1890-1973
Nació en el puerto de Veracruz el 30 de diciembre de 1890. Sus padres fueron Adolfo Ruiz Tejeda, que murió dos meses antes de que él naciera, y María Cortines y Cotera. Su madre recibió ayuda económica de su primo Gabriel Cotera, quien fue como un padre para el pequeño Adolfo, y del que recibió su influencia liberal. Estudió la primaria en el colegio jesuita anexo al templo de La Pastora dirigido por el sacerdote español Jerónimo Díaz. El 21 de septiembre de 1901 ingresó al Instituto Veracruzano, donde cursó cuatro años de bachillerato. De 1906 a 1912 trabajó como ayudante de contador en la empresa comercial del español Julián Aragón, en donde aprendió la teneduría de libros. Desde su juventud se aficionó al juego del dominó, que practicaba constantemente en uno de los cafés de los portales de la ciudad.
En 1911 presenció los festejos de despedida y la salida hacia Europa del dictador Porfirio Díaz en el buque "Ypiranga", lo cual parece haber marcado indeleblemente su actitud hacia el poder político.
Al año siguiente o en 1914 (no hay datos precisos) se trasladó a la capital del país. Al parecer, su amigo Luis Amieva lo recomendó con Alfredo Robles Domínguez y después con Heriberto Jara. El primero le encomendó hacer propaganda revolucionaria entre las tropas federales acantonadas en el Distrito Federal. Al tener lugar el cuartelazo de Victoriano Huerta en 1913, se unió al movimiento carrancista bajo las órdenes de Robles Domínguez, quien a la derrota del usurpador, fue nombrado gobernador del Distrito Federal por Venustiano Carranza. Ruiz Cortines permaneció a su lado, auxiliándolo en labores administrativas y, un mes más tarde, continuó en esa misma tarea cerca del general Heriberto Jara, a quien acompañó a Veracruz en su misión de recibir las zonas que iba desocupando el ejército norteamericano en su retirada de México. Ya entonces, Ruiz Cortines había iniciado una carrera administrativa dentro del ejército constitucionalista y tenía el grado de capitán segundo.
En 1915 Ruiz Cortines enfermó de tifo; sin embargo, el 1º de diciembre del mismo año, se casó con Lucía Carrillo (de mucha mayor edad que él), hija del exgobernador de Chihuahua, Lauro Carrillo; atestiguó su boda el general Francisco P. Mariel y se convirtió en concuño del general Jacinto B. Treviño, esposo de la hermana mayor de Lucía. De este matrimonio nacerían María Cristina en 1917, Lucía en 1919 y Adolfo en 1920.
En 1916 fue ascendido a capitán primero; desempeñó las funciones de civil adjunto y pagador de la Brigada Muriel, en las fuerzas al mando del general Jara. Cuando Robles Domínguez fue gobernador de Guerrero, Ruiz Cortines fue oficial de órdenes en el cuartel general de la División del Sur. También estuvo a su lado en El Ébano, cuando fue atacado por los villistas. Pero siendo militar, nunca participó en batalla alguna. Asimismo trabajó en la comisión revisora de hojas de servicios militares y en la comisión organizadora de los ferrocarriles nacionales.
En 1920 se unió al Plan de Agua Prieta contra Venustiano Carranza. Tras las acciones de Rinconada y Algibes, en representación del general Treviño y bajo las órdenes del ingeniero Pastor Roauix, fue el responsable de hacer el inventario del tesoro capturado a los carrancistas, de custodiarlo y entregarlo al nuevo presidente Adolfo de la Huerta, tarea en la que cobró notoriedad por la absoluta honradez con que se desempeñó. Fueron seis millones de pesos en oro, ocho de pesos en plata y más de veinte millones en timbres y documentos.
Así quedaron demostradas sus prendas morales: honradez, disciplina y probidad.
Ese mismo año fue secretario particular de su concuño, el general Jacinto B. Treviño, secretario de Industria y Comercio del nuevo gobierno obregonista. En 1921 se le otorgó un puesto de funcionario menor, jefe de la sección de agricultura en el recién creado Departamento de Estadística, donde permaneció 14 años. En 1926 se retiro del ejército. En esta época publicó en la revista Crisol, órgano del Bloque de Obreros Intelectuales, varios artículos basados en la estadística: “Conozcamos nuestra agricultura y nuestra ganadería”, “Nuestra decantada criminalidad es un mito”, “Autonomía Indispensable” (se refería al Departamento de Estadística), “Donde hay pan hay un hombre”, “México y la Política de población”. También fue organizador de un congreso internacional de estadística, en el que presentó el trabajo titulado “Necesidad de una sabia política de población”. El uso de las estadísticas y los problemas demográficos serían desde entonces campo de su interés que nunca abandonaría.
En junio de 1935, durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas, fue nombrado oficial mayor del Departamento Central (después del Distrito Federal) por recomendación de su amigo José Rodríguez Clavería a Cosme Hinojosa, titular de esa dependencia. Ese mismo año se divorció.
Por conducto de Fernando López Arias conoció al joven abogado Miguel Alemán Valdés y en 1937 inició su carrera política a los cuarenta y siete años, como diputado por el Distrito de Tuxpan a la Legislatura de Veracruz. Durante la precampaña partidista, el ingeniero Enrique Barón Obregón, también aspirante a esa candidatura, lo acusó de haber servido en la aduana de Veracruz bajo las órdenes de las tropas norteamericanas de ocupación, según datos tomados del historiador Luís Chávez Orozco. Ruiz Cortines respondió con una carta al diario Excélsior el 27 de abril de 1937, en la que aclaró que en 1914 estaba en México, D. F. Además, el general Heriberto Jara certificó que ese año Ruiz Cortines era su ayudante cuando él ocupaba el puesto de gobernador del Distrito Federal y que lo acompañó a Veracruz cuando salieron las tropas norteamericanas de ese puerto.
