1476-1520
Hijo de Axayácatl y hermano de Moctezuma Xocoyotzin, junto con su sobrino Cuauhtémoc, eran parte del Supremo Consejo Azteca que debatía y aprobaba las decisiones políticas más importantes del Imperio Azteca.
No se sabe exactamente cuándo nació, pero se reconoce su gran capacidad como guerrero, como lo demostró cuando fue nombrado por ese Consejo comandante de los ejércitos aztecas, encargados de someter a los mixtecos.
“En una reunión del Consejo en mayo de 1519, Cuitláhuac y probablemente Cuauhtémoc, recomendaron que el emperador no fuera a la costa a encontrarse con Cortés ni que lo recibiera en su ciudad. Parece que en aquella ocasión Cuitláhuac dijo ‘mi parecer es, gran señor, que no tendrás en vuestra casa quien os eche de ella y no os digo ni aconsejo más’. Poco después, los mensajeros de Moctezuma ofrecían a Cortés pagarle un tributo anual si renunciaba a verlo. Cuitláhuac llegó a conocer directamente a Cortés, estuvo en la recepción que se le hizo cuando llegó a Iztapalapa, y la segunda vez, en el encuentro con Moctezuma, que lo trató delante de Cortés como su probable heredero”. (Semo Enrique. La Conquista).
A la llegada de Hernán Cortés a Tlaxcala en octubre siguiente, Cuitláhuac encabezó la fracción del Consejo azteca que estaba por la resistencia armada a los conquistadores y sus aliados indígenas. “Ese bando estaba encabezado por Cuitlahuac, señor de Iztapalapa y hermano de Moctezuma, y Cuauhtemoc, señor tecuhtli de Tlatelolco, su sobrino, a la cual se sumaba frecuentemente Cacama, hijo de Nezahualpilli y una hermana de Moctezuma, tlatoani de Texcoco. Cuauhtémoc sostuvo varias veces que había que hacer la guerra a los conquistadores y que se les podía matar durante su estancia en Tenochtitlan en una hora. En varias ocasiones, los tres jóvenes jefes habían expresado su opinión contra los españoles”. (Semo, ya citado).
Sin embargo, después de un año de la actitud titubeante de Moctezuma, anonadado ante seres y artefactos tan distintos y ajenos a los mesoamericanos, el ambicioso Cortés llegó a la capital del imperio azteca y unos días después con increíble audacia apresó a Moctezuma y a varios miembros de la nobleza mexica, entre los que se encontraba Cuitláhuac, quien posteriormente fue liberado por Cortés porque Moctezuma lo señaló como un hombre de confianza para calmar a los habitantes de Tenochtitlan sublevados por la desconcertante sumisión de Moctezuma, su temeraria aprehensión y humillante encadenamiento. Y hacer que reabrieran sus mercados para que los españoles y sus aliados pudieran abastecerse. Cuitáhuac, ya libre, en lugar de apaciguar el descontento popular se puso al frente de la resistencia mexica contra los españoles.
La cobarde matanza de gran parte de la nobleza azteca durante la fiesta del Toxcatl en el Templo Mayor y enseguida de los presos nobles encerrados junto con Moctezuma, ordenada por Pedro de Alvarado y probablemente consentida por Cortés, ya que dejaba sin mandos al gobierno azteca, provocó el despertar y la ira del pueblo tenochca, que atacó como pudo a los españoles obligándolos a refugiarse en sus cuarteles y cortándoles todo suministro de alimento y agua.
Es de resaltar que “la postura del bando partidario de la defensa armada, sólo llegó al poder gracias a la insurrección espontánea y generalizada del pueblo tenochca que barrió a la nobleza conciliadora”. (Semo, ya citado).
Cuitláhuac permitió que Cortés y sus aliados, tras vencer a Pánfilo de Narváez, se reunieran con los españoles sitiados en Tenochtitlan, para así no tener que combatir en dos frentes.
Muerto el emperador Moctezuma, después de intentar detener inútilmente la sublevación popular azteca el 29 de junio de 1520, Cuitláhuac fue escogido por los sacerdotes mexicas como nuevo emperador, por lo que le tocó encabezar los esfuerzos para detener la conquista de Tenochtitlan.
Cuando Cortés rompió el sitio, Cuitláhuac fue el estratega principal de los combates que dieron la victoria a los mexicas en la llamada la noche del 30 de junio siguiente, nombrada por los españoles como la “Noche Triste”. Cuenta Bernal Díaz del Castillo: “vino Pedro de Alvarado bien herido, a pie, con una lanza en la mano, porque la yegua alazana ya se la habían muerto, y traía consigo cuatro soldados tan heridos como él. Como Cortés y los demás capitanes les encontraron de aquella manera y vieron que no venían más soldados, se le saltaron las lágrimas de los ojos”.
