la que cada grupo se regirá por un sistema de jurisdicciones especiales, sin representación política alguna. "El "unto" (como se llamó al soborno) será la grasa que dará agilidad a los asuntos a cargo del gobierno colonial, y así "las cosas de palacio no andaban tan despacio".

Además, las necesidades económicas del imperio español, la defensa a ultranza del catolicismo cuestionado por la Reforma y el desconocimiento de los monarcas españoles de la situación de sus colonias de ultramar, para ellos sólo importantes para llenar las arcas reales y financiar sus guerras europeas, provocará que sus leyes sean tan ajenas a la realidad novohispana, que se hará costumbre el “acátese, pero no se cumpla”. Esta separación entre las formas jurídicas y su aplicación y vigencia reales, que aún perdura en México, dará origen a la simulación y a la corrupción gubernamental y privada generalizadas.

Por ejemplo: de la necesidad de recaudar más impuestos resultará una burocracia, cuyos puestos serán muy poco remunerados, por lo que oficialmente se admitirá que "integraciones" (sobornos que legalmente pueden multiplicar varias decenas los ingresos) diversas compensen los bajos sueldos.

Periódicamente para obtener fondos la Corona dispondrá la venta al mejor postor de títulos nobiliarios y de puestos públicos, tanto de la administración civil y hacendaria, como de los propios cabildos, algunos de carácter vitalicio; los precios variarán según el provecho económico o el prestigio social a obtener por el comprador. Así, "el Estado, apremiado por una serie de necesidades, vende los empleos; los particulares, atraídos por las 'integraciones' más que por las retribuciones oficiales, los compran, pero exigen también el derecho a revender, a ceder los cargos que compran. Ahí es tal vez donde se manifiesta la máxima fragilidad de la burocracia de aquel tiempo. Cuando el cargo no se revende es cedido a los hijos, a los sobrinos, a los primos, pero los funcionarios medios y pequeños cobran cada vez mayor autoridad y se sitúan en los puntos más delicados del mecanismo del poder: los papeles se acumulan y se requiere la creación de nuevos empleos; las 'prácticas' se eternizan; la máquina del estado se torna pesada". (Historia de la Humanidad. Vol. VI, Ed. Planeta-UNESCO).

Escribe Carlos Marichal Salinas (La economía del México Colonial): “en cualquier sociedad las instituciones -las estructuras de poder y, en particular, las leyes y normas de una sociedad- determinan y condicionan de manera muy significativa la conducta de los habitantes de un territorio en sus actividades productivas y mercantiles… Por ello resulta fundamental tener en cuenta que la administración colonial estaba asentada en un marco institucional característico de una sociedad del antiguo régimen europeo, que fue sobrepuesta a las comunidades y señoríos indígenas de México”.

Así, “a lo largo y ancho del mundo colonial español en América, aparecieron instituciones y estructuras sociales parecidas. Tras una fase inicial de codicia y saqueo de oro y plata, los españoles crearon una red de instituciones destinadas a explotar a los pueblos indígenas. El conjunto formado por encomienda, mita, repartimiento y trajín tenía como objetivo obligar a los pueblos indígenas a tener un nivel de vida de subsistencia y extraer así toda la renta restante para los españoles. Esto se logró expropiando su tierra, obligándolos a trabajar, ofreciendo sueldos bajos por el trabajo, imponiendo impuestos elevados y cobrando precios altos por productos que ni siquiera se compraban voluntariamente. A pesar de que estas instituciones generaban mucha riqueza para la Corona española e hicieron muy ricos a los conquistadores y a sus descendientes, también convirtieron a América Latina en uno de los continentes más desiguales del mundo y socavaron gran parte de su potencial económico”. (Acemoglu Daron y James Robinson. Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza).

Estado e Iglesia serán los actores económicos más importantes en la Nueva España: compartirán el poder político, ideológico y fiscal. La principal función del gobierno virreinal será la extracción de recursos para la metrópoli, mediante impuestos sobre la plata, el oro y la amonedación, sobre el comercio (alcabalas) y los pulques, así como el cobro de tributos a los pueblos de indios.

En los primeros siglos, la recaudación será arrendada a particulares, y finalmente se asignará a funcionarios fiscales que, además, administrarán para beneficio de la Corona, los estancos (monopolios reales) del tabaco, la pólvora, el azogue, los naipes, la nieve y la sal, entre otros.

