1895-1970
Hijo de don Dámaso Cárdenas Pinedo, de ocupación tendero, y de doña Felícitas del Río Amezcua, nació el 21 de mayo de 1895 en la calle de San Francisco, en el barrio de la Puentecita de Jiquilpan de Juárez, Michoacán. En su tierra natal cursó hasta el cuarto año de educación primaria, únicos estudios formales que realizó hasta los once años.
Desde pequeño ayudó a su abuelo –que había luchado contra los franceses- a cultivar su “écuaro” por lo que tuvo contacto con los indígenas y los abusos de los terratenientes. En 1909 ingresó como “meritorio” en la mesa segunda de la Oficina de Rentas de Jiquilpan, donde empezó a desarrollar una caligrafía impecable. En 1911, con la muerte de su padre, asumió la responsabilidad de ser el jefe de su familia. Ese mismo año trabajó en la Secretaría de la Prefactura y después, laboró como tipógrafo en la imprenta “La Económica”, de don Donaciano Carreón, cuyas ideas liberales y revolucionarias influyeron en su formación política. Al estallar la revolución, Don Donaciano vendió a los trabajadores la imprenta, entre ellos al mismo Cárdenas, y se unió a los rebeldes.
En 1913, el joven Lázaro fue delatado a los federales huertistas por haber impreso un manifiesto revolucionario y ante la posibilidad de ser aprehendido, se enlistó en las fuerzas revolucionarias como capitán segundo encargado de la correspondencia (fundamentalmente gracias a su caligrafía) bajo las órdenes del general zapatista y más tarde villista, Guillermo García Aragón, que operaba en Michoacán y después en la columna de Martín Castrejón que se dispersó a finales del año citado. Perseguido por los federales se reintegró a la revolución en julio de 1914 bajo las órdenes del general Lucio Blanco y ya con las fuerzas obregonistas presenció en Teoloyucan la rendición del Ejército Federal y al dividirse los caudillos revolucionarios combatió al zapatismo ese mismo año.
Después, se incorporó a las fuerzas del general José María Maytorena en Sonora, pero al llegar a Cananea y darse cuenta de que Maytorena se había unido a Villa, marchó a Agua Prieta para integrarse a las tropas del general Calles. Cárdenas escribió en sus “Apuntes”:”En marzo de 1915 que me presenté al general Calles y durante la campaña que hicimos en aquel Estado contra Maytorena y Villa, pude apreciar en él al hombre de carácter y firmes convicciones y puse entonces bajo su mando el entusiasmo de mis veinte años”. Ambos iniciaron una entrañable amistad en la que Calles era maestro y líder político del joven Cárdenas. Calles llamaba a Cárdenas con el mote de “Chamaco”. Bajo su mando, Cárdenas actuó contra los indios yaquis sublevados; combatió en Nayarit, Jalisco y Michoacán a los rebeldes villistas de Inés Chávez García. Al triunfo de la revolución constitucionalista regresó a Michoacán, donde persiguió a bandidos que operaban en la región.
Durante el gobierno constitucional de Carranza, Cárdenas fue encargado de pacificar la Huasteca veracruzana, en la que las “guardias blancas”, al servicio de las compañías extranjeras petroleras, asolaban la región. En 1918, alcanzó el grado de coronel.
En 1920, desde la Huasteca, se adhirió al Plan de Agua Prieta, encabezado por los sonorenses Obregón, De la Huerta y Calles, en contra del presidente Carranza, quien pretendía imponer a Bonillas como su sucesor. Tras el asesinato de Carranza en Tlaxcalantongo, Cárdenas hizo detener y enviar preso a México a Rodolfo Herrero, presunto responsable directo del crimen. (Hay un oficio en el que el Corl. Cárdenas ordena al Gral. Herrero asesinar a Carranza, lo cual resulta incongruente y descubre su carácter apócrifo).
Al triunfo del movimiento de Agua Prieta, el presidente interino, Adolfo de la Huerta, ascendió a Cárdenas al grado de general brigadier. Comisionado en Michoacán, recibió el gobierno interino de su estado natal de manos de Pascual Ortiz Rubio, cargo que desempeñó algunos meses para entregarlo al general Francisco J. Mújica, que había resultado triunfador en las elecciones de septiembre de 1920. Después fue designado jefe militar en el Istmo de Tehuantepec, en donde forjó alianzas y amistades duraderas.
En 1923, durante la revolución "delahuertista", Cárdenas fue herido y hecho prisionero en el combate de Palo Verde. Al ver la gravedad de sus heridas, sus enemigos, los generales sublevados Rafael Buelna y Enrique Estrada (a quien salvaría Cárdenas la vida poco después), generosamente lo enviaron a Guadalajara para que fuera atendido y después liberado. De igual modo, se cuenta que en ese mismo año, Cárdenas dejó escapar al general Francisco J. Múgica, en lugar de asesinarlo como le había ordenado Obregón.
Después fue comandante de la zona militar de las Huastecas. En 1924 fue ascendido a general de brigada y al año siguiente, intervino en el arreglo de diversos problemas surgidos entre los sindicatos y las empresas petroleras extranjeras. Ahí constató los abusos de las compañías extranjeras contra los trabajadores mexicanos y el saqueo irresponsable que realizaban de los recursos petroleros nacionales. Cuando con motivo de la ley petrolera esas empresas acusaron al presidente Calles de “bolchevique” y coludidas con el embajador de Estados Unidos James R. Sheffield, lo amenazaron con una invasión norteamericana a México, Cárdenas recibió órdenes presidenciales de incendiar los pozos petroleros si cumplían sus amenazas.
El 1º de abril de 1928 fue nombrado general de división. Ese mismo año fue postulado como candidato al gobierno del estado de Michoacán y emprendió una intensa campaña pueblo por pueblo y rancho por rancho, a pesar de que era aspirante único al cargo. Desde muy joven mostró una tendencia natural a conocer personalmente los lugares y la gente, y a tejer redes de amistad, favores y protección en donde actuaba, esta conducta le sería de gran utilidad para sus propósitos políticos; así se comportaría como gobernador, secretario de estado, candidato presidencial, presidente y expresidente.
Ejerció el gobierno entre septiembre de 1928 y septiembre de 1932, con algunos periodos de licencia para desempeñar temporalmente otros cargos políticos.
Como gobernador, a cambio de dejar las armas, ofreció amnistía a los cristeros sublevados por la iglesia católica que pretendía impedir la aplicación de los artículos 3º, 27 y 123 de la Constitución, lo que debilitó la rebelión cristera en Michoacán.
Para obtener apoyo popular activo para las reformas sociales que se proponía realizar, se dedicó a escuchar al pueblo, en especial a los grupos más pobres; estimuló la formación de agrupaciones obreras y campesinas; unificó y reorganizó a las fuerzas políticas, e impulsó, con el lema “Unión, Tierra, Trabajo”, la creación de la Confederación Regional Michoacana del Trabajo, que agrupó a la mayoría de campesinos y obreros de la entidad en más de cuatro mil comités y cien mil miembros; también promovió la organización de los maestros para que se convirtieran en los agentes de la transformación social. Por otra parte, para dar mayor fuerza a las comunidades frente a los grandes propietarios que se resistían al fraccionamiento de las tierras, creó ocho nuevos municipios. Y decretó la Ley 75 de expropiación por causa de utilidad pública que luego fue anulada por el Poder Legislativo federal a iniciativa del presidente Ortíz Rubio.
Así inició el reparto agrario, a pesar de la resistencia del presidente Calles, de los hacendados y aun de los propios peones acasillados que temían romper su dependencia del patrón. También canceló los contratos de las empresas forestales extranjeras con las comunidades indígenas para recuperar los bosques en favor de los indígenas.. Además, agilizó los trámites legales de dotación de tierras y estableció créditos agrarios de refacción; pugnó por la jornada laboral de ocho horas, el salario mínimo y la asistencia médica; estableció la obligación de crear escuelas en las haciendas y combatió el fanatismo religioso y el alcoholismo. Por estas acciones revolucionarias a favor de los de abajo, “su prestigio pasó de boca en boca, como un corrido popular”.
En 1929 estalló la rebelión “escobarista” y Cárdenas pidió permiso al Congreso local para incorporarse al ejército; se le dio el mando de una columna y cooperó en la pronta derrota de los sublevados. Recibió un millón de pesos para los gastos de la campaña y al término de ésta, reintegró setecientos mil pesos no utilizados y regresó a su cargo de gobernador.
El 15 de octubre de 1930, dejó la gubernatura de su estado para asumir la presidencia del Partido Nacional Revolucionario (PNR), y dirigir la campaña presidencial del ingeniero PascuaI Ortiz Rubio, quien al año siguiente, lo nombró secretario de Gobernación por poco más de un mes. En octubre de 1931 reanudó sus labores como gobernador de su estado hasta concluir su mandato.