Las pérdidas españolas fueron enormes: unos 600 españoles que en su mayoría fueron sacrificados los siguientes días, 56 caballos, 4000 aliados indígenas predominantemente tlaxcaltecas, cañones, armas y lo que más importaba a los conquistadores: la mayor parte del tesoro robado de los aposentos reales de Moctezuma.
Se dice que Cortés se detuvo en medio de la huida a llorar debajo de un árbol ahuehuete; él mismo relata en una de sus Cartas de Relación, sin mencionar sus lágrimas su gran pesar: “era sin comparación el daño que los nuestros recibían, así los españoles, como los indios de Tascaltecal que con nosotros estaban, y así a todos los mataron, y muchas naturales de los españoles; y asimismo habían muerto muchos españoles y caballos y perdido todo el oro y joyas y ropa y otras muchas cosas que sacábamos, y toda la artillería […] Dios sabe el trabajo y fatiga que allí se recibió, porque ya no había caballo, de veinte y cuatro que nos habían quedado, que pudiese correr, ni caballero que pudiese alzar el brazo, ni peón sano que pudiese menearse”.
Para algunos historiadores el error de Cuitláhuac fue no haber perseguido a los españoles en desbandada hasta exterminarlos. Lo cierto es que Cuitláhuac no pudo ir tras Cortés y acabarlo porque en el cuartel de los españoles quedó refugiado un numeroso contingente de indígenas aliados que dieron batalla a los mexica por varios días. Al final, los sobrevivientes fueron sacrificados a Huitzilopochtli. Fue hasta el 7 de julio siguiente, cuando los aztecas alcanzaron en Otumba a los españoles sobrevivientes sin poderlos derrotar.
Durante las tres semanas siguientes a la huida de los españoles, el pueblo tenochca recobró la mayor parte de su capital a pesar de la superioridad de los cañones españoles. Cuitláhuac personalmente venció a la guarnición española que quedaba en el palacio de Axayácatl.
Cuitláhuac fue el encargado de reconstruir Tenochtitlan, de reorganizar el ejército y de preparar la defensa ante el previsible regreso de Cortés con mayores fuerzas. Al efecto, nombró a Cuauhtémoc, su sobrino, jefe de los ejércitos aztecas que enfrentarían la invasión.
Habiendo conocido ya la potencia y la operación de las armas europeas, Cuitláhuac trató de anular su ventaja militar mediante innovaciones en las estrategias, defensas y armas indígenas, por ejemplo: cierre de calzadas de entrada a Tenochtitlan, trampas para los caballos, lanzas más largas contra los arcabuces, etc. Sin embargo, la viruela cundió por toda la capital azteca y ya se había constituido en el principal enemigo a vencer y el más poderoso aliado de los conquistadores.
El 7 de septiembre siguiente, Cuitláhuac, con alrededor de cuarenta y cuatro años de edad, recibió la diadema que lo consagró como nuevo emperador, sucesor de su hermano Moctezuma. Se cuenta que el ascenso de Cuitláhuac al poder, se celebró con el sacrificio de los prisioneros españoles, cuyas cabezas quedaron en el Tzomplantli, así como de sus aliados indígenas que no lograron escapar. Como relata Bernal Díaz que dijeron los sacerdotes, Cuitlahuac “no será de corazón tan flaco que le podáis engañar con palabras falsas como fue a su buen Montezuma”.
“… Cuitláhuac y más tarde Cuauhtémoc, mandaron mensajeros para informar a los purépechas (tarascos) de la venida de los españoles y de la traición de los de Tlaxcala. Pidieron forjar una alianza que sería bien retribuida. El cazonci decide checar la información directamente por sus propios enviados que mandó a la ciudad sitiada. La respuesta fue deliberadamente negativa: ¿A qué propósito tengo de enviar la gente a México? Porque de continuo andamos en guerras […] los mexicanos y nosotros tenemos rencores entre nosotros, ¿a qué habemos de ir a México? ¡Muera cada uno de nosotros por su parte! No sabemos lo que dirán después de nosotros y quizá nos venderán a esas gentes que vienen y nos harán matar”. (Semo, ya citado).
El 5 de diciembre de 1520 (4 para Semo, ya citado y un día de noviembre para otros) Cuitláhuac falleció de viruela, enfermedad traída por los españoles y que entre la población indígena, carente de defensas contra ella, provocó la muerte de miles y contribuyó a la caída de Tenochtitlan. Fue el décimo y penúltimo emperador azteca. Lo sucederá Cuauhtemoc.
El año 2020 fue declarado por la alcaldía de Iztapalapa el “año de Cuitláhuac, guerrero victorioso”. Y en el 500 aniversario de la “Noche Triste”, Clara Brugada, alcadesa de la misma demarcación, trasplantó en Iztapalapa un brote del árbol bajo el cual se dice que lloró Cortés, pues como escribió Samuel Máynes Champion en la revista Proceso, para los mexicanos más que “triste”, fue la Noche de la Victoria.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efeméride: Muerte 4-5 de diciembre de 1520.
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