En cuanto a las relaciones con el exterior: “Dado que la metrópoli no permitió que sus posesiones americanas gozaran de libertad en este sentido, los movimientos de personas, bienes y noticias estuvieron muy controlados y sometidos a restricciones, cuotas y rutas establecidas. En España, el único puerto autorizado a mantener el enlace con América fue Sevilla; en Nueva España ese privilegio exclusivo le fue dado a Veracruz. En contraste, el comercio por el Pacífico fue más libre y Nueva España estableció muy pronto enlaces con Perú sirviéndose de puertos como Huatulco y Acapulco”. (Nueva historia ya citada).

A partir de 1565 se iniciará la ruta comercial entre Acapulco y Manila mediante las Naos, que llevarán plata, productos y viajeros a Filipinas y regresarán con exquisitas mercaderías asiáticas. La Nao de China, también llamada Galeón de Manila o de la Plata, vinculará a Europa con Asia a través de la Nueva España.

La Iglesia estará bajo el patronato regio, es decir, el rey será el poseedor de todos los bienes de la Iglesia que se los delegará para que realicen funciones sociales, desde la educación y la salud, hasta ayuda a pobres y huérfanos. El rey nombrará a los obispos que de algún modo serán oficiales reales. Así, la Iglesia participará de esta extracción económica de la Nueva España por medio de los diezmos impuestos a españoles, mestizos e indios, de las limosnas, legados, dotes y capellanías, y del cobro por servicios espirituales y ceremoniales; también, de manera muy importante, sacará provecho de la producción agrícola y ganadera de sus conventos; así las órdenes y el clero secular de la Iglesia llegarán a concentrar la propiedad raíz (ya en el siglo XVII poseerán más de la mitad de la tierra) y se convertirán en la principal fuente financiera de propietarios rurales, comerciantes y mineros. A finales del virreinato, el diez por ciento de los criollos pertenecerán al clero y habrá sesenta monasterios de monjas. Las iglesias serán tan numerosas que sólo en Cholula pasarán de más de doscientas parroquias.

El sector más dinámico de la economía colonial será la minería de plata, que requerirá de gran cantidad de mano de obra especializada libre o esclava, mulas, caballos, herramientas, pólvora, azogue, sal, alimentos, telas, cuero, alcohol, tabaco, pulque, y leña en tan ingentes cantidades que harán desaparecer los bosques. El peso de plata circulará no sólo en España y sus colonias, sino en el resto de Europa, Rusia, India y China. A lo largo del periodo colonial, los principales centros mineros serán Taxco, Zacualpan, Guanajuato, Zacatecas, Sombrerete, Parral, Real del Monte, Pachuca, Zimapán, San Luis Potosí, Real del Catorce y Mazapil. La minería de plata dará origen a cuantiosas fortunas como las de José Romero de Terreros y Joseph de la Borda. México será un país minero, el mayor productor de plata de mediados del siglo XVI hasta fines del siglo XIX.

En apoyo de la minería y vinculada a la misma, se desarrollará la agricultura y la ganadería. A los cultivos existentes de maíz, frijol y calabaza, se agregarán los de trigo en Puebla y el Bajío, así como la caña de azúcar en el valle de Cuernavaca y Veracruz y otras regiones en donde se multiplicarán los ingenios y trapiches que producirán azúcar y aguardiente.

Al mismo tiempo, se introducirá en todo el territorio la ganadería europea de caballos, mulas, burros, vacas, pollos y puercos. Agricultura y ganadería serán explotadas por los españoles en grandes haciendas, estancias, fundos, plantaciones y pequeños ranchos, así como por órdenes religiosas, como los jesuitas, que tendrán extensas propiedades y numerosos esclavos. El complejo económico hacienda-mina será uno de los factores de la “prosperidad” de la Nueva España. Los más grandes terratenientes de la colonia serán los marqueses de Jaral de Berrio, de San Mateo Valparaíso y de Aguayo.

Los pueblos de indios, la población predominante, serán forzados a trabajar remunerados con los productos de las tiendas de raya o con algunas monedas de cobre (tlacos); para sobrevivir desarrollarán cultivos de subsistencia en terrenos individuales o comunales y sostendrán, frecuentemente, largos litigios por bosques, aguas y tierras con los terratenientes.

En las grandes ciudades se concentrará la manufactura de telas, cueros, metales, alimentos y bebidas en las casas y en los obrajes, pero la mayor parte de la producción destinada al mercado será controlada por poderosos comerciantes organizados en consulados (grupo de los más ricos comerciantes que monopolizaban el comercio).

