Autora: Doralicia Carmona Dávila.

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ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Fernández de Lizardi José Joaquín

1775-1827

José Joaquín Fernández de Lizardi nace en 1775 ó 1776, en la ciudad de México. Es bautizado el 15 de noviembre de 1776 en la parroquia de la Santa Cruz y Soledad. Hijo de padres criollos pertenecientes a la clase media colonial. Pasa su infancia en Tepozotlán, en donde su padre, médico, servía en el Noviciado de la Compañía de Jesús; continúa su educación en la casa del maestro Manuel Enríquez, en la capital; y más tarde en el Colegio de San Ildefonso. En 1791 obtiene el grado de bachiller en la Universidad de México, y al año siguiente cursa teología.

En 1805 escribe en el Diario de México y en 1808 publica un himno titulado “Polaca en honor de nuestro católico monarca, el señor don Fernando Séptimo”. Cultiva amistad con doña Josefa Ortiz de Domínguez y comparte ideas acerca de la independencia de Nueva España.

En 1811 es teniente de justicia en Taxco, y por entregar armas y municiones a las tropas insurgentes de Morelos, es desaforado y encarcelado.

Al entrar en vigor la Constitución de Cádiz, Lizardi edita de 1812 a 1814, el periódico “El Pensador Mexicano”. Al respecto se lee en la Enciclopedia de México: “En los dos primeros números mostró lo necesario y conveniente de la libertad de imprenta y habló con entusiasmo de este derecho que concedía la Constitución; del número tres y hasta el siete, con el título de Pensamiento II, sobre la exaltación de la nación española, y abatimiento del antiguo despotismo, publicó un trabajo sobre las injusticias del gobierno virreinal, los abusos, las tropelías y las infamias cometidas por los alcaldes y subdelegados, al grado de manifestar “que a pesar de los soberanos, no hay nación de las más civilizadas que haya tenido más mal gobierno que la nuestra (y peor en la América), ni vasallos que hayan sufrido más rigurosamente las cadenas de la arbitrariedad”. El 3 de diciembre de 1812, con motivo del cumpleaños de Francisco Javier Venegas, Fernández de Lizardi unió a su felicitación una terrible censura; “pero ¡oh fuerza de la verdad! hoy se verá V.E. en mi pluma, un miserable mortal, un hombre como todos, y un átomo despreciable a la faz del Todopoderoso”; con ese motivo y por bando del 5 de diciembre, se suprimió la libertad de imprenta, y Lizardi fue nuevamente encarcelado. En 1813 publicó muchos escritos relativos a la peste que afligía por ese tiempo al país.”

Al clausurarse el periódico, Lizardi adopta el seudónimo de “El Pensador Mexicano”.

Durante 1815 y 1816, Lizardi publica dos nuevos periódicos “Alacena de frioleras” y “Caxoncito de la alacena”.

Es el gran iniciador de la novela hispanoamericana. Escribe “El periquillo sarniento” (1816), “Noches tristes y días alegres “(1818), “La quijotita y su prima” (1819) y “La vida y hechos del famoso caballero don Catrín de la Fachenda” (1832). “En La quijotita y su prima”, incursiona en el campo de la educación femenina, el personaje principal representa la educación que no debe darse a las mujeres y en contraste, su contraparte es ejemplo de una “muchacha bien criada” que desempeña el papel asignado por la sociedad.

Cuando en 1820 es restablecido en México el régimen constitucional y la libertad de imprenta y la Inquisición y la Junta de Censura son abolidas, funda  un nuevo periódico “El conductor Eléctrico” en el que trata de combatir a los opositores de la Constitución de Cádiz.

Ese mismo año, preocupado por llevar educación y cultura al mayor número de gente, funda la Sociedad Pública de Lectura, con el objeto de facilitar la lectura de periódicos y libros al pueblo; es una especie de biblioteca y hemeroteca, que representa el primer servicio de este tipo en México. El proyecto no dura mucho, pero es muestra del altruismo del defensor de la libertad de prensa y de la educación popular.

Declarado el Plan de Iguala, pasa a las fuerzas de Iturbide y publica folletos que incitan a adherirse al movimiento independentista. Al triunfo de Iturbide, se desilusiona porque el nuevo Emperador actúa en contra de todo por lo que supuestamente luchó y además lo ataca en sus escritos.

