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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Gómez Morín Manuel

1897-1972

Nació el 27 de febrero de 1897, en la región minera de Batopilas, Chihuahua; hijo de Manuel Gómez Castillo (español) y Concepción Morín del Avellano (hija de un inmigrante francés). Su ascendencia española, conforme a las leyes mexicanas de la época, limitaría significativamente sus futuras actividades políticas. Antes de cumplir un año de edad, perdió a su padre, tras cuya muerte su madre lo llevó consigo a Parral en donde estudió en el Colegio Progreso (protestante) y luego a la ciudad de Chihuahua, en donde continuó sus estudios en el Colegio Palmore (también protestante).

Posteriormente, en 1906, la familia se trasladó a León, Guanajuato. Ahí terminó la primaria en el Colegio del Sagrado Corazón de León; inició sus estudios de preparatoria en el Instituto María Inmaculada de León; la familia nuevamente cambió de domicilio, estableciéndose esta vez en la ciudad de México, en la que concluyó su bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria en 1915. Tuvo como maestros, entre otros, a Ezequiel Chávez, Manuel Toussaint y Antonio Caso. Ahí formó parte de la llamada “generación de 1915” o de los “Siete sabios”, junto a Vicente Lombardo Toledano, Teófilo Olea y Leyva, Alberto Vázquez del Mercado, Antonio Castro Leal, Alfonso Caso y Jesús Moreno Baca, quienes formaron una muy activa Sociedad de Conferencias y Conciertos.

Su carrera profesional la realizó en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional y en 1917, asistió a la jura de la nueva Constitución al lado de Vicente Lombardo Toledano, ambos representantes de esa escuela en ese acto.

Al mismo tiempo que desarrolló su vida estudiantil, también realizó otros trabajos: fue escribiente en un juzgado, profesor de la Universidad Popular y empleado de la Secretaría de Fomento, además de corrector de pruebas en El Demócrata y en La Vanguardia, e iniciar actividades periodísticas en El Heraldo de México, dirigido por el general Salvador Alvaradoy en El Universal, a veces con el pseudónimo de Manuel Castillo.

Tras recibirse como abogado el 18 de enero de 1919 con la tesis “Ensayo Crítico a la escuela liberal en el derecho y en la política”, abrió un despacho  con Miguel Alessio Robles y fue nombrado secretario de la Escuela Nacional de Jurisprudencia y profesor de Derecho Administrativo y Teoría del Estado. Ese mismo año trabajó en la Secretaría de Hacienda y después de la caída de Carranza, en 1920, fue secretario particular de Salvador Alvarado, secretario de Hacienda del presidente Obregón y colaboró en la revista México Moderno. De ahí pasó, en 1921, a laborar en la Agencia Financiera del gobierno mexicano en Nueva York, en la que se intentó negociar la deuda externa mexicana; ahí realizó estudios de economía en la Universidad de Columbia.

En el gobierno de Álvaro Obregón fue designado oficial mayor de la Secretaría de Hacienda; poco tiempo después, a los 24 años ascendió al cargo de subsecretario de esa dependencia gubernamental, bajo las órdenes de Adolfo de la Huerta. Ahí desarrolló una intensa actividad: participó en la desincautación de los bancos intervenidos desde tiempos revolucionarios; proyectó una serie de medidas para dar orden al régimen fiscal del país de las cuales surgiría el impuesto sobre la renta.

En 1922 regresó a la Universidad, en la que desempeñó el cargo de director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia a partir del 19 de mayo. Realizó la primera reforma sustancial en el plan de estudios; estableció las bases para las carreras de Licenciado y Doctorado en Economía y para algunas especialidades como Juez, Secretario de Sociedades, Trabajador Social, Organizador, Funcionario de Cooperativas y Actuario; elevó el número de horas de clases impartidas; creó nuevos sistemas para apreciar el aprovechamiento de los alumnos; enriqueció la planta de profesores; realizó cursillos y conferencias con destacadas personalidades; reformó y amplió la biblioteca; y en general, “logró inyectar al decrépito organismo vida y alegría”. Así, la antigua escuela fue elevada por primera vez a Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. El 11 de enero de 1925 dejó el cargo, tras una brillante gestión. Un año antes contrajo matrimonio con Lidia Torres Fuentes, con quien tuvo cuatro hijos: Juan Manuel, Gabriela, Mauricio y Margarita.

