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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Moctezuma Xocoyotzin

Moctezuma Xocoyotzin
 
¿?-1520

 

Fue el octavo hijo de Axayácatl, emperador tenochca muerto en 1481, y sobrino de Ahuízotl. Su nombre, Moctezuma, significa “señor que se muestra enojado” o “el encolerizado”, en clara alusión al sol cuando es cubierto por las nubes; Xocoyotzin quiere decir “el más joven”, debido a que con anterioridad dos personajes habían llevado ese nombre: Moctezuma, uno de los caudillos que habían participado en la invasión del lago, y Moctezuma Ilhuicamina, “el que flecha el cielo”, quien había sido rey de los tenochcas algunas décadas atrás.

Fue educado en el Calmecac, escuela reservada para los hijos de la nobleza mexica; era agresivo, y adquirió grandes conocimientos de la religión tenochca por lo que a edad adulta llegó a ostentar al mismo tiempo el doble título de Tlacochcalcatl, alto rango militar, con el de Teotecuhtli, sumo sacerdote.

Según varias descripciones, Moctezuma era de tez oscura y estatura mediana, de cabello ondulado y nariz aguileña, de cuerpo bien proporcionado y delgado, de cabeza grande y con las ventanas de la nariz ligeramente aplastadas. Respecto a su carácter, Francisco Aguilar refiere que “era astuto, sagaz y prudente, sabio, experto, áspero en el hablar, muy determinado”; además, también era cortés y elocuente.

Al morir Ahuízotl en 1502, Moctezuma fue elegido rey por unos treinta señores, además de los reyes de Texcoco y de Tacuba. Desde ahí hizo una reorganización administrativa del imperio, en el que incluyó a muchos jóvenes como funcionarios, y reservó los principales cargos para la nobleza tenochca. Fue duro y despótico, lo que le permitió ampliar la zona de dominio militar y político y la influencia comercial del imperio, al que llevó al auge. Así, logró conquistar el Soconusco; someter a diversas ciudades que se encontraban en la región costera de lo que ahora es Veracruz; y reconstruir Tenochtitlán tras las inundaciones generadas bajo el reinado de Ahuízotl. También el arte mexica vivió una época de esplendor durante su reinado. Asimismo, construyó un templo en honor de los dioses de otras ciudades, además de que estableció la obligatoriedad de cultivar la tierra.

El joven Imperio Azteca (fundado en 1325) no hacia una guerra de exterminio de sus enemigos y sus ejércitos carecían de jerarquías y formaciones militares: en las batallas no se buscaba la muerte de los guerreros ni la destrucción de los pueblos, sino la captura de prisioneros para llevarlos al sacrificio a sus dioses. Aunque también tenían otro tipo de guerra para lograr la rendición de los pueblos y someterlos al vasallaje y al tributo. Tampoco ejercía una dominación total de las poblaciones conquistadas, sino que al ser derrotados estos pueblos se obligaban a pagar los tributos que les impusieran, de modo que podían conservar a sus gobernantes y mantener sus dioses y costumbres en tanto cumplieran con los tributos que se les asignaban. En contraste, la guerra para los españoles consistía en matar al mayor número de enemigos, el saqueo, la violación de mujeres, la destrucción de los poblados y el sometimiento o muerte de sus habitantes.

Por otra parte: “Los habitantes de Mesoamérica estaban acostumbrados al surgimiento y desaparición de los imperios, institución señera de su historia. Los olmecas dominaron un vasto espacio; Teotihuacan siguió y luego Tula. Todavía las leyendas del ascenso, florecimiento y caída de esos imperios estaban vivas en la memoria histórica y oral de los habitantes del Anahuac.

El asombro, desconcierto y consternación inicial de los habitantes del Anahuac nos parece totalmente comprensible […] En el encuentro inicial, los españoles tenían la ventaja de que su pasado reciente incluía intensos encuentros con "un otro" muy diferente a sí mismos. Primero, claro está, la prolongada presencia árabe con periodos de convivencia y guerra y las Cruzadas. Luego, la conquista de las Islas Canarias y sus habitantes… Los españoles tuvieron traductores, los indígenas, no. Los primeros comprendían a sus interlocutores mucho más precisamente que los segundos.