En 1823, edita “El Hermano del Perico”; y al promulgarse la Constitución de 1824, escribe en una hoja quincenal, “Conversaciones del Payo y el Sacristán”, en el que critica el contenido del artículo 3º constitucional que establece que “la religión de la nación mexicana es y será perpetuamente la católica apostólica y romana”. Para manifestar su desacuerdo, publica durante ese año y el siguiente una hoja quincenal, Conversaciones del payo y el sacristán, en donde un rústico y un sacristán discuten asuntos del Estado y la Iglesia.

Propone que el gobierno de Guadalupe Victoria expropie los bienes del clero, se le graven sus ingresos, se le quiten diezmos y canonjías,  y se le sujete a un sueldo, ya que sólo con una hacienda pública próspera podrá organizar política, legal  y educativamente a la República Mexicana. “El día en que los gobiernos civiles arreglen y distribuyan los diezmos como deben, el día en que los párrocos y sus vicarios disfruten unos sueldos regulares para que administren los Sacramentos sin extorsionar a sus feligreses ni venderles el pasto espiritual, y el día, en fin, en que no se vea un canónigo regaIón en la República, un cura monopolista de los dones espirituales, ni un fraile vagabundo y pedigüeño, ese día los pueblos conocerán las ventajas de la república y advertirán que las estafas son opuestas a la religión.”

Varias veces más, es encarcelado: “Adversa fortuna mía, ¿por qué tan mal me has tratado y con tanta tiranía me tienes aquí encerrado?” Hay prédicas en su contra por sus escritos contra la nobleza, los monopolistas y el clero, que lo excomulga por la edición de un folleto llamado “Defensa de los Francmasones”. Lizardi presenta seis ocursos al Congreso alegando que el delito de masonería pertenece a la jurisdicción civil y no a la eclesiástica; ninguno prospera. Pide perdón y por decreto de 29 de diciembre de 1823, se le declara libre de censura, de lo que se vale para seguir atacando al clero.

En 1825, como compensación por sus servicios durante la Guerra de Independencia, recibe el grado de capitán retirado y es nombrado editor de “La Gazeta del Gobierno”, y al año siguiente funda su último periódico, el “Correo Semanario de México”. Después da a conocer su “Testamento y despedida”.

En general, su obra política tiene como común denominador la prédica que instruye sobre los derechos constitucionales. Se declara contra el centralismo convencido que el poder debe repartirse. De los gobernantes critica el despotismo, el abuso y el ansia de honores, pues “por lo común, los hombres cuando llegan a puestos tan elevados padecen una metamorfosis que no advierten”. Asimismo, está en contra del clero político: “mientras los legisladores civiles salgan de las sacristías, poco bueno hay que esperar sobre reformas eclesiásticas. Poco bueno, porque yo no veo sino el mismo fraile en la misma mula”. Se pronuncia contra los fueros: “en los países libres  y bajo gobiernos republicanos, toda distinción de fueros es odiosa, ilegal y, de consiguiente, opuesta al sistema de la igualdad ante la ley.”

Sus artículos y su narrativa abordan sus temas de interés: la educación, los indios, la tierra, la superstición, los rencores que dividen a los grupos sociales, la justa distribución de la riqueza. Denuncia y critica la estratificación social de la Nueva España, “no es majadero el que nace, sino el que lo sabe ser”; ataca a monopolistas que al “tenor de la oferta y la demanda, aumentan las penurias de los pobres”; acusa de estafa a los intermediarios, y la entrega al dinero de médicos, escritores, autoridades venales, tenderos, administradores, confesores y abogados que en detrimento de los humildes, dilatan los juicios, hacen pésimas defensas y roban con prevaricato y estulticia.

 

 

Lizardi cree que las máximas de un buen gobierno han de ser: mantenerse alerta para que no sean violadas las leyes ni la soberanía; escuchar a los gobernados; ser azote de los malvados; favorecer el mérito; frenar a los poderosos; amparar a los pobres; mecenas del sabio; maestro del ignorante; tutor del pupilo y respetar la libertad. En este sentido, señala María Rosa Palazón (Prólogo al Tomo XIII de las Obras de Lizardi): “En sus textos Lizardi reclamó la intervención estatal como reguladora de la economía, distanciándose del extremo Laissez Faire que defendían los liberales ortodoxos. Derivadamente, él pensó que la impericia y hasta la imprudencia gubernamental amenazaban inclusive la soberanía del país, porque el hombre que no tiene qué perder, no tiene patria: tanto se le da disparar el fusil a la derecha como a la izquierda; él obedecerá la voz del que le pague.”