El 25 de septiembre de 1932 contrajo matrimonio civil con Amalia Solórzano, pese a la plena desaprobación de los padres de la novia. Entonces, aceptó el puesto menor de comandante militar de Puebla.
En enero del siguiente año, fue nombrado secretario de Guerra y Marina en el gobierno de Abelardo L. Rodríguez, que mostró mayor independencia de Calles y un viraje moderado hacia la izquierda. En este cargo, reafirmó la soberanía nacional sobre las islas Revillagigedo y fortaleció la armada con nuevos barcos.
A finales de 1933, a sugerencia de los callistas que así pretendían comprometer a quien resultara candidato presidencial, el PNR elaboró “un plan de gobierno que constituya un solemne compromiso ante la nación de desarrollar una política social, económica y administrativa, capaz de traducir en hechos los postulados que se proclamaron en los años de la lucha armada…”. Pero el plan resultó mucho más radical de lo que se habían propuesto los callistas, pues llegó a plantear que la revolución mexicana se basa en la doctrina socialista y por lo tanto, persigue el ascenso de la clase obrera y su control de los medios de producción. El 6 de diciembre de ese año, el Plan Sexenal fue aprobado por la asamblea del PNR y Cárdenas rindió protesta como candidato presidencial del mismo partido. Ganó a precandidatos de mayor edad y experiencia como Manuel Pérez Treviño y Carlos Rivapalacio.
Escribe Anatoli Shulgovsky (México en la encrucijada de su historia): “Las finalidades y los esfuerzos de los partidarios de Cárdenas, no se caracterizaban por su unidad, sino que se diferenciaban mucho entre sí. Frecuentemente se apoyaba la candidatura de Cárdenas por la simple razón de oponerse a Calles y sus socios. Esto no tiene base política de principios e ideológica, era una actitud puramente personal, subjetiva. Se trataba de motivos que, como lo demostró el desarrollo posterior de los acontecimientos, en el mejor de los casos, sólo temporalmente convirtieron a estas personas y grupos en amigos de ruta de Cárdenas. Entre estas personas se puede señalar, por ejemplo, al influyente general "revolucionario", millonario y comerciante, Almazán, quien se consideraba "alejado" y "ofendido" por los callistas. Otro partidario -de este tipo- de Cárdenas era el general Cedillo, conocido por sus críticas a la política anticlerical de Calles. Para Cedillo el apoyo a Cárdenas constituía un instrumento para realizar sus planes personales: convertirse en líder de la lucha contra el anticlericalismo callista, lograr prestigio político y posteriormente quizás llegar a jefe del Estado...La candidatura de Cárdenas también fue apoyada, activamente por cierto, por el presidente interino Emilio Portes Gil, quien comprendía que el estallido revolucionario sólo podía detenerse por medio de determinadas concesiones a las masas populares, y haciendo a un lado los aspectos más odiosos de la política seguida por el régimen callista. “
El 7 de diciembre de 1933, Cárdenas rindió protesta como candidato presidencial del PNR en Querétaro. Dos días después inició en San Luis Potosí una exhaustiva campaña que llegó a los lugares más apartados, nunca antes visitados por un candidato a la presidencia: “Yo soy quien debe ir a ellos, ya que ellos no pueden venir a mí”. Casi sin dormir recorrió casi 27,000 kilómetros escuchando a la gente común, gobernadores, líderes locales y terratenientes, -hasta caciques y ex cristeros, para entender sus problemas y obtener apoyo para las reformas que se proponía realizar, así como para identificar a sus adversarios. Viajó por todos los medios de transporte disponibles en la época, aun a pié. Y usó todo tipo de propaganda para hacer llegar su mensaje a una población en su mayoría pasiva e indiferente: desde mítines de empleados y campesinos acarreados, la radio y el cine, hasta los botones, carteles y banderines. Su lema de campaña fue "Trabajadores de México, uníos".
"Para entonces consideraba que si bien apelando a la organización de los trabajadores y los campesinos se podían construir las palancas para transformar esa situación y así tratar de instaurar una justicia social más equitativa y una mejor distribución de la riqueza, la tarea sería realmente titánica. Por un lado el proyecto de gobierno descansaba en el Plan Sexenal y en la aplicación de los principales postulados de la Constitución de 1917, lo cual permitía atenerse a un modelo más o menos factible de desarrollo y de igualdad; pero por otra parte una infinidad de variables locales, determinadas por líderes y organizaciones regionales, así como por los sempiternos conflictos agrarios y laborales, aunados a las disparidades sociales y económicas incubadas desde siglos atrás, hacían que dicho proyecto y la instrumentación de los principios constitucionales se convirtieran en metas muy difíciles de alcanzar. A esto había que añadir los intereses de las organizaciones patronales y la continua oposición de la iglesia católica, así como los afanes protagónicos de quienes ya habían probado o estaban disfrutando las mieles del poder estatal y federal." (Pérez Montfort Ricardo. Lázaro Cárdenas).
Para acortar la persistente desigualdad, conforme al Plan Sexenal del PNR: "Lázaro Cárdenas, durante su campaña presidencial, en lo que constituye un antecedente directo de los planes nacionales de desarrollo, hablaba de la necesidad de equiparar los impuestos al capital, riqueza y trabajo. Dicho en las palabras endosadas por el General en 1933, esta era la tarea que el Estado mexicano consideraba urgente en materia fiscal:
El impuesto sobre la renta que ha venido desvirtuándose hasta convertirse en un gravamen que tiene por fuente principal la renta del trabajo asalariado, por ser los causantes relativos los únicos que no pueden evitarlo, y que en lo que respecta al comercio, la industria y la agricultura ha llegado a asemejarse a los impuestos de patente, debe ser reorganizado para corregir esas desviaciones y para eliminar los defectos que desde su implantación en nuestro país ha presentado.
En consecuencia, se procurará que grave la renta real: que alcance a utilidades y beneficios que actualmente escapan y afecte las rentas provenientes del capital, en proporción mayor de las derivadas del capital y del trabajo, y las de este último en proporción todavía menor. El impuesto sobre herencias y legados deberá uniformarse y utilizarse como corrector y complementario del impuesto sobre la renta y, en sentido revolucionario, para impedir la acumulación de la riqueza a través de la perpetuación de las grandes fortunas". (Castañeda Garza, Diego. Desiguales: Una historia de la desigualdad en México (p. 20). DEBATE. Edición de Kindle.)
Durante las tres etapas de su campaña " el General resumió sus impresiones por cada entidad federativa, anotando las necesidades de comunicación local y con el resto del país; apuntó dónde era imprescindible la dotación de tierras y cómo debía hacerse; se imaginó y propuso posibles desarrollos regionales, y se percató de diversos conflictos sociales causados por la ignorancia, la segregación, el fanatismo religioso y el abuso de poder […]."
Y fue esbozando lo que sería su mandato en frases como: "Haré un gobierno de amigos, no para los amigos […] manos limpias de sangre y de codicia. […] entregaré a los campesinos el máuser con que hicieron la Revolución para que defiendan el ejido y la escuela […] la principal acción de la nueva fase de la Revolución es la marcha de México hacia el socialismo, movimiento que se aparta por igual de las normas anacrónicas del liberalismo clásico y de las que son propias del comunismo que tiene como campo de experimentación a la Rusia Soviética […] el Estado como regulador de los grandes fenómenos económicos que se registran en nuestro régimen de producción y distribución de la riqueza […] el capitalismo voraz sólo acude a donde encuentra campos propicios para la explotación del hombre por medio de bajos salarios […] No debemos hacernos la ilusión de conseguir la prosperidad de México a base de intereses extraños. Hemos de lograrlo con intereses propios […] no permitir que el clero intervenga en forma alguna en la educación popular, la cual es facultad exclusiva del Estado […] que el problema indígena, básico para la nacionalidad, se resuelva integralmente, atacándolo en sus fases social, económica y política. Habrá que impulsar campañas de desfanatización, antialcoholismo y alfabetización, combatiendo así a los tres enemigos del progreso del indio […]". (Pérez Montfort, ya citado)
Terminó su gira en Durango, desde donde dirigió un mensaje la víspera de la jornada electoral por la XEFO, estación del PNR que había cubierto toda su campaña.
Si bien sólo sufragó el 14% de los votantes potenciales, Cárdenas pudo obtener de primera mano una visión de las condiciones reales del país y por lo tanto un diagnóstico sobre el cual basar sus acciones como presidente.