La manufactura tabacalera al convertirse en el estanco (artículo de producción y venta libres prohibidos) del tabaco a mediados del siglo XVIII llegará a controlar a diez mil productores, a monopolizar la elaboración de rapé, cigarros y puros para concentrarla en fábricas en México, Querétaro, Guadalajara, Puebla, Oaxaca y Orizaba que emplearán a miles de trabajadores en su mayoría mujeres, y cuya comercialización, también monopólica, se hará mediante cientos de estanquillos.

El desarrollo del mercado interior de la colonia se verá limitado por el costo del transporte -que se hará predominantemente por medio de mulas- y por las alcabalas, que encarecerán el precio de las mercancías y obstaculizarán su integración. Además, el comercio en pequeño se realizará por trueque o tlacos.

Las exportaciones consistirán en su mayor parte (80%) de plata acuñada en la ciudad de México o en barras, oro, tabaco, quinina, vainilla, cacao, cueros y tintes, sobre todo grana cochinilla.

Las importaciones de Europa serán textiles, azogue, vinos, ultramarinos, armas, municiones, y papel sellado y para cigarros; de Oriente llegarán seda, muebles, cerámica y algodón principalmente.

Los puertos de Veracruz y Acapulco, y de Sevilla y Cádiz serán las puertas de este comercio, que funcionará como un oligopolio de consulados de comerciantes en México -el más importante- y en Veracruz; estos comerciantes organizarán ferias en Acapulco y Jalapa para la venta de las importaciones y paulatinamente, ampliarán sus actividades al crédito para financiar obras públicas y otorgar préstamos al gobierno de Nueva España.

Las fluctuaciones de la población indígena determinarán las posibilidades de extracción y explotación de los recursos naturales. Por eso, al recuperarse la población vendrán periodos de auge para las élites durante los dos últimos siglos de la colonia, especialmente en el siglo XVIII.

La sociedad de castas dará origen a una gran opulencia de las élites en la capital del virreinato y en las ciudades mineras que contrastará con una enorme desigualdad de los mestizos y sobre todo de los indígenas, que hará escribir a Alexander von Humboldt: “México es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de fortuna, civilización, cultivo de la tierra y población”. (Se estima que el índice de desigualdad de Gini alcanzó 63.5).

Aunque la Nueva España era una colonia muy redituable, la Corona Española con su mal gobierno, sus continuas guerras, sus deudas enormes y su necesidad de importar los bienes que no producía su escasa industria nacional, causarán el declive de su poder imperial a partir de la derrota de su Armada Invencible en 1588 por los ingleses. Entonces comenzará el acoso de la piratería inglesa, francesa y holandesa, que será un problema permanente en la navegación marítima, lo que obligará a España a mantener flotas de escolta a los convoyes mercantiles y fortalezas en los principales puertos de sus colonias americanas, así como a crear fuerzas armadas profesionales militares y policíacas.

Por otra parte, el dominio español sobre esta vasta superficie de Nueva España sólo será real y permanente en la región de Mesoamérica porque los mexicas se dieron por vencidos y jamás se rebelaron. La mayor y más pertinaz resistencia la lucharán los pueblos y tribus originarios que habitaron el norte y en el sur de lo que hoy comprende México. En el Gran Septentrión los diversos asentamientos indígenas y pueblos nómadas que sólo serán derrotados, exterminados o confinados en reservas por los norteamericanos después de haber despojado a México de esos territorios. Ahí la ocupación española se mantendrá escasa y frágil, sostenida en una especie de guerra de baja intensidad con una gran variedad de etnias y tribus originarias, lo que obstaculizará su colonización y aumentará el gasto militar; la falta de comunicaciones y la distancia aislarán de la capital del virreinato a muchas poblaciones fronterizas del norte por décadas, lo que forzará su integración a los Estados Unidos.

En el Sur-Sureste “la conquista de Yucatán fue mucho más lenta y quedó inconclusa por cerca de doscientos años: el señorío de Tayasal, refugiado en el lago Petén-Itzá, no fue sometido sino en 1697…. La así llamada conquista de la Nueva España nunca llegó a ser completa” … (Semo Enrique. Ya citado).

