1877-1945
Hijo de Plutarco Elías Lucero, abogado, y de María de Jesús Campuzano, nació en Guaymas, Sonora, el 25 de septiembre de 1877. Muy pequeño quedó huérfano de madre, además de sufrir el abandono de su padre, por lo que pasó a vivir con sus tíos María Josefa Campuzano y Juan Bautista Calles, que es de quien tomó su segundo apellido. Su abuelo fue José Juan Elías Ruiz, coronel juarista que fue gobernador de Sonora.
Sus estudios primarios los realizó en Hermosillo. Después escogió la carrera del magisterio, por lo que en 1893 se tituló de maestro en la escuela de Benigno López Sierra. En 1894 comenzó a trabajar como ayudante en el Colegio Sonora, llegando a ser inspector de las juntas de instrucción pública; en 1899 regresó a su ciudad natal, donde fue profesor en la Escuela Núm. 1 para Varones, además de iniciar su colaboración en el periódico Siglo XX y en la Revista Escolar, en las que trabajó entre 1899 y 1903. En estos años contrajo matrimonio con Francisca Bernal que murió al poco tiempo, por lo que se casó con Natalia Chacón.
Posteriormente, entre 1903 y 1909 se dedicó a varias tareas: a la agricultura, trabajando tierras propias y de su familia; también fue tesorero municipal del puerto de Guaymas, inspector general de educación, administrador del hotel México y gerente de un molino harinero.
Desde 1901 ingresó a las actividades políticas en el Club Verde, grupo opositor al gobernador sonorense Rafael Izábal; ahí conoció a Manuel M. Diéguez y a Esteban Baca Calderón. Al triunfo del levantamiento maderista, fue derrotado por Adolfo de la Huerta como candidato a diputado por el distrito de Guaymas, pero el nuevo gobernador de Sonora, José María Maytorena, lo designó comisario de Policía de Agua Prieta. En ese cargo combatió eficazmente a las fuerzas de Pascual Orozco en 1912, a pesar de que sus enemigos pidieron su remoción al gobernador.
Al ser asesinado Madero, Calles se refugió en Douglas, Arizona, y ahí con Adolfo de la Huerta comenzó a organizar la lucha contra Victoriano Huerta. Firmó el Plan de Nacozari el 12 de marzo de 1913 en contra del usurpador y se unió de inmediato a las tropas comandadas por Álvaro Obregón con el grado de teniente coronel. Así fue como participó como jefe de operaciones militares en la zona noroeste de Sonora. Si bien no mostró grandes aptitudes para la milicia en los combates de Agua Prieta y Naco, sí mostró dotes de autoridad y organización, lo que le valió ser ascendido a coronel. Llegó a destacar en el combate al huertismo, lo que hizo que el primero de mayo de 1914, Obregón lo nombrara comandante militar en Hermosillo; sin embargo, por problemas con el gobernador Maytorena decidió dejar el cargo e ir hacia Nogales al frente de la brigada “García Morales”.
Cuando se dividieron los grupos revolucionarios en 1914, Calles permaneció fiel al constitucionalismo encabezado por Venustiano Carranza y luchó bajo las órdenes de Benjamín Hill. En octubre de ese año fue ascendido a general brigadier, haciéndose cargo del combate a las fuerzas de Maytorena. En agosto de 1915 fue nombrado por Carranza comandante militar y gobernador interino de Sonora; desde su cargo suprimió las jefaturas políticas; depuró el aparato de justicia; integró una comisión agraria mixta; prohibió las operaciones con pacto de retroventa, para evitar que los latifundistas siguieran despojando de sus tierras a los pueblos; creó la Dirección General de Catastro; fijó el salario mínimo; derogó las exenciones de impuestos; fundó escuelas nocturnas para adultos, bibliotecas, la normal para maestros y una escuela para los huérfanos de la revolución; obligó a los dueños de haciendas y centros de trabajo a sostener escuelas primarias en donde hubiera más de veinte niños; decretó la ley seca contra el alcoholismo; prohibió los juegos de azar; legalizó el divorcio y expulsó a los sacerdotes católicos. En suma: "una república antimonopolista de pequeños propietarios, dirigida por un Estado omnipotente del bienestar, que había de ser vigilante, regulador, distribuidor y, si era preciso mediante la expropiación de los bienes de los terratenientes y los enemigos del pueblo, creador de la riqueza nacional. Una república ilustrada cuyo programa sintetizaba maravillosamente en el lema final Tierra y libros para todos". (Interoceánica. Grandes Personajes de México).
Entregó la gubernatura a Adolfo de la Huerta en mayo de 1916, aunque permaneció como comandante militar, cargo desde el que reprimió a los yaquis, que se habían rebelado por el incumplimiento de las promesas que les habían hecho los revolucionarios.
Electo gobernador de Sonora en junio de 1917, promulgó una nueva Constitución para el estado, inició el reparto de tierras, fijó contribuciones a los terratenientes nacionales y extranjeros; también formuló una ley de Trabajo para hacer efectiva la jornada de ocho horas y el salario mínimo. Asimismo, promovió sin éxito una iglesia mexicana para competir con la católica a través del presbítero Ernesto O. Llano. Dos años después fue llamado por el presidente Carranza para que se integrara al gabinete como secretario de Industria y Comercio. En este puesto enfrentó la resistencia de los industriales para permitir la sindicalización, se opuso a la contratación individual y apoyó la huelga de los trabajadores de la región de Orizaba.