En obvia desventaja, el coronel Adalberto Tejeda Morales, exgobernador de Veracruz, aunque coincidente en muchas cuestiones con Cárdenas, compitió por la presidencia de la República por el Partido Socialista de Izquierdas PCI, sin que su campaña alcanzara relevancia nacional. Por su parte, con la consigna "Ni con Calles ni con Cárdenas", el Partido Comunista Mexicano PCM lanzó como candidato al trabajador ferrocarrilero Hernán Laborde, a través del Bloque Unitario Obrero Campesino BUOC. Además, desde una coalición heterogénea pero importante, la Confederación Revolucionaria de Partidos Independientes CRPI, aprovechó la oportunidad para lanzar como candidato al general neolonés Antonio I. Villarreal.
Al celebrarse las elecciones el 1 de julio de 1934, Cárdenas emitió su voto personal a favor de Tomás Garrido Canabal. Los resultados electorales fueron de 2,225,000 votos para Cárdenas del PNR (98.19%); y para Antonio I. Villarreal de la CRPI, sólo 24,395, el 1.07% de la votación. Cifras aun menores correspondieron a Adalberto Tejeda del PSI con 16,037 votos y a Hernán Laborde del PCM con 569 votos. Los candidatos derrotados denunciaron fraudes e irregularidades cometidos por el PNR, pero su protesta no tuvo mayor trascendencia.
El gobierno de Cárdenas se inició en un ambiente internacional marcado por la depresión económica y la posibilidad de una nueva conflagración mundial. En primer lugar, la depresión provocó, a nivel general, la intervención económica y social del Estado a favor del bienestar social de las masas empobrecidas por la crisis de 1929, intervención que coincidió con la ideología de la Revolución Mexicana de que el Estado debía ser un instrumento de progreso y de justicia social, con lo cual disminuyó la sospecha de que en México dominaba el “bolcheviquismo”; además, la contracción de los mercados internacionales, obligó a los países exportadores como el nuestro, a basar más su crecimiento económico en la expansión de su mercado interno. En segundo lugar, la “política del buen vecino” de los Estados Unidos que privilegiaba la negociación sobre la fuerza, así como la inminencia de una nueva guerra mundial permitió mayor libertad de maniobra a los gobiernos nacionalistas que pretendían recuperar sus recursos naturales para sus naciones, pues alejaba la posibilidad de una respuesta armada de parte de las potencias afectadas, las cuales, en ese momento, estaban más ocupadas en prepararse para un esfuerzo bélico de dimensiones mundiales. En tercer lugar, la situación estratégica de México respecto a Estados Unidos, motivó la injerencia del nazifascismo en los asuntos internos de México mediante el patrocinio de movimientos de derecha que buscaban derrocar al gobierno cardenista y sustituirlo por otro más afín a los intereses del Tercer Reich.
En lo interno, la población de 16 millones era predominantemente rural y analfabeta y la propiedad de la tierra había cambiado poco con la revolución, pues de 131 millones de hectáreas laborales, más de 70 millones correspondían a 2000 predios de 10,000 hectáreas, de modo que un poco más de 13,000 hacendados, muchos de ellos extranjeros, disponían de más del 83% de la tierra, que en grandes extensiones no se cultivaba o trabajaba primitivamente. El crecimiento económico era negativo, el desempleo se había agravado por el regreso a México de más de 70,000 trabajadores despedidos en Estados Unidos por la crisis de 1929. El descontento social, la agitación obrera, las huelgas y los frecuentes levantamientos de campesinos que demandaban la tierra, encaminaban al país al desorden y la violencia
"Para la mayoría, Cárdenas era uno más de los que pertenecían al grupo que se enriquecía con el dinero del pueblo y que andaba de un lado a otro con sus jilguerillos prometiendo progreso y bienestar para todos. Además, su cercanía con el general Plutarco Elías Calles no le ayudaba a la hora de tratar de mejorar esa imagen. El desprestigio, la sospecha y la suspicacia se habían apoderado de las percepciones populares sobre los que ocupaban el escenario de la administración pública, las altas jerarquías militares y los escaños de representación gubernamental […]. Para muchos miembros de la élite política, así como para gran parte de la población mexicana, el binomio Calles-Cárdenas caracterizaba una especie de doble poder al que ya habían tenido varias oportunidades de conocer en el pasado […]. El deslinde entre el pasado y el nuevo régimen se haría, en un principio, sin mayores aspavientos. Sería hasta un año y medio después cuando las diferencias entre uno y otro llevarían a la ruptura definitiva.". (Pérez Montfort, ya citado).
El 30 de noviembre de 1934, Cárdenas, vestido sencillamente (sin jacquet ni sombrero de copa, como era costumbre), asumió el cargo de presidente de la República, en su mensaje inicial señaló: “La revolución Mexicana ha seguido, desde su origen y a través de su historia, un anhelo de justicia social…Tengo presentes de una manera indeleble las impresiones que durante mi campaña electoral pude recoger: profundas desigualdades e inicuas injusticias a que están sometidas grandes masas de trabajadores y muy particularmente los núcleos indígenas… Nada puede justificar con más elocuencia la larga lucha de la Revolución Mexicana, como la existencia de regiones enteras en las que los hombres de México viven ajenos a toda civilización material y espiritual, hundidos en la ignorancia y la pobreza más absoluta, sometidos a una alimentación, a una indumentaria y a un alojamiento inferiores impropios de un país que, como el nuestro, tiene los recursos materiales suficientes para asegurar una civilización justa.”
Antes de terminar el año de 1934, reformó el Poder Judicial: suprimió la inamovilidad de los magistrados y estableció que duraran en el cargo sólo seis años.
Según Pérez Montfort, a Cárdenas no le gustaba la idea de que la residencia oficial fuese un palacio o un castillo. Por lo que en lugar de vivir en el castillo de Chapultepec (que hizo museo), acondicionó el antiguo rancho de La Hormiga para convertirlo en la residencia presidencial de los "Los Pinos". Abrió las puertas del Palacio Nacional a campesinos y obreros, e instaló un telégrafo para que cualquier ciudadano pudiera comunicarse con el presidente.
Recorrió varias veces el país (más de 80 mil kilómetros): "Las jiras de gobierno tienden a despertar el espíritu cívico de las masas y crear la acción conjunta entre los núcleos sociales, autoridades municipales, locales y la Federación para satisfacer las necesidades seculares". Además, desde el inicio de su gobierno, Cárdenas usó permanentemente la radio para, a través de los famosos "encadenamientos" de estaciones, dirigir mensajes a la población. Y más tarde empleó los medios para difundir las acciones de su gobierno de manera centralizada en el Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad, creado en diciembre de 1936. "El desarrollo de un programa definido de gobierno requiere de órganos de publicidad y propaganda coordinados bajo una sola dirección y aplicados a realizar una obra continua de difusión de hechos y doctrinas en la mente pública; así, todo gobierno que no se limite a cuidar el orden sino que además ejerza funciones definidas que tiendan a fomentar la potencialidad del país, así como a fijar conceptos de ética colectiva debe disponer de un mecanismo adecuado para actuar sobre la atención pública nacional y extranjera.... Contar con un organismo como el DAPP era, por todo lo anterior, una necesidad impostergable para el gobierno de Cárdenas, pues a medida que este régimen iba realizando reformas significativas en los ámbitos social, político y económico, las campañas de propaganda en su contra promovidas por sectores de la burguesía nacional y por el capital imperialista iban en aumento. El gobierno requería, por lo tanto, contar con un dispositivo de difusión masiva que le permitiera, por un lado, explicar y justificar sus actos ante la población y, por otro, desarrollar una contrainformación permanente que le ayudara a combatir esas campañas." (Mejía Barquera Fernando. Revista Mexicana de Comunicación). Fue el primer presidente que leyó de pie y completo su informe de gobierno ante el Congreso de la Unión, y el primero también que dio el "Grito" en Dolores, Guanajuato, el 15 de septiembre de 1940.
En principio, Obregón, Calles y Cárdenas, coincidieron en sus propósitos reformistas de instaurar un Estado fuerte y activo, que promoviera el desarrollo capitalista y nacionalista frente a las potencias imperialistas, sin embargo, durante sus gobiernos, los dos primeros se fueron inclinando más por un capitalismo clásico, apoyado en los grandes empresarios nacionales asociados con los inversionistas extranjeros. Cárdenas creía en la movilización de las masas y concebía al Estado como el árbitro y conductor de la lucha de clases. Estas diferencias provocarían el rompimiento con Calles.