Concluye Bernd Hausberger (La economía novohispana 1519-1760): “Los primeros dos y medio siglos del dominio español dejaron un legado duradero para el desarrollo económico posterior de México. En primer lugar, descuella el fuerte enlace de la economía con los mercados externos. La economía novohispana se construyó centrada en los intereses de exportación e importación. Este orden se fortaleció políticamente, puesto que lo sos1uvieron los grupos más poderosos de la sociedad novohispana, considerada en su contexto imperial: los grandes comerciantes de la ciudad de México (en alianza con los mineros), la comunidad mercantil andaluza y la Corona. Fue ahí donde se obtenían las grandes ganancias, donde la elite conseguía sus productos de prestigio y donde la Corona esperaba obtener el aporte más grande al financiamiento de su política. De esta forma, la economía novohispana se desarrolló, desde sus inicios, como parte de una economía global, de manera mucho más sostenida que las economías coetáneas europeas”.

A partir de 1760, comenzarán las reformas borbónicas que comprendieron un conjunto de medidas militares, administrativas y fiscales. Militares para defender el extenso territorio novohispano, en el norte amenazado por ingleses y franceses, y en los puertos y alta mar las embarcaciones asediados por los piratas, que hicieron patente la necesidad de un ejército profesional y la construcción de fortificaciones. Administrativas para centralizar y recuperar la función pública de manos de particulares frecuentemente corruptos e improvisados y profesionalizarla mediante oficiales reales. Fiscales para aumentar los recursos disponibles para la Corona y fortalecer su capacidad de enfrentar el derrumbe inminente de su imperio.

Así, impondrá nuevas contribuciones a las más ricas corporaciones para la construcción de fortificaciones y de barcos, así como de su operación. La Nueva España tendrá que asumir la debilidad creciente de su metrópoli y aportar mayores recursos para sostener el gasto militar creciente, porque al ser “la colonia americana más rica en términos fiscales, será obligada a cubrir enormes gastos de otras colonias y de la metrópoli.” (Kuntz, ya citada)

De la penuria de la Corona, los españoles y criollos residentes en las colonias lograrán nuevos derechos y privilegios que acrecentaron su participación en la política a cambio de nuevas aportaciones. Pero las cargas fiscales excesivas y la pérdida de privilegios provocarán el malestar y el deseo de libertad especialmente de los criollos.

Sin embargo, las reformas borbónicas al elevar el nivel de extracción de recursos financieros de la colonia para una metrópoli en apuros por sus constantes guerras generaron una sangría fiscal y financiera que provocó la bancarrota del virreinato. “La revisión de las series fiscales demuestra que se extrajeron aproximadamente 250 millones de pesos de las tesorerías de la Nueva España entre 1780 y 1810 por cuenta de la Hacienda Real para ser remitidos al exterior. Este era el verdadero precio fiscal de ser colonia”. (Carlos Marichal, ya citado).

La invasión de España por Napoleón en 1808 creará las condiciones para que peninsulares y criollos debatan el carácter colonial de Nueva España y para que en 1810 comience la lucha armada por la independencia que durará hasta 1821.

No existe acuerdo acerca del auge o crisis de la economía colonial durante la primera década del siglo XIX. Lo cierto es que la guerra en España contra los franceses y la insurrección que inicia Hidalgo trastocarán la vida de la colonia y patentemente su economía porque minas y haciendas serán destruidas o paralizadas, y cuantiosos recursos destinados al combate de los insurgentes, de modo que el primer Imperio Mexicano nacerá en la bancarrota, ruina que se agravará con el éxodo de capitales por la expulsión de los españoles en 1827.

En las décadas finales de los tres siglos coloniales, la Nueva España llegó a tener un territorio de cuatro millones, cuatrocientos mil kilómetros cuadrados, con una población de seis millones, 9.1% urbana y 98% analfabeta, compuesta por 0.2% europeos, 17.9% criollos, 21.7% mestizos, 60% indígenas y 0.1% africanos.

Nueva España fue gobernada por las casas reinantes de los Austrias (1521-1700) y los Borbones (1700-1821) por medio de 61 virreyes. Finalmente, durante el Trienio Liberal Español será gobernada por Pedro Francisco Novella y Azabal de facto y sólo unos días por Juan O’Donojú y O’Ryan, como Jefe político superior. Consumada la independencia en 1821, Francisco Lemaur de la Muraure permanecerá en la fortaleza de San Juan de Ulúa, como el último Capitán General y Jefe político superior de Nueva España los dos siguientes años, hasta que el rey Fernando VII declaró nulos sus nombramientos. Esta fortaleza fue el último baluarte colonial y capituló en 1825, con lo que terminó todo dominio territorial de España en el nuevo Imperio Mexicano.

 

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.