El 1º de febrero de 1920 dejó su cargo para participar en la campaña de Obregón en pos de la presidencia de la República. Cuando Carranza intentó imponer a Ignacio Bonillas, provocó una gran inconformidad entre los jefes sonorenses, quienes se lanzaron a la rebelión levantando la bandera del Plan de Agua Prieta (Plan Orgánico del Movimiento Reivindicador de la Democracia y de la Ley), documento firmado por el propio Calles, que desconoció al presidente Carranza y a todas las autoridades originadas en las últimas elecciones. "No puedo enganchar mi furgón al tren del señor Carranza", declaró. La rebelión triunfó. Carranza resultó muerto y Obregón surgió como el jefe indiscutido de los militares revolucionarios.
Durante la presidencia interina de Adolfo de la Huerta, Calles fue secretario de Guerra y Marina. Al ser electo presidente Obregón, se integró al gabinete a cargo de la Secretaría de Gobernación, en la que se mantuvo hasta septiembre de 1923, cuando la dejó para ser candidato a la presidencia de la República por una coalición de los partidos Laborista Mexicano, Agrarista y Nacional Ferrocarrilero. Desde el principio, se definió como un “candidato obrero”, un laborista que creía en la colaboración de clases, y como un reformista gradualista, defensor de los trabajadores y de un reparto agrario que no pulverizara la tierra ni afectara la producción.
En su campaña organizada por el Comité Pro-Calles, señaló: “actualmente se está mancillando el voto en todos los estados…cada gobernador es jefe de un partido político…haré que se respete el voto… seguiré la política del general Obregón…soy el revolucionario que no ha claudicado…defenderé los principios consignados en nuestra Constitución en los artículos 27 y 123…pondré todas mis energías y mi carácter todo, para elevar el nivel moral, intelectual y económico de las clases trabajadoras para que no sigan siendo un grupo de esclavos explotados impíamente..”
La postulación de Calles no fue del agrado del clero y distribuyó volantes en los que resaltaba sus raíces árabes y su comportamiento peor que el de los soviéticos. Además pedían a Obregón no le diera su apoyo: “Señor Presidente Obregón: Los varones fuertes, como vos, sirven de centinelas para guardar el honor nacional, y un deshonor será si le prestáis vuestro apoyo para asaltar el poder." Ante el rechazo que en su campaña sufría Calles de los grupos de fanáticos, declaró: "Yo respeto el cristianismo porque sé que Jesucristo fue el primer amigo de los desvalidos y esos que les han aconsejado que vengan a gritar Viva Cristo Rey no son capaces de darles un pedazo de pan ni un pedazo de tierra que labrar para llevar el sustento a sus hogares, ni son capaces tampoco de fundar una escuela para estos pobres chiquillos que desearía la reacción vivieran siempre en las tinieblas del fanatismo... Yo recomiendo a los que están gritando Viva Cristo Rey, digan a quienes les aconsejaron desde el púlpito, ¡que ya nos encontraremos en el campo de la lucha y que los volveremos a derrotar como los hemos derrotado siempre!... Nosotros no venimos combatiendo ninguna religión; como revolucionarios hemos luchado en contra del clero mismo porque se respeten todas las creencias y todas las opiniones".
La candidatura de Calles también generó la inconformidad de otro sonorense, Adolfo de la Huerta, quien en octubre aceptó la candidatura del Partido Nacional Cooperativista e inició una campaña que fue capaz de aglutinar rápidamente una heterogénea masa de seguidores que incluía lo mismo porfiristas que izquierdistas antiobregonistas.
Porfirio se encorraló,
el buen Pancho se empinó
y se embonillo Carranza,
que no se encalle Obregón
porque si se encalla alcanza
al punto y sin remisión,
a Díaz, Madero y Carranza.
Por salvar a la Nación
de una ignomIa bien cierta,
da tu voto a DE LA HUERTA,
aunque se enoje Obregón
no aceptes la imposición.
Protesta, grita, NO CALLES
y en la condición que te halles
rechaza con entereza
a la siriolibanesa candidatura de Calles.
En los montes, en los valles,
desde el taller, desde el surco.
combate contra ese turco
que se apellida ELIAS CALLES.
En la lucha no desmayes
pueblo abnegado y valiente,
que quien sea tu presidente
debe ser hombre de honor
y no llevar de traidor
la mancha sobre la frente.
De la Huerta tuvo también el apoyo de la Unión de Militares de Origen Revolucionario 1910-1913, que desde febrero de 1923 agrupaba "con fines culturales" a destacados generales revolucionarios de la talla de Salvador Alvarado y Enrique Estrada. Y en los primeros días del mes de diciembre de 1923, inició la llamada revolución delahuertista que arrastró a buena parte del ejército nacional. Calles abandonó su campaña electoral y regresó a las tareas militares para combatir, junto con Obregón, la rebelión delahuertista.
Vencida ésta con el apoyo de Estados Unidos y de grupos campesinos y obreros, Calles encontró despejado el camino a la presidencia. Reanudó su campaña presidencial en Cuautla, Morelos, el 10 de abril de 1924, donde rindió homenaje a Zapata y se comprometió con las causas de los campesinos; en la capital del país hizo por primera vez en México campaña por radio desde la CYL, propiedad de los hermanos Azcárraga; y en Zacatecas asistió a la convención del Partido Laborista de Zacatecas y de la Confederación Ferrocarrilera para ratificar su compromiso con la clase obrera. Ya sin opositores importantes, su discurso fue más radical a favor de los trabajadores, de los campesinos como cooperadores libres del capital y más anticlerical. Continuó su gira por varias ciudades hasta el 6 de julio cuando votó en la ciudad de Mérida.