Durante la campaña electoral del general Ávila Camacho, Ruiz Cortines sustituyó a Margarito Ramírez como tesorero, bajo las órdenes de Miguel Alemán, jefe de la campaña presidencial, quien poco después lo envió a Veracruz como secretario general del gobierno del Estado, en sustitución de Carlos M. Carrión. En este cargo publicó “Veracruz en Cifras”.
Al ser nombrado Miguel Alemán secretario de Gobernación el 1º de diciembre de 1940, Ruiz Cortines desempeñó el puesto de oficial mayor de la misma dependencia. En enero de 1941 se casó con María Izaguirre, viuda y divorciada en segundas nupcias.
El 16 de abril de 1944 fue nominado candidato a gobernador del estado de Veracruz por el Partido de la Revolución Mexicana PRM. El 1º de diciembre siguiente, tomó posesión del cargo. Durante su gobierno hizo públicos los principios que regirían su conducta como mandatario estatal:
1. Tranquilidad pública y confianza colectiva.
2. Seguridad, así en las personas como en los bienes.
3. Elevación y dignificación ciudadana y moral administrativa y pública.
4. Gobierno para todos y cooperación recíproca.
5. Fomento de instituciones financieras para el servicio social del crédito.
6. Revisión de sistemas impositivos para basarlos en la equidad.
7. Administración pública eficiente y estrictamente honrada.
8. Acción inteligente de gobierno en la economía social y enlace eficaz entre la acción privada y la pública.
En la práctica, su administración no tuvo aspectos relevantes, pero fue notable porque logró unificar a los políticos veracruzanos. A diferencia de Miguel Alemán, anterior gobernador, conformó su gabinete con veracruzanos, combatió la corrupción y duplicó los fondos fiscales. Su lema fue “Unidad veracruzana”.
Afrontó problemas graves como el de la fiebre aftosa, las sequías, las inundaciones y la carestía. Constituyó las juntas de mejoramiento moral, cívico y material para vincular al ciudadano con el gobierno en la obra pública. Se cuenta que en esos días, fue asiduo lector del libro “El Político” de Azorín, del cual tomó reglas para regir su conducta, maneras y hasta su vestimenta como gobernante. Ya como presidente de la República, cuando no podía contener su lenguaje veracruzano, siempre aclaraba: “con perdón de la investidura.”
Dos años después, el presidente Alemán tomó posesión de la Presidencia de la República y nombró secretario de Gobernación al doctor e historiador Héctor Pérez Martínez, quien murió el 12 de febrero de 1948 a consecuencia de un mal cardiaco. Para sustituirlo, Alemán llamó a Ruiz Cortines, quien renunció a la gubernatura el 30 de junio del año citado, para asumir el cargo, mismo al que renunció, más de tres años después, el 13 de octubre de 1951, para aceptar la candidatura presidencial por el Partido Revolucionario Institucional PRI.
La decisión tomada por el PRI, fue sorpresiva porque desde un año antes se habían creado por todo el país comités Pro Fernando Casas Alemán, regente del Distrito Federal y amigo favorito de Alemán. Parece ser que Alemán hizo primero el intento de reelegirse, después trato de imponer a su incondicional Casas Alemán, y ante la oposición de los grupos revolucionarios, tuvo que echar mano de “el viejito”. Casas Alemán, al conocer la decisión presidencial, prudentemente pidió a sus partidarios unirse a Ruiz Cortines.
Al rendir protesta como candidato el siguiente 14 de octubre, Ruiz Cortines señaló que la tarea sería de todos, porque “no es posible que una obra que requiere el esfuerzo de todos, se encomiende a un solo hombre”...No presentó un plan porque “considero prematuro formular ahora un programa de gobierno, y abrigo el propósito de elaborarlo al auscultar el pensamiento y el sentimiento de todos los sectores de la nación para coordinarlos y fundirlos…Habrá de elaborarse, sin embargo, un programa basado estrictamente en las posibilidades. Todos sabemos que ya no es honrado ofrecer lo que no se esté en la seguridad de cumplir, ni crear esperanzas o inquietudes a sabiendas de que están fuera de nuestro alcance los medios de satisfacerlas, dando ocasión a que la propaganda democrática degenere en demagogia vituperable”…También se declaró abierto a la crítica de la oposición: “No tomaré como personales los ataques que se emitan en esta campaña que debe ser aquilatamiento de valores, porque los ciudadanos que van a depositar los destinos del país en las manos de un hombre, tienen el derecho y el deber de conocerlo, de analizarlo y de juzgarlo”.
El 23 de noviembre de 1951, Ruiz Cortines emprendió una campaña pausada y ordenada que comprendió todas las capitales de los estados y territorios, además de algunas ciudades relevantes. Sus discursos siguieron un mismo patrón: saludo a los habitantes del lugar, panegírico a los héroes nativos de la localidad; planteamiento de los problemas de la población visitada; y propuesta de solución a los mismos. En cada localidad importante se realizaba una Asamblea Económica–Social, en la que los ciudadanos presentaban sus “ponencias”.
En la justa electoral enfrentó al general revolucionario Miguel Henríquez Guzmán, candidato de la Federación de Partidos del Pueblo FPP, un movimiento integrado por militares y políticos desplazados por el alemanismo y opuesto, en nombre de la Revolución, a las medidas agrarias “reaccionarias” que había efectuado Miguel Alemán. En las filas del FPP militaban antiguos líderes agrarios, cardenistas, exgobernadores, zapatistas, intelectuales y viejos revolucionarios destacados, como Graciano Sánchez, Francisco J. Múgica, Ernesto Soto Reyes, Marcelino García Barragán, Genovevo de la O, Vicente Estrada Cajigal, Wenceslao Labra, e inclusive la esposa del general Lázaro Cárdenas, quienes lograron formar una amplia base popular con demandas tales como la efectividad del sufragio, la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres, la moralización de la administración pública, el cambio de las políticas económica, agraria y laboral que favorecían al gran capital; asimismo, se manifestaban en contra de la intervención del Estado a favor de los empresarios, del entreguismo gubernamental a los intereses extranjeros, del envió de braceros a Estados Unidos en condiciones de explotación extrema, y de la represión a los disidentes obreros y campesinos.