A partir de 1517 se sucedieron en cascada los encuentros directos (con los españoles), primero con los mayas, luego con los totonacas y por fin con los mexicas. […] La noticia de la presencia de los hombres barbados, de sus barcos y sus batallas en Yucatán se divulgó con rapidez entre los mexicas. Pero aquí fue recogida de manera muy distinta que en la península (de Yucatán). El monarca no llamó a las armas y los presagios sobre el fin del imperio circularon libremente […].

El fraccionamiento paralizante de la nobleza mexica duró exactamente de junio de 1519 a junio de 1520. Un año de vacilación que costó la destrucción de un imperio”. (Semo Enrique. La Conquista).

Se piensa que Moctezuma vivió todo su reinado apesadumbrado, sabiendo de la existencia de los españoles y de la amenaza de su gran superioridad tecnológica militar. Se supone que tuvo noticia de ellos desde que en uno de los viajes de Colón al continente justamente en 1502, una embarcación indígena hizo contacto con los exploradores. Se dice que tuvo noticia de la conquista de Cuba por los españoles. Asimismo, parece ser que una espada encontrada en un baúl entre los despojos de un naufragio español, pudo llegar a las manos de Moctezuma, quien así advirtió que su imperio podría estar por finalizar por la llegada estos seres tan extraños para él tanto como el cometa que surcaba el cielo, y por la creciente hostilidad contra los aztecas de los pueblos que les tributaban, todo lo cual dio una base objetiva a los augurios y mitos acerca del porvenir azteca, como el regreso de Quetzalcoatl en el año Ce Acatl (1519), justamente el año en que Cortés desembarcó en Veracruz.

A la llegada de los españoles existían en Mesoamérica civilizaciones complejas y refinadas, pero a pesar de la pluralidad de ciudades y culturas, y de las rencillas que las dividían, había cierta homogeneidad en sus rasgos fundamentales: agricultura del maíz, calendario ritual, juego de pelota, sacrificios humanos, mitos solares. Todas las sociedades mesoamericanas eran sumamente religiosas y el imperio Azteca era un estado teocrático-militar que exigía pesados tributos que provocaban el odio y el resentimiento de los pueblos sometidos a los aztecas, siempre en espera de una oportunidad de venganza en su contra, lo cual aprovecharía Cortés para encabezar una formidable rebelión indígena y erigirse en nuevo tlatoani.

"Las actitudes que adoptó cada nobleza autóctona hacia los conquistadores europeos, se pueden clasificar en tres vertientes: algunas de ellas, como los mayas, no los consideraron dioses sino extranjeros, dzules. Desde el principio los vieron como enemigos peligrosos y desalmados que podían ser vencidos y contra los cuales había que luchar denodadamente. Un segundo grupo vio en los españoles aliados poderosos contra un enemigo local ya intolerable: el imperio de los mexicas. Buscaron aliarse a ellos, transformándose en sujetos de una rebelión contra el poder imperial como los que sin duda hubo en el final de Teotihuacan, Tula y Azcapotzalco. Dos movimientos profundamente disímbolos, uno libertario contra el imperio y otro colonialista español, se fusionaron. El tercer caso es el de la nobleza mexica. Ya hacia noviembre de 1519, después de la alianza firmada con sangre entre los tlaxcaltecas y los españoles, la matanza de Cholula, ciudad de Quetzalcoatl (lo que negaba toda relación de los conquistadores con el Dios del mismo nombre) y la prisión de Moctezuma, vieron a los españoles claramente como enemigos brutales y enigmáticos que estaban forjando una alianza con muchos pueblos sometidos y otros difíciles de dominar, una alianza invencible contra ellos, pero durante un año fatídico oscilaron entre la negociación y la guerra. En el Anahuac, la mayoría de los pueblos se inclinó por la alianza con los españoles contra el enemigo común los mexicas”. (Semo, ya citado)