Al asumir Cárdenas la presidencia, el general Calles se había erigido en el “jefe máximo de la revolución”, tras el asesinato de Obregón y la creación del PNR; Calles contaba, además, con el apoyo del ejército, lo que le permitía ejercer gran influencia en la vida nacional, formar parte de los gabinetes presidenciales y ocupar cargos públicos a su antojo. Por consiguiente, Cárdenas tuvo que incluir en su primer gabinete a muchos personajes por "recomendación" de Calles, entre ellos a su hijo Rodolfo Elías Calles.
Para poder contrarrestar esta influencia y poner en práctica el Plan Sexenal, se dedicó a fortalecer a las organizaciones de masas que podían respaldar las acciones nacionalistas y revolucionarias gubernamentales, como la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, la Federación de Trabajadores del DDF, y los sindicatos de ferrocarrileros, petroleros, tranviarios, taxistas, alijadores, electricistas, mineros, choferes y similares. Su política sindical se dirigió a promover la organización de una central obrera única e impedir la formación de sindicatos blancos, a reafirmar el papel del Estado como árbitro regulador de la economía nacional y protector del proletariado, y a limitar los conflictos obrero-patronales a la capacidad económica de las empresas. “Estoy convencido (...) por mi experiencia como gobernador de Michoacán, que no basta la buena intención del mandatario (...) es indispensable el factor colectivo que representan los trabajadores".
El apoyo que Cárdenas brindaba a los trabajadores permitió que se efectuaran múltiples paros y estallaran numerosas huelgas, inclusiva huelgas por solidaridad, lo cual no fue del agrado de los grupos empresariales que amenazaron con parar sus negocios, a lo que Cárdenas contestó que si estaban “fatigados de la lucha social” entregaran sus empresas al Gobierno o a los trabajadores.
También las huelgas alarmaron a Calles, quien el 11 de junio de 1935, en apoyo de los empresarios, declaró a la prensa: “hace seis meses que la Nación está sacudida por huelgas constantes, muchas de ellas enteramente injustificadas…vamos para atrás, para atrás, retrocediendo siempre… ¿Y qué obtienen de estas ominosas agitaciones? Meses de holganza pagados, desaliento del capital, el daño grave de la comunidad”. A lo cual el presidente Cárdenas contestó: “El Ejecutivo Federal está dispuesto a obrar con toda decisión para que se cumpla el programa de la Revolución y las leyes que regulan el equilibrio de la producción, y decidido, asimismo, a llevar adelante el cumplimiento del Plan Sexenal, sin que le importe la alarma de los representantes del sector capitalista”. A continuación, solicitó y obtuvo la renuncia de todos los altos funcionarios de filiación callista. Ya antes, al prohibir los juegos de azar el 1º de enero del mismo año, y clausurar las casas de juego existentes, como el Casino de la Selva en Cuernavaca, el Foreign Club en las afueras de la ciudad de México y Agua Caliente en Tijuana, había afectado los intereses de prominentes políticos callistas, pues esos establecimientos eran negocios de su propiedad.
En reacción a las medidas tomadas, Calles anunció su retiro de la política y viajó a los Estados Unidos. En diciembre de 1935 regresó al país. El conflicto había crecido: corrieron rumores de una conspiración callista contra Cárdenas; diputados y senadores callistas fueron desaforados para enfrentar cargos de rebeldía y sedición; gobernadores de Tabasco, Colima, Guerrero, Guanajuato, Durango, Sinaloa, Sonora, y jefes militares callistas fueron sustituidos. En Nuevo León se anuló la elección de Plutarco Jr. Calles tuvo que comparecer ante tribunales por un contrabando de armas efectuado en 1915. En las plazas de las principales ciudades se realizaron multitudinarias manifestaciones anticallistas y hasta el PNR expulsó de sus filas a Calles y a sus partidarios. La oposición trató de exhibir la incapacidad del régimen cardenista por medio de atentados dinamiteros en las vías férreas y asaltos en las carreteras. En la casa de Luis N. Morones se encontró todo un arsenal que fortalecía la sospecha de que se preparaba una rebelión.
Al siguiente año, en febrero de 1936, se integró la Confederación de Trabajadores de México, CTM, como una central sindical única, "un frente nacional dentro de la lucha de clases, al servicio del proletariado mexicano". Ante el avance de los sindicatos, en marzo siguiente, las Cámaras de Comercio criticaron que en el gobierno "no existe norma fija, ley en vigor, orientación definida y clara", se quejaron de que se escuchaba más a los sindicatos que a los empresarios, y pidieron que este "estado de anormalidad y perturbación permanentes" fuera substituido por un "programa y una legislación de netos lineamientos". El Presidente Cárdenas contestó: "El concepto moderno de la función del Estado y la naturaleza misma de la legislación del trabajo, en amplitud universal requieren que los casos de duda sean resueltos en interés de la parte más débil. Otorgar tratamiento igual a dos partes desiguales, no es impartir justicia ni obrar con equidad. La legislación sobre el trabajo, como es sabido, tiene en todos los países un carácter tutelar respecto de los trabajadores, porque tiende a reforzar la debilidad de éstos frente a la fuerza de la clase patronal, para acercarse lo más posible a soluciones de justicia efectiva."
Tampoco la CTM fue del gusto de los militares porque su líder Vicente Lombardo Toledano creó las milicias obreras y temieron la suplantación de las fuerzas armadas por los obreros. Cárdenas tuvo que aclarar que las milicias tenían un propósito de educación física y de defensa nacional, por lo que no eran "un peligro ni para el ejército ni para la sociedad".
"Un atentado contra el tren que iba del puerto de Veracruz a la Ciudad de México perpetrado el día 5 del mismo mes, cuya responsabilidad recayó en elementos callistas, hizo que Cárdenas tomará la decisión de expulsar definitivamente al general Calles del país. Todavía envió al general Múgica a tratar de negociar con el sonorense, pero éste optó por no querer concertar ningún acuerdo con el presidente. Finalmente el 9 de abril se dio la orden de expulsar del país a Luis L. León, a Luis Napoleón Morones, a Melchor Ortega y al mismísimo general Plutarco Elías Calles." (Pérez Montfort, ya citado).
En la madrugada del 10 de abril de 1936, “por imperativo de salud pública”, se cumple la orden de expulsión y en un avión militar salen hacia California, EUA. Liquidó así su Maximato.
Desde antes de tomar posesión, Cárdenas había expresado: “He sido electo Presidente y habré de ser Presidente”. Y reiterado ya en el cargo: Una sola fuerza política debe sobresalir: la del Presidente de la República”.
Según la Nueva historia mínima de México: "La fuerza que había podido acumular el jefe máximo pasó a la presidencia de la república".
"Quizá el apoyo más importante para desplazar a Calles de las principales tomas de decisión gubernamentales vino de parte del ejército. Cárdenas atrajo a su gobierno a militares resentidos con los sonorenses, como Cándido Aguilar, Heriberto Jara y Juan Soto Lara. También logró la cercanía de exvillistas como Pánfilo Natera y de zapatistas como Gildardo Magaña […] Cárdenas fue colocando paulatinamente a militares de toda su confianza en puestos estratégicos […] Poco a poco se fue formando una cartografía castrense de la República que debía garantizar su lealtad a la institución presidencial. Cárdenas también procuraría a los mandos medios y haría lo posible por beneficiar a la tropa con sus programas de educación a través de las Escuelas de Hijos del Ejército y aumentando sus haberes." (Pérez Montfort, ya citado).
Señala Shulgovsky, ya citado; “Los partidarios de Cárdenas, apoyándose en las masas trabajadoras de la ciudad y del campo, lograron infligir una derrota a la reacción callista, fortalecerse en el poder e imprimir a la política gubernamental un carácter progresista y dinámico...El rompimiento con el callísmo amplió la base social del gobierno de Cárdenas, atrajo a su favor a aquellas capas de la población que no participaban en el movimiento liberador. Muy importante fue la política seguida por Cárdenas en relación con las capas católicas de la población. El gobierno de Cárdenas, apoyado por las fuerzas progresistas, terminó con la demagogia anticlerical del régimen callista, extirpó del aparato gubernamental, a los aventureros y demagogos ocupados en encender la guerra antirreligiosa. Pero lo más importante residía en que el grupo político que había llegado al poder, iniciaba transformaciones sociales que respondían a los intereses de la población laboral, independientemente de que fuera católica o no.”
Para establecer un diálogo permanente entre los empresarios y el Estado, reestructuró los intereses privados mediante la reagrupación de las cámaras de comercio e industria en dos organizaciones nacionales: la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio CONCANACO, y la Confederación Nacional de Cámaras de Industria CONCAMIN, con afiliación obligatoria de toda empresa importante. Cárdenas no era enemigo de los empresarios sino de los capitalistas que se negaban a participar en la construcción del México moderno. Hombres de empresa nacionales y extranjeros como Jenkins, Wright y Trouyet disfrutaron de su buena disposición.
