1879-1919
Nace el 8 de agosto de 1879, noveno hijo de Gabriel Zapata y Cleofas Salazar, en San Miguel Anenecuilco, Distrito de Ayala, Morelos, caserío que se asentaba en las tierras estériles lindantes a las fértiles que usufructuaba la hacienda del Hospital, propiedad de Manuel Mendoza Cortina. La familia Zapata sobrevivía de la pequeña ganadería y de algunos cultivos. En los últimos treinta años, Anenecuilco estaba en conflicto por las tierras y aguas con la hacienda, por lo que cuenta la tradición que Zapata a los 8 años, al ver llorar a su padre ante el despojo de sus tierras por el hacendado, prometió devolvérselas cuando fuera grande.
Zapata cursa la primaria en Anenecuilco y “su infancia se desarrolla a la par que el latifundismo porfirista en Morelos”. Desde joven recibe la influencia intelectual del profesor Pablo Torres Burgos, fundador del Club Liberal Melchor Ocampo, quien lo afilia a esta organización, y del también profesor Otilio Montaño de ideas anarquistas y revolucionarias. Al perder a su padre a los 16 años, hereda un patrimonio suficiente para no tener que trabajar en las haciendas, cultiva sus propias tierras y cría su propio ganado.
En 1905 participa en una comisión del pueblo de Yautepec que pretende resolver problemas de tierra con la hacienda de Atlihuayán y viaja a la ciudad de México con este objeto. Al año siguiente, asiste a una reunión para tratar conflictos de tierras de Anenecuilco, sin que tampoco se tengan soluciones.
En 1909, al llevarse a cabo las elecciones para gobernador del estado, Zapata, que milita en el Club Democrático Liberal de Morelos, apoya al candidato independiente, Patricio Leyva, hijo del primer gobernador de Morelos, quien pierde ante el candidato oficialista Pablo Escandón.
Para ese entonces, las haciendas azucareras habían devorado muchas tierras comunales para ampliar sus cultivos y proveerse de agua, así como de la mano de obra de los campesinos despojados. Pero lo que detonará la revuelta en gestación será la cancelación del arrendamiento de tierras de la hacienda a arrendatarios privados, como Zapata, para sembrar caña y aprovechar el auge de la demanda azucarera mundial. Se privó así a los campesinos del acceso a tierras que arrendaron y cultivaron durante siglos para su consumo y comercialización. En Morelos existían 24 ingenios que sumaban un tercio de la producción nacional de azúcar, con una gran inversión en maquinaria e infraestructura de riego. Esta industria era la más moderna de la región, pero su modernización requería la recuperación de todos los recursos de las haciendas antes arrendados, tanto como del despojo de la tierra y agua de las comunidades.
El 21 de junio de 1909, el gobernador Pablo Escandón expidió el “Decreto sobre revaluación general de la propiedad raíz del estado de Morelos”, que borraba de un plumazo todos los litigios pendientes sobre tierras, aguas y montes, a favor de quien los manifestara, decreto que afectó los derechos que sobre los mismos reclamaban muchos de los pueblos despojados por las haciendas, y provocó que éstos ya no vieran otra solución a sus problemas más que el levantamiento armado.
El 12 de septiembre de ese mismo año, en una asamblea realizada en Anenecuilco, Zapata es nombrado representante de su pueblo (Calpuleque) para seguir la lucha por la restitución de sus tierras: “fue elegido por sus virtudes, reconocidas y apreciadas por sus coterráneos. Destacaba por su rebeldía probada al enfrentarse a la justicia porfirista; por el estatus que tenía de ser un pequeño propietario de tierra, con ganado y un pequeño negocio de arriería que le permitía tener una vida sin lujos, pero sin el apremio de los jornaleros sin tierras. Era un charro valorado en el pueblo, buen jinete y tirador, sociable, al que le gustaban las corridas de toros, los jaripeos, las peleas de gallos y beber, sin excederse. Era un hombre de palabra, valiente, firme y generoso y, como muy pronto se vio, carismático. Zapata era alguien con quien los campesinos morelenses se podían identificar, pero también uno de los mejores de ellos. Por eso los ancianos del pueblo lo eligieron para que los encabezara en los difíciles tiempos que ya habían comenzado.” (Ávila Felipe. Breve historia del zapatismo).
El 11 de febrero de 1910 es enrolado por sorteo al 9º Regimiento del ejército con sede en Cuernavaca. El 18 de marzo es dado de baja por influencias del dueño de la hacienda de Tenextepango, Ignacio de la Torre y Mier, yerno del presidente Díaz, quién se lo lleva como caballerango a la ciudad de México. Regresa unos meses después y recupera por la fuerza tierras en el llano de Huajar, Anenecuilco, Villa de Ayala y Moyotepec cuyo despojo protegía el propio jefe de la policía. Asimismo, meses más tarde, participa en una reunión secreta para comentar el Plan de San Luís, que establecía la restitución de tierras a las comunidades entre sus demandas. En esa junta se decide enviar a Pablo Torres Burgos a San Antonio, Texas, para entrevistarse con Madero, quien nombra a Patricio Leyva líder del movimiento y, en caso de no aceptar, al propio Torres Burgos.
El 10 de marzo de 1911, en Villa de Ayala, Zapata se integra a una guerrilla de 70 hombres y días después toman Jojutla. Al ser aprehendido y asesinado Torres Burgos, asume el mando por decisión de los campesinos, se apodera de Axochiapan, asalta la hacienda de Chinameca, toma Jonacatepec y ocupa Cuautla el 19 de mayo siguiente. Al otro día los federales abandonan Cuernavaca y ocho días más tarde, Zapata llega a esa capital.