El candidato Ruiz Cortines también tuvo que competir con Vicente Lombardo Toledano, quien desde 1949 creó la Unión General de Obreros y Campesinos de México UGOCEM y basó su campaña en la defensa del proyecto social de la Revolución Mexicana, así como en la crítica a la reforma del artículo 27 Constitucional, la corrupción del régimen, la entrega del gobierno a la iniciativa privada y al capital extranjero.
El Partido Acción Nacional, con su primer candidato presidencial propio Efraín González Luna, centró su campaña en la lucha por la libertad de enseñanza y religiosa, así como por restringir las atribuciones del Estado en la economía. Para entonces ya contaba con presidencias municipales en Jalisco y Michoacán, además del apoyo que le brindaba la Unión Nacional Sinarquista.
En general todas las oposiciones criticaron la corrupción e inmoralidad administrativa que fueron características del alemanismo; lo mismo de que el gobierno federal favorecía la candidatura del PRI, en tanto que los gobernadores y presidentes municipales obstaculizaban la propaganda, las giras y los mítines de las oposiciones, y acosaban a sus candidatos y seguidores. Actitud semejante mostraban las autoridades electorales. Además, para la prensa y la radio, sus actos y declaraciones públicas no existían. Las quejas y denuncias fueron creciendo a medida que avanzaba la campaña y culminaron durante la jornada electoral.
Además de impugnar el continuismo que representaba Ruiz Cortines, en la campaña se volvió a manejar la acusación de que el veracruzano había servido a las tropas norteamericanas en 1914, y que el mismo general Múgica había tenido en sus manos una nómina de los invasores en la que figuraba el nombre de “Adolfo Ruiz C”. En respuesta, el 16 de enero de 1952, el cabildo abierto de Veracruz declaró falsas esas acusaciones y en desagravio lo nombró Patriota e Hijo Preclaro de Veracruz. No obstante, en la propaganda henriquista se continuó presentando a Ruiz Cortines doblegándose ante los marinos norteamericanos.
Tras varios meses de campaña, desde Querétaro, el 15 de mayo, Ruiz Cortines dio a conocer su programa para realizar “la tarea que con más firme resolución debemos redoblar: combatir la escasez y la carestía; hacer que queden más al alcance del pueblo los artículos que más consume, como maíz, frijol, azúcar, piloncillo, grasas comestibles, manta y percal, y que pueda obtener mejor alimento, mejor vestido y mejor habitación”: Los puntos del programa eran los siguientes: Planeación, ampliación y tecnificación de cultivos; establecimiento de precios de garantía remunerativos para el ejidatario y el pequeño propietario; otorgamiento de crédito barato, fácil y oportuno; eliminación de los intermediarios no indispensables; eliminación de monopolios; construcción de comunicaciones; operación de transportes en función de la producción, distribución y consumo; aplicación de tarifas diferenciales; movilización preferente de los artículos de primera necesidad; establecimiento de mercados populares; y “aplicación de sanciones enérgicas a quienes asuman una conducta antisocial, elevando los precios, para obtener ganancias inmoderadas y especular con el hambre del pueblo”.
Como parte de su campaña, Ruiz Cortines obtuvo el voto público de intelectuales de la talla de José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Carlos Graef Fernández, Samuel Ramos, Manuel Martínez Báez, Luís Enrique Erro, Carlos González Peña, Nabor y Julián Carrillo, Silvio Zavala, Antonio Castro Leal, Jesús Silva Herzog y Daniel Cosío Villegas. Por su parte, Manuel Marcué Pardiñas, Jorge Carreón, Antonio Pérez Elías, Fernando Rosenzweig y Enrique Alatorre hicieron público su voto por Vicente Lombardo Toledano.
El 6 de julio de 1952 se efectuaron las elecciones bajo una fuerte vigilancia del ejército; durante la jornada electoral se dieron múltiples actos fraudulentos y de violencia. Se acusó al PRI de emplear toda una gama de prácticas fraudulentas, como las “porras volantes” o “carrusel” con campesinos, albañiles y empleados públicos sin credenciales y fuera del padrón electoral. El resultado oficial fue: PRI 2,713,745 votos (74%); FPP 579,745 votos (15%); PAN (Efraín González Luna) 285,555 votos (7%); y PP (Vicente Lombardo Toledano) 72,482 votos (1%).
Al día siguiente, Henríquez Guzmán invitó a un mitin para celebrar su “Fiesta de la Victoria” en la Alameda de la ciudad de México, mismo que fue violentamente reprimido con un saldo de siete muertos, 80 heridos y más de 500 detenidos. Así culminó este resquebrajamiento de la élite política que no alcanzó a representar una alternativa democrática y popular para las masas, sino que a pesar de sus tintes de izquierda, fue un movimiento personalista de derecha. El 21 de septiembre siguiente, Ruiz Cortines fue declarado presidente electo por la Cámara de Diputados.