Calles ganó sin irregularidades graves por una amplia mayoría de 1,340,634 votos al otro candidato, el general Ángel Flores, ex gobernador de Sinaloa, que fue apoyado por la Liga Política Nacional y el Sindicato Nacional de Agricultores, integrados por revolucionarios desplazados y grupos de la oligarquía católica terrateniente y comercial, quien sólo tuvo 252,599 votos, que desconoció el triunfo de Calles y que dos años después, el 31 de marzo de 1926, murió envenenado por arsénico.
Escribe Georgette José Valenzuela (Gobernantes Mexicanos): “hacia 1923-1924, se veía a Calles como un hombre intransigente, anticlerical, testarudo, siniestro y torvo, pero a la vez recto, honesto, nacionalista y obrerista que se había ganado a pulso el calificativo de revolucionario... moderno y modernizador, muy hábil político y, por todo ello, evidentemente radical.”
Antes de tomar posesión Calles viajó por Alemania, Francia y Estados Unidos, en donde se entrevistó con los presidentes de esos países, Ebert, Herriot y Coolidge respectivamente. También declaró que iniciaría un nuevo trato con las empresas petroleras e inversionistas extranjeros. Se dice que padecía una osteomielitis tuberculosa y que fue operado de la columna vertebral en Berlín.
Calles tomó posesión ante 30,000 personas en el Estadio Nacional, a las doce horas del 30 de noviembre de 1924. Su gobierno trató de dar orden y racionalidad a la transformación posrevolucionaria, a pesar de las enormes dificultades políticas, económicas, sociales e internacionales. No hubo un aspecto importante de la vida nacional que no haya abordado, pese a su debilidad política frente a Obregón que contaba con una mayoría de diputados, senadores y funcionarios. La “federalización” fue un medio de concentrar y centralizar el poder del Estado en el Ejecutivo, a la vez que de destruir la resistente estructura porfirista y de integrar y homogeneizar a la nación. Inició el uso de la inversión pública para promover el desarrollo y no sólo para cubrir necesidades no atendidas por la inversión privada, así como la creación del sector paraestatal con el mismo propósito.
El gobierno de Calles fue eminentemente constructor de instituciones fundamentales para el país, como el Banco de México (intentado por Carranza, preparado por Obregón y finalmente concretado en ley por Manuel Gómez Morín, asesor de Alberto J. Pani) que estableció el sistema bancario moderno; la Comisión Nacional de Irrigación, la Comisión Nacional de Caminos, el Banco Nacional de Crédito Agrícola y Ejidal, la Dirección de Pensiones Civiles de Retiro, las escuelas secundarias, las centrales agrícolas, la enseñanza técnica industrial y comercial.
Reorganizó la hacienda pública, delimitó las competencias tributarias entre los distintos niveles de gobierno, y el 18 de marzo de 1925 decretó la Ley del impuesto sobre la Renta.
En 1926, inició la institucionalización del ejército, al mando del general Joaquín Amaro, mediante la reducción del presupuesto y de los efectivos militares, así como de nuevas leyes castrenses: la orgánica del ejército, que disponía la rotación de los generales para impedir la formación de “feudos”; la de disciplina; la de ascensos y recompensas; y la de retiros y pensiones.
Modificó el Código Civil para incluir la igualdad jurídica de la mujer, la personalidad moral de los sindicatos, la igualdad jurídica de los llamados hijos naturales, el divorcio, entre otras avanzadas innovaciones. También declaró obligatorias la contratación colectiva y la organización de los obreros; tuteló la sindicalización y estimuló la creación de cooperativas. Respaldó el movimiento obrero mediante la Confederación Regional Obrera Mexicana CROM y el Partido Laborista, nombrando a Luis N. Morones, jefe de ambos agrupamientos, como secretario de Industria, Comercio y Trabajo.
Su gobierno consideró al ejido como una forma de propiedad transitoria hacia la propiedad privada. Repartió 3,088,071 hectáreas entre 302,432 jefes de familia, más del doble de lo repartido por Obregón. Sin embargo, para Calles no bastaba repartir la tierra, era necesaria una reforma agraria integral, que incluyera entrega de aperos, créditos, educación técnica, obras de irrigación, fertilizantes, comunicaciones y apoyos similares.
En materia educativa promovió la escuela “racionalista” y la aplicación de los conocimientos, de modo que con escasos recursos multiplicó las escuelas técnicas y rurales en las que se aprendía haciendo, así como las bibliotecas. Además, separó la educación secundaria de la preparatoria. En el campo, con ayuda de los campesinos que edificaban y dotaban de mobiliario a las aulas, la escuela se convirtió en el centro de las comunidades; asimismo, estableció en la capital la Casa del Estudiante Indígena. “Es deber del Estado controlar la educación desde la primaria hasta la universidad, pues de otra manera la Revolución se suicidaría... y dar una orientación educacional de acuerdo con las doctrinas y principios que sustenta”, según Calles una educación nacionalista, laica, republicana y solidaria, propia de “un maestro que llegó a la Presidencia de la República”.