La revolución maderista ha triunfado, pero los Tratados de Ciudad Juárez implican que si los revolucionarios del sur y del centro, -no así los del norte que asumen la tarea de mantener la ley y el orden, - no dejan las armas, el ejército federal los forzará a hacerlo. Zapata se resiste al licenciamiento de sus tropas sin haber logrado la restitución de tierras. No son socialistas ni anarquistas, pero cuestionan la propiedad latifundista, cuyo sagrado principio comparten las élites porfiristas y maderistas.
Madero le ofrece un buen rancho por sus "servicios a la revolución". Zapata responde: "Señor Madero: yo no entré a la revolución para hacerme hacendado, si valgo en algo, es por la confianza que en mí han depositado […] quienes creen que les vamos a cumplir lo que se les tiene ofrecido".
Al ser nombrado gobernador provisional de Morelos Juan Nepomuceno Carreón, Zapata se inconforma y se entrevista con Madero, quien viaja a Cuernavaca con la intención de lograr el desarme de los zapatistas y nombrar otro gobernador. Pero los hacendados se oponen e inician una campaña de prensa en la ciudad de México para etiquetar a Zapata como el “Atila del Sur”.
Mientras Zapata licencia a sus tropas y presiona para que se nombre al nuevo gobernador y se restituyan las tierras a los pueblos, Carreón y el presidente León de la Barra convocan a elecciones para el Congreso local. El 9 de agosto el general Victoriano Huerta marcha a Morelos con instrucciones de desarmar por la fuerza a los zapatistas. En respuesta, Zapata pide respeto a la soberanía estatal, la separación del cargo de Carreón, el nombramiento del nuevo gobernador de común acuerdo con los jefes revolucionarios y que no se use al ejército para mantener la seguridad pública. A cambio ofrece el licenciamiento y retirarse a la vida privada.
El conflicto con los latifundistas se agudiza, Madero y Zapata se reúnen en Cuautla. Le dice a Madero: “Yo, como no soy político, no entiendo de esos triunfos a medias: de esos triunfos en que los derrotados ganan; de esos triunfos, en que, como mi caso, se me ofrece, se me exige, de que después de triunfante la Revolución, salga no sólo de mi Estado sino de mi patria…Así hágalo saber a todos, que a Emiliano Zapata no se le compra con oro”. Acuerdan que el ingeniero Eduardo Hay asuma la gubernatura, que el teniente coronel Raúl Madero, tome la jefatura del ejército, y que al día siguiente principie el licenciamiento. Pero De la Barra envía más tropas. Ante estos hechos, Zapata duda de la autoridad de Madero, le señala que cada vez más está en manos de sus enemigos. No entiende como habiendo triunfado los revolucionarios tienen que someterse a los exporfiristas vencidos.
Zapata lanza un Manifiesto al Pueblo de Morelos el 27 de agosto de 1911 y en respuesta el presidente De la Barra ordena a Huerta su exterminio. Huerta ocupa Cuautla y en Chinameca casi logra aprehender a Zapata. Entonces los zapatistas deciden pasar a la ofensiva y toman Topilejo, Tulyehualco, Nativitas, San Mateo y Milpa Alta.
Al tomar posesión Madero el 6 de noviembre siguiente, sustituye a Huerta por Casso López, como acto de buena voluntad. Pero ya es tarde, porque el 28 de noviembre del mismo año, Zapata proclama el Plan de Ayala, con el lema "Reforma, Libertad, Justicia y Ley”.
El Plan, elaborado por Otilio Montaño, desconoce a Madero y declara a Pascual Orozco, jefe de la Revolución, y, en su defecto, al propio Zapata; propone que una junta nombre a un presidente interino que convoque a elecciones para integrar un Congreso que a su vez realice elecciones para conformar los otros poderes; asimismo, exige la reivindicación de los indígenas, la repartición de latifundios mediante la expropiación a los hacendados con la indemnización respectiva; la restitución de terrenos, montes y aguas a los pueblos o ciudadanos que hayan sido despojados de ellos y postula que la lucha armada es el único medio de obtener justicia. Así, la cuestión de la tierra será decidida por las masas armadas, sin leyes ni tribunales; al revés de lo que plantea Madero, serán los latifundistas, no los pueblos, quienes tendrán que reclamar sus derechos de propiedad en los tribunales.