Ante el temor de los empresarios de un nuevo estallido social, en mayo del mismo año, Cárdenas les dijo: “precisamente porque conozco como revolucionario en qué circunstancias se incuban las explosiones del sentimiento popular, recomiendo que la clase popular cumpla de buena fe con la ley, cese de intervenir en la organización sindical de los trabajadores y dé a éstos el bienestar económico a que tienen derecho dentro de las máximas posibilidades de las empresas; porque la opresión, la tiranía industrial, las necesidades insatisfechas y las rebeldías mal encaminadas son los explosivos que en un momento dado podrían determinar la perturbación violenta tan temida por ustedes”.
Para promover la reconciliación nacional, el 5 de febrero de 1937, Cárdenas promulgó una Ley de indulto para todos aquellos que tomaron parte en movimientos de rebelión contra el Gobierno, cancelándose por lo tanto, todos los procesos pendientes, lo que permitió el regreso de importantes militares y políticos exiliados.
Por otra parte, el presidente Cárdenas tuvo que enfrentar la labor del Instituto Iberoamericano, que como instrumento del nazifascismo internacional se dio a la tarea de organizar quintas columnas, así como las intensas acciones de la Falange Exterior FE, y de las organizaciones que simpatizaban con Franco, como el Club España, el Casino Español, la Junta Española de Covadonga, el Centro Asturiano, La Unión Cultural Gallega, el Orfeo Catalá, la Cámara de Comercio Española, la Unión Cultural Gallega y el Círculo Vasco. Lo mismo resistió las presiones del clero católico que desde Estados Unidos quería que el presidente Roosevelt influyera en México para cambiar la política de su gobierno en materia de cultos.
En el campo de la propaganda tuvo que contrarrestar las publicaciones derechistas existentes, e inclusive la revista Timón, dirigida por José Vasconcelos, que financiaba la embajada alemana en México. Las potencias nazifascistas también auspiciaron la organización de grupos contrarios al cardenismo, como el de los Dorados de Francisco Villa que provocaron choques sangrientos con los comunistas, la Unión Nacionalista Mexicana, el Partido Nacionalista de México, la Vanguardia Nacionalista Mexicana, la Juventud Nacionalista de México y la Confederación de la Clase Media; así como la Unión Nacional Sinarquista UNS, fundada el 23 de mayo de 1937 y que llegó a agrupar más de medio millón de hombres y mujeres de las capas rurales más atrasadas del país.
Cárdenas intentó multiplicar la participación estatal en la radio, apoyó los experimentos de Guillermo González Camarena para desarrollar la televisión, y el 25 de julio de 1937, creó "La Hora Nacional" con Alonso Sordo Noriega, que se transmitió por la XEDT del Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad de la presidencia, con el fin de establecer comunicación con la sociedad y fortalecer la integración nacional a través del idioma, la cultura, las tradiciones y la creación artística.
Mediante un Manifiesto a la Nación, el 18 de diciembre de 1937, Cárdenas convocó a la formación del Partido Nacional de los Trabajadores y Soldados, que con hegemonía de las agrupaciones sociales, integraría al Ejército en un solo frente, permitiría que los distintos gremios y el sector femenino tuvieran acceso a los cargos de representación popular y de dirigencia del partido, y liberaría a la burocracia de su membrecía y de sus cuotas obligatorias. El nombre no fue del agrado de los militares porque remitía al comunismo y tampoco aceptaban la hermandad con los obreros, y que se pusiera a oficiales y generales a igual nivel que los líderes obreros y campesinos no muy prestigiados.
El 30 de marzo de 1938, se creó el Partido de la Revolución Mexicana, PRM, para “llegar por la vía pacífica a la democracia social”, al cual se integró un amplio espectro de reformistas y progresistas, así como comunistas, socialistas y liberales radicales.
Este proyecto tampoco gustó a muchos militares, entre ellos Ávila Camacho, porque pensaban que “la incorporación del ejército en la política acarrearía divisiones entre sus integrantes, erosionando así la disciplina. También se consideraba que el instituto armado debía ser apolítico, y que era incompatible formar parte de un partido político con el papel constitucional de garante de las instituciones... Había motivaciones más pragmáticas para oponerse: los generales no aceptaban esa iniciativa porque supeditaba sus actividades políticas a la estructura del partido; su poder se diluía porque tenían que compartirlo con otras fuerzas políticas como el sector obrero, campesino y popular. Los que apoyaban esta medida decían que no se trataba de alejar a los militares de la política, sino al ejército como institución… esta medida trata de vincular íntimamente al ejército con el pueblo”. (Plasencia de la Parra Enrique. El ejército mexicano durante la segunda guerra mundial).
“La incorporación corporativa del ejército en el partido de Estado tuvo una vida efímera, y por eso ha sido vista como una táctica electoral creada por la coyuntura de una elección presidencial que se antojaba sumamente complicada. Pero la medida tuvo un efecto muy valioso, fue una lección para el ejército: dentro del partido todo era negociable, fuera de él nada. Los militares ya habían sido testigos de la purga de generales callistas, ahora veían que a quienes habían apoyado al candidato de la oposición se les amenazaba con darlos de baja o procesarlos, en cambio los que se alinearon con el oficialismo fueron ascendidos y les dieron mejores comisiones militares. La inclusión del sector militar fue coyuntural, sirvió para enfrentar el poderío del almazanismo, por eso cuando éste fue derrotado y Ávila Camacho asumió la presidencia, lo primero que hizo fue acabar con ese sector y por tanto, con la inclusión corporativa de los militares al partido de Estado”. (Plasencia. Ya citado).
Cárdenas promovió la unificación de todas las organizaciones campesinas: “Necesitamos que haya conciencia de clase en los elementos campesinos y ésta solo podrán demostrarla con su unificación. El gobierno desea facilitar esta organización para que pueda llevarse a cabo el programa que se ha trazado en beneficio de los campesinos del país y de la producción agrícola de la República”. La tarea le fue encomendada al PRM y el 28 de agosto de 1938 quedó constituida la Confederación Nacional Campesina, CNC, que integró ejidatarios, comuneros, solicitantes de tierra, asalariados y productores agrícolas.
Además, en ese mismo año de 1938, Cárdenas promovió una central autónoma para integrar a la burocracia nacional: la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado FSTSE. Por otra parte, mejoró la paga, las condiciones de trabajo y el armamento del ejército, pero estableció el relevo periódico de los mandos para evitar feudos militares.
Con la CNC, la CTM y la FSTSE, el PRM pudo quedar organizado en los sectores campesino, obrero, militar y popular, que le dieron su carácter corporativo, que lo diferenció del PNR basado en grupos y partidos regionales. La intención era vincular a las masas de trabajadores con el gobierno para que le sirvieran de respaldo y contrapeso frente a otros grupos nacionales y extranjeros. Así, "el presidente de la república reafirmó su papel de líder de la organización partidaria, encargada de mediar entre los distintos grupos políticos. Más que en las elecciones, la competencia por el poder y las diferencias se ventilaban y resolvían dentro del partido oficial". (Nueva historia, ya citada).
En un país casi analfabeto y sujeto fuertemente a la influencia de los poderes fácticos conservadores todavía no afectados por la revolución, abrir plenamente los cauces de la democracia electoral, hubiera significado el derrocamiento de los gobiernos revolucionarios por la vía del voto manipulado de la gente más pobre e ignorante. “La ignorancia nos entrega al primero que pasa; la indigencia al más poderoso". (Simón Rodríguez maestro de Simón Bolívar).
La expulsión de Calles, la organización de campesinos y obreros, y la creación del PRM como partido único, permitieron a Cárdenas establecer un régimen político revolucionario caracterizado por un Estado fuerte y activo en todas las esferas políticas, económicas, sociales y culturales, relativamente autónomo, capaz de representar el interés general, de ser árbitro del conflicto social y de tutelar a campesinos y trabajadores; una presidencia de la República como la institución predominante sobre los otros poderes, grupos, caudillos y caciques, y que como “fiel de la balanza” decidía su sucesor; y un partido capaz de regular interna y pacíficamente la lucha por los puestos de elección y de movilizar pasivamente el apoyo popular a las medidas gubernamentales progresistas. Este régimen sustentaría la estabilidad política de México hasta el fin del siglo XX.
Así Cárdenas obtuvo la fuerza para promulgar nuevas leyes y acciones para llevar a la práctica el contenido nacionalista e intervencionista de la Constitución de 1917, ya que, para él, “el Estado era la única institución capaz de velar por el bien común de los mexicanos”. Y en contradicción con la ortodoxia económica, a partir de junio de 1935, Cárdenas y su nuevo secretario de Hacienda Eduardo Suárez, adoptaron una política económica cuyo objetivo era el desarrollo económico nacional con distribución del ingreso y con un sobregiro o déficit presupuestal “creador” (generador de capital lanzando dinero a la circulación) para financiar obras de infraestructura y otras actividades creadoras de empleo.