Con la llegada a la presidencia de Plutarco Elías Calles volvió a la Secretaría de Hacienda, como asesor de Alberto Pani, donde pronto se convirtió en un pilar de proyectos fundamentales para la reconstrucción económica del país: diseñó el impuesto sobre la renta, organizó la primera Convención Nacional Fiscal, fue el autor de la legislación que dio vida al Banco de México y de la primera reforma de las instituciones de crédito, además de la creación del Banco de Crédito Agrícola.

En 1927, escribió un ensayo titulado “1915” en el que ensalzó los ideales de la revolución triunfante “porque la política colonial del porfirismo nos había hecho olvidar una verdad fundamental: existían México y los mexicanos...y el fracaso cabal del porfirismo en la política, en la economía y en el pensamiento justificaron e ilustraron el libre desarrollo de tendencias profundas que animaban el espíritu revolucionario” que fue una mezcla “sin discernimiento pero con un gran fuerza mística, de un incipiente socialismo sentimental, universal y humanitario con un nacionalismo hecho sólo de atisbos... una creencia religiosa en lo popular”. Propuso “organizar una ideología de la vida mexicana y de sus problemas, pero sin mistificaciones de oratoria y que resuelvan en la acción, no en la literatura, las graves contradicciones que se están viviendo”. Asimismo, expuso la necesidad de tecnificar al gobierno mediante una técnica que “no quiere decir ciencia pero la supone y la subordina a un criterio moral, a un ideal humano”, no un positivismo sino conocimiento cuantitativo. Así se podría ir avanzando poco a poco en el cambio revolucionario, que en este tiempo se centraba en la reforma agraria. Para finalizar, convocó a todos los revolucionarios a “darnos la mano sin reservas”, a encontrar coincidencias para lograr la unidad.

En su trabajo dentro del gobierno callista, también preparó un proyecto para la implantación del seguro social. Fue el primer presidente de la Junta Directiva del Banco de México, puesto al que renunció al parecer como protesta por los excesivos créditos otorgados a una empresa propiedad del general Calles. Después fue delegado ante la Liga de las Naciones y delegado Fiscal de la Liga de las Naciones en México.

A partir de entonces, se puso al servicio de los capitales más importantes de la iniciativa privada, entre otros: el Banco de Comercio, el Banco de Londres y México (del que fue accionista), Grupo Modelo, Puerto de Liverpool y Cerillos La Central.

En las elecciones presidenciales de 1929 apoyó a José Vasconcelos recaudando recursos para la campaña, sin embargo, no confiaba en el triunfo y escribió a Vasconcelos: “En resumen: ¿vale más lanzarse a una lucha que pueda llevar a los grupos contrarios al exterminio, para lograr el triunfo inmediato o perderlo todo, o vale más sacrificar el triunfo inmediato a la adquisición de una fuerza que solo puede venir de una organización bien orientada y con capacidad de vida? Personalmente creo en lo segundo y mi reciente experiencia me confirma en esa actitud”. Por eso, tras la derrota electoral, aconsejó la formación de una organización política que de manera permanente desarrollara sus actividades, pues de otro modo, la fuerza adquirida se desmorona “siempre que el triunfo se organice sobre la base de un hombre o sobre la igualmente precaria de un entusiasmo que fundamentalmente nazca de valores negativos”. Vasconcelos no siguió su consejo.

Tras la derrota electoral, salió del país durante algunos meses y en 1931 participó en las reformas que otorgaron al Banco de México funciones estrictamente de banco central: la regulación de la moneda y la regulación del crédito. Asimismo fue asesor del Secretario de Hacienda, Luís Montes de Oca, para quien redactó la Ley Monetaria y participó en la creación del Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas, cuyo consejo de administración presidió.