Al asumir la presidencia Ruiz Cortines, el grupo revolucionario se encontraba dividido en dos bandos: alemanistas y cardenistas; el gobierno tenía una imagen de despilfarro y corrupción; la economía estaba prácticamente estancada en una tasa de crecimiento igual a cero, habían descendido las exportaciones y la inflación tendía a crecer. El descontento de los henriquistas no había disminuido, al grado de que el 14 de enero de 1953, en Delicias, Chihuahua, intentaron tomar la guarnición militar, y el 5 de febrero siguiente, fueron reprimidos y detenidos los henriquistas que celebraban un mitin en el Hemiciclo a Juárez. Finalmente, se canceló el registro de la FPP como partido independiente y se ordenó su disolución. Después de que Ruiz Cortines recibió en su domicilio particular al general Henríquez, corrió el rumor de que por su retiro de la contienda electoral, había obtenido contratos millonarios de obra pública.
En el ámbito internacional, la guerra de Corea estaba en su apogeo, pero comenzaba la descolonización de Asia y África: en Indochina el imperialismo francés comenzaba a retroceder; durante su gobierno también se combatiría la guerra de liberación nacional de Argelia; Gamal Abdel Nasser nacionalizaría el canal de Suez y Ghana alcanzaría su independencia. La “guerra fría” permeaba la vida de los países industrializados y el temor al “holocausto nuclear” mantenía a las masas al borde de la histeria y sujeta a la propaganda constante. Los Estados Unidos iniciaban una gran época de prosperidad material bajo la presidencia del general Dwight D. Eseinhower, aunque su paz interna comenzaba a ser alterada por las tensiones étnicas y el reclamo de integración racial. En América Latina, con la bandera del anticomunismo, la United Fruit Company y otras corporaciones transnacionales derrumbaban gobiernos, como el de Jacobo Arbenz de Guatemala.
Ruiz Cortines rindió protesta como presidente el 1º de diciembre de 1952 en el Palacio de Bellas Artes. En su mensaje reconoció que “el más angustioso de los problemas actuales, por cuanto afecta a la mayoría de la población, es, sin duda alguna, el de la escasez y la carestía de los artículos alimenticios” por lo que se comprometió a abaratarlos y ponerlos al alcance del pueblo. En consecuencia, señaló que “aumentar la producción agrícola ganadera será uno de los objetivos primordiales de la Administración Pública”. Asimismo, condenó las desviaciones, el dispendio, la corrupción, la frivolidad y el amiguismo, “ni permitiré que se quebranten los principios revolucionarios ni las leyes que nos rigen. Reitero mi exhortación a la colectividad en general para que coadyuve a la moralidad administrativa y pública; seré inflexible con los servidores públicos que se aparten de la honradez y la decencia”. Respecto a la política manifestó su propósito de “facilitar la consolidación, constitución y el fortalecimiento de auténticos partidos políticos, que sustituyan a los efímeros grupos personalistas que surgen en víspera de los comicios”…
Finalmente, convocó a “México al trabajo fecundo y creador”, así como a la unidad nacional: “La culminación de la contienda electoral en los comicios de julio último, puso fin a la pugna cívica. Convencido de que para la revolución mexicana la patria es una, mi esfuerzo supremo se encaminará a consolidar la unidad de los mexicanos en la acción armónica y fecunda hacia las metas comunes de mejoramiento…Reitero que gobernaré para todos; que para mí, todo mexicano tiene las mismas obligaciones y los mismos derechos, y que nadie debe considerarse expuesto a represalias por haber discrepado del criterio de las grandes mayorías.”
A propósito de la unidad nacional, se cuenta que Ruiz Cortines exponía con frecuencia su “teoría del puño”: “Todos somos distintos, como los dedos de la mano, pero en el credo acendrado de la revolución todos somos como un puño. No se necesita pensar de modo idéntico, ni tener un estilo idéntico de vida, para estar unidos en un propósito común y generoso”.
Integró uno de los gabinetes más estables con los hombres que consideró más idóneos por su profesión y experiencia para el desempeño del cargo. Cuando se le recomendaba a alguien por su “inteligencia”, Ruiz Cortines preguntaba: ¿Inteligente para qué? Si por su “honradez”, cuestionaba: “¿Ya lo pusieron donde hay?” Si por ser un “especialista”, respondía: “Si, es un excelente violinista, pero necesitamos un director de orquesta que algo sepa de los demás instrumentos”.
Negó a sus amigos íntimos y compañeros de dominó, puestos, dinero y prebendas, pues creía que el peor favor que se podía hacer a un amigo era ubicarlo en una posición en la que no tuviera los atributos requeridos, lo podría frustrar de por vida y además, perder la amistad. Desde el principio de su gestión, indicó a su equipo de trabajo: “Señores, hablemos al pueblo con hechos, evitando las declaraciones excesivas, las promesas difíciles de cumplir, la exhibición de nuestras personas”… asimismo, señaló que ningún candidato aceptara dinero privado para su campaña, porque se le cobraría con creces al asumir el cargo. Además, cuenta Enrique Krauze (Los Sexenios) que cuando intuía que alguno de sus amigos lo visitaba para pedir algún favor político, los desarmaba con estas frases: “No te imaginas la necesidad que tenía de un saludo desinteresado. Todos vienen a pedirme algo”.
Al día siguiente de asumir la presidencia, publicó la lista completa
y detallada de sus bienes patrimoniales, que eran más bien modestos, y exigió a los funcionarios que presentaran su manifestación de bienes antes y después de desempeñar sus cargos. Días más tarde, promulgaría una Ley de responsabilidades que contenía esta obligación.
Tras varios presidentes jóvenes, menores de cincuenta años, su edad madura de sesenta y dos años, le hizo objeto de severos cuestionamientos y chistes, a los que contestaba: “No me eligieron para semental sino para presidente, y el pueblo será testigo de que en esa tarea sirvo; lo otro no es de su incumbencia”.