“Los miembros de la élite financiera no permanecieron impasibles ante esta nueva perspectiva de política económica instrumentada por el proyecto nacional del presidente Cárdenas… el principal representante e inspirador intelectual de este grupo liberal mexicano fue Luis Montes de Oca; formado en la escuela liberal del siglo XIX, se adhirió a las nuevas elaboraciones teóricas ortodoxas del periodo de entreguerras, y sostuvo y consolidó una corriente a cuyo desarrollo también contribuyeron de manera importante Gustavo R. Velasco, Miguel Palacios Macedo, Faustino Ballvé y Aníbal de Iturbide. Esta fuerza intelectual fue respaldada por el poder económico que representaba un grupo de empresarios encabezados por Raúl Bailleres. Ellos fueron la fuerza liberal fundadora de la ortodoxia mexicana del siglo XX... (Para ellos) Von Mises propuso para México, que el Estado debía dejar de entrometerse en la regulación del mercado y, en especial, en la regulación del precio de la mano de obra, el salario. En su opinión, el gobierno mexicano debía impulsar una política económica que promoviera una acumulación progresiva del capital; el incremento del capital aumentaría la productividad marginal de la fuerza de trabajo, con lo cual ascenderían los niveles salariales. Además, el gobierno debía anteponer la propiedad privada a la colectiva y fomentar una política de industrialización sin protección del mercado interno, aceptando la división internacional del trabajo, en la cual el salario era la ventaja comparativa de la economía mexicana. Von Mises reivindicaba una defensa radical del individuo frente a la sociedad y cualquier intromisión del Estado." (Romero Sotelo María Eugenia. Los orígenes del neoliberalismo en México). Y para contrarrestar el intervencionismo nacionalista de Cárdenas crearon varias agrupaciones de empresarios, instituciones educativas como el ITAM y distribuyeron libros de la escuela austriaca de economía que defendieran y fundamentaran la economía de mercado.
Respecto a la educación, los diputados y senadores del PNR, en cumplimiento de los acuerdos de su convención, iniciaron la reforma al Artículo 3º Constitucional para implantar la educación socialista cuando ocupaba la presidencia de la República Abelardo L. Rodríguez. Cárdenas, al igual que otros revolucionarios, pensaba que al desarrollarse el proyecto de la Revolución a plenitud, se llegaría a un sistema y a una sociedad socialistas, por eso puso en práctica la reforma. Ya como presidente electo manifestó: “El mismo hecho de que el clero y sus aliados muestren inquietud y hagan oposición a la idea de la escuela socialista, es la mejor prueba de que satisface un ideal de la Revolución y de que debemos apoyarla vigorosamente”.
Y así lo hizo para combatir el fanatismo "y formar a la juventud con base en conocimientos exactos de la naturaleza y de la vida social. Maestros y alumnos también debían vincularse con la producción y con las organizaciones sociales. Numerosos maestros se convirtieron en promotores del proyecto cardenista, lo que provocó la reacción violenta de no pocos católicos y caciques" (Nueva historia ya citada), a pesar de la oposición del clero que estimuló a los campesinos a agredir a los maestros, desorejándolos e inclusive matándolos como sucedió en San Felipe, Guanajuato. También mediante la llamada educación socialista promovió la formación de una conciencia nacionalista y progresista en la niñez mexicana, así como poner a la educación al lado de las clases trabajadoras.
"La Secretaría de Educación Pública echó a andar a partir de 1936 el Instituto Nacional de Educación para Trabajadores que a su vez distribuyó cerca de un millón de Libros de Lectura. En la portada de aquellos libros se podía leer el siguiente mensaje: Trabajador: Este libro es tu amigo. Día a día verás que sus páginas te dirán cosas nuevas. Te señalará tus deberes y te enseñará a exigir tus derechos. Piensa que la liberación de tu clase depende de lo que sepas. Y en el penúltimo ejercicio de lectura se afirmaba: En los sistemas sociales actuales, el capital está formado por los medios de que se vale el hombre para producir: tierra, máquinas, dinero materias primas, edificios, etc. […], pero no en todos el capital se aprovecha de la misma manera. En unos el capital rinde beneficios a unos cuantos, en otros rinde beneficios para todos; éstos son sistemas socialistas, aquéllos son capitalistas." (Pérez Monfort, ya citado).
Por otro lado, la SEP distribuyó dos series de libros de lectura para los alumnos de primaria: Simiente,
para alumnos de escuelas rurales, y Serie SEP, para alumnos de escuelas urbanas, ambos enfocados en valores científicos, de racionalidad, laicismo, inconformidad, cambio social, nacionalismo y anticapitalismo, que necesitaba la Revolución. Y que sustituyeron el libro Rosas de la infancia, con tomos del segundo al sexto año, de María Enriqueta Camarillo (el “Ángel del Hogar”), que enfilado a niños ricos y urbanos, que durante décadas ofrecía valores centrados en la obediencia, en el catolicismo y en general, en el conservadurismo social.
"Sin embargo ya para principios de 1936 Cárdenas fue suavizando poco a poco las actitudes anticlericales de su régimen e hizo declaraciones a favor de las creencias y la religiosidad populares que fueron apuntaladas con un decreto de apertura de templos y una disposición oficial a favor de la tolerancia al culto católico. Tras la muerte del arzobispo Pascual Díaz el 19 de mayo de dicho año y la autorización de celebrar sus funerales con pompa y boato, el movimiento cristero pareció irse aplacando. El arzobispo Luis María Martínez, nombrado por el Vaticano en sustitución de Monseñor Díaz, era un michoacano conciliador y amigo del general Cárdenas, que no se escandalizó tanto por el impulso de la desfanatización popular a través de la educación socialista que poco a poco se fue instaurando con el fin de cumplir con uno de los principales mandatos del Plan Sexenal de 1934-1940."(Pérez Montfort, ya citado).
Además, fundó el Instituto Politécnico Nacional para diversificar la formación de cuadros técnicos requeridos por la industrialización y la obra pública, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Escuela Nacional de Educación Física, el Consejo Técnico de Educación Agrícola, el Departamento de Asuntos Indígenas, el Departamento de Educación Obrera, las escuelas Artículo 123 y celebró el Primer Congreso Indigenista Interamericano en Pátzcuaro.
En materia agraria, Cárdenas decretó un Código Agrario que facilitó la expropiación de latifundios e incluyó a los peones acasillados de las haciendas, antes excluidos expresamente, entre los campesinos con derecho a dotación de tierras, lo que restó fuerza a los latifundistas y al clero. Asimismo, entregó armas a los campesinos para que se defendieran de los guardias blancos de los hacendados que se resistían a aceptar la afectación de sus tierras.
Intensificó el reparto de tierras hasta llegar a una cifra de 18 millones de hectáreas entregadas a un millón de campesinos, a los que dotó de apoyos mediante la creación del Banco Nacional de Crédito Ejidal y el Banco Nacional de Crédito Rural. Hizo llegar la reforma agraria hasta zonas de alta productividad como la henequenera en Yucatán o la Laguna en Durango y Coahuila. "Por el hecho de solicitar ejidos, el campesino rompe su liga económica con el patrón, y en estas condiciones, el papel del ejido no es el de producir el complemento económico de un salario (...) sino que el ejido, por su extensión, calidad y sistema de explotación debe bastar para la liberación económica absoluta del trabajador, creando un nuevo sistema económico-agrícola, en un todo diferente al régimen anterior (...) para sustituir al régimen de los asalariados del campo y liquidar el capitalismo agrario de la República". Así, prácticamente dio fin al latifundismo porfirista e hizo del ejido la principal unidad del desarrollo rural. Por otra parte, la reforma agraria al liberar la mano de obra de miles de campesinos, impulso la industrialización, la migración interna y el crecimiento de las ciudades.