Dado que desde 1921 el ingeniero Constantino Tárnava había venido realizando transmisiones de radio, y que a partir de entonces se había constituido la Liga Central Mexicana de Radio y ya operaban varias estaciones particulares como la del Universal Ilustrado, la de Raúl Azcárraga Vidaurreta, la de la Cigarrera El Buen Tono y la del diario El Mundo, el gobierno de Calles decidió normar esta nueva actividad mediante la Ley de Comunicaciones Eléctricas, publicada el 6 de mayo de 1926, en la que ratificó la propiedad de la Nación del espacio aéreo del que hacían uso estos pioneros radiodifusores.
Respecto a las relaciones del ejecutivo con la prensa crítica escrita, “la táctica de Calles de cambiar los directivos de periódicos políticamente incómodos con el pretexto de un conflicto laboral, o cuando menos obligarlos a acoger una línea acorde con el gobierno, la asumirán más tarde otros presidentes”. (Bohmann Karin. Medios de comunicación y sistemas informativos en México).
En cuanto a la obra material de su gobierno, emprendió ambiciosas obras públicas: realizó grandes obras de irrigación y carreteras y hasta reconstruyó el Palacio Nacional para aumentar un tercer piso. En el periodo se construyeron las carreteras México-Puebla, México-Pachuca, así como las presas Santa Gertrudis, en Tamaulipas; Don Martín, entre Nuevo León y Coahuila; El Mante, en Tamaulipas; Guatimapé, en Durango; Río Santiago, en Aguascalientes; y Tepuxtepec, en Michoacán. También se iniciaron las carreteras de México-Acapulco y México-Laredo. De igual modo, se inauguró la comunicación telefónica con Estados Unidos y el 4 de julio de 1928 se hizo la primera llamada a Londres.
Durante su gobierno, los restos de los héroes de la Independencia fueron trasladados de la catedral metropolitana a la Columna que en su honor había erigido Porfirio Díaz para las fiestas del centenario en 1910.
Además, le tocó instrumentar las comisiones de reclamaciones para atender las que diversos países (el más importante Estados Unidos) hacían a México por daños sufridos durante la revolución. En el ámbito internacional, reanudó relaciones con Inglaterra y las mantuvo con la URSS y con Hungría. El sostenimiento de relaciones con la URSS fue una manera de mostrarse independiente respecto a Estados Unidos, que en esa época no reconocía a los soviéticos. El mismo sentido tuvo el apoyo a los liberales nicaragüenses de Juan Bautista Sacasa, entonces en conflicto abierto con los norteamericanos: “México sostiene ante el caso de Nicaragua sus principios de dejar a cada pueblo otorgarse libremente el gobierno reclamado por la voluntad del propio país”... Además, en la IV Conferencia Internacional Americana de 1928, celebrada en La Habana, defendió los principios de no intervención y solución pacífica de controversias.
Calles tuvo serios conflictos con los Estados Unidos debido a su ley del 26 de diciembre de 1925, reglamentaria del artículo 27 constitucional, que ratificaba la completa nacionalización del subsuelo y consecuentemente de los yacimientos petrolíferos de modo inalienable e imprescriptible, que establecía la rectoría del Estado en la materia y que creaba un procedimiento para que las empresas extranjeras confirmaran los derechos que les hubieren concedido en el pasado. Escandalizado, Frank B. Kellogg, secretario de Estado norteamericano, declaró que algunas propiedades de nacionales de su país habían sido ilegalmente tomadas en México, que tenía noticias de que un nuevo movimiento revolucionario estaba a punto de estallar y que el gobierno de Calles se hallaba “sujeto a juicio ante el mundo”. Calles rechazó tales afirmaciones y condenó la injerencia en los asuntos internos de México: “de ninguna manera admitirá que un gobierno de cualquier nación pretenda crear en el país una situación privilegiada para sus nacionales, ni aceptará tampoco injerencia alguna que sea contraria a los derechos de soberanía de México”. El problema con las empresas petroleras, que acusaron a Calles de “bolchevique” y que estaban coludidas con el embajador norteamericano James R. Sheffield, llegó al punto de provocar otra invasión y de que Calles ordenara a Lázaro Cárdenas el incendio de los pozos petroleros, si ésta tenía lugar. La comunicación de Calles con el presidente de Estados Unidos Calvin Coolidge bajó la tensión. Después los problemas pudieron ser superados gracias a los buenos oficios del embajador norteamericano Dwight W. Morrow, banquero y amigo “personal” de Coolidge. Morrow propuso la modificación de la Ley petrolera con base en un dictamen de la Suprema Corte de Justicia que reconocía la no retroactividad de la ley; la sugerencia fue aceptada y el asunto solucionado.
Durante su gobierno, Calles intentó la aplicación estricta de la ley a las actividades eclesiásticas y promovió la reglamentación del artículo 130 constitucional a fin de contar con disposiciones más precisas para ejercer los controles que la Constitución de 1917 otorgaba al gobierno sobre las iglesias. La fracción VII del artículo 130 se reglamentó conforme a las necesidades locales en 22 estados de la República, lo que redujo sustancialmente el número de sacerdotes autorizados y permitió que en algunos estados, como Tabasco, se establecieran tales requisitos para los sacerdotes, como ser nativo de la entidad, mayor de 40 años, casado y de buenos antecedentes morales. Además, Calles promovió la fundación de la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, encabezada por el sacerdote oaxaqueño renegado, Joaquín Pérez y Budar, que el 21 de febrero de 1925, se apoderó de la parroquia de La Soledad en la capital de la República.