Moctezuma había mostrado valentía durante sus conquistas militares, pero también había sido supremo sacerdote, y como tal tenía una poderosa influencia religiosa; era muy supersticioso. Por esto es que empezó a inquietarse cuando comenzó a recibir información en 1518, de lo que ocurría en el mar del golfo, de los hombres blancos que llegaron en canoas grandes como casas. "Los motivos de alarma aumentaron. Por sus enviados a cobrar el tributo que asiduamente le pagaba el reino totonaco de Cempoala, Moctezuma supo de la alianza establecida entre aquellos y los españoles. Este hecho sí era una verdadera amenaza al imperio tenochca, considerablemente mayor que la sola presencia de un puñado de visitantes extranjeros. Si Cempoala se aliaba con ellos desataría una reacción en cadena de todos los pueblos sometidos por México-Tenochtitlan. La preocupación de Moctezuma estaba bien fundada. Eso fue lo que ocurrió a continuación...Uno tras otro, los reinos sometidos por Tenochtitlan, después aliados de los españoles, conformarían un ejército invencible. De hecho, Tetzcoco, miembro de la Triple Alianza que el tlatoani lideraba, también terminó aliándose con Cortés en la batalla final. A Cempoala le siguió Tlaxcala, la gran fortaleza enemiga que nunca se sometió. Después de Tlaxcala, Cholula, doblegada a sangre y fuego. A continuación, todos los reinos en la ruta española del Golfo hacia la meseta central. El proceso de las alianzas duró tres meses". (Barjau Luis. Moctezuma. El enigma de su rendición).

Paralelamente, Moctezuma interpretó diversos hechos como presagios de que Quetzalcóatl regresaba a tomar posesión de su reino. Otras veces lo leyó como el fin del imperio mexica, lo que le aseguraron varios brujos, a los que les costó la vida.

Pero Moctezuma no era un déspota que podía actuar solo e imponer sus caprichos. Estaba acotado por un consejo de notables integrado por no menos de veinte miembros. “Sus vacilaciones fueron sin duda expresión también del estado de ánimo de la mayoría de una clase dominante: los pipiltin. El poder del tlatoani no era omnímodo, junto a él había grupos de nobles influyentes que constituían un conjunto de notables […]” El poder de los tlatoque no era monolítico, debían tomar en cuenta las luchas de facciones y cuidar su popularidad con los macehualtin. [Además] Era claro que Moctezuma no tenía idea de la ambición de poder y gloria que motivaban a Cortés e intentó tratarlo como a un simple rescatador a quien se podía sobornar o bien fue presa de un momento de wishfull thinking.

Sin embargo, no toda la nobleza del Anahuac veía en los conquistadores dioses. Xicotencatl el joven de Tlaxcala, Cuitlahuac, Cuauhternoc, Cacama y probablemente muchos jóvenes guerreros, veían en Cortés y sus huestes una banda de criminales y forajidos que debía resistirse y vencer a todo precio. En eso coincidían con los mayas y los chichimecas, que tampoco vieron en los conquistadores seres sobrenaturales”. (Semo, ya citado).

Tampoco Moctezuma contaba con el apoyo decidido de los macehualtin porque había concentrado y aumentado los privilegios de la nobleza que lo rodeaba y disminuido las posibilidades de ascenso social que antes habían existido para quienes nacían en los estratos más bajos de la sociedad azteca. “Se acentuaron las diferencias sociales por medio de leyes que exigían a todos vivir según su estatus. Se establecieron diferencias rígidas entre monarca y nobles, entre nobles y funcionarios y entre éstos y el pueblo. Se dictaron reglas sobre la diferencia en el vestir y en la forma de dirigirse de inferiores a superiores. La gente ordinaria no podía vestir algodón, sino ropa de fibra, ni portar sandalias en presencia de los nobles, ni construir casas de dos pisos… todos los sacerdotes debían provenir de la nobleza más alta y los calmecac debían cerrar sus puertas a los comunes. También Moctezuma aumentó considerablemente los tributos, lo que probablemente irritó a un pueblo que hacía siglo y medio, había sido igualitario”. (Semo, ya citado)

Por otro lado, escribe Enrique Semo, ya citado: “Durante el reinado de Moctezuma los pochtecas (comerciantes) aumentaron considerablemente su riqueza, causando muchos celos entre los guerreros y la nobleza. La opulencia y ostentación de los mercaderes mortificaba a los guerreros quienes arriesgaban su vida repetidamente para obtener prestigio e ingresos y juzgaban que sus rivales obtenían más que ellos, arriesgando menos. La tensión interna entre las clases sociales, el crecimiento de las desigualdades, el conflicto entre guerreros y comerciantes, caracterizan el periodo de Moctezuma. (Y en lo externo) Los calpixques (cobradores de tributo mexicas) cometían arbitrariedades sin fin y eran profundamente te odiados. Las frecuentes violaciones de las mujeres e hijas de los macehualtin y el aumento del número anual de víctimas para los sacrificios, creaba una relación conflictiva directa entre nobleza mexica y campesinos de todos los pueblos sujetos a su dominio… Los más beneficiados por el sistema imperial eran los nobles y los sacerdotes de las tres ciudades dominantes: Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. Las quejas de las ciudades tributarias contra los mexicas se multiplicaban […] El levantamiento generalizado de los pueblos del Centro contra los mexicas no debe asombrarnos. No responde tanto a las iniciativas de Cortés, sino a las condiciones existentes a la hora de su llegada. Es una continuidad de la historia prehispánica que tarde o temprano habría explotado con o sin Cortés. Antes que los mexica, los imperios de Tula y Teotihuacan habían caído de la misma manera, desembocando en periodos de dispersión y caos”.