Su primera medida importante tuvo lugar nueve días después del inicio de su periodo, el 10 de diciembre de 1952, cuando envió al Congreso una iniciativa para reformar los artículos 34 y 115 de la Constitución para conceder a la mujer el derecho a votar y ser elegida en los comicios. Años antes, con este mismo propósito, Cárdenas había tratado de reformar sin lograrlo, únicamente el artículo 34; la nueva iniciativa comprendía la supresión de un párrafo del 115 que otorgaba a la mujer el voto en elecciones municipales.
Con el fin de ordenar el gasto público, creó como una unidad adscrita al presidente de la República, la Comisión Nacional de Inversiones para regular la inversión gubernamental y orientar la privada. Según Enrique Krauze (Los sexenios) “Ruiz Cortines concebía su trabajo simplemente como el de un buen administrador: poner orden, cuantificar necesidades, establecer prioridades, delegar en personas competentes, llevar seguimiento del proceso, verificar resultados. Su gestión se caracterizó por la atingencia de sus medidas y la sensatez de sus proyectos”. Al respecto Don Adolfo decía: “En las cosas de la patria hay que poner amor patrio, nunca amor propio. Ni caudillo ni hombre único, ni salvador ni verdugo: servidor”. También pregonaba: “Lo que es necesario hay que hacerlo posible. Sin embargo, conviene no olvidar la idea correlativa: Toda exigencia que pretenda ignorar la realidad nacional y clame por ventajas impropias, mientras otros carecen de todo, no sólo es egoísta e inhumana: merece el anatema social”.
Para cumplir su propósito de abaratar el costo de la vida, especialmente en el renglón de alimentos, puso en marcha un plan agrícola de emergencia para alentar la producción de alimentos sobre todo en los grandes predios; reorganizó las sociedades de crédito agrícola y ganadero, creó el seguro agrícola y otorgó créditos a los campesinos mediante los bancos Agrícola y Ejidal; constituyó el Fondo de Garantía y Fomento para la Agricultura, la Ganadería y la Avicultura, y estableció los precios de garantía para las cosechas y el seguro agrícola; otorgó subsidios a los comerciantes de productos básicos alimenticios; invirtió en el mejoramiento de las tierras y en la prevención de inundaciones; y mantuvo en armonía los sistemas ejidal y de pequeña propiedad.
A largo plazo emprendió grandes obras de irrigación, de modo que mientras al tomar posesión existían 1,482 millones de hectáreas de riego, al finalizar su gobierno existía una extensión adicional de 1,128 millones de hectáreas; en este ramo destacó la presa Falcón, que inauguró con el presidente Eisenhower y que benefició tierras de ambas márgenes del bajo río Bravo. Además, fomentó la actividad de las comisiones del Papaloapan, Tepalcatepec, Río Fuerte, Valle de México, Yaqui y Grijalva-Usumacinta.
No suspendió pero si frenó el reparto de tierras, sólo distribuyó un poco más de la mitad de las que repartieron en su momento Ávila Camacho y Alemán. Ruiz Cortines creía, conforme a sus estadísticas, que ya no había muchos terrenos afectables; sin embargo, expropió y destinó al reparto agrario, latifundios tales como Las Palomas (propiedad de políticos) y San José Cloete; y compró al magnate periodista W.R. Hearst su latifundio de Bavícora; todos estos eran enormes predios ubicados en Sonora, Coahuila y Chihuahua.
Con estas medidas, se aumentó la producción agrícola el 6% anual en promedio y los precios se estabilizaron (decía Don Adolfo: “Cuando las tortillas suben, el gobierno baja”), pero no se logró la autosuficiencia alimentaria y hubo que recurrir a la importación.
Ruiz Cortines consideraba, conforme a sus meditaciones demográficas, que México tenía la ventaja de sus dos extensos litorales, de modo que se podía redistribuir la población si se desarrollaban mejor los puertos. Al efecto, dispuso la formulación y puesta en práctica del Programa de Progreso Marítimo, que la propaganda sintetizó como Marcha al Mar, que comprendió la creación y mejoramiento de 70 puertos, comunicaciones interoceánicas y enlaces del Altiplano a las costas. Conforme al programa, los litorales fueron saneados en coordinación con uno de los organismos de las Naciones Unidas; así se efectuó la Campaña Nacional para la Erradicación del Paludismo.
Por otra parte, prosiguió la industrialización a pesar de la reticencia de los empresarios privados; mediante el Banco de México se otorgaron créditos para fortalecer la industria y fomentar la creación de empleos. Así se logró el aumento de un 8% de la producción industrial como promedio anual.
Asimismo, Ruiz Cortines reorientó la explotación del petróleo para obtener de los hidrocarburos, algunos productos que antes se importaban. Además, se instalaron refinerías (Azcapotzalco y Ciudad Pemex), plantas auxiliares y una red de almacenamiento y distribución para el consumo doméstico. Los recursos necesarios se obtuvieron de la emisión de bonos estabilizados conforme a un plan exclusivamente nacional. La producción aumentó casi el 50% al final del sexenio.
En cuanto a la industria eléctrica, construyó las plantas hidroeléctricas El Cóbano, San Bartolo y El Durazno, así como la planta termoeléctrica de Lechería, Estado de México.
En materia de comunicaciones, casi se duplicó la red de caminos federales y estatales; se rehabilitaron y mejoraron las vías y los ferrocarriles, y se instaló una planta constructora de carros de ferrocarril. Se continuó la construcción de los nuevos ferrocarriles Campeche-Mérida, Chihuahua-Pacífico y Durango-Mazatlán, casi dos mil kilómetros tendidos de vía nueva. El financiamiento correspondiente se obtuvo de créditos externos de los bancos Mundial y de Exportaciones e Importaciones. Don Adolfo acudía al crédito con mucha prudencia, en uno de sus informes, manifestó ante el Congreso de la Unión: “Seguiremos usando el crédito exterior con la amplitud necesaria a nuestro desarrollo, pero siempre para inversiones de inmediato beneficio colectivo, cuidando la soberanía, la dignidad, la estructura política y el estilo de vida de la nación”.