El conflicto con la Iglesia católica, que se inició con la promulgación de la Constitución de 1917, estalló abiertamente el 4 de febrero de 1926, con las declaraciones del arzobispo Mora y del Río de que la Iglesia no reconocía y combatiría los artículos constitucionales 3º, 5º y 130, justo en el momento en que los Estados Unidos amenazaban con una intervención para proteger sus intereses petroleros, que al parecer compartía con la Iglesia, también importante inversionista en esa industria, según se rumoreaba. A partir de este hecho, las autoridades gubernamentales y las eclesiásticas, con el apoyo de sus organizaciones de base (Asociación Católica de la Juventud Mexicana, Partido Fascista Mexicano, Liga Defensora de la Libertad Religiosa, Caballeros de Colón, Partido Popular Mexicano y Unión Patriótica Electoral, Unión Popular, entre otras) realizaron una escalada de reacciones y acciones que incluyó la consignación del prelado declarante, la clausura de templos y centros religiosos, la incitación a la rebelión, la expulsión de sacerdotes extranjeros y del delegado apostólico; la aprehensión de sacerdotes, y el encarcelamiento de los líderes de la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa cuando convocaron a la “paralización de la vida social y económica” como protesta a la expedición de la llamada “Ley Calles” el 3 de julio de 1926, que regulaba rigurosamente la actividad de los sacerdotes y cuyo nombre oficial era Ley de Adiciones y Reformas al Código Penal del Distrito y Territorios Federales en lo relativo a delitos del fuero común y sobre delitos contra la Federación en materia de cultos y disciplina externa, que entró en vigor el día 31 de julio siguiente.
Entre otras cosas, la ley establecía penalidades diversas, como multas, arrestos y expulsión de extranjeros, para quien violare disposiciones tales, como las siguientes: “para ejercer el ministerio de cualquier culto, se necesita ser mexicano por nacimiento… La enseñanza que se imparta en las escuelas oficiales y particulares será laica…Ninguna corporación religiosa, ni ministro de algún culto, podrá establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria… Las escuelas primarias particulares sólo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia oficial… El Estado no puede permitir ningún contrato, pacto o convenio que tenga por objeto el menoscabo, la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre; la ley, en consecuencia, no permite el establecimiento de órdenes monásticas; las ya establecidas serán disueltas por la autoridad… Las personas que induzcan o inclinen a un menor de edad a la renuncia de su libertad por virtud de un voto religioso, serán castigadas... El individuo que en ejercicio del ministerio a sacerdocio de un culto religioso cualquiera, incite públicamente por medio de declaraciones escritas, o predicas o sermones, a sus lectores o sus oyentes al desconocimiento de las instituciones políticas o la desobediencia de la ley, de las autoridades o de sus mandatos, será castigado… Los ministros de los cultos nunca podrán, en reunión pública o privada hacer crítica de las leyes fundamentales del país, de las autoridades en particular o en general del gobierno... Las publicaciones periódicas religiosas o simplemente de tendencias marcadas en favor de determinada creencia religiosa no podrán comentar asuntos nacionales ni informar sobre actos de las autoridades del país o de particulares que se relacionen con el funcionamiento de las instituciones republicanas... Queda estrictamente prohibida la formación de toda clase de agrupaciones políticas, cuyo título tenga alguna palabra a indicación cualquiera que las relacione con alguna asociación religiosa…No podrán celebrarse en los templos destinados al culto reuniones de carácter político… Todo acto religioso de culto público deberá celebrarse precisamente dentro de los templos, los cuales estarán siempre bajo la vigilancia de la autoridad. La celebración del acto religioso del culto público fuera del recinto de los templos, trae consigo responsabilidad penal para los organizadores y ministros celebrantes…Fuera de los templos tampoco podrán los ministros de los cultos, ni los individuos de uno u otro sexo que los profesen, usar de trajes especiales ni distintivos que los caractericen… Las asociaciones religiosas denominadas iglesias, cualquiera que sea su credo, no podrán en ningún caso tener capacidad para adquirir, poseer o administrar bienes raíces, ni capitales impuestos sobre ellos; los que tuvieren actualmente entrarán al dominio de la nación… Los obispados, conventos, casas curales, seminarios, asilos, colegios de asociaciones religiosas o cualquier otro edificio que hubiere sido construido o destinado a la administración, propaganda o enseñanza de un culto religioso, pasarán desde luego, de pleno derecho, al dominio de la Federación, o de los Estados en sus respectivas jurisdicciones.”
El 31 de julio de 1926, el clero ordenó la suspensión de cultos con el apoyo del papa Pío XI. Con esta medida el conflicto se desbordó: agitación, manifestaciones de ambos bandos y organización de brigadas femeninas. El 18 de noviembre siguiente, el Papa Pío XI emitió la encíclica Iniquis Afflictisque sobre la persecución a la Iglesia en la que se leía: "Es cierto que en los primeros tiempos de la Iglesia y en tiempos posteriores se ha tratado atrozmente a los cristianos, pero quizá no ha acaecido en lugar ni tiempo alguno que un pequeño número de hombres, conculcando y violando los derechos de Dios y de la Iglesia, sin ningún miramiento a las glorias pasadas, sin ningún sentimiento de piedad para con sus conciudadanos encadenaran totalmente la libertad de la mayoría en tan premeditadas astucias enmascaradas con apariencia de leyes. Eso que llaman la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos fue obra de quienes poseídos de un furor ciego quisieron dañar de todas las maneras posibles a la Iglesia".