Existiera o no el mito del regreso de Quetzalcóatl, que algunos historiadores ponen en duda, lo cierto es que para el rey tenochca la llegada de Cortés significaba el cumplimiento de los negros augurios. El imperio azteca era muy vasto pero extremadamente frágil y en las últimas décadas las rebeliones eran cada vez más frecuentes y muchas ciudades, alianzas y federaciones nunca pudieron ser sometidas. Por eso “no llama a las armas ese pueblo esforzado para que detenga al invasor extranjero, sino que, con pusilanimidad mujeril, se limita a pedir la salvación a los dioses” (ordena) que se juntasen todos los encantadores y nigromantes, y que […] fuesen a hacer el primer acometido y empleasen todo su poder para hacer mal, impedir y espantar a los españoles." (Sahagún. Relación de la conquista de esta Nueva España…). Al resultar inútiles los hechizos para ahuyentarlos, envió a embajadores a entrevistarse con el conquistador español para entregarle diversos y ricos obsequios y a conminarlo a no adentrarse hacia México Tenochtitlan. Sin embargo, provocó el efecto contrario, pues Cortés, al ver la riqueza del imperio azteca, decidió avanzar, logrando que en su trayecto se le unieran varios pueblos sojuzgados por los mexicas, para los cuales la llegada de los peninsulares era una liberación.

Enrique Semo, ya citado, señala respecto a esa actitud de Moctezuma: “Sus vacilaciones eran expresión de la posición de la nobleza, clase experimentada, ilustrada y carente de escrúpulos, que sopesaba con angustia las dos alternativas: pelear con el invasor arriesgando la existencia de Tenochtitlan o renunciar a la preeminencia imperial y negociar con él, una decisión que muchos otros tlatoque habían tenido que tomar. Moctezuma, fiel a su papel como lo había sido durante los 17 años de su reinado, se planteaba, ¿qué sería mejor para la nobleza y el pueblo mexica, la guerra o el vasallaje negociado? General experimentado, se daba cuenta de que los españoles eran militar e institucionalmente más poderosos que los mexicas y que la derrota era muy posible y podía ser muy costosa. Además, deseaba con todas sus fuerzas que esta terrible decisión para un Huey Tlatoani, no tuviera que hacerla él, sino algún gobernante posterior. De ahí su angustia personal y los constantes intentos de retrasar la llegada del conquistador y la decisión, incluso una vez así lo dijo. En ese sentido sus vacilaciones no fueron mayores que las de otros tlatoque del Anahuac. El calzonzin de Michoacan conoció las mismas angustias y acabó por decidir no enfrentarse a los españoles”.

"Sin embargo, hay una explicación central de la decisión de Moctezuma que muchas veces se olvida. Para entonces ya sabía que en general los españoles ganaban sus batallas. Incluso si hubiera convocado y armado hasta al último guerrero del valle y logrado cercar y aniquilar a los españoles por la simple superioridad numérica, él mismo hubiera quedado deshecho en el terreno político. Las bajas hubieran sido enormes, sin comparación con nada que nadie hubiera visto antes y eso en la puerta de su propia casa. Los pueblos del centro del imperio aceptaban la arrogancia de sus vecinos mexicas a cambio de la paz y del privilegio de vivir cerca del poder. Así pues, si los mexicas no podían obtener una pronta victoria en los alrededores inmediatos de su capital, estaban perdidos. Si el ejército del emperador no estaba seguro de vencer rápida y fácilmente aquí -y por sus espías y generales Moctezuma sabía a ciencia cierta que no podía estarlo-, entonces no podía dar batalla". (Townsend Camilla. Malintzin).

