1887-1937
Nació el 2 de junio de 1887 en una casona de dos pisos ubicada contraesquina de la plaza Machado de Mazatlán, Sinaloa. Sus padres fueron don Genaro Estrada y doña Concepción Félix. Seis meses antes de su nacimiento, su padre murió, por lo que creció al lado de su madre, abuela y tíos. Estudió la primaria y la secundaria en El Rosario y la preparatoria en el Colegio Rosales de Culiacán. Bajo la influencia de su tío político, Faustino Díaz, que era tipógrafo y propietario de una imprenta, adquirió el gusto por los libros y la lectura. Entre 1892 y 1895, escribió su primer artículo periodístico en el diario El Sur de Sinaloa. Colaboró con artículos y poesías en las revistas estudiantiles que se publicaban en sus escuelas y al concluir sus estudios preparatorios, trabajó como redactor de temas literarios e históricos en El Monitor de Sinaloa y en El Diario del Pacífico. A partir de entonces se convirtió en un autodidáctica estudioso del derecho, la literatura y la historia de México. También fue regidor honorario del Ayuntamiento de Culiacán. Hasta los 21 años vivió en Sinaloa, después radicó algunos meses en Los Ángeles, California, E.U.A. y a partir de 1911, en la ciudad de México.
A su llegada a la capital, fue redactor en El Diario de la Ciudad de México, comisionado en Morelos para cubrir la rebelión zapatista; ahí publicó varios artículos con el seudónimo de Zapatador y con la firma de Lápiz Tinta. En 1912, fundó la revista Argos, junto con el poeta Enrique González Martínez.
En 1913 fue secretario en la Escuela Nacional Preparatoria y después, profesor de gramática. Durante cuatro años trabajó con Genaro García, director de ese plantel, en la elaboración de una historia de México en varios volúmenes, lo que le permitió conocer en sus fuentes la historia diplomática del país. Asimismo, colaboró en la Revista de Revistas y por esa época inició su ingreso a varias sociedades académicas: fue Secretario General de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, miembro de la Sociedad de Bibliófilos Mexicanos y de la Academia Mexicana de la Lengua; y presidente de la Academia Mexicana de la Historia.
A finales de 1917, fue jefe de la Oficina de Publicaciones de la Secretaría de Industria y Comercio, a invitación del titular de esa dependencia, Alberto J. Pani, con quien compartía la afición a la pintura y a coleccionar obras de grandes artistas. Después fue jefe del Departamento Administrativo cuando el secretario era Plutarco Elías Calles. En 1920 viajó a Milán, Italia, para organizar una exposición mexicana. También fue profesor de la Escuela de Altos Estudios.
El 27 de enero de 1921, Pani fue nombrado por el presidente Obregón secretario de Relaciones Exteriores, y el 7 de noviembre siguiente, invitó a Estrada a ocupar la Oficialía Mayor de esa secretaría. En ese puesto, del cual dependía el archivo de la dependencia, realizó una tenaz labor de rescate de documentos, formulación de bibliografías y difusión de sus hallazgos, lo que le permitió profundizar en la historia de la diplomacia mexicana y comenzar la reorganización del archivo de la cancillería. Estos conocimientos le proporcionarían una sólida base en su posterior labor diplomática. Así fundó la primera imprenta y el taller tipográfico de esa secretaría y la colección del Archivo Histórico Diplomático Mexicano. Por otra parte, reorganizó y modernizó la administración de la dependencia mediante nuevos métodos de trabajo, adquisición de equipo moderno y, lo más importante, el establecimiento de concursos de ingreso al servicio exterior.
Como Oficial Mayor estuvo en la negociación por el reconocimiento del gobierno de Obregón por parte de los Estados Unidos. Pudo apreciar las presiones norteamericanas para que se modificara el artículo 27 de la Constitución de la República y sus leyes reglamentarias a favor de las corporaciones extranjeras, y desde luego, estuvo también en los acuerdos de los cuales resultaron los llamados Tratados de Bucareli, a los que censuró porque no habían considerado en su negociación la historia diplomática de México, pues el reconocimiento del gobierno de Díaz se logró más hábilmente. En las negociaciones con los norteamericanos, como señaló Rafael de la Colina, Estrada “aprendió la dura lección del trato desigual con el poderoso”.
Durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, en marzo de 1924 fue designado subsecretario de la misma dependencia. En ese cargo, se inconformó por la invasión norteamericana a Nicaragua y sostuvo, como derechos inalienables de los pueblos, la libertad para escoger a sus gobernantes, la autodeterminación y la no intervención.
A la renuncia de Aarón Sáenz, fue ascendido a subsecretario encargado del despacho de la secretaría del 1º de mayo de 1927 al 30 de noviembre de 1928. El 1º de diciembre siguiente, fue nombrado secretario por el presidente provisional Emilio Portes Gil. El 5 de febrero de 1930 renovó su nombramiento el presidente constitucional Pascual Ortíz Rubio. El 14 de octubre de 1931, renunció intempestivamente a la Secretaría de Relaciones Exteriores ante la crisis en el gabinete del presidente Ortiz Rubio, renuncia que tuvo que presentar nuevamente el 20 de enero de 1932 para que le fuera aceptada. Se dijo que el motivo fue su negativa a otorgar trato preferencial, no conforme a derecho, al embajador norteamericano. Otra versión fue que su respaldo al gobierno salvadoreño de facto del general Maximiliano Hernández Martínez, conforme al principio de no intervención y en contra de la posición de Estados Unidos, no fue aprobado por Ortiz Rubio y Calles. Fueron catorce años de labor diplomática, casi cinco años al frente de la cancillería mexicana.
En su gestión como secretario, Estrada sentó las bases de la política exterior de México, durante una época caracterizada por el poder de los caudillos militares, la rebelión cristera, las presiones de las potencias extranjeras para mantener o recuperar su influencia sobre los asuntos internos mexicanos, la propaganda extranjera contra la revolución mexicana y la gran depresión del capitalismo internacional que provocó la repatriación de miles de mexicanos que trabajaban en Estados Unidos. Ante estos retos, Estrada sustentó una política exterior basada en los principios del derecho internacional, en la defensa de la autodeterminación, en la no intervención, y en la soberanía nacional.
En 1927 tuvo que difundir al mundo que el conflicto con la iglesia católica no era de carácter religioso, ni siquiera de creencias, sino político, entre esa institución vaticana y el Estado mexicano laico. En 1928 defendió el principio de la no intervención en los asuntos internos durante la Sexta Conferencia Panamericana de la Habana. Asimismo, a partir de 1929, fue necesario establecer rápidamente una red consular para que los trabajadores mexicanos que habían quedado desempleados pudieran regresar al país en las mejores condiciones posibles.
A Estrada le correspondió resolver el problema provocado por la incursión a territorio mexicano de asaltantes procedentes de Guatemala. Logró que ese país sancionara a los culpables e indemnizara a las víctimas mexicanas. Asimismo, le tocó suspender el trato oficial con el gobierno soviético y clausurar la legación mexicana en Moscú debido al rechazo de la exhortación de México para que se llegara a un acuerdo pacífico en el conflicto surgido entre China y la URSS, así como por la propaganda en contra del gobierno mexicano que realizaban los soviéticos radicados en México.
Además, Estrada estableció un sistema informativo para contrarrestar las presiones que el gobierno norteamericano hacía a través de sus agencias noticiosas. Al efecto, creó la Agencia Trens para transmitir mensajes a embajadas y consulados, de modo que éstos pudieran retransmitirlos a diarios y revistas estratégica y oportunamente. Asimismo, rechazó la injerencia del embajador Morrow en los asuntos internos de México y exigió a los empresarios extranjeros que se comprometieran a no solicitar la protección diplomática de sus gobiernos en defensa de sus derechos, y a someterse en sus conflictos a los tribunales mexicanos.