En el campo laboral, Cárdenas apoyó las causas de los trabajadores, en junio de 1937 nacionalizó los ferrocarriles y los puso bajo una administración obrera; además, muchas industrias se convirtieron en cooperativas. Luego de un largo conflicto obrero-patronal, ante la negativa de las compañías petroleras de acatar un laudo de la Suprema Corte de Justicia que favorecía a los trabajadores, decretó la expropiación de la industria petrolera –mayoritariamente en manos de empresas norteamericanas e inglesas- el 18 de marzo de 1938, “y para evitar en lo posible que México se pueda ver en el futuro con problemas provocados por intereses particulares extraños a las necesidades interiores del país, se pondrá en la consideración de vuestra soberanía que no vuelvan a darse concesiones del subsuelo en lo que se refiere al petróleo y que sea el Estado el que tenga el control absoluto de la explotación petrolífera”. Se recuperó así para la nación uno de sus recursos naturales más importantes, lo cual contó con un amplio respaldo popular y sustentaría el futuro desarrollo industrial del país. El conflicto motivó el rompimiento de relaciones con Inglaterra, por el fuerte apoyo que otorgó a los capitalistas británicos - con quienes antes de la expropiación Cárdenas había negociado la constitución de una empresa mixta petrolera en Poza Rica-, y que se exportara petróleo a los países nazifascistas. La actitud prudente del embajador norteamericano Josephus Daniels, que desde un principio reconoció el derecho de México a la expropiación, impidió el rompimiento con los Estados Unidos.
Sin embargo, las compañías afectadas promovieron la suspensión de la compra de plata mexicana y de créditos internacionales. Se tuvo que acudir a exportadores independientes para el envío de petróleo a Europa y hasta a un sistema de trueque con las naciones del Eje: Alemania, Italia y Japón, lo que preocupó a los norteamericanos porque en ese entonces México era un país líder en Latinoamérica y se alentaba la simpatía hacia el nazifascismo.
"Cuando Cárdenas expropió el petróleo ya se vislumbraba la Segunda Guerra Mundial. El presidente supuso, y con razón, que el gobierno de Washington -cuya política en América Latina, la de "buena vecindad", buscaba aislar a la región de las turbulencias creadas por las políticas contra el statu quo seguidas por Alemania, Italia y ]apón- no usaría la fuerza contra México ni, menos, permitiría que lo hiciera Inglaterra. Cárdenas calculó bien. El gobierno del presidente Roosevelt reconoció el derecho soberano de México a expropiar, pero le exigió, como a Bolivia, el pago pronto y adecuado, lo que nuestro país no estaba en posibilidad de hacer. Fue entonces cuando Cárdenas logró que una empresa, la Sinclair, aceptara que se le pagara con petróleo, a plazos y sin especificar si se le compensaba sólo por el valor de sus instalaciones en la superficie o también por sus depósitos. Con ese acuerdo, México argumentó que, si no se llegaba a un arreglo similar con el resto de las empresas, no era por su culpa y que Washington no tenía bases legales para reclamar. El boicot de los petroleros a las exportaciones mexicanas de combustible y a las importaciones de insumos para el Pemex recién formado tuvo impacto, pero finalmente salvaron a la industria el mercado interno, la agenda de Estados Unidos motivada por la guerra y la determinación política del gobierno cardenista". (Meyer Lorenzo. Nuestra tragedia persistente.)
Concluye Aurora Gómez Galvarriato (Modernización económica y cambio institucional. Del porfiriato a la segunda guerra mundial): "La expropiación de las empresas petroleras y la asignación de la producción petrolera al Estado le otorgó al gobierno una importante fuente de poder y recursos económicos. Esto contribuyó sin duda a la estabilidad política que alcanzarían los gobiernos del PRM, y más adelante del Partido Revolucionario Institucional (PRI), hasta finales del siglo XX. Contribuyó también a la creciente importancia que tuvo el petróleo como fuente de recursos para el erario y de divisas para la economía en su conjunto, y definiría el desarrollo económico de los años por venir."
Casi dos meses después de la expropiación petrolera el derechista general Saturnino Cedillo se levantó en armas. Cedillo había llegado a ser jefe de zonas militares, gobernador del estado de San Luís Potosí y secretario de Agricultura en el gabinete del presidente Cárdenas, con quien tuvo muy graves discrepancias. Al parecer actuaba de conformidad con los agentes nazifascistas que trataban de derrocar al gobierno del presidente Cárdenas y sustituirlo por otro, amigo del Tercer Reich, eventualmente dispuesto a suscitar un conflicto bélico al sur de los Estados Unidos para impedir que éstos participaran en la guerra que estaba por estallar. No en balde era su consejero político el alemán Friedrich Wollemberg y su consejero militar el coronel Ernst von Merck. De modo que la hacienda de Paloma, en San Luís Potosí, se convirtió en el cuartel general de la conspiración.
El 15 de mayo de 1938 el gobierno de San Luís Potosí desconoció los poderes federales y nombró al general Cedillo comandante en jefe del Ejército Constitucional de México. Cedillo publicó un manifiesto en contra del presidente Cárdenas. El 17 de mayo, desde San Luís Potosí, Cárdenas arengó al pueblo para que defendiera al régimen de la revolución y el movimiento cedillista no tuvo mayores repercusiones. El cacique potosino fue combatido hasta con aviones, derrotado y muerto. Este fue el último levantamiento militar del siglo XX.
Por otra parte, Cárdenas promulgó el Estatuto Jurídico de los Trabajadores al Servicio del Estado, para atender la “necesidad de poner a salvo a los servidores del Estado de las contingencias electorales asegurándoles la estabilidad de sus cargos y sus ascensos, a base de eficiencia y honorabilidad”.
Mediante el gasto público, Cárdenas también impulsó a los empresarios nacionales: apoyó la creación de industrias nuevas y necesarias, impuso medidas proteccionistas, creó Nacional Financiera y fundó el Banco de Comercio Exterior; se les otorgó crédito, y también les construyó las obras de infraestructura indispensables para el desarrollo de sus actividades.
Durante el gobierno de Cárdenas el Banco de México llegó a convertirse en un verdadero banco central y tras la desmonetización de la plata, sus billetes fueron el principal instrumento monetario. Mediante el control del crédito por medio del encaje legal y la sociedad con los bancos comerciales, el Banco de México tuvo la capacidad de controlar la oferta monetaria y manejar las reservas internacionales; así fue posible, responsablemente, financiar déficits presupuestales imprimiendo billetes para comprar bonos de la Tesorería Nacional.
"La política económica del cardenismo se ha interpretado como populista. Sin embargo, desde el punto de vista económico, no puede considerarse así, ya que los déficits fiscales que tuvo su gobierno fueron en general pequeños. Si bien los sobregiros eran cuantiosos, en términos del PIB eran moderados. En 1937, 1938 y 1939, el endeudamiento anual fue de 1.4, 0.8 Y 1% del PIB, respectivamente, lo que contrasta con el financiamiento deficitario de los años setenta, que superarían con mucho esos niveles". (Gómez Galvarriato Aurora. Ya citada).
Por otra parte, para disminuir el fraude al fisco, fortalecer la confianza del causante en el uso que se daría a los impuestos y promover un trato legal y equitativo a los contribuyentes, Cárdenas promulgó en 1946 la Ley de Justicia Fiscal, al año siguiente creó el Tribunal Fiscal y en 1938 publicó un nuevo Código Fiscal.
El 27 de diciembre de 1939 promulgó la Ley del Impuesto sobre el Superprovecho, que limitó en beneficio del erario público las ganancias excesivas obtenidas por las personas físicas o morales dedicadas a actividades comerciales, industriales o agrícolas.
Así la producción manufacturera creció a un ritmo de más de 8% anual, a pesar de que la inversión extranjera disminuyó en casi mil millones de pesos. El sabotaje internacional y la caída de las exportaciones motivados por la expropiación petrolera, así como el aumento de las importaciones que requería el crecimiento económico, entre otros factores, indujeron la devaluación de la moneda nacional en 1938 y en 1939.
En materia internacional, su política fue progresista y democrática: en 1936 autorizó la venta de armas al gobierno de la República Española y a su derrota en 1939 por el franquismo apoyado por Hitler y Mussolini, recibió a miles de refugiados republicanos españoles; condenó ante la Liga de las Naciones la agresión fascista italiana a Etiopia (se dice que mandó armas a los etíopes); también se opuso a la invasión japonesa a China; reprobó el pacto de Múnich; dio asilo a León Trotsky y a otros perseguidos políticos; reanudó relaciones con China y las inició con Rumania; y censuró la agresión soviética a Finlandia. Además, derogó el artículo VIII del Tratado de la Mesilla, que concedía tránsito comercial y militar a los Estados Unidos por el Istmo de Tehuantepec y rechazó que en previsión de la inminente guerra mundial, se instalaran bases estadounidenses en Baja California.
En cambio, ante la invasión nazi de Holanda, Bélgica y Francia en 1940, México adoptó la Convención de Asistencia Recíproca promovida por Estados Unidos, "la cual declaraba que cualquier amenaza a la integridad territorial o a la independencia política de un Estado americano por parte de un poder extracontinental debería ser considerado como un acto de agresión a los demás".