En enero de 1927 se publicó la Ley reglamentaria del artículo 130 constitucional y en ese mismo mes estalló la rebelión armada de los cristeros en los estados de Michoacán, Jalisco y Guanajuato. Ya desde marzo de 1925, un cónclave, integrado por los sacerdotes Mora y del Río, Leopoldo Ruiz y Flores, Miguel de la Mora y Mora, Bernardo Bergoend, José Garibi Rivera, en nombre de Francisco Orozco y Jiménez, Jesús Manríquez y Zárate, y Pascual Díaz, con el único voto en contra de este último, había acordado la posibilidad del uso de la violencia al grito de ¡Viva Cristo Rey! La guerra fue sangrienta y cruel.
"Este conflicto asoló duramente por casi tres años, de finales de 1926 a mediados de 1929, al sector rural de varios estados centrooccidentales: Jalisco, Calima, Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Aguascalientes y Zacatecas. Además de defender sus creencias religiosas, los cristeros provenían de zonas con un alto número de rancheros, los que veían en la reforma agraria más una amenaza que una promesa; para colmo, resentían la avasalladora presencia de norteños en casi todos los puestos gubernamentales. Sus limitaciones militares fueron notables: nunca llegaron a conformar un ejército con mando unificado y coordinación entre sus componentes; se trataba más bien de fuerzas defensivas locales, encabezadas por vecinos con poca o nula experiencia militar; sufrieron además limitaciones económicas, lo que se reflejó en su pobre armamento, y no pudieron consolidar una alianza con su contraparte urbana, la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa; por último, fueron combatidos por el ejército gubernamental y por fuerzas organizadas de agraristas y obreros. A pesar de que no tenían la fuerza suficiente para derrocar al gobierno, era evidente que los guerrilleros cristeros tampoco serían fácilmente derrotados, por lo que su lucha provocaría una inestabilidad endémica." (Nueva historia mínima de México).
El ejército saqueó templos, asesinó sacerdotes y bombardeó pueblos. Los cristeros cometieron atrocidades sin nombres, como la del Padre y General José Reyes Vega, que ordenó incendiar un tren con todo y pasajeros. El gobierno de Calles expulsó al obispo Caruana, delegado pontificio que había ocultado sus funciones, pero fue incapaz de derrotar definitivamente a los alzados, cuyas acciones de guerra, provocaron una merma constante de recursos para combatirlos e impidieron atender otros problemas.
Otro frente en el que el gobierno de Calles sí pudo derrotar a los rebeldes, fue la guerra con los yaquis que durante más de un año se peleó y en la que se utilizaron aviones para poder luchar en la escarpada Sierra Madre Occidental de Sonora.
Una característica del gobierno de Calles fue la “diarquía” que mantuvo con Obregón cuya influencia y popularidad entre las fuerzas armadas era notable. Calles intentó varias veces librarse de la tutela mediante ataques a Obregón por medio de la CROM de Morones, pero finalmente se disciplinó. Por la presión de Obregón, que hacía visitas periódicas a la capital, el problema de la sucesión comenzó para Calles a la mitad de su periodo cuando se discutió y aprobó el 28 de diciembre de 1926 la reforma a los artículos constitucionales 13 y 82, que permitió ocupar la presidencia hasta por dos periodos de seis años, con un periodo intermedio entre ambos. Como la reforma fue a la medida de Obregón, el país se dividió entre reeleccionistas y antirreeleccionistas.
Asimismo, durante el periodo de Calles, bajo la presión de Obregón desaparecieron los ayuntamientos en el Distrito Federal, que estaban en manos de políticos de la CROM, sus enemigos, para que todas las autoridades de la capital fueran nombradas directamente por el presidente de la República.
Calles prefería como su sucesor al líder obrero Morones, pero su candidatura fue vetada por Obregón, quien al principio se inclinó por el general Francisco R. Serrano, pero le decepcionaron sus amoríos y su afición al juego de azar; después pensó en el general Arnulfo R. Gómez y finalmente se decidió por sí mismo, como sucesor de Calles. Cuando Obregón expresó claramente su deseo de reelegirse, Calles se vio forzado a apoyarlo, dado el gran prestigio del caudillo y que los obregonistas dominaban las Cámaras y sobre todo, el ejército.
El apoyo de Calles a Obregón, ante la virulencia de la campaña antireeleccionista, llegó al extremo de inculpar a los candidatos Gómez y Serrano de una conjura para asesinar al propio Calles y a Obregón; por este cargo, Serrano fue detenido en Cuernavaca y asesinado en Huitzilac el 3 de octubre de 1927, y Gómez, que se encontraba en Perote, Veracruz, fue perseguido y fusilado en Coatepec el 4 de noviembre del mismo año. Así, Calles libró a Obregón de sus opositores, quien quedó convertido en candidato único.
Dentro del contexto de la guerra cristera que no terminaba, también Calles aplicó su mano de hierro a quienes supuso culpables del atentado a Obregón el 13 de noviembre del mismo año, los que fueron fusilados sin juicio alguno, entre ellos el padre Pro.
Asesinado Obregón en julio de 1928, y muertos o exiliados los grandes personajes revolucionarios, Calles quedó como el jefe “máximo” del gran movimiento armado, por lo que no faltó quien le atribuyera intervención en la muerte de Obregón por medio de Morones (en broma se decía: ¿Quién mató a Obregón? Cállese la boca). Para garantizar la imparcialidad en la investigación del crimen, Calles sustituyó al general Cruz, jefe de la policía, por el obregonista general Ríos Zertuche y además hizo renunciar a sus cargos a los líderes de la CROM inculpados por los obregonistas. El 16 de agosto siguiente, Calles nombró secretario de Gobernación a Emilio Portes Gil, gobernador de Tamaulipas, joven político civil, también de reconocida filiación obregonista. Y finalmente, enfrentaría la crisis desatada por el inesperado asesinato de Obregón con la creación de un nuevo partido político, cuyo propósito inmediato era evitar una nueva guerra civil, resultante de la lucha por el poder.