“En sus cinco primeros artículos, el Plan de Ayala, hacía un ajuste de cuentas con Madero, quien había dejado la Revolución a medias y se había convertido en un obstáculo para su desarrollo. Sin embargo, la originalidad del Plan de Ayala estriba precisamente en los postulados que iban más allá de esta continuidad con el proyecto maderista. El artículo 6°, el más importante, establecía que los pueblos y los individuos que habían sido despojados de sus tierras, aguas y montes por los hacendados, caciques y científicos entrarían en posesión inmediata de ellas y las defenderían con las armas en la mano. El siguiente artículo establecía las bases para una reforma agraria mediante la dotación de terrenos. Los pueblos e individuos que no hubieran sido despojados y que no tuvieran tierra, debían obtenerla a través del Estado, mediante la expropiación -previa indemnización- de la tercera parte de los latifundios, con cuyas tierras se dotaría a los ejidos, colonias e individuos que carecieran de ellas. A continuación, el artículo 8° establecía que los bienes de los enemigos de la Revolución y de los que se opusieran al Plan de Ayala «los hacendados, científicos o caciques que se opongan directa o indirectamente al presente plan»- serían nacionalizados; las dos terceras partes de esas propiedades confiscadas se destinarían a pagar pensiones para las viudas y huérfanos de la Revolución. El artículo 9° reivindicaba la época de la Reforma, a la figura de Juárez y las leyes de desamortización, elementos significativos en la ideología liberal y que formaban parte del horizonte cultural y político compartido por la tradición liberal mexicana, por la mayoría de los grupos políticos e intelectuales laicos y por la oposición laica del país desde décadas atrás. Finalmente, los artículos, 12° y 13° trataban el asunto del poder y establecían que los poderes públicos locales, estatales y nacionales se nombrarían por las juntas de jefes revolucionarios de cada entidad, quienes asumirían las facultades para llevar a cabo las transformaciones especificadas por el plan; hecho eso, se convocaría a la elección constitucional de las autoridades en el ámbito nacional. Finalizaba con un exhorto a Madero para que renunciara y evitara un baño de sangre; de no hacerlo, habiendo demostrado su incapacidad para gobernar, lucharían hasta derrocarlo […] lo decisivo es que con la formulación del Plan de Ayala el zapatismo se convirtió en un movimiento político con una identidad definida y un proyecto político propio. Con él se inició una nueva etapa, caracterizada por la lucha de los rebeldes zapatistas por conseguir los objetivos establecidos en el plan.” (Ávila, ya citado)
Al mando de Zapata, el Ejército Libertador del Sur, un ejército de civiles y sin uniforme, inicia la rebelión popular: nunca presentará batalla formal, actuará como una guerrilla que surge de las comunidades y se disuelve en ellas, conforme a los requerimientos de la guerra campesina. Emboscadas, levantamiento de vías férreas, corte de cables de telégrafo, voladura de puentes y trenes, toma momentánea de estaciones del ferrocarril, serán las tácticas reiteradas para desgastar a los federales. Sin embargo, el zapatismo será capaz de aglutinar numerosos contingentes para atacar y tomar ciudades como Cuernavaca, Cuautla, Chilpancingo y Puebla. Los federales, ante la imposibilidad de establecer frentes e identificar enemigos, cometerán múltiples atrocidades: fusilamientos en masa y concentración de la gente en las ciudades, así como otras crueles acciones similares a las que décadas más tarde realizarán los ejércitos imperialistas en Argelia y Vietnam en su lucha contra los movimientos de liberación nacional.
En enero de 1912, Madero nombra al general Juvencio Robles jefe de la campaña en Morelos, quien devasta e incendia poblados, y ante el fracaso de la operación, envía al general Felipe Ángeles. Por su parte, Zapata, en cumplimiento del Plan de Ayala, el 30 de abril de 1912 realiza el primer acto de reivindicación agraria en Ixcamilpa, Puebla.
Escribe Roberto Mares (Centenario. Personajes de la Revolución): “La guerra zapatista fue sostenida por las comunidades y poblados pequeños del Estado de Morelos, lugares de donde provenían la mayoría de los combatientes revolucionarios zapatistas. Para el ejército huertista era muy difícil vencer a los zapatistas, o siquiera entablar combate con ellos, pues se manejaban en guerrillas. Sin dejarse ver, aparecían y desaparecían en cualquier lado, al amparo de la sierra de Morelos. Durante los años de 1912 a 1913, y parte de 1914, el general Juvencio Robles y sus subalternos Luís G. Cartón y Alberto T. Rasgado optaron por la clásica y perversa estrategia de la "tierra quemada", que es una forma de guerra de exterminio en la que se destruyen las cosechas, se queman los pueblos y se asesina a civiles, todo para cortar abastecimientos y crear un círculo de miseria fisiológica y moral en torno a los guerrilleros.”
Era la llamada guerra de "reconcentrados" que consistía en desplazar a la población rural a la periferia de las ciudades para someterla a estricta vigilancia militar y destruir todos sus medios de vida: casas, siembras, animales, instrumentos de labranza, apantles y sistemas de riego, de modo que no pudieran ser aprovechados por los zapatistas. Quien era encontrado fuera de estas zonas era sospechoso de ser alzado y por lo tanto, colgado de inmediato. También se aplicaron "razzias", esto es, acciones sorpresivas de aprehensión, robo de ganado, incendio de cosechas y destrucción de bienes de los pobladores. Juvencio Robles adquirió fama por colgar a los zapatistas muertos de las ramas de los árboles "como aretes" para sembrar el terror.
“Estas tres campañas contra los zapatistas desarrolladas en los Estados .de Morelos, Puebla, Guerrero y Estado de México se caracterizaron por esporádicos combates, tiroteos y asaltos a poblados de poca importancia, nunca se registraron batallas en sentido cabal de la palabra, sino más bien se utilizó una táctica de guerra "irregular". Los zapatistas a pesar de lo limitado, anticuado y disímbolo del armamento sostuvieron una difícil y muchas veces cruel campaña debido a procedimientos extremadamente rigurosos por parte del General Robles. Se comprobó una vez más que cuando la población civil apoya a los insurrectos, el problema de los abastecimientos se soluciona en gran parte, como pasó en esta campaña en donde parte de la población campesina y de las pequeñas poblaciones apoyaban y daban víveres, proporcionaban información e incluso daban asistencia médica, aunque reducida, a los revolucionarios zapatistas”. (De León Toral Jesús. El Ejército Mexicano).