En este contexto, el 1º de noviembre de 1519 continuó Cortés su avance. “Entre tanto se había reunido en México-Tenochtitlan una junta de gobernantes y dignatarios civiles y militares de la Federación; y en ella, pese a la oposición de algunos prominentes señores, en particular la de Cuitláhuac, se acordó permitir a Cortés y sus tropas la entrada en su gran ciudad. Cuitláhuac había aconsejado a su hermano Moctecuhzoma que no admitiera la visita de los extranjeros a México, pues peligraría la ciudad y sus dominios con la intromisión de los invasores: ‘Plegue (o pliegue) a nuestros dioses que no metáis en vuestra casa a quien os eche de ella y os quite el reino’ habíale dicho con palabras proféticas. Más una vez aceptada la presencia de los extraños en México, nada se intentó para impedirla. Además, Moctezuma, como Tlatoani, no era “un monarca absolutista y despótico, sino un gobernante que se sometía a las decisiones generales de sus consejos o conjuntos de autoridades [...]” (De León Toral Jesús. El Ejército Mexicano).

El 3 de noviembre siguiente, en Amaquemécan, Cortés recibió regalos del señor del lugar; los señores de Tlamanalco y de Chalco se aliaron a Cortés y les ofreció su protección. El 5 de noviembre, pasó por Tlalmanalco, luego por Ayotzinco y Chalco. El 6 de noviembre Cacama, enviado de Moteczuma, dijo a Cortés que lo esperaba en Tenochtitlan, aunque le aconsejaba que no fuese. Cortés continuó hasta llegar a la orilla del lago de Texcoco y de ahí a Itztapalápan, donde fueron recibidos por Cuitlahuac.

Al día siguiente, Moctezuma acepta recibir a Cortés. Y el 8 de noviembre de 1519, cuatrocientos españoles y siete mil aliados llegan por la calzada de Itztapalápan, y en el Cihuateocalli o templo de la diosa Toci, se reúnen Cortés y Moctezuma.

La entrada de Cortés con sus nuevos aliados indígenas a Tenochtitlan, terminó por convencer a Moctezuma que el conquistador era una temible amenaza para su imperio, si no es que un verdadero enviado de Quetzalcóatl. Lo cual se lo hizo saber el emperador a Cortés (como lo expresó en su Segunda Carta de Relación) a su llegada: “Oh, señor nuestro, seáis muy bienvenido: habéis llegado a vuestra tierra, a vuestro pueblo, a vuestra casa. Habéis venido a sentaros en vuestro trono y en vuestra silla, todo lo que yo en vuestro nombre he poseído [...] Aquí está vuestra casa y vuestros palacios.”

A continuación ordenó que todos los nobles aztecas rindieran pública pleitesía a Cortés, quien a su vez trató de convertirlos a su religión. Siempre dudando de la verdadera identidad de Cortés, Moctezuma trató de convencerlo de que no valía la pena conquistar Tenochtitlan, ya que no poseía tesoros ni grandeza y para demostrar su humildad se desnudó públicamente:

“Sé que os han dicho que yo tenía las casas con paredes de oro, y que las esteras de mis estrados y otras cosas de mi servicio eran asimismo de oro, y que yo que era y me hacía dios. Las casas ya las veis que son de piedra, cal y arena [...] A mí vedme aquí que soy de carne y hueso como vos y como cada uno, y que soy mortal y palpable.”

Al mostrarse así también ante los suyos, que lo tenían por una deidad, sus propios súbditos terminaron por perderle el respeto que hasta entonces le habían tenido y empezaron a indignarse ante tanta vejación a la que Moctezuma se sometía mansamente, al grado de permitir que se levantara una cruz sobre el Templo Mayor.

“Después del encuentro con Cortés, Moctezuma los aceptó como huéspedes en la ciudad y les proporcionó el hermoso y amplio palacio de Axayacatl como alojamiento. Esta posición no es tan descabellada, cobarde o pusilánime, como a veces se ha querido presentar, ya que dentro de Tenochtitlan los españoles eran más vulnerables, como se demostró más tarde. El miedo y el sentido de inferioridad hacia las espadas, las lanzas y las armaduras de acero, las armas de fuego, los barcos de vela, los caballos y los mastines, así como a las formaciones estilo tercios ya habían sido conocidas. La verdad es que los conquistadores europeos contaban con ventajas que los indígenas jamás habían visto ni imaginado. El miedo a lo desconocido, la suma de los inimaginables, causaba al principio, evidentemente, sorpresa y temor. No era la actitud del salvaje frente a la civilización, sino el choque entre dos civilizaciones militaristas de muy diferente nivel”. (Semo, ya citado)