Tras el ataque a Pearl Harbor, Cárdenas rompió relaciones con los países del Eje y aprobó el paso por territorio mexicano de aviones y barcos de guerra de países americanos, obviamente norteamericanos.
En el campo de la cultura, el gobierno de Cárdenas promovió que el contenido nacionalista e indigenista se extendiera a todas las expresiones artísticas, desde la novela y el muralismo, hasta el cine y la música.
En 1939, cuando el general Manuel Ávila Camacho fue nominado por la CTM (febrero 22) y por la CNC (24 de febrero) como precandidato a la presidencia de la República, comenzaron a surgir voces opuestas al PRM y al gobierno de Cárdenas: el general Francisco Coss convocó a formar un Partido Nacional de Salvación Pública, pues “el PRM surgido de un acuerdo presidencial, hace ineficaz y nula toda campaña electoral independiente”; la Unión Nacional de Ciudadanos Independientes planteó la supresión del PRM por antidemocrático; Joaquín Amaro condenó los rasgos comunistas y fascistas del gobierno, la falsa política obrerista, el despilfarro en las obras públicas, la dependencia del Poder Judicial y los líderes obreros demagogos; y el general Rafael Sánchez Tapia, aspirante independiente a la presidencia, acusó al PRM de resucitar los procedimientos podridos del PNR.
Cárdenas no optó por un sucesor conservador y oportunista como Almazán, pero tampoco por uno más radical que él mismo, de modo que a mediados de ese año, el general Múgica retiró su candidatura presidencial porque el PRM hacía imposible proseguir en la lucha y únicamente agotaría sus esfuerzos con resultados nulos. Optó por el general Manuel Ávila Camacho, su secretario de la Defensa Nacional.
En este contexto, el 1º de septiembre de 1939, Cárdenas señaló: “Mi gobierno, al iniciar su administración, se encontró dentro de los términos contradictorios de un dilema ineludible constituyendo uno de sus extremos la subordinación de todo programa de mejoramiento social a la conservación de la riqueza organizada, solución preferida por las clases conservadoras que cerrando los ojos a la miseria y a las necesidades del pueblo han perseguido un interés lucrativo individualista. El otro extremo, exigiendo el cumplimiento del programa impuesto por la Revolución, consiste en dirigir la economía del país en el sentido de los intereses del mayor número de sus habitantes, reconociendo, para lograrlo, que se hacía necesario recurrir al auxilio de la técnica profesional y a la organización solidaria de los trabajadores a fin de aprovechar debidamente nuestras riquezas intensificándolas en ventaja del país entero”.
Pocos días después, del 14 al 17 de septiembre de ese mismo año, en el Frontón México, se creó el Partido Acción Nacional, PAN, para enfrentar lo que los derechistas consideraron los excesos socializantes y colectivistas del gobierno de Cárdenas.
Pero las fuerzas de la oposición encontraron su mejor candidato en el general Juan Andrew Almazán del Partido Revolucionario de Unificación Nacional Independiente, quien declaró: la decisión es “si el futuro gobernante de México debe ser producto de vicios seculares o el resultado de una verdadera elección”. Además de su doctrina cristiana conservadora, Almazán ofreció protección estatal a los trabajadores, pero sin complicidad o encubrimiento de sus líderes; huelga, pero no como instrumento político; reglamentación de la cláusula de exclusión y desaparición del ejido; asimismo, demandó acceso a la radio para los candidatos de la oposición y alto al acarreo y al derroche en la campaña del PRM.
Por su lado, Ávila Camacho realizó una campaña en que se distanciaba del cardenismo; ofrecía orden, seguridad y progreso, a la vez que criticaba casi abiertamente los excesos izquierdistas del presidente Cárdenas.
El 1º de mayo de 1940 se acordó la primera indemnización por la expropiación petrolera con la empresa Sinclair; se dio así el primer paso, para que el resto de las empresas extranjeras expropiadas aceptaran que la decisión del gobierno mexicano era irreversible.
Las elecciones fueron violentas y muy controvertidas, pero se impuso Ávila Camacho con una mayoría aplastante de votos de más del 93%.
Al término de su periodo, Cárdenas escribió en sus Apuntes: “Me esforcé por servir a mi país y con mayor empeño al pueblo necesitado. Cancelé muchos privilegios y distribuí una buena parte de la riqueza que estaba en pocas manos”. Relata que al acompañar al nuevo presidente al Palacio Nacional le entregó el siguiente texto que había preparado desde el pasado mes de enero: “Algo de lo muy importante y trascendental en la vida de México, para los hombres que asumimos el Poder, es cuidar de que entre tanto no haya una declaración categórica del gobierno de Norteamérica, en el sentido de que abandona su teoría de reconocer la nacionalidad de otros países, no debe aceptarse aquí a nuevos inversionistas de la nación vecina. Si se descuida este importante aspecto, tendremos que lamentar más reclamaciones indebidas y conflictos graves para México. Aunque los extranjeros de acuerdo con nuestras leyes, están obligados a renunciar a toda protección diplomática, lo cierto es que los gobiernos de Norteamérica no han respetado este principio que es ley suprema en nuestro país, y por ello se hace indispensable tener previamente una declaración oficial del Gobierno norteamericano. Nuestra Cancillería debe seguir trabajando hasta lograr el respeto absoluto a la soberanía de la Nación”. Asimismo, le dio otro texto en el que le advierte que los territorios norte y sur de Baja California están amenazados mientras esa zona esté despoblada.
Resume Luís González (Los días del presidente Cárdenas) la acción del gobierno cardenista: “La vida en México en los años correspondientes al periodo gubernamental (1934-1940) del presidente Cárdenas, cuyos momentos estelares fueron la expulsión del Jefe Máximo, la distribución de las haciendas entre los peones de las mismas, la expropiación de los bienes de las compañías petroleras y la inmigración masiva de españoles, se caracterizó, en lo demográfico, por poblacionista; en lo económico, por industrializador, nacionalista y bisectorial (público y privado); en lo social, por agrarista, indigenista y obrerista; en la política interior, por un presidencialismo puro y patriarcal; en la política exterior, por antiimperialista pro-aliado; en lo cultural, por la educación socialista, la literatura y el arte populacheros y la ciencia asumida con profesionalización y especialización sin antecedentes. Se distinguió de sus inmediatos antecesores por haber suprimido la persecución religiosa… (el pueblo) si bien fue incomodado en sus costumbres seculares, aceptó, coreó, se hizo una con varias de las reformas propuestas por Tata Lázaro”…
Para Alan Knight (Gobernantes Mexicanos) “el poder de Cárdenas –su capacidad de definir políticas e influir en los acontecimientos- siguió una especie de parábola: un rápido ascenso en 1935-1936, una nivelación a medio sexenio y un marcado descenso a partir de la primavera de 1938... la administración de Cárdenas fue genuinamente radical, dentro de los límites de una economía capitalista subdesarrollada, por la proximidad de Estados Unidos y por la indudable fuerza de los intereses conservadores en el propio México.”
Resalta el historiador Friedrich Katz que a diferencia de otras revoluciones que al convertirse en gobierno imponen sus ideas con sangre o dictadura, "en México, bajo Cárdenas, el desarrollo posterior de la revolución fue pacífico -con la sola excepción del levantamiento cedillista-, y la reforma agraria, la reforma educativa, la expropiación petrolera, las concesiones a los obreros, todas las reformas profundas cardenistas, se realizaron sin derramar sangre y en un ambiente democrático. Bajo Cárdenas hubo tolerancia a los partidos de oposición -se formó Acción Nacional-, hubo una prensa de oposición, Cárdenas hizo la paz con la Iglesia. Es decir, en vez de un periodo en el que la transformación social desde arriba se impone de una forma sangrienta, aquí ese periodo fue pacífico y tolerante".
Al dejar la presidencia, Cárdenas dejó de participar en la política partidista: “Me negué y me he negado a participar en la política, pues en nuestro país debe liquidarse el continuismo; los expresidentes tenemos una responsabilidad simbólica; los expresidentes no tenemos derecho a organizarnos políticamente”. Por su silencio, la prensa comenzó a nombrarlo “La Esfinge”. Cárdenas escribió en sus “Apuntes”: “La fuerza política de que disfruté y las consideraciones que me guardó el pueblo, se debieron principalmente a la investidura legal que tuve como encargado del Poder Público, consideraciones éstas que le corresponden hoy al nuevo Presidente de la República, que es el legítimo representante del pueblo y único dirigente”. Sin embargo, cuando Miguel Alemán otorgó, entre 1949 y 1951, cinco contratos a empresas norteamericanas para explorar, perforar y rehabilitar pozos petroleros, Cárdenas manifestó su desacuerdo mediante los artículos publicados en el diario El Popular por Natalio Vázquez Pallares.