Desde su despacho profesional fue abogado consultor de la Embajada Rusa, de la francesa y de otras más. También siguió siendo profesor de derecho en la UNAM.   

En septiembre de 1933, cuando a raíz de una ponencia de Vicente Lombardo Toledano, director de la Preparatoria, aprobada por el Primer Congreso de Estudiantes Mexicanos, se desató la polémica acerca de si la educación socialista debía comprender o no la enseñanza universitaria, Gómez Morín salió en defensa de la libertad de cátedra y de la autonomía universitaria, y como protesta, junto con otros destacados juristas renunció a su cátedra universitaria. Fue entonces cuando se alió con los grupos católicos para defender la libertad de cátedra como bandera opuesta a la educación socialista, particularmente con la Unión Nacional de Estudiantes Católicos UNEC, cuyo impulso y apoyo también será muy relevante en la fundación del PAN, años más tarde.

Tras la violencia estudiantil y la represión policíaca desatada en las calles de la ciudad de México, así como la gran polémica acerca de si la UNAM debía tener una orientación socialista y la promulgación de una nueva Ley que ratificaba la autonomía, pero que de hecho suprimía el subsidio gubernamental, el 23 de octubre del mismo año de 1933, Gómez Morín fue nombrado rector provisional por una junta de profesores y alumnos. Aceptó el cargo bajo el lema de “austeridad y trabajo” y con un nulo o casi nulo aporte del gobierno federal a la institución, logró obtener recursos económicos a través de donativos y cuotas de los alumnos, así como de la generosa solidaridad de muchos profesores.  

En julio de 1934, el general Calles, jefe nato de la Revolución, y el general Cárdenas, presidente electo, hicieron declaraciones acerca de la importancia de implantar una educación de acuerdo con las necesidades populares para que el clero y los reaccionarios no se apoderaran de la conciencia de la juventud. Volvió la agitación por la posibilidad de que la educación socialista se extendiera a nivel universitario y el 30 de julio siguiente, el rector Gómez Morín declaró su oposición a que dominara en las aulas universitarias una sola corriente de pensamiento, oposición que fue respaldada por el Consejo Universitario. Sin embargo, el debate renació, la agitación estudiantil se extendió, la represión policíaca retornó y el 16 de octubre de 1934 la Escuela Superior de Comercio y Administración se declaró en huelga en contra de la educación socialista y dos días después la Facultad de Medicina también;  otras escuelas siguieron su ejemplo. A pesar de que el presidente Abelardo Rodríguez, ratificó públicamente su respeto a la autonomía universitaria y su rechazo a la represión policíaca, y de que ya había sido aprobada la educación socialista sin comprender el nivel universitario, la huelga se extendió. Entonces Gómez Morín desautorizó la huelga y ante la persistencia de la misma dimitió, pero su renuncia no fue aceptada; entonces convocó a un plebiscito para reanudar labores, el que ganó con el apoyo de la UNEC. De todos modos volvió a renunciar el 20 de octubre, pero el Consejo Universitario no lo aceptó y lo nombró “rector honoris causa”. Fue sustituido por el doctor Fernando Ocaranza. Para Soledad Loaeza, su retiro obedeció a que si bien llegó a rector por los católicos, estimó que ellos, en adelante, ya no le permitirían manejarse libremente. Sin embargo, a partir de su actividad como oposicionista desde la rectoría, adquirió la presencia pública nacional, que un lustro después, le permitió fundar el PAN.

En política Gómez Morín era un liberal opuesto al intervencionismo estatal: “todo aquello que los particulares no puedan hacer y sea indispensable, lo debe hacer el gobierno”, lo que lo llevo a enfrentarse al presidente Lázaro Cárdenas que basaba su política de desarrollo en la acción del Estado.