Dios te perdone, Juvencio Robles,
tanta barbarie, tanta maldad,
tanta ignominia, tantos horrores
que has cometido en nuestra entidad;
de un pueblo inerme los hombres corren
y después de esto vas a incendiar,
qué culpa tienen sus moradores
que tú no puedas al fin triunfar.
Soldados viles, que habéis jurado
ser la defensa de la Nación,
ya no exterminen a sus hermanos
y alcanzarán su salvación;
negros caínes cual inhumanos
tened un rasgo de abnegación,
quiero se dignen, cual mexicanos,
a oír los clamores de la razón.
(Marciano Silva. El exterminio de Morelos)
El Ejército Libertador del Sur, que llegó a tener más de treinta mil efectivos en su mejor momento, será una "liga armada de comunidades", integrada por campesinos de calzón blanco, enorme sombrero y caballos flacos, a equipar con armas que tendrá que "avanzar" a sus enemigos cuando logra derrotarlos. Habían sido despojados de sus tierras o aguas por los hacendados y reclamaban su restitución. Eran miembros de las clases bajas y medias rurales que, a diferencia de los ejércitos del norte, no tenían influencia de las clases altas regionales. Escribe Edgar Rojano (El sustento económico de las revoluciones en México): "El zapatismo nunca tuvo acceso a las grandes fuentes de financiamiento, como sí lo hicieron otras facciones […] Nunca pudieron contar con ingresos constantes pues las haciendas azucareras […] fueron totalmente destruidas y con ello todo el aparato económico del estado. Asimismo, la feroz campaña de exterminio […] (de federales primero y de carrancistas después) acabó prácticamente con cualquier medio para producir riqueza […] Las comunidades campesinas fueron las que financiaron la guerra aportando dinero -cuando lo hubo-, hombres, alimentos, animales, forrajes, armas -por muy rudimentarias que éstas fueran- y todo aquello que ayudara a que recuperaran sus tierras. Esta era la fortaleza de la revolución agraria que la hizo prácticamente imbatible, contrario a lo que sucedió con otras facciones que, en cuanto agotaron sus fuentes de abastecimiento, vieron su declive".
"La importancia militar del zapatismo no coincide con su relevancia histórica". (Nueva historia mínima de México). “El control del puerto de Acapulco, que podía haber sido utilizado como aduana para abastecerse de armas y obtener recursos monetarios para financiar la guerra, no le redituó ninguna ganancia, debido a que no controlaba fuentes importantes de abastecimiento mercantil… aun controlando el azúcar no tenía mercado para ella y no pudo explotar en su beneficio algunos de los recursos de la zona, como la plata de las minas de Taxco. Además, otro factor decisivo fue que no existía vía de ferrocarril hasta Acapulco […] Con la extensión que había alcanzado la revuelta, se volvió necesario asegurar el financiamiento de la guerra, darle una base económica que no descansara solamente en la ayuda de los pueblos, sino que extrajera recursos de las instituciones económicas más sólidas (las haciendas) […] El patrón que siguieron esas tomas fue el de imponer préstamos, llevarse armas, caballos, víveres y dinero […] El Ejército Libertador suriano fue incapaz de conquistar otras grandes ciudades, más importantes, del centro-sur del país […] Un aspecto significativo del movimiento zapatista fue que, a diferencia de su debilidad militar, pudo caracterizarse siempre por la claridad y la radicalidad de sus planteamientos políticos e ideológicos. Esa característica constituyó una de sus principales fortalezas y fue una influencia política en la etapa armada de la Revolución y aún mucho después. De igual modo, expresaron una posición original y precursora en la historia ideológica de la Revolución mexicana y de la etapa posterior: que no fuera la lógica militar la que prevaleciera, sino que era prioritario incorporar a los civiles a la Revolución.”. (Ávila, ya citado).
El propio Álvaro Obregón reconocerá en 1914 durante la Convención de Aguascalientes el heroísmo de la lucha zapatista: “Nosotros admiramos y hemos admirado esas energías inquebrantables con que ha podido sostenerse un reducido número de hombres lejos de las fronteras, lejos de los aprovisionamientos de cartuchos, sin un centavo quizá para conjurar las necesidades indispensables de la guerra […] Eso es lo que ha causado admiración en la República, eso es lo que ha hecho grande al genio del general Zapata y a todos sus revolucionarios." (González Ramírez Manuel: La Revolución Social de México).
Poco más tarde de aquel primer acto de reivindicación agraria en Ixcamilpa, Puebla, Zapata invita a los hermanos Flores Magón a que editen su periódico “Regeneración” en territorio zapatista, como parte de un esfuerzo de entablar contacto y después hacer alianza con el movimiento obrero. La propuesta no es aceptada.
Zapata sigue en armas y al darse el cuartelazo en febrero de 1913, se une a la lucha contra el gobierno de Victoriano Huerta, por lo que el ejército federal, al mando de Juvencio Robles, jefe político y militar, quema pueblos enteros, campos y graneros; destruye maquinaria, aperos de labranza, apantles y sistemas de riego; sacrifica animales; reconcentra a sus poblaciones en lugares específicos; y fusila campesinos sin misericordia. Pero lejos de acabar con el zapatismo, la represión lo fortalece.
En abril siguiente, Zapata derrota en Jonacatepec a los federales y se apodera de cuantiosos pertrechos militares. En San Pablo Oxtotepec, el 30 de mayo de 1913, los zapatistas ratifican el Plan de Ayala, nombran a Zapata jefe de la revolución y deciden exigir que las demandas agrarias se conviertan en reformas constitucionales, lo cual implica el no reconocimiento del Plan de Guadalupe de Carranza, a pesar de que los zapatistas luchan al lado de los carrancistas contra el dictador Huerta.