Así, en su último informe de 1º de septiembre de 1928 ante el Congreso, Calles señaló "la necesidad que creemos definitiva y categórica de pasar de un sistema más o menos velado, de gobiernos de caudillos a un más franco régimen de instituciones, me han decidido a declarar solemnemente...que nunca y que por ninguna consideración y en ninguna circunstancia volverá el actual Presidente de la República a ocupar esta posición... la Revolución Mexicana... para no apartarse de estos derroteros... necesita de energía siempre nueva, que mantenga su vigor y las características más destacadas del movimiento renovador y del concurso variado y entusiasta del mayor número posible de ciudadanos que puedan escalar puestos de elección popular por sus dotes y merecimientos ante la opinión de las mayorías..."
El día 5 de septiembre siguiente, Calles se reunió con los 33 jefes militares con mando de fuerzas y obtuvo el compromiso de que renunciarían a pretender ser presidente provisional o constitucional y que mantendrían al Ejército al margen de la política. En aras de la unidad, dejarían en manos de Calles la decisión. El 26 de septiembre siguiente, Emilio Portes Gil fue declarado presidente provisional de la República por unanimidad de votos en el Congreso de la Unión.
El mismo día en que dejó la presidencia, Calles se puso al frente del Comité Organizador del Partido Nacional Revolucionario PNR, que fue constituido el 4 marzo de 1929, con el que pretendió dar cabida a todos los grupos revolucionarios, resolver la disputa por los puestos de elección popular de manera pacífica y constituir un “frente revolucionario ante el cual se estrellen los intentos de la reacción”. El primer candidato presidencial del nuevo partido fue el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, quien venció a Aarón Sáenz. Su nominación provocó la rebelión del general Gonzalo Escobar.
Debido a esa rebelión, Calles volvió a ocupar la secretaría de Guerra y Marina, siendo presidente interino Emilio Portes Gil, para combatir a los escobaristas que lo acusaban de “sed insaciable de poder y de riqueza”, que lo llamaban “el gran maestro de la mistificación y de la farsa...el judío de la Revolución Mexicana”, que ha hecho de la política un “mercado vulgar en donde se cotiza todo, desde la moral y la ley escrita, hasta el honor y la dignidad del ciudadano...imponiendo en la Presidencia de la República, por la fuerza de las bayonetas y del crimen, a uno de sus títeres, a uno de sus instrumentos, a uno de los miembros de su farándula” (Ortiz Rubio). Los escobaristas levantados apoyaban la candidatura presidencial del licenciado Gilberto Valenzuela. Calles los derrotó y a partir de entonces, sólo quedaron los oficiales leales al régimen institucional propiciado por el propio Calles. El resto murió en campaña o salió al exilio. En adelante, los generales políticos de la revolución ya no tuvieron la capacidad suficiente para aspirar a tomar el poder. Después, Calles dejó en su lugar en la secretaría de Guerra y Marina al general Joaquín Amaro, con la encomienda de despolitizar lo que quedó del ejército nacional.
Durante varios años, Calles, el Jefe Máximo de la Revolución, extendió su influencia sobre Portes Gil, y los tres siguientes presidentes, Pascual Ortiz Rubio, que nombró a Calles director del Banco de México y después secretario de Guerra y Marina y que renunció al no soportar su injerencia pública en su gobierno; Abelardo Rodríguez, con quien fue Secretario de Hacienda y Crédito Público y presidente del Consejo Ejecutivo de los Ferrocarriles Nacionales; y Lázaro Cárdenas, quien integró a su gabinete a destacados “callistas” y a Rodolfo, hermano del Jefe Máximo.
En este periodo llamado el “Maximato”, Calles ejerció influencia en todas las esferas oficiales, a él acudían políticos, funcionarios y militares a solicitar consejo y apoyo. Se menciona que decía: “En el gallinero de la política, la gallina más alabada no es la que pone el mejor huevo, sino la que mejor sabe cacarearlo”.
Fue objeto de homenajes, de fiestas hípico-militares y de grandes banquetes. Realizó frecuentes giras en el tren presidencial que atraían a mucha gente y se dio el lujo de hacer declaraciones radicales, como llamar a los industriales de Monterrey judíos e ingratos por no corresponder a lo que les había dado la revolución.
El 20 de julio de 1934, Calles pronunció un discurso (el “grito de Guadalajara”), en el que expresó: "Pero la Revolución no ha terminado. Los eternos enemigos la acechan y tratan de hacer nugatorios sus triunfos. Es necesario que entremos al nuevo periodo de la Revolución, que yo le llamaría el periodo revolucionario psicológico; debemos entrar y apoderarnos de las conciencias de la niñez, de las conciencias de la juventud, porque son y deben pertenecer a la Revolución. No podemos entregar el porvenir de la Patria y el porvenir de la Revolución a las manos enemigas. Con toda maña los reaccionarios dicen, y los clericales dicen que el niño pertenece al hogar y el joven a la familia; esta es una doctrina egoísta porque el niño y el joven pertenecen a la comunidad, pertenecen a la colectividad y es la Revolución la que tiene el deber imprescindible de apoderarse de las conciencias, […] de desterrar los prejuicios y de formar la nueva alma nacional […]”.