Escribe Mireya Cuéllar (Los panistas): “A lo largo de su vida mostró que tenía una visión secularizada de la política –fue ajeno a la guerra cristera, inclusive en esa época colaboró con el régimen- pero sus afinidades con el pensamiento católico en cuanto a la organización deseable de la sociedad y los valores, como el orden, la autoridad y las jerarquías naturales, allanaron el camino que le llevaría a establecer una alianza con esos grupos. En esos años se acercó a las propuestas de modernización conservadora de la época; admiró la dictadura del general Miguel Primo de Rivera en España y se adhirió a la hispanidad y a la defensa de la herencia colonial, cuando otro sector reivindicaba el pasado indígena.”

Esta misma visión secularizada de la política, la conservaría ya como dirigente del PAN. Alonso Lujambio (La Democracia Indispensable) cita una carta de Gómez Morín a Alfonso López Cerrato en 1940: “Por supuesto que al Partido pueden pertenecer todas las personas que honradamente estén de acuerdo con sus principios, independientemente de su condición religiosa. El Partido no es ni será jamás una organización confesional. Afirma solamente, al respecto, que el Estado no tiene ni puede tener dominio alguno sobre las conciencias ni puede ni debe imponer convicción religiosa alguna. Afirma, también, que es un elemento fundamental de la tradición patria la fe católica. La primera afirmación es un principio, la segunda es un hecho histórico, y ambas son innegables cualquiera que sea la profesión religiosa que se tenga... Para nosotros lo importante ha sido, y será, lograr que se acabe en México esa absurda posición que ha envenenado nuestra vida pública a partir de la Independencia: la de creer que toda convicción religiosa, y especialmente la católica, constituye una ‘capitis deminutio’. Hacer que cuanto se refiere a la convicción religiosa personal o pública sea abierta, normal. Que el que cree en Dios pueda decirlo y obrar en consecuencia. Que no se substraigan más los problemas nacionales a la consideración del pueblo mexicano, tras el falso biombo de persecuciones religiosas artificiales. Que no se haga más de este asunto un motivo de obscurecimiento de la vida pública de México”.

En 1936, Gómez Morín recibió el premio Peña y Peña de la Academia Mexicana de Legislación y Jurisprudencia, correspondiente a la española, y en 1937 fue condecorado con la Orden al Mérito de la República de Ecuador.

En esos años, el gobierno cardenista tuvo un fuerte enfrentamiento con el Grupo Monterrey al tratar de llevar a la práctica las políticas revolucionarias, lo mismo que con la Iglesia católica porque durante su periodo se implantó la educación socialista, de modo que casi para concluir el sexenio cardenista y en medio de la agitación política provocada por la sucesión presidencial, en 1938 Gómez Morín recibe la invitación de un grupo de universitarios, la mayoría antiguos miembros de la UNEC y tres exrectores, para encabezar la organización de un nuevo partido político.

 

A mediados del mes de septiembre del siguiente año, Gómez Morin fundó el Partido Acción Nacional, PAN, al que se integraron empresarios, intelectuales liberales, profesionistas y miembros de la clase media. Como era abogado de banqueros y empresarios, como los del Grupo Monterrey, recibió su apoyo en la creación del nuevo partido de oposición. Por su parte, la Iglesia también aportó su patrocinio. Además, se le unieron clases medias afectadas por la inflación creciente, así como agricultores temerosos de ser víctimas de las invasiones campesinas y de las expropiaciones cardenistas, por la inflación creciente, así como agricultores temerosos de ser víctimas de las invasiones campesinas y de las expropiaciones cardenistas.  