En los meses siguientes, el Ejército Libertador del Sur, zapatista, logra dominar todo Morelos, inclusive Cuernavaca, casi todo Guerrero incluyendo Chilpancingo, Pachuca y parte de Hidalgo, parte del Estado de México, Chiautla en Puebla y el sur del Distrito Federal. Huerta envía al padre de Pascual Orozco a pactar la paz, Zapata insiste en luchar contra el usurpador. Huerta decreta la abolición de la soberanía del Estado de Morelos y lo declara territorio. Vázquez Gómez le escribe a Zapata que es conveniente la "cesación de la guerra". Zapata responde con un manifiesto en el que justifica su actitud rebelde y hace un llamado a unirse a la Revolución.
Finalmente, el 15 de julio de 1914, Victoriano Huerta renuncia a la presidencia. La revolución ha triunfado por segunda vez. Zapata se da cuenta que no goza de la confianza de Carranza, pues siendo su ejército el más próximo a la capital de la República, Obregón es quien recibe la orden de aceptar rendición de los federales y los constitucionalistas toman la ciudad de México. Los zapatistas quedan fuera de toda negociación e impedidos de avanzar hacia la capital.
Por el contrario, Carranza ordena el sometimiento de los zapatistas y no accede a las demandas agrarias, pues considera que los hacendados tienen derechos conforme a las leyes vigentes. Zapata insiste en que sea aceptado el Plan de Ayala y exige la renuncia de Carranza porque se resiste a las reformas sociales.
El 8 de septiembre del mismo año, Zapata dispone que “se nacionalizan los bienes de los enemigos de la revolución que defiendan o sigan oponiéndose a la acción de sus principios”. Ese mismo mes, Carranza y Zapata rompen definitivamente.
Para entonces, el zapatismo es un movimiento guerrillero organizado en grupos de 200 a 300 hombres encabezados por un autonominado “general”. Los soldados viven en sus pueblos, de los que sólo salen durante el tiempo estrictamente necesario para realizar ataques. Su fuerza es la unidad, la coherencia ideológica y sobre todo, la capacidad de sobrevivencia que lo hace prácticamente invencible, siempre domina el campo morelense pese a la ocupación federal de poblados y ciudades. Sus debilidades se derivan de sus fortalezas: sus intereses estrechos corresponden sólo a la clase campesina, y su inmovilidad los hace infectivos fuera de sus territorios, de ahí su incapacidad para extenderse. Además, su aislamiento lo fuerza a abastecerse de armas, municiones y dinero de lo que puede arrebatarle al ejército federal y a los hacendados, ya que, aunque produzca azúcar es imposible su comercialización en el extranjero.
Sin embargo, según Katz, ya citado, la fuerza de su guerrilla permite a Zapata ir más allá que lo planteado por el mismo Plan de Ayala: expropiar las tierras de las haciendas sin indemnización y repartirlas, no individualmente, sino a las comunidades.
Ante las desavenencias entre Carranza y Villa, tiene lugar la Convención de Aguascalientes para unificar a las fuerzas revolucionarias. Los zapatistas son invitados tardíamente, pero asisten para hacer valer sus demandas. Paulino Martínez y Antonio Díaz Soto y Gama, representantes zapatistas, logran el 28 de octubre de 1914 que la Convención acepte en principio el Plan de Ayala. “En la Convención, los intelectuales zapatistas plantearon con fuerza temas que se inscribían en un pensamiento político moderno como el establecimiento de un gobierno democrático parlamentario, la subordinación del poder político a la sociedad civil, la participación de esta en la supervisión y vigilancia de los poderes públicos, la revocación de mandato del titular del poder ejecutivo, el derecho de huelga y de «sabotaje» de los trabajadores, una rígida moralidad y un perfil popular de los funcionarios públicos, la disolución del ejército en tiempos de paz, la igualdad jurídica de los hijos naturales con los legítimos y la emancipación de la mujer, por mencionar solo algunos de los temas que pusieron en la agenda convencionista. Estas propuestas estuvieron entre las más radicales y avanzadas del período revolucionario”. (Ávila, ya citado). Nunca fue un movimiento nostálgico vuelto hacia el pasado. Tampoco su derrota será resultado de su incapacidad para plantear la construcción de un Estado nacional.
El siguiente día 30 de octubre, Carranza es destituido por la Convención y el 1º de noviembre, Eulalio Gutiérrez asume la presidencia provisionalmente. Pero Carranza no reconoce el gobierno convencionista y se retira al puerto de Veracruz, para desde ahí continuar su lucha.
La noche del 24 de noviembre siguiente, los zapatistas al mando del general Antonio Barona, ocupan la ciudad de México. Tres días más tarde, Zapata entra a la capital y el 4 de diciembre se reúne con Villa en Xochimilco, Distrito Federal. Ambos pactan luchar juntos en contra de Carranza. Villa acepta el Plan de Ayala en lo relativo al reparto agrario, rechaza las acusaciones de traición en contra Madero y promete armas a los zapatistas. Los dos acuerdan llevar un civil a la presidencia de la república, identificado con la Revolución una vez consumado el triunfo. Además, Manuel Palafox, cercano a Zapata, es nombrado secretario de Agricultura y Colonización del gobierno convencionista para realizar la reforma agraria en varios estados de la República.