Después de algunos días durante los cuales los españoles pasearon admirados por la magnífica capital de los aztecas, Cuauhpopoca, un cacique de la costa del después golfo de México (Nautla), envió a Moctezuma la cabeza de un español, lo que constituyó una irrefutable evidencia de que los peninsulares no eran semidioses (“teules”). Ante el grave peligro que esto significaba, Cortés, en una audaz jugada, tomó preso a Moctezuma en su propio palacio con el pretexto de que se había asesinado a españoles y para reclamar justicia lo tomaba como rehén. Moctezuma se opuso: “A mí no me hagáis esta afrenta. ¿Qué dirán mis principales si me viesen llevar preso?” Pero acabó por aceptar hasta los grilletes que como castigo simbólico le impusieron a él mismo y algunos de sus familiares y nobles aztecas como Cuitláhuac.

A continuación, Cortés obligó a todos a jurar fidelidad al emperador Carlos V y los condujo al edificio en donde los españoles habían improvisado su cuartel para que ahí vivieran en prisión. Ante tal atrevimiento y las abundantes lágrimas derramadas por Moctezuma, los demás nobles y jefes militares aztecas presentes sólo manifestaron gran tristeza, y espantados por lo que habían visto, simplemente se retiraron a sus casas.

Cortes registra las palabras de Moctezuma dirigidas a sus súbditos: “Hermanos y amigos míos, ya sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y abuelos habéis sido y sois súbditos y vasallos de mis antecesores y míos y siempre de ellos y de mí habéis sido muy bien tratados y honrados y vosotros asimismo habéis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados a sus naturales señores y también creo que de vuestros antecesores tenéis memoria cómo nosotros no somos naturales de esta tierra y que vinieron a ella de muy lejos tierra y los trajo un señor que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran. El cual volvió dende ha mucho tiempo y halló que nuestros abuelos estaba ya poblados y asentados en esta tierra y casados con las mujeres de esta tierra y tenían mucha multiplicación de hijos, por manera que no quisieron volverse con él ni menos lo quisieron recibir por señor de la tierra y él se volvió y dejó dicho que tornaría […] tengo por acierto y así lo debéis vosotros tener, que aqueste es el señor que esperábamos […]que así como hasta aquí a mí me habéis tenido y obedecido por señor vuestro, de aquí en adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey […] Lo cual todo lo dijo llorando con las mayores lágrimas y suspiros que un hombre podía manifestar y asimismo todos aquellos señores que le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran rato no le pudieron responder […] Y después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenían por su señor y habían prometido de hacer todo lo que les mandase […] Lo cual todo pasó ante un escribano público y lo asentó por auto en forma y yo lo pedí así por testimonio en presencia de muchos españoles”. (Segunda Carta de Relación).

“Las razones que tuvo Moctezuma para actuar como lo hizo no son diferentes a las que animaron a otros gobernantes y otras élites de Mesoamérica. Sin embargo, es indudable que, durante las vacilaciones de un año, Moctezuma perdió toda su legitimidad y prestigio, mientras que Cortés acrecentaba infinitamente los suyos. Las batallas ganadas y después la alianza con Tlaxcala fueron factores decisivos en la balanza del poder simbólico. El 23 de septiembre de 1519 el equilibrio comenzaba a inclinarse en favor de Cortés, pero cuando el 14 de noviembre secuestra a Moctezuma, el cambio se hizo decisivo. (Sin embargo) Sólo el cautiverio de Moctezuma hizo crecer lentamente el partido de la confrontación armada. Desde la prisión de éste, varios nobles le preguntaron si debían luchar por su libertad, recibiendo una respuesta negativa”. (Semo, ya citado).

Bernal Díaz del Castillo (Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España) escribirá años más tarde: ¿Qué hombres ha habido en el mundo que osasen entrar cuatrocientos y cincuenta soldados, y aun no llegamos a ellos, en una tan fuerte ciudad como México, que es mayor que Venecia, estando apartados de nuestra Castilla [...] y prender a un tan gran señor?