En su discurso de inauguración de la Asamblea Constitutiva, Gómez Morín  expresó: “Es tiempo ya de hablar de ‘Acción Nacional’, de sus orígenes, del desenvolvimiento que ha tenido hasta hacer posible y necesaria la reunión de esta Asamblea. Nació la idea de un grupo de jóvenes, de jóvenes en el umbral de la vida pública, puesto ante la encrucijada de caminos y de solicitaciones, de obstáculos y de repugnancias que siempre, pero más particularmente ahora, se presentan al que empieza a vivir...Con segura inspiración, esos jóvenes pensaron en la necesidad imperiosa de una acción conjunta para encontrar de nuevo el hilo conductor de la verdad y para dar valor a la acción que, si se limita al individuo, está normalmente condenada a la ineficacia, a la esterilidad, al desaliento. Y advirtieron entonces que por toda la República corre la misma inquietud y una angustia idéntica embarga todos los corazones; que es una misma necesidad de claridad, la que mueve con urgencia todas las voluntades. El país entero, después de un letargo apenas interrumpido  hace diez años, siente el despertar de la conciencia ciudadana, como la sintió en 1909, pero tal vez con más extensión y seguramente con más hondura, pues no en vano transcurrieron esos treinta años y nunca como ahora han sido graves los problemas de México”...

El nuevo partido se proponía defender la propiedad privada y los principios del catolicismo, especialmente de su doctrina social, e impulsar la democracia. Con posiciones ideológicas basadas en el pensamiento de Ortega y Gasset, Charles Maurras, y Henri Bergson, fundamentó su lucha contra el materialismo histórico. Asimismo, sus principios fueron inspirados en la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII. Los católicos se convirtieron así, en el enemigo organizado de la Constitución de 1917, del proyecto cardenista y en general de la clase política revolucionaria en el poder en ese entonces.

Escribe Carlos Arreola (El miedo a Gobernar) que Gómez Morín no aplicó entonces lo que había publicado y propuesto a Vasconcelos diez años antes: “En los textos de sus conferencias y otras intervenciones empleó un discurso opuesto a las ideas expresadas en su opúsculo 1915 y a los argumentos empleados para disuadir a Vasconcelos de lanzar su candidatura. Las circunstancias eran diferentes, pero más lo era el público al que se dirigía: en los años de la década de 1920, Gómez Morín buscaba reunir a la elite instruida de la Revolución y diez años después convocaba a viejos porfiristas, a políticos desplazados, a empresarios angustiados, y a católicos dolidos por la ‘persecución’.” Ya no condenó a Porfirio Díaz sino reconoció la paz y la evolución alcanzadas; consideró que la Revolución se había vuelto “sinónimo de subversión, de tiranía anárquica, de caótico y ruinoso desbarajuste". Tampoco convocó a “minorías excelentes”, sino a la población más amplia; ya no propuso profesionalizar la política ni la abstención electoral para no jugarse el albur en la primera elección, sino al contrario, convocó a participar en los comicios y apoyar la candidatura de Juan Andrew Almazán.

Aclara Lujambio que durante la Asamblea, la situación política era ambigua porque aun no estaba claro si el candidato presidencial del PRM sería Ávila Camacho  y si éste moderaría su cardenismo. Gómez Morín no quería que se apoyara un caudillo sin programa o de programa ambiguo, como el general Almazán, pero estaba atrapado en su propia estrategia, pues no podía convocar a la formación de un partido para que se abstuviera de la acción electoral concreta, pero tampoco creía que el gobierno garantizaría comicios libres e imparciales como había sido la experiencia de 1929, de la cual surgió la semilla de Acción Nacional. El dilema fue resuelto por la Comisión de Actividades Políticas, presidida por Fernando Ocaranza, que por unanimidad se decidió por la participación. Entonces, Gómez Morín propuso la candidatura de Efraín González Luna, pero finalmente reconoció la inclinación abrumadora de la asamblea en favor del apoyo a Juan Andrew Almazán, quien se convirtió en el primer candidato presidencial del PAN.  

Sin embargo, cuando empresarios y clérigos consideraron interrumpida la continuidad del cardenismo al nominarse al general Manuel Ávila Camacho candidato a la presidencia por el Partido de la Revolución Mexicana, PRM, Gómez Morín diluyó su almazanismo y restó importancia a la participación electoral: “Nuestro propósito no es el de ganar una elección, sino el de luchar por una verdadera transformación de México... Hay que dar la batalla sin otro interés, sin resentimientos y sin malicia, sin apetito y sin odio, sin otro compromiso que deliberar en la verdad, resolver en conciencia y acatar con lealtad la decisión a que lleguemos por los caminos que libremente hemos aceptado. No olvidemos que nuestro deber es permanente, no lucha de un día, sino brega de eternidad.”