Relata Martín Luis Guzmán (Memorias de Francisco Villa) que, al término de esa reunión, a las preguntas de un periodista norteamericano Zapata responde: “Señor, declare usted a los lectores de los periódicos de los Estados Unidos que esta Revolución del Sur se ha consumado sin más ayuda que la de nuestras montañas. Nuestras armas son las que hemos recogido en nuestro territorio; nuestro parque, el que nos deparaba nuestra tierra o el que fabricaban nuestras manos; nuestra moneda, la plata que sacábamos de nuestras minas o el dinero que quitábamos a nuestros enemigos. Por lo cual se ve, señor, que no hay ningún ánimo revolucionario más mexicano que este que representamos los hombres revolucionarios del Sur”.
“A diferencia de lo que temían los habitantes de la ciudad, los ejércitos de Villa y Zapata no saquearon los comercios, no abrieron las cárceles ni quemaron oficinas públicas como habían hecho en otros lugares. Hubo un gran respeto hacia la vida y las propiedades de los citadinos. Si bien algunas de las grandes mansiones de las familias más ricas fueron ocupadas por los jefes revolucionarios, en general la población se sorprendió por la actitud respetuosa y tímida de las tropas. Los soldados zapatistas, en lugar de quitar y exigir, pedían, como testificaron muchas personas. Tampoco cerraron las iglesias ni apresaron a los curas, como acostumbraban a hacer los jefes constitucionalistas en el norte y como lo haría meses después Álvaro Obregón". (Ávila, ya citado)
"El 6 de diciembre de 1914, desde un balcón del Palacio Nacional. Francisco Villa y Emiliano Zapata presenciaron el desfile triunfal de sus tropas. El presidente convencionista Eulalio Gutiérrez ofreció después una memorable y comentada recepción al cuerpo diplomático. José Caro informó a Madrid que este banquete: no dejó de ser típico, pues era verdaderamente de notar la indumentaria de la mayor parte de los comensales, habiendo allí generales que estaban en mangas de camisa (la cual no poseía la blancura de que esa prenda suele tener fama) y en sandalias de cuero. El propio ministro de la Guerra llevaba un traje kaki que, usándolo desabrochado, se le podía apreciar una camisa de seda de las que generalmente se usan para dormir. En verdad, en México había ocurrido una revolución popular. (Gilly Adolfo. Felipe Ángeles, el estratega)
El siguiente 8 de diciembre León Cánova, agente diplomático de Estados Unidos, informa a su gobierno: "Aquí la gente estaba aterrorizada ante la perspectiva de la caída de la ciudad en manos de los zapatistas. En realidad, hoy todo el mundo confiesa que las condiciones en la capital nunca han estado mejor ordenadas o más pacíficas de cuanto han estado desde que los zapatistas comenzaron a ejercer las funciones de policía. En consecuencia los zapatistas, que hace dos semanas eran individuos execrados, han pasado a ser ahora personas altamente respetables". (León Cánova a William J. Bryan, 8 de diciembre de 1914, RDS, 812.00/14048).
En este momento culmina la revolución campesina que, a pesar de ser derrotada, influirá en el resultado final de la revolución mexicana, a la que convertirá en una revolución social que dejará huella en la conciencia de las masas y en nuestra identidad nacional.
Sin embargo, los apoyos militares de Villa se hacen esperar y Paulino Martínez, delegado zapatista ante la Convención es asesinado por villistas en la ciudad de México. Entonces Zapata se retira a su cuartel general de Tlaltizapán, Morelos y tácitamente rompe su alianza con Villa.
Durante 1915, los carrancistas dedican sus fuerzas a derrotar a Villa, lo que permite que Morelos sea gobernado por los zapatistas asesorados por sus intelectuales consejeros, entre los cuales se cuentan: Antonio Díaz Soto y Gama, Ángel Barrios, Reynaldo Lecona, José G. Parres, Octavio Paz Solórzano, Agustín Arreola Valadez, Rafael Pérez Taylor, Genaro Amézcua y Miguel Mendoza López. Escribe Gilly (La revolución mexicana): “El anticapitalismo empírico de Zapata, lo que sus enemigos llamaban su socialismo bárbaro, buscaba tomar formas concretas en el territorio de Morelos…establecieron su propio poder, dictaron sus leyes a través de un gobierno que se apoyaba en sus armas, las aplicaron mediante sus órganos de autogobierno –los pueblos-, designaron en éstos sus representantes y sus dirigentes locales, expropiaron tierras e ingenios…establecieron, en fin, bajo la protección de un ejército que en realidad era el pueblo zapatista en armas, lo que podría llamarse una comuna campesina, lo que por alusión a la Comuna de París de 1871, hemos llamado la Comuna de Morelos”.
Zapata inicia el reparto de tierras, lleva agrónomos para trazar los límites de los pueblos e integra Comisiones Agrarias con representantes de las comunidades para regular la tenencia de la tierra. El 28 de octubre de 1915, expide una Ley Agraria que expropia sin indemnización las propiedades de los grandes propietarios y da margen a la iniciativa e interpretación de los pueblos; establece el Crédito Agrícola y la Caja Rural de Préstamos. El reparto es total y los campos vuelven a sembrarse. Zapata convoca a los campesinos a cambiar sus cultivos de autoconsumo por el de caña de azúcar para venderla a los ingenios con mayores ganancias para los cañeros. Asimismo, los ingenios nacionalizados por Manuel Palafox, reanudan el trabajo como empresas públicas bajo la administración de los revolucionarios: Genovevo de la O, Temixco; Emigdio Marmolejo, El Hospital; Amador Salazar, Atlihuayán; y Lorenzo Vázquez, Zacatepec. Las ganancias se destinan a gastos de la guerra y a la ayuda de las viudas e hijos menores de los zapatistas muertos.