Octavio Paz se preguntará siglos después: “¿Por qué cede Moctezuma? ¿Por qué se siente extrañamente fascinado por los españoles y experimenta ante ellos un vértigo que no es exagerado llamar sagrado –el vértigo lúcido del suicida ante el abismo? Los dioses lo han abandonado. La gran traición con que comienza la historia de México no es la de los tlaxcaltecas, ni la de Moctezuma y su grupo, sino la de los dioses. Ningún otro pueblo se ha sentido tan totalmente desamparado como se sintió la nación azteca ante los avisos, profecías y signos que anunciaron su caída […] La llegada de los españoles fue interpretada por Moctezuma –al menos al principio- no tanto como un peligro ‘exterior’ sino como el acabamiento interno de una era cósmica y el principio de otra. Los dioses se van porque su tiempo se ha acabado; pero regresa otro tiempo, y con él, otros dioses, otra era”.

Así, durante unos seis meses, la vida indígena continuó sin alteración notable en una especie de cogobierno azteca y español. Se cuenta que Cortés y Moctezuma convivieron en armonía e inclusive salieron de caza en franca camaradería

Cortés procedió a derrumbar los ídolos de los templos y mandó aprehender a muchos nobles y jefes militares aztecas en prevención de que encabezaran una revuelta. Para asegurar la lealtad de su gente, el conquistador repartió las riquezas que se hallaban en el palacio de Axcayácatl y el tesoro personal que le dio el propio Moctezuma para calmar su ambición. Obviamente, los objetos considerados por los aztecas como tesoros no sólo eran de oro, sino comprendían una amplia variedad de materiales: desde las plumas, las más diversas piedras, las conchas, las maderas y hasta las pieles; el oro no era tan apreciado y atesorado como en Europa.

En esos días llegó la noticia del desembarco en la Vera Cruz de Pánfilo de Narváez, que enviado por Diego de Velázquez, gobernador de Cuba, para someter a Cortés traía más efectivos que los que disponía el conquistador. La llegada de este nuevo grupo de españoles trató de ser aprovechada por Moctezuma, quien mediante sus representantes intentó sin éxito establecer alianzas con otros pueblos en contra de Cortés; al parecer este fue su único acto de verdadera resistencia. A pesar de su superioridad numérica, Narváez fue derrotado en un ataque sorpresa, cuando ya la mayoría de sus soldados habían sido comprados o convencidos de pasarse al lado de Cortés con la ilusión de grandes riquezas.

Tras partir Cortés a combatir a Pánfilo de Narváez, Pedro de Alvarado, Tonatiuh (llamado así “Dios dorado” por su pelo rojo), encargado del mando en Tenochtitlan, sus soldados y sus vengativos aliados indígenas hicieron una gran matanza de nobles y guerreros mexicas en el Templo Mayor, lo que levantó al pueblo al grado que el mismo Alvarado resultó herido por una pedrada. Al tener noticia Moctezuma de la matanza rogó a sus guardias que le dieran muerte inmediata, ya que su pueblo pensaría que lo había traicionado y que era cómplice de estos hechos crueles y sangrientos.

Los aztecas rebeldes sitiaron el cuartel en que se encontraban los españoles junto con Moctezuma y demás rehenes aztecas, cerraron los tianguis para impedir a los españoles el abasto de alimentos y quemaron los bergantines que podrían introducir alimentos para los conquistadores. Para entonces, ya pocos creían que los españoles eran semidioses enviados por Quetzalcóatl y la población entera de la capital azteca, se preparaba para expulsar a los conquistadores. También ya la mayoría estaba consciente de la actitud cobarde de Moctezuma ante los españoles, se avergonzaba de su conducta y lo consideraba un traidor a su pueblo.

A su regreso, Cortés pudo ingresar al cuartel asediado y enfrentó el levantamiento, para lo que contó nuevamente, con la ayuda de Moctezuma, quien logró que se liberara a su hermano Cuitláhuac para que ordenara abrir los tianguis, pero en realidad, para que, en un muy tardío intento del emperador azteca, encabezara la resistencia contra los españoles ya como su sucesor. Cortés accedió a la propuesta de Moctezuma porque pensó que con mantener en su poder a éste y a sus hijos, se impediría como en Europa que pudiera darse una sucesión legítima.

En esta situación desesperada, Cortés trató todavía de usar la supuesta autoridad de Moctezuma para calmar los ánimos y hacer que los sublevados retiraran el cerco que habían establecido alrededor de su cuartel. Pero el emperador azteca, ya teniendo noticia de que su pueblo había designado como su sucesor a su hermano Cuitláhuac, respondió al conquistador.

“¿Qué quiere ya de mí Malinche, que yo no deseo vivir ni oírle, pues en tal estado por su causa mi ventura me ha traído?”