Así, en las elecciones presidenciales de 1940, las primeras en las que participó, en palabras de Gómez Morín:…”Acción Nacional entró al lado de Almazán, pero en forma muy condicionada. Simplemente era el otro, el único candidato posible de oposición. Se dijo: Ya están postulados el candidato oficial y el general Almazán en su contra. No se divida la oposición. Muchos proponían que el Partido no tomara en esos momentos ninguna decisión sobre candidato; pero entonces no habría sido un partido, habría nacido como una academia más, como un centro de estudios sociales y políticos; una cosa que no era lo que nosotros queríamos. Nosotros considerábamos esencial crear un partido político actuante.”

Más tarde, declaró el propio Gómez Morín: “En 1938 ya había en México una situación intolerable: una amenaza inminente de pérdida de la libertad. Entonces empezamos a reunirnos aquí, en la ciudad de México, y en los Estados. Vimos un peligro muy grave: se lanzaba la candidatura de otro general, Almazán; sabíamos que Cárdenas nunca entregaría el poder a Almazán por la buena; que si Almazán llegaba al poder, sólo podría llegar por una revolución. Una revolución para volver a poner a otro general en el gobierno. Era imposible la continuación, cada vez más abajo, de ese sistema político. Entonces pensamos en la necesidad de revisar todo el problema político de México, porque en la base de ese problema está la falta de ciudadanía: no habíamos sido formados como ciudadanos; no teníamos antecedentes de ciudadanía”.

“No te engañes, el problema de México no es elegir a éste o a aquél, porque ninguno de ellos trae un mensaje de salvación. El problema es organizar una ciudadanía viril, capaz de hacerse valer en la vida de la nación, apta para hacerse respetar. Tanto se gobierna desde el poder como enfrente del poder, cuando hay un grupo ciudadano dispuesto a defender su convicción.”

Con la política de Unidad Nacional de Ávila Camacho, con las facilidades que les otorgó a los empresarios para aprovechar las oportunidades que abrió la Segunda Guerra Mundial y con el modus vivendi a que llegó con el arzobispo Luís María Martínez, así como con el paso a un segundo plano del general Cárdenas, los principales apoyos del PAN se fueron debilitando y Gómez Morín intentó también un acercamiento con el gobierno. El 14 de octubre de 1942 se entrevistó con el presidente y le entregó una propuesta de reforma electoral que transformaba el sistema de mayoría simple por otro de representación proporcional. Aunque esta propuesta no fue aceptada, la nueva ley electoral de 7 de enero de 1946, incluyó parte de su contenido y el PAN logró obtener el triunfo de cuatro diputados federales. También se dijo que Ávila Camacho lo invitó a incorporarse a su gobierno, pero que no aceptó.

Además de principal inspirador del PAN, Gómez Morín también fue su presidente toda una década (1939-1949) en la que “se definieron los valores clave del partido que informaron los principios de doctrina, su estructura y su identidad  colectiva. Su anticardenismo radical, su rechazo a la Revolución y al laicismo vinculó a sus militantes, pero segregó al partido de la sociedad y de la política, lo que explica, en parte, su escasa penetración y el reducido número de votos recibidos en las elecciones” (Arreola).

Gómez Morín pretendió dos veces, sin éxito, una diputación federal. En la primera fue candidato por el segundo distrito de Chihuahua y cuando se puso en duda su elegibilidad por ser hijo de español, sólo logró que se anulara la elección, nunca se convocó a elección extraordinaria y la curul quedó vacante. En la segunda, retiró su candidatura. “No ha habido limpieza porque no ha habido responsabilidad. Ni podrá haberla mientras sea el fraude o la violencia el camino de acceso al poder, mientras el puesto público, del más alto al más insignificante, se deba a la componenda política, o al cómplice, o al compadre, y no al pueblo, jamás habrá responsabilidad. Ése el problema actual de México.” Sin embargo, siguió firmemente los principios que dieron origen a su partido: “Conquistar una presidencia municipal o una curul no puede ser la política egoísta de Acción Nacional. Su anhelo supremo consiste en hacer civismo, en sacudir la apatía del pueblo para su propio bien”, expresó en la convención del 9 de febrero de 1948.