En aras de la paz social, la estabilidad política y el orden público, que apreciaba como valores fundamentales, Ruiz Cortines relevó a los gobernadores de Tabasco, Guerrero (en tres ocasiones) Chihuahua, Yucatán, Sinaloa y Oaxaca. Estos mismo valores lo harían apoyar a Gustavo Díaz Ordaz, ya como expresidente, durante la represión estudiantil.
Su mano suave evitó, en julio de 1954, el conflicto con el general Cárdenas motivado por su asistencia al sepelio de Frida Kahlo, cuyo féretro fue cubierto con la bandera comunista en el homenaje que se le rindió en Bellas Artes y que motivó el cese de su director Andrés Iduarte, lo que disgustó al general.
Si bien Ruiz Cortines logró una gran estabilidad política, afloraron graves problemas económicos que ni la austeridad ni el control del gasto público pudieron aminorar: el fuerte desnivel de la balanza comercial, la baja en las exportaciones, la tendencia inflacionaria y la mayor dependencia del exterior, concurrieron en la sorpresiva devaluación del 17 de abril de 1954 (sábado de Gloria), por la cual la paridad del peso frente al dólar norteamericano pasó de $8.65 a $12.50, paridad que se conservaría los siguientes 22 años. Durante el proceso de devaluación México hubo de obtener la aprobación del Fondo Monetario Internacional y de los Estados Unidos con quien tenía firmado un convenio de estabilización.
Para paliar los efectos nocivos de la devaluación se otorgaron aumentos de salarios a trabajadores y burócratas; las huelgas desatadas con este motivo fueron negociadas y sólo excepcionalmente estallaron. Los servicios y beneficios del Instituto Mexicano del Seguro Social se extendieron a todos los estados de la República, y aun a pequeños grupos de campesinos, con lo cual se duplicó el número de los derechohabientes. Sin embargo, el problema mayor fue la emigración masiva de trabajadores mexicanos a los Estados Unidos, que se trató de enfrentar mediante convenios concertados con el gobierno norteamericano.
En materia educativa se incrementó modestamente lo conseguido por los regímenes anteriores. En contraste, se abrieron numerosas escuelas particulares, por lo general confesionales, cuyos servicios se ofrecían de preferencia a los sectores económicamente pudientes. Así el gobierno mantuvo relaciones cordiales con la Iglesia. Además, la señora María Izaguirre de Ruiz Cortines fue la madrina de las obras de mejoramiento que el clero emprendió en la basílica de Guadalupe. Por otro lado, se dieron hechos de violencia cuando en 1956, el ejército realizó la desocupación de los estudiantes que se habían apoderado de sus instalaciones del Instituto Politécnico Nacional. Ruiz Cortines promulgó una nueva ley orgánica para reformar ese instituto. Nicandro Mendoza y diez líderes estudiantiles más fueron encarcelados bajo el cargo de “disolución social”.
En lo que corresponde a la salud, lo más relevante de la obra del gobierno ruizcortinista fue la completa transformación del Instituto Mexicano del Seguro Social, que extendió sus servicios y amplió sus actividades dedicadas al bienestar de los trabajadores y sus familiares, más allá de los servicios médicos y hospitalarios. Además, para atender la habitación popular, se creó el Instituto Nacional de la Vivienda INV, después INDECO.
En el Distrito Federal se realizaron profundos cambios: se construyeron vías periféricas, se emprendieron grandes obras de captación y distribución de agua potable y se instalaron nuevos mercados, entre ellos el de la Merced. Asimismo, el aeropuerto militar de Balbuena se trasladó a Santa Lucía, en el estado de México.
En el ámbito de las relaciones internacionales, en la Conferencia de Caracas, celebrada en marzo de 1954, México sostuvo el principio de no intervención y que “la mejor defensa de la democracia empieza en la casa propia, mediante el escrupuloso respeto de las garantías individuales y el libre juego de las instituciones democráticas”…Pero lo más importante: a pesar de que su gobierno corresponde al periodo culminante de la “guerra fría” y no obstante, ser personalmente conservador, como presidente, Ruiz Cortines se abstuvo de manifestarse “anticomunista”, aunque con su anuencia o sin ella sí lo hicieron algunos dirigentes priístas y muchos periodistas.
Como presidente, Ruiz Cortines recibió la visita de importantes jefes de estado, como el emperador etíope Haile Selasie (que viajó para agradecer la defensa que hizo México de su país cuando fue invadido por Mussolini) y el vicepresidente norteamericano Richard Nixon, a quien le dijo, señalándole la miseria de los suburbios: “Mire, señor vicepresidente, ése es el ismo más difundido en México: el hambrismo y ése es el que me interesa erradicar para que no se den los ismos que a ustedes les preocupan”. También se entrevistó dos veces con Eisenhower, la primera con motivo de la inauguración de la presa Falcón el 19 de octubre de 1953, y la segunda, junto con el primer ministro de Canadá Louis Saint Laurent, en White Sulphur Springs, Virginia. EUA, del 26 al 28 de marzo de 1956.
A pesar de la era del “buen vecino”, las relaciones con Estados Unidos se vieron enturbiadas por la invasión de barcos pesqueros norteamericanos a las aguas del golfo en donde se dedicaban a saquear sobre todo la riqueza camaronera mexicana; de igual modo, se dieron fricciones por el rechazo de México a la intervención del gobierno estadounidense en Guatemala con el propósito de evitar la radicalización de su reforma agraria.