"La alta jerarquía católica reaccionó virulentamente a este afán de instrumentar un nuevo periodo 'psicológico' de la Revolución, y tanto el arzobispo de México, Leopoldo Ruiz y Flores, como el obispo de Huejutla, Jesús Manrique y Zárate, pusieron el grito en el cielo […] en el interior de la República, especialmente en los estados de Querétaro, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit y Colima, pero también en Morelos y en Puebla, varios líderes campesinos vinculados a la iglesia católica volvieron a llamar a las armas […] nuevamente lograron que fuera muy inseguro transitar por los caminos y las carreteras del Bajío y del centro del país." (Pérez Montfort Ricardo. Lázaro Cárdenas).
Desde entonces, dicho discurso fue considerado por la oposición como la declaración expresa del intento de la Revolución de establecer una educación totalitaria.
Por otro lado, se permitió disentir con la política agraria oficial del presidente Lázaro Cárdenas: “el agrarismo como se ha entendido y practicado hasta ahora es un fracaso… (de nada sirve) entregarles un pedazo de tierra, si les falta preparación y los elementos necesarios para cultivarla... por ese camino los llevamos al desastre, porque les creamos pretensiones y fomentamos la holgazanería”.
El 11 de junio de 1935, ante un grupo de senadores, Calles se quejó del divisionismo y de los extremismos en que estaban cayendo las Cámaras legislativas y concluyó “hace seis meses que la Nación está sacudida por huelgas constantes, muchas de ellas enteramente injustificadas…las huelgas dañan mucho menos al capital que al gobierno, les cierran las fuentes de su prosperidad…vamos para atrás, para atrás, retrocediendo siempre… ¿Y qué obtienen de estas ominosas agitaciones? Meses de holganza pagados, desaliento del capital, el daño grave de la comunidad”.
Publicadas estas declaraciones, el presidente Cárdenas le contestó también públicamente: “jamás he aconsejado divisiones, que no se me oculta serían de funestas consecuencias…el Ejecutivo Federal está dispuesto a obrar con toda decisión para que se cumpla el programa de la Revolución y las leyes que regulan el equilibrio de la producción, y decidido, asimismo, a llevar adelante el cumplimiento del Plan Sexenal, sin que le importe la alarma de los representantes del sector capitalista”. Enseguida, los altos funcionarios de filiación callista, como Tomás Garrido Canabal, que ocupaban puestos en la administración cardenista, fueron relevados.
Calles viajó en avión a los Estados Unidos cinco días después, vacacionó en Hawaii y regresó el día 13 de diciembre siguiente. Durante su ausencia, creció la agitación en su contra que duró varios meses. Corrieron rumores de una conspiración callista contra Cárdenas; gobernadores y jefes militares callistas fueron sustituidos; compareció ante tribunales por una importación de armas que realizó en 1915; hubo en las plazas manifestaciones anticallistas; finalmente, el PNR expulsó de sus filas a Calles y a sus partidarios. En el intercambio de declaraciones salió a relucir la parte más oscura de su actuación como militar y como político: su reparto de armas como gobernador y jefe militar de Sonora, la matanza de Huitzilac, las muertes de Obregón y de Lucio Blanco, su fortuna personal y sus participaciones en los contratos gubernamentales. Un grupo de mujeres exigieron el reparto de su Hacienda de Santa Bárbara. La legislatura de Veracruz le retiró su nombramiento de hijo predilecto de la entidad. Sus aduladores de antes lo traicionaron, sus amigos lo abandonaron. Finalmente, el 9 de abril de 1936, el ala izquierda del Senado lanzó un extenso “yo acuso”, señalándolo como traidor.
Al día siguiente, viernes santo, “por imperativo de salud pública”, Cárdenas dispuso “la inmediata salida de territorio nacional de Calles, de Morones, Luís L. León y Melchor Ortega.” Calles no opuso resistencia al oficial que lo arrestó: “Me considero su prisionero, puede usted...ponerme delante de un pelotón.” Dos días después, en la Plaza de la Constitución tuvo lugar una gran concentración de apoyo al presidente Cárdenas y de repudio a Calles. El 3 de junio siguiente, Calles causó baja en el Ejército Nacional (lo que había ya solicitado con anterioridad). Terminó así su “maximato”.
El 20 de julio de 1937 su hacienda de Santa Bárbara, camino a Cuautla, fue afectada por el reparto ejidal.
Calles vivió su destierro en San Diego, California, Estados Unidos. Regresó del extranjero en 1942, cuando a invitación del presidente Ávila Camacho, todos los expresidentes vivos asistieron a la ceremonia del grito: De la Huerta, Calles, Portes Gil, Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas. Ese mismo año le fue ratificado su grado de General de División.
Murió en la ciudad de México, en el Sanatorio Cowdray, tras una operación de las vías biliares, el 19 de octubre de 1945, a las 14:40 horas; fue sepultado en el Panteón de Dolores. El 20 de noviembre de 1969 sus restos fueron trasladados al Monumento de la Revolución.
Concluye José E. Iturriaga (Calles y la construcción del México Moderno): “Sin él, sin Calles, el México actual sería imposible e impensable, y los yerros del sonorense posteriores a su mandato presidencial no diluyen su colosal obra constructiva”...
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efeméride: Nacimiento 25 de septiembre de 1877. Muerte 19 de octubre de 1945.
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