El 27 de Septiembre de 1930, Estrada dirigió una nota a los jefes de misión con motivo del cambio de gobierno en Perú, en la que formuló lo que se conocería como la doctrina Estrada. Dicha doctrina consiste que ante el establecimiento de gobiernos de facto en otros países, “Después de un estudio muy atento sobre la materia, el gobierno de México ha transmitido instrucciones a sus Ministros o Encargados de Negocios en los países afectados por las recientes crisis políticas, haciéndoles conocer que México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos porque considera que ésta es una práctica denigrante, que sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos puedan ser calificados, en cualquier sentido, por otros gobiernos, quienes de hecho asumen una actitud crítica al decidir favorable o desfavorablemente sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros. En consecuencia, el gobierno de México se limita a sostener o retirar cuando lo crea conveniente a sus Agentes Diplomáticos y a continuar aceptando, cuando también lo considere procedente, a los similares Agentes Diplomáticos que las naciones respectivas tengan acreditados en México, sin calificar precipitadamente, ni a posteriori, el derecho que tengan las naciones extranjeras para aceptar, mantener o sustituir a sus Gobiernos o autoridades".
En suma, la doctrina Estrada confirmó los derechos de No intervención y de Autodeterminación, contrarios al reconocimiento condicionado de cualquier gobierno surgido de movimientos revolucionarios. La doctrina debe su nombre al Instituto Latinoamericano de Derecho y Legislación Comparada que el 24 de octubre siguiente a cuando fue expresada, la llamó así. Pronto varios gobiernos latinoamericanos adoptaron esta doctrina. Para Emilio Rabasa: “Las piezas clave de la doctrina Estrada -la autodeterminación de los pueblos, la no intervención y la igualdad jurídica de los Estados-, son principios que la historia impuso a los pueblos, especialmente a los agredidos y ofendidos por las potencias, y ahora se encuentran ubicados en constituciones nacionales y tratados internacionales, como claras y exigibles categorías jurídicas y no meros pronunciamientos políticos. AI enterrar la intervencionista teoría del reconocimiento y su malévola aplicación, Estrada atendió una necesidad histórica y resolvió un recurrente problema de la convivencia respetuosa entre las naciones. Cumplió así con el más viejo principio jurídico: ante la ley, todas las naciones, como todos los individuos, son iguales.”
Durante el mismo año de 1930, Estrada promovió el ingreso de México a la Sociedad de Naciones, a la que no había sido invitado cuando se fundó debido a su neutralidad durante la Primera Guerra Mundial, y consiguió por unanimidad la incorporación de México a ese organismo, antecedente de las actuales Naciones Unidas. Así asistió a sus sesiones como delegado mexicano ante ese organismo internacional.
En abril de 1931, por acuerdo con el presidente Ortiz Rubio, elevó a rango de embajada la representación diplomática en España, tras la instauración de la República Española. México fue uno de los primeros países que adoptó esta medida.
Siempre consciente de la amenaza militar o la coacción económica a que se sujeta América Latina, Genaro Estrada escribió el 10 de diciembre de 1931: “Los Estados Unidos buscan siempre de romper con procedimientos muy hábiles y cautelosos todo aquello que tienda a una unidad, siquiera espiritual, de los países latinoamericanos; y se valen generalmente del halago a algunos de los gobiernos de estos países, para que sean ellos mismos los que obren en fondo y forma tal como lo quieren los Estados Unidos.”
Al renunciar a la secretaría, fue embajador extraordinario en España y ministro plenipotenciario en Portugal y Turquía del 21 de enero de 1932 al 23 de octubre de 1934. Ahí tuvo relación con el primer Presidente de la República Española, Niceto Alcalá Zamora y el jefe de gobierno Manuel Azaña, así como con intelectuales y literatos españoles, entre ellos, Federico García Lorca, Concha Méndez, Manuel Altolaguirre y Ramón de Valle Inclán. Al mismo tiempo, acudió al Archivo de Indias, a la Biblioteca Nacional y al Archivo de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, al rescate de documentos y libros de interés para la historia de México. En España publicó dos libros de poesía, los Cuadernos Mexicanos de la Embajada de México que difundían aspectos económicos del país y el cuaderno Las figuras mexicanas de cera en el Museo Arqueológico de Madrid. Asimismo, junto con Daniel Cosío Villegas, planeó traer a México a intelectuales republicanos españoles exiliados que fundarían la Casa de España, hoy Colegio de México.