En lo económico, considera que las relaciones asimétricas o injustas pusieron en evidencia que las excolonias ibéricas jamás saldrán ganando en el mercado mundial. Piensa que México es como una muchacha bonita y rica que quedó sola e independiente y es afecta a entregar sus caudales  y hasta a sí misma con facilidad. Cree que el arte de conducir exitosamente a la nación y de conservar la independencia consiste en “saber dar y quitar”, en conceder y cuidarse de los países que controlan los mercados mundiales, por eso aboga porque se legisle sobre el comercio y la inversión extranjeros. En especial, protesta por la entrega de las minas de plata a Gran Bretaña a cambio de casi nada y con beneficio de unos cuantos mexicanos. "Sean enhorabuena ricos con nuestra plata cuantos extranjeros quieran; pero séanlo en nuestra tierra... (los extranjeros) no compren bienes raíces en esta América, ínterin que no estén naturalizados en ella, casados con americana y con hijos americanos, bajo la pena de ser tenidos por interesables y ambiciosos, y de ninguna manera por amigos nuestros, pues que resistiéndose a radicarse con nosotros solo aspiran a su interés y engrandecimiento particular... ¿Y en qué piensan los mexicanos para hacer estas ventas escandalosas a los extranjeros? ¿No advierten que a ese paso, dentro de pocos años, ya no serán sino unos huérfanos en su país, pues no tendrán ni un palmo de tierra que sembrar ni un rincón en que vivir? ¿No conocen que los ingleses no conquistan con plomo sino con oro?”

Sobre la libertad de imprenta escribe que frena los excesos y contiene los deberes al aparato gubernamental; que es una roca en la que se estrella el despotismo y el rasero que mide un sistema político; es el canal para que los ciudadanos reclamen sus derechos, se ilustren y se enseñen a ser libres, que la única restricción que deben tener es no meterse en la vida privada.

Propone que se haga una reforma agraria, que las contribuciones pesen sobre los pudientes, que se acabe el desequilibrio de los salarios e iguale a todos en el status de clase media y que todos participaran en la política.

Pide sea erigido un mausoleo a los héroes de la patria, que los sacerdotes diputados no asistan a las Cámaras cuando se hayan de discutir reformas eclesiásticas, que prediquen derechos civiles y humanos, que sus sermones sean censurados; que suspendan toda actividad hasta que el pueblo elija a sus obispos y hasta que se imponga la tolerancia de cultos.

Lizardi muere de tuberculosis, como capitán retirado y director de la “Gaceta de México”, a las cinco y media de la mañana del jueves el 21 de junio de 1827. Deja escrito un epitafio que recuerda su sincera vocación de servidor público: “Aquí yacen las cenizas del Pensador Mexicano, quien hizo lo que pudo por su patria”.

Su cadáver tiene que ser exhibido para que acaben las habladurías de que en castigo a sus escritos impíos y heréticos estaba poseído por el demonio dado su aspecto esquelético y de muerte inminente. "Vosotros (fanáticos) estáis contentos con mi enfermedad, atribuyéndola a castigo de mis discursos. Decidme, almas de alcornoque, y los que escriben halagando vuestro fanatismo, ¿por qué se mueren?  (... ) Dios os perdone."...

Es enterrado en la tarde del día 22 en el cementerio de San Lázaro, con “los honores de ordenanza que se consagran a un capitán retirado”· Muere prácticamente en la miseria, “al cabo de la vejez, y quizás después de haber sacrificado su salud y su vida  trabajando sin cesar en obsequio de su patria, le habían de faltar cien pesos para curarse”, pero “las riquezas, los títulos y los honores no son capaces de constituir un alma grande”. La humilde lápida que cubre sus restos desaparecerá en una de tantas remodelaciones del cementerio.

En su testamento señala: “dejo a los indios en mismo estado de civilización, libertad y felicidad a que los redujo la conquista, siendo lo más sensible la indiferencia con que los han visto los congresos según se puede calcular por las pocas y no muy interesantes sesiones en que se ha tratado sobre ellos desde el primer congreso”.

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efemérides: Nacimiento 1775 ó 1776.  Muerte junio 21 de 1827.