Gómez Morín nunca aceptó identificar al PAN con la doctrina social de la Iglesia Católica: “el partido no tiene carácter religioso alguno, ni pide a sus miembros declaraciones de fe, ni de sus convicciones religiosas”. Inclusive se mantuvo al margen de la Organización Demócrata Cristiana de América, por ser un movimiento internacional “claramente confesional”. En los principios de su doctrina, el PAN estableció: “El Estado no tiene ni puede tener dominio sobre las conciencias, ni proscribir ni tratar de imponer convicciones religiosas: Siempre que ha pretendido hacerlo quebranta la unidad y el vigor de la nación, subvierte el orden social y ataca la dignidad humana. La libertad religiosa, de convicción, de práctica y de enseñanza, debe ser real y plenamente garantizada en México y debe desaparecer de las leyes y de la actividad del Estado toda medida directa o indirectamente persecutoria. En ello están comprometidos la unidad y el derecho de los nacionales.” Pero en la práctica, desde su fundación y durante su dirigencia, el PAN formó una alianza permanente con los grupos de católicos; los sinarquistas, al igual que otras asociaciones católicas fueron una de sus organizaciones de base y nunca dejó de exigir la reforma a los artículos 3º y 130 de la Constitución. En su discurso de 2 de febrero de 1946 mostró su religiosidad: “Tal vez no ha habido en la historia una época más necesitada que la actual, del retorno al orden superior de subordinación de la materia al espíritu y de éste a la verdad, a la belleza y al bien, que no es sino otra forma de decir el santo nombre de Dios.”

Asimismo, Gómez Morín se declaraba en contra de gobiernos partidistas, del uso partidista de los recursos públicos y de la impunidad de los funcionarios: “Un partido, la mayoría ciudadana que él representa genuinamente, tiene el derecho de llevar sus programas y sus hombres al gobierno; pero ese mismo gobierno, en el momento de llegar a serlo, deja de ser partido para ser representante de la nación, no tiene derecho de utilizar los recursos del poder, que son de aquélla, para el sostenimiento del partido, ni tiene derecho de utilizar la estructura jurídica y administrativa para coaccionar voluntades en pro del partido, para perseguir y hostilizar adversarios ni, por supuesto y mucho menos, para encubrir delitos y garantizar impunidades.”

Gómez Morín escribió artículos firmados con el seudónimo de Magorín en “La Nación”, revista oficial del PAN.

Cuando dejó la presidencia del PAN, Gómez Morín se retiró a la vida privada y al ejercicio de su profesión, llegando a ser representante legal de importantes empresas como la Goodrich Euzkadi.

Murió el 19 de abril de 1972. Durante el gobierno panista de Vicente Fox, el 27 de febrero de 2004, sus restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres.

El 5 de noviembre de 2013, el Senado de la República entregó a sus descendientes la medalla "Belisario Domínguez", que le otorgó post mortem, en reconocimiento a su obra como funcionario, político y rector de la UNAM.

Entre sus obras se encuentran: Ensayos (1915), El crédito agrícola en México (1927), España fiel (1928) y La nación y el régimen (1940).

Concluye Carlos Arreola: “Un mérito indudable tienen los hombres de Acción Nacional, y Manuel Gómez Morin, desde luego, antes que ninguno de ellos: fueron los primeros en sacudir la apatía política tan característica del mexicano; fueron los primeros en preocuparse como grupo de algunos problemas del país y en proponer a estos soluciones distintas de las fórmulas oficiales; en fin, han sacrificado una parte de su bienestar (parte grande o pequeña) en la oposición al gobierno.”

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efeméride. Nacimiento 27 de febrero de 1897. Muerte 19 de abril de 1972