A su regreso, el gobierno cardenista le ofreció las embajadas de México en Brasil y en Argentina, pero Estrada no aceptó y permaneció en México dirigiendo hasta 1935, las publicaciones históricas y bibliográficas de la Secretaría de Relaciones Exteriores, tales como: Monografías Bibliográficas y el Archivo Histórico Diplomático Mexicano, con cuarenta volúmenes.
Cultivó la crítica literaria, el ensayo, la historia, la novela y la poesía. Entre sus numerosas publicaciones destacan: Poetas nuevos de México (1916); La Linterna Sorda (1919); Un siglo de relaciones internacionales de México y Visionario de la Nueva España (1921); Pero Galín (1926); Crucero (1928); Escalera (1929); Paso a nivel (1933); Senderillos al Ras (1934); Genio y figura de Picasso y Cuadernos Mexicanos (1936).
Genaro Estrada falleció en la ciudad de México, el 29 de septiembre de 1937. Alfonso Reyes escribió: “Ha muerto a los cincuenta años, en plena labor. Debe a su propio valer, sin compromisos extraños, a la excelencia misma de su trabajo, la ascensión gradual que lo llevó hasta los más altos cargos. Ni lo abatía la adversidad, gran maestra, ni lo engañaba la veleidosa fortuna. El proceso de una larga enfermedad venía de años atrás minando su salud…Y esperó la muerte trabajando y sigue trabajando para su México, para su América, en el recuerdo de sus amigos, que son tantos en tantas partes, y en la perennidad de su obra: su obra de hombre bueno, de excelente escritor y de ciudadano intachable”.
En 1948, la IX Conferencia Internacional Americana, celebrada en Bogotá, Colombia, a iniciativa de México, consagró la doctrina Estrada en su Resolución XXXV y condenó el reconocimiento negado o concedido a los gobiernos por países extranjeros para sacar ventajas para sí.
El 15 de mayo de 1973 fue declarado Hijo Predilecto del Estado de Sinaloa, e inscrito su nombre con letras de oro en el Salón de Sesiones del H. Congreso local.
Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres por el decreto del 4 de abril de 1977, expedido por el presidente José López Portillo, entre cuyos considerandos se señala que con su doctrina “se reafirmaron, se difundieron y se ampliaron los principios de autodeterminación y de no intervención, que han sido fundamentos de la política exterior de México”.
En la ceremonia de reinhumación, Rafael de la Colina expresó: “La flexibilidad de la doctrina Estrada es uno de sus más notables atributos. No califica la potestad de los Estados extranjeros para conservar o sustituir a sus gobiernos. No pretende imponer condiciones para mantener o reanudar las relaciones diplomáticas. Respeta escrupulosamente el principio de no intervención y corolarios; pero se reserva eso sí, sin mediatizarlo de modo alguno, el derecho soberano de continuar, suspender o reanudar las relaciones con cualquier gobierno. De este modo, quieta, discretamente, no abandona la tutela de bienes jurídicos esenciales, ni olvida los más altos valores morales cuando los derechos humanos fundamentales de pueblos hermanos son conculcados con sevicia.”
El 2 de enero de 1982, se declaró en Sinaloa, el 27 de septiembre de cada año, Día de la Doctrina Estrada.
En el primer centenario de su nacimiento, el Estado de Sinaloa declaró Año de Genaro Estrada el año de 1987.
El 24 de octubre de 1996, los nombres de Genaro Estrada e Isidro Fabela, fueron inscritos con letras de oro en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efemérides. Nacimiento: 2 de junio de 1887. Muerte: 29 de septiembre de 1937.
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