Ruiz Cortines asistió a la conmemoración del 130 aniversario del Congreso de Panamá los días 19, 20 y 21 de julio de 1953, en recuerdo de que en 1826 se habían reunido con Simón Bolívar los delegados de México, Mariano Michelena y Miguel Domínguez, junto con los de Colombia, Perú y Centroamérica. En la capital panameña se negó a hospedarse en el lujoso hotel El Panamá y prefirió alojarse en la embajada de México. Don Adolfo pensaba, como Juárez, que no tenía derecho a dilapidar los escasos recursos de un pueblo tan pobre como el mexicano, por eso siempre que pudo viajó en el porfiriano tren olivo para no aumentar sus gastos personales.
Durante el último año de su gobierno, creció el malestar social y la inquietud entre los trabajadores organizados. La huelga de telegrafistas dejó incomunicado al país y los petroleros también amenazaron con ir a la huelga; los conflictos fueron solucionados, no sin represión del ejército y la policía. No sucedió lo mismo con la huelga de los ferrocarrileros que primero congestionó el transporte de carga y después terminó en un problema intergremial, en el que el gobierno reconocía al líder Salvador Quiroz en contra del disidente Demetrio Vallejo, quien finalmente obtuvo el liderazgo sindical. Por su parte, el Movimiento Revolucionario del Magisterio MRM, encabezado por Othón Salazar ocupó la Secretaría de Educación Pública en demanda de aumento salarial; al fallar las negociaciones, Salazar fue detenido y encarcelado por el delito de “disolución social”, y sus seguidores fueron reprimidos por la policía tras violentos zafarranchos que dislocaron el centro de la ciudad de México. Además, el alza de las tarifas del transporte urbano también provocó nutridas manifestaciones de estudiantes universitarios y “tomas” de camiones. Desórdenes similares fueron provocados por la disputa entre los líderes por la dirigencia del sindicato petrolero.
Debido al extraordinario manejo político de Don Adolfo, al final de su gobierno, la sucesión presidencial adquirió características muy distintas a las anteriores, entre ellas: Ruiz Cortines por medio del juego del tapado hizo ostensibles sus preferencias por Gilberto Flores Muñoz, Ignacio Morones Prieto y Ángel Carbajal, mientras mantuvo oculto a Adolfo López Mateos, a quien verdaderamente apoyaba; de este modo, controló personalmente el proceso, dio a conocer el resultado mediante un boletín del PRI y puso a funcionar la disciplina partidista y la sumisión a la investidura presidencial; además, los grupos empresariales apoyaron al elegido como si fueran un sector más del PRI. Asimismo, no existieron presiones de amigos ni de familiares como en las sucesiones pasadas; desaparecieron los partidos políticos ocasionales; y no hubo disidencias dentro del grupo revolucionario, la única inconformidad fue la novela “Los extraordinarios” que bajo el seudónimo de “Ana Mairena” publicó la esposa de Gilberto Flores Muñoz, quien se sintió engañado por Ruiz Cortines. Por otra parte, la oposición sólo denunció fraude y atropellos, no derramamiento de sangre y para culminar su tarea, el propio Ruiz Cortines, no el presidente de la Cámara de Diputados, impuso la banda presidencial a su sucesor Adolfo López Mateos. Así concluyó su mandato.
Poco antes de que finalizara su gobierno, el día 29 de noviembre de 1958, el Poder Legislativo rindió homenaje al presidente Adolfo Ruiz Cortines. Ese mismo día quedaron prohibidos los “contratos riesgo” en la Ley Reglamentaria del artículo 27 Constitucional en Materia de Petróleo, al establecerse que "Pemex podrá celebrar con personas físicas o morales los contratos de obras y prestación de servicios que la mejor realización de sus actividades requiere. Las remuneraciones que en dichos contratos se establezcan serán siempre en efectivo y en ningún caso concederán por los servicios que se presten o las obras que se ejecuten, porcentajes en los productos ni participación en los resultados de las explotaciones".
En un balance del gobierno ruizcortinista, escribió Lorenzo Meyer (“La encrucijada, Historia General de México): “las políticas de Ruiz Cortines continuaron insistiendo en el desarrollo industrial a través de la protección arancelaria al empresario privado y del mantenimiento de un buen ritmo en el gasto gubernamental, sin modificar los mecanismos de distribución del ingreso, excepto por cierto control de precios sobre los artículos de consumo popular”.
No obstante, por su manejo de la política, para muchos, Ruiz Cortines alcanzó la estatura de un estadista. Su amor a México lo expresaba constantemente: “Una gran nación no se ha hecho jamás con sólo abnegaciones. La obra conjunta que requiere la República exige decisión, entereza, impulso creador y pasión por México”. Para inculcar esta pasión entre la población, usó la Hora Nacional para difundir hechos históricos y biografías de patriotas mexicanos dramatizados. Señala Krauze (ya citado): “Cuando terminaba el programa, los niños apagaban el radio soñándose nuevos Cuauhtémoc o Juárez”. Y para no poner nada por encima de esa “pasión por México”, llegó al extremo de pedir a su propio hijo Adolfo Ruiz Carrillo que saliera del país, dado que su manera de vivir no se ajustaba a lo tradicional, porque pensó que estorbaría el ejercicio pleno y sin tacha de su cargo.
Su honradez, modestia, magnanimidad y altitud de miras fueron palpables: “No siembro para mí, siembro para México… Lo importante no es tener poder, sino autoridad… Es tan fácil herir cuando se tiene el poder”…eran sus frases frecuentes. Por eso, trataba de curar las heridas infligidas por el gobierno a los diferentes grupos sociales, como cuando dio empleo en la construcción de la empresa Lázaro Cárdenas a los mineros de Nueva Rosita, despedidos durante el periodo alemanista; o como cuando aumentó entre el 10 y el 16% los salarios de los trabajadores y burócratas con motivo de la devaluación; o cuando otorgó un aumento a los maestros después de reprimir su huelga y sus manifestaciones y disolver el Movimiento Revolucionario del Magisterio. La misma actitud de compensar al afectado mostró cuando estimuló a los viejos generales revolucionarios desplazados para que organizaran el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana PARM, o cuando en 1958 concedió gratuitamente seis diputaciones federales al Partido Acción Nacional PAN.
