19 de enero de 1847
Enardecidos por los abusos de los soldados estadounidenses que han ocupado la población de Taos, Nuevo México, una multitud asesina a Charles Bent, le arranca el cuero cabelludo y mata a sus escoltas. Su cuerpo es arrastrado por las calles. La revuelta contra la ocupación crece y por la tarde quince estadounidenses más serán asesinados. Los soldados sobrevivientes huirán a Santa Fe.
Bent llegó a Nuevo México en 1822 proveniente de Virginia, para trabajar en la Missouri Fur Company primero y después como comerciante en Santa Fe. Se casó con la mexicana Maria Ignacia Jaramillo, una rica viuda perteneciente a una de las más distinguidas familias de la región, lo cual le dio acceso a los políticos mexicanos y después le permitió convertirse en socio del gobernador Manuel Armijo. Así acrecentó su fortuna y pudo realizar grandes negocios hasta desarrollar la firma comercial más importante del noroeste entonces mexicano.
El gobernador Armijo decidió retirarse sin ofrecer resistencia al arribo de las tropas estadounidenses comandadas por el general Stephen Kearny en agosto de 1846. A pesar de sus vínculos con los mexicanos, Bent las recibió con los brazos abiertos y gracias a él la ocupación militar tuvo lugar sin derramamiento de sangre. En reconocimiento a su acción, Kearny lo nombró gobernador, pero los mexicanos de Taos vieron con rechazo la actitud de Bent porque los traicionó al unirse a sus enemigos.
El general Kearny marchó a California y dejó solo un pequeño destacamento de soldados en virtud de que la ocupación había sido pacífica. Pero estos soldados comenzaron a tratar con abuso y desprecio a la población y los sentimientos nacionalistas y antinorteamericanos se exacerbaron hasta que hoy un grupo que pronto se convirtió en multitud sorprendió a Bent cuando se encontraba en su casa de Tao con los resultados ya mencionados.
Los siguientes dos días serán muertos algunos civiles y funcionarios nombrados por el general Kearny y la resistencia se extenderá al norte de Nuevo México. El coronel Sterling Price, que reemplazó a Kearny, combatirá a los mexicanos en Santa Cruz de la Cañada y después en la garganta del Río Grande. La artillería y la superioridad que da el carácter profesional de un ejército, como era el de los estadounidenses, obligará a los mexicanos a retirarse a Taos.
Entretanto, otros grupos de mexicanos combatirán en las montañas de Sangre de Cristo. Asimismo, en Valle de Mora, los mexicanos se apoderarán del pueblo y ejecutarán a comerciantes norteamericanos. Ambos grupos serán batidos con artillería y Valle de Mora será arrasada.
A la llegada de Price a Taos el 3 de febrero siguiente, los mexicanos se refugiarán en la iglesia. De ahí serán desalojados a cañonazos y tras dejar más de ciento cincuenta muertos en los dos días que duró el combate, en plena derrota, los mexicanos sobrevivientes huirán hacia las colinas.
El 6 de febrero siguiente, serán juzgados por una corte marcial Pablo Montoya y Tomás Romero, identificados como jefes de la resistencia nacionalista. Romero será asesinado por un guardia que creyó iba a fugarse. Montoya será ahorcado al día siguiente en la plaza de Don Fernando.
Muchos más mexicanos serán aprehendidos, juzgados y condenados a prisión o muerte bajo el cargo de “alta traición”, entre ellos Antonio María Trujillo, Pantaleón Archuleta, Trinidad Barceló, Pedro Vigil y Francisco Ulibarri. En Taos serán más de cuarenta los capturados.
El 7 de abril siguiente, Polio Salazar, José Manuel García, Pedro Lucero, Juan Ramón Trujillo, Manuel Romero, e Isidro Romero serán ahorcados en el lado norte de la plaza de Don Fernando. Polio Salazar podrá pronunciar un patriótico discurso antes de ser colgado hombro con hombro con sus compañeros de infortunio.
El padre Antonio José Martínez, párroco de Taos, abogará sin éxito por la vida de los detenidos, a quienes siendo patriotas mexicanos se les acusará absurdamente de traición a los Estados Unidos.
En adelante, toda resistencia o muerte de soldado norteamericano será cruelmente castigada.
Terminada la guerra, el padre Martínez se ajustará a la nueva situación, fungirá como representante de Nuevo México ante el gobierno de los Estados Unidos y hasta su muerte en 1867 conservará la fidelidad de su numerosa grey de mexicanos convertidos en extranjeros en su propia patria por la ambición norteamericana.
Doralicia Carmona. MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
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