Pero a la derrota de Villa, el gobierno de la Convención se disuelve en Jojutla en mayo de 1916. El 15 de septiembre del mismo año, Zapata publica la Ley General Sobre Libertades Municipales que señala que los municipios serán administrados por los ayuntamientos, que sus miembros serán electos popularmente, pero que éstos no se mezclarán en la política, ni habrá reelección para ellos.
Para entonces, según Friedrich Katz (Pancho Villa), Zapata ha logrado "establecer en Morelos una de las sociedades más igualitarias que haya conocido el país".
EI Cuartel General zapatista definió la norma de conducta que debía seguir el Ejército Libertador a través de multitud de órdenes, instrucciones y circulares que los jefes se empeñaron en cumplir. En ellas se Expresaba un código moral de respeto a los principios de honestidad, rectitud, justicia, protección y respeto a la población civil y en particular a los más pobres. La normatividad zapatista reflejó una concepción patriarcal y protectora del poder en beneficio de los más necesitados. Estableció procedimientos e instancias de Aplicación de la justicia basados en estas nociones, en el sentido común y en la tradición, promoviendo la participación directa de la gente en las instancias y en los procedimientos. Se castigaron los delitos que atentaban contra la población civil y contra la Revolución, y se crearon también tribunales militares para los miembros del Ejército Libertador. Sin embargo, la realidad en muchas ocasiones se alejó demasiado de la norma […] (Ávila, ya citado)
La paz que se disfruta en 1916 en territorio rebelde dura muy poco. Los zapatistas son batidos por los carrancistas al mando de Pablo González, quien dispone incluso de aviación para bombardear los cerros. Zapata se retira a Tochimilco, pequeño poblado en las estribaciones del Popocatépetl, pero “siguió combatiendo a Carranza - quien había sido reconocido como jefe de gobierno de facto por Estados Unidos-, no solo con las armas sino también con una batalla ideológica y política sin cuartel. Lo acusó de ser un viejo cortesano que representaba a los hacendados en su lucha contra los campesinos y denunció la traición de Carranza por permitir el ingreso de las tropas estadounidenses de la Expedición Punitiva […]. (Ávila, ya citado)
Al año siguiente, 1917, Zapata logra recuperar buena parte de los territorios perdidos para establecerse otra vez en Tlaltizapán. Paradójicamente, la resistencia zapatista dio vigor al ala radical en el Congreso Constituyente de 1916; pero con la promulgación de la Constitución en 1917 y su artículo 27 que incluye el reparto agrario, la causa zapatista pierde fuerza y surgen las divisiones y defecciones en el campo zapatista: Montaño es fusilado, Palafox y Bárcenas desertan, otros aceptan la amnistía de Carranza. Sin embargo, los zapatistas logran apoderarse temporalmente de Jonacatepec, Cuautla, Yautepec y Cuernavaca. Zapata sabe que su final está cerca y en la iglesia de Tlaltizapán ordena construir un mausoleo para él y sus generales leales conforme vayan muriendo.
El 18 de agosto de 1918, Pablo González emprende una nueva ofensiva contra los zapatistas que obliga a Zapata a trasladar su cuartel general de vuelta a Tochimilco, Ya es un guerrillero sin futuro pues su lucha no llega a consolidar una organización político-militar, pese a sus intentos de vinculación con organizaciones obreras. Su anterior aliado, Villa, también ha sido derrotado definitivamente. Los pueblos que apoyan a Zapata son arrasados y víctimas del pillaje militar de Pablo González, de cuyos sistemáticos latrocinios surgió el verbo “carrancear”.
“A pesar de las dificultades y de que muchos grupos rebeldes en otras regiones se estaban amnistiando al gobierno de Carranza, los zapatistas mantuvieron la lucha y no permitieron que la revolución que tanto les había costado se desviara. Se creó así, a fines de noviembre, el Centro de Consulta para la Propaganda y la Unificación Revolucionaria, que organizaba conferencias, sus miembros explicaban a los pobladores los manifiestos, decretos y las circulares del Cuartel General, mediaban en las disputas entre los pueblos y los guerrilleros del Ejército Libertador. Sus dos funciones más importantes eran alimentar al Cuartel General para que este pudiera formular leyes y reformas con el pulso de los pueblos, y organizar en ellos Asociaciones para la Defensa de los Principios Revolucionarios que fueron organizaciones populares paralelas a las autoridades tradicionales[…] La otra tarea central a la que se dedicaron las juntas fue la reorganización de la educación, empatándola con una formación cívica en los principios revolucionarios. Con ello se estaban formando a los nuevos hombres y mujeres revolucionarios que le darían sentido al zapatismo y que lo explicarían.” (Ávila, ya citado).
Zapata trata de llegar a un convenio de paz con Carranza, quien rechaza por completo el reconocimiento del Ejército Libertador del Sur, pese a que la persistencia de las guerrillas zapatistas daña el prestigio de su gobierno a nivel nacional e internacional. Zapata tiene conciencia que solo no podrá vencer, necesita aliados, por lo que flexibiliza sus posiciones más radicales. “Como en otras ocasiones, cuando había establecido alianzas pragmáticas contra el enemigo común constitucionalista con exorozquistas y exfederales como Benjamín Argumedo, Juan Andreu Almazán e Higinio Aguilar, apoyó los intentos de Magaña de acercarse a algunos jefes del constitucionalismo, como Cesáreo Castro, e incluso, con Pablo González.” (Ávila, ya citado). Está cada vez más aislado y además, el hambre y la influenza española diezman a la población de Morelos.