Su prudencia, que le obligaba al examen cuidadoso y sereno de todos los asuntos provocó que sus detractores le apodaran “el estudiante”, porque nunca decidía de inmediato, escuchaba atentamente, pedía la documentación si la había y en lugar de dar una respuesta definitiva, señalaba que “estudiaría” el asunto y contestaría oportunamente.
A pesar de su carácter conservador, concedió asilo a Fidel Castro Ruz y no ejerció acciones contra los revolucionarios cubanos que prepararon su revolución desde el territorio nacional; tampoco impidió que desde Tuxpan se embarcaran hacia Cuba para intentar derrocar el gobierno dictatorial de Fulgencio Batista.
Sin embargo, nunca fue partidario de dejar a las bases populares que decidieran sobre los hombres para los cargos de elección popular. Sostenía que siempre se ve mejor desde arriba para escoger a los hombres y que una objetiva e imparcial auscultación daba siempre con el hombre adecuado. Para él: “Los gobernadores y los senadores son del presidente, los diputados federales son de los sectores; los diputados locales son de los gobernadores y los presidentes municipales son del pueblo”. Pero aun a ese pueblo había que impedirle que se equivocara.
Al dejar la presidencia, Ruiz Cortines se retiró a la vida privada y se dedicó a jugar dominó en el puerto de Veracruz. Cuando se le instaba a incursionar nuevamente en la política, expresaba: “Pertenezco a la augusta institución de los ex, quienes tienen como primer deber respetar al que es y evidenciar absoluta disciplina”. Pero el 8 de diciembre de 1961, el presidente López Mateos asignó trabajo a los siete expresidentes vivos en esa época. Ruiz Cortines escogió el cargo más modesto: delegado fiduciario de Nacional Financiera. Se negó a recibir un sueldo por sus servicios.
Después regresó a su casa sin lujos ubicada en el puerto de Veracruz. Vivía sólo, pero seguía jugando dominó con algunos de sus viejos amigos. Durante los últimos meses de su vida no salía de su casa, casi no recibía amigos y leía las Memorias de Adriano de Margarit Yourcenar, obsequio de Benito Coquet.
Poco antes de morir, entregó al notario Francisco Ramírez Gobea, su último escrito:
“Estoy cierto de que todos, absolutamente todos los mexicanos, principalmente los ciudadanos y los extranjeros que en México viven y muchos en forma espléndida, debemos por propia conveniencia contribuir, además de con los impuestos legales vigentes, con la cooperación que nos reclaman las necesidades de nuestros compatriotas, de acuerdo con las posibilidades de cada quien, pero teniendo en cuenta que el progreso de la colectividad es nuestro progreso. Nuestro México tiene inaplazable urgencia de resolver los problemas de los 45 millones de habitantes, cuya mayoría está aun carente de lo más indispensable, pese a los esfuerzos continuos y ascendentes de la revolución mexicana, cuya magnífica doctrina y brillantes realizaciones, la hacen ejemplar, principalmente en la finalidad de obtener la mayor y mejor justicia social para las mayoría en carencia”.
Falleció a las 21 horas del 3 de diciembre de 1973, de insuficiencia cardiaca causada por arteriosclerosis. Fue su último deseo que su casa pasara a ser colegio o habitación para estudiantes pobres.
Juan José Rodríguez Prats (El Poder Presidencial, Adolfo Ruiz Cortines) escribió acerca de su personalidad y de su obra: “Era de pensamiento conservador, pero creo instituciones revolucionarias; presumía de sencillo, pero gustaba de ocultarse en un halo de misterio; se decía de ideología liberal, pero no estimuló la vida política, ni impulso la división de poderes por creer que se incurría en su ineficiencia, ni alentó la vida democrática por dudar de sus resultados y considerarla ajena a la cultura política mexicana; fue un autodidacta, pero en todos los puestos que ocupó su desempeño fue manifiestamente satisfactorio; no fue maestro, pero algunos de los políticos formados por él se sintieron siempre sus discípulos; no fue practicante de religión alguna, pero su condición de supersticioso lo hizo esclavo de amuletos y prácticas atávicas; fue provinciano por excelencia, pero supo tener una visión del país en su conjunto; no se había entrenado inteligentemente en ninguna aula universitaria, pero poseía un pragmatismo vinculado con ideas muy claras, precisas y plenas de reflexión; tradicionalista en muchos de sus valores personales, pero no fue capaz de integrar una familia unida y solidaria; asimiló el espíritu autoritario del sistema, pero tuvo gran habilidad como conciliador; no alimentó pretensiones de liderazgo, pero supo hacer un gobierno con objetivos logrados y con promesas cumplidas, donde él aparecía como el que tomaba la iniciativa y el instrumento hasta lograr los efectos que tenía previstos”.
“Como presidente entendió que la efectividad de un gobierno se mide por el grado en que mejora los niveles de bienestar de su pueblo; objetivo que alcanzó durante su sexenio. Como político, enalteció la profesión, la ejerció con decoro, con dignidad, y dio muestras de calidad moral y madurez emocional en la forma que ejerció el poder; suprema prueba de responsabilidad de quienes asumen la vocación del servicio público. El poder no lo deslumbró; no alteró su equilibrio y prudencia para tomar decisiones. Su ponderado criterio prevaleció sobre los turbulentos momentos más difíciles de su gobierno, superando la tentación de los excesos y las posturas personalistas y arbitrarias. Desechó la demagogia por efímera y respetó a la nación por convicción y patriotismo”.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efeméride. Nacimiento 30 de diciembre de 1890. Muerte 3 de diciembre de 1973.
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