No obstante, de nueva cuenta fue persuadido por Cortés e intentó apaciguar los ánimos dirigiendo un discurso a su pueblo en el cual pedía sumisión a los conquistadores.

Según Bernal Díaz del Castillo (dijo Moctezuma): "Yo tengo creído que no aprovecharé cosa ninguna para que cese la guerra, porque ya tienen alzado otro señor y se han propuesto no dejaros salir de aquí con vida; y así creo que todos vosotros habéis de morir. Montezuma se puso a un pretil de una azotea con muchos de nuestros soldados que le guardaban, y les comenzó a hablar con palabras muy amorosas que dejasen la guerra y que iríamos de México. Muchos principales y capitanes mexicanos bien le conocieron, y luego mandaron que callasen sus gentes y no tirasen varas, piedras ni flechas. Cuatro de ellos se llegaron en parte que Montezuma les podía hablar, y ellos a él, y llorando le dijeron: ¡Oh, señor y nuestro gran señor, y cómo nos pesa de todo vuestro mal y daño y de vuestros hijos y parientes! Hacémoos saber que ya hemos levantado a un pariente vuestro por señor". Allí le nombró, que se decía Cuitláhuac, señor de Iztapalapa. Y no hubieron bien acabado el razonamiento, cuando en aquella sazón tiran tanta piedra, y vara, que los nuestros le arrodelaban, y como vieron que entretanto que hablaba con ellos, no daban guerra, se descuidaron un momento del rodelar, y le dieron tres pedradas, é un flechazo, una en la cabeza, y otra en un brazo, y otra en una pierna; y puesto que le rogaban que se curase, y comiese, y le decían sobre ello buenas palabras, no quiso; antes cuando no nos catamos, vinieron á decir que era muerto".

El propio Cortés describe una versión similar en su Segunda Carta de Relación: “Y el dicho Muteczuma […] dijo que le sacasen a las azoteas de la fortaleza, y que él hablaría a los capitanes de aquella gente, y les haría que cesase la guerra. E yo lo hice sacar, y en llegando a un pretil que salía fuera de la fortaleza, queriendo hablar a la gente que por allí combatía, le dieron una pedrada los suyos en la cabeza, tan grande, que de allí a tres días murió; e yo le fice sacar así muerto a dos indios de los que estaban presos, e a cuestas lo llevaron a la gente, y no sé lo que dél se hicieron” […] Unos atribuyen a Cuauhtémoc el inicio de esa agresión que conduciría a la muerte a Moctezuma.

Sin embargo, existen otras versiones de la muerte de Moctezuma, como la de Sahagún que señala que en cuanto cundió la rebelión popular se mandó dar garrote al emperador y a otros señores indígenas. Por otra parte, en el Códice Ramírez se asienta que los propios españoles lo mataron a puñaladas. Lo mismo escribió Alvarado Tezozómoc en su Crónica Mexicáyotl y se registra en las Relaciones de Chalco-Amaquemecan de Chimalpahin. Todo lo cual puede acercarse más a la realidad, dado el pragmatismo de Cortés, para quien Moctezuma, al ser depuesto, ya sólo significaba una carga.


           

Aunque, de acuerdo con Bernal Díaz del Castillo: "Cortés lloró por él, y todos nuestros capitanes y soldados, y hombres hubo entre nosotros, de los que le conocíamos y tratábamos, de que fue tan llorado como si fuese nuestro padre, y no nos hemos de maravillar de ello viendo que tan bueno era".

La muerte de Moctezuma el 29 de junio de 1520, marcó el principio de la resistencia azteca que culminó con la derrota de su imperio y el inicio de la etapa colonial de lo que tres siglos después formará la nueva nación mexicana.

Concluye José Antonio Crespo (Contra la historia oficial): “Moctezuma se ganó en nuestra historia la imagen de la cobardía y la claudicación frente al extranjero. El pobre monarca padeció la íntima convicción de que trataba con dioses, no con mortales, y en particular creyó inevitable el vaticinio según el cual Quetzalcóatl, el dios blanco, regresaría a recobrar sus dominios castigando al triste emperador. Si Moctezuma representa la cobardía en nuestra simbología histórica, la Malinche encarna la traición. Juntos forman la dualidad que, al menos míticamente, explican la derrota del poderoso y tiránico imperio de Mesoamérica a manos de un puñado de aventureros venidos de ultramar.”

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.