En octubre de 1918, Zapata acepta aliarse al obregonismo en su lucha por la presidencia de la República, si reconoce el Plan de Ayala. En 1919, a pesar de su debilidad, Zapata publica un manifiesto culpando de todos los males que padece el país a Carranza, quien ya enfrenta la lucha por la sucesión presidencial en la que disputan Pablo González y Álvaro Obregón. La única esperanza de Zapata es que nuevas alianzas revivan su movimiento.
En este contexto es cuando se fragua la traición del carrancista Jesús M. Guajardo que conduce a Zapata a la muerte el 10 de abril de 1919 en la hacienda de San Juan Chinameca, Morelos. Un mes antes, se dice que, en Cuautla, Guajardo había sido sorprendido ebrio y escandalizando por el gobernador José G. Aguilar y el general Pablo González o que había desobedecido la orden de atacar Huautla. Al parecer iba a ser castigado, pero que entonces el gobernador recibió de manos de un fotógrafo espía una carta de Zapata a Guajardo, en la que con motivo de este incidente lo invita a unirse a su causa. Entonces urdieron la traición el propio gobernador, Guajardo y Pablo González: Guajardo intercambia cartas escritas por Aguilar, con Zapata y logra convencerlo de que se unirá a su causa mediante el fusilamiento de algunos exzapatistas que colaboraban con Guajardo y la simulación de un ataque a Jonacatepec con balas de salva. Asimismo, se compromete a entregarle una buena cantidad de municiones, por lo que Zapata acepta una reunión para recogerlas en Chinameca. A su llegada, se le informa que Guajardo lo invita a una comida en el interior de la hacienda. Al entrar Zapata alrededor de las dos de la tarde, en la puerta de la hacienda en que espera Guajardo, en vez de presentarle armas, la escolta de honor lo acribilla junto con su pequeña escolta de diez elementos.
A partir de entonces empieza la leyenda: Zapata vive, escapó a la traición y va a volver a la lucha […] a pesar de que su cadáver es expuesto al público durante tres días en Cuautla.
A su muerte, tras una serie de desacuerdos entre los zapatistas sobrevivientes, Zapata es sustituido por Gildardo Magaña con el respaldo de Genovevo de la O, y poco después de un año, lo que queda del Ejército Libertador del Sur se integra al gobierno obregonista surgido de la rebelión de Agua Prieta que derroca a Carranza.
El “Caudillo del Sur”, al morir en una celada, fue exaltado como víctima y héroe por el interés de Obregón de desprestigiar a Pablo González, su contrincante político y autor intelectual del crimen; y porque también muchos constitucionalistas repudiaron el procedimiento de traición usado con premeditada alevosía y ventaja, además de que el zapatismo no desapareció con ese asesinato.
Concluye Felipe Ávila, ya citado: “El zapatismo ha sido el movimiento agrario por antonomasia en México y en América Latina; su caudillo, Emiliano Zapata se convirtió en el símbolo de la lucha por la tierra y la justicia en todo el mundo […] Fue el movimiento más persistente de la Revolución; combatió sucesivamente a los gobiernos de Porfirio Díaz, León de la Barra, Madero, Huerta y Venustiano Carranza. Llevó a cabo la más profunda reforma agraria y la transformación de las estructuras políticas y económicas de las zonas que estuvieron bajo su dominio. …los zapatistas mantuvieron una tenaz resistencia entre 1915 y 1919 y formularon un proyecto de legislación estatal que contiene algunos de los postulados políticos más importantes para la historia de los movimientos populares. La influencia del zapatismo y de su líder trascendió su derrota […] La reforma agraria le dio legitimidad al Estado surgido de la Revolución y el control político sobre las organizaciones campesinas. La reforma agraria que se realizó en México durante el siglo XX no se explica sin la Revolución y sin el zapatismo, al igual que el movimiento campesino independiente, que ha hecho del zapatismo y de Zapata componentes centrales de sus luchas y reivindicaciones hasta la actualidad.”
Hoy su ideal de que “la tierra es de quien la trabaja”, está plasmado en el escudo del Estado de Morelos. El lema anarquista de “Tierra y Libertad”, que se incorpora al zapatismo después de su muerte, está presente en las esperanzas de los campesinos e indígenas pobres. Su lucha por un mundo mejor para los olvidados de abajo es retomada por nuevos movimientos políticos y armados. Su anhelo de redención social se aviva en las voces de los marginados del mundo cuando gritan en sus manifestaciones: “¡Zapata Vive, la lucha sigue!”! Su tenacidad indómita inspira la resistencia de los campesinos y de las comunidades indígenas en contra de la voracidad de las transnacionales petroleras, gaseras, eólicas y mineras: "¡Zapata vive y vive!... ¡La lucha sigue y sigue! ..."
Sus restos descansan al pie del monumento que en su memoria se erigió en Cuautla, no en Tlaltizapán como fue su deseo.
"Zapata entonces fue tierra y aurora
En todo el horizonte aparecía
La multitud de su semilla armada...
No esperes, campesino polvoriento
Después de tu sudor la luz completa
Y el cielo parcelado en tus rodillas
Levántate y galopa con Zapata."
Pablo Neruda.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efeméride. Nacimiento 8 de agosto de 1879. Muerte 10 de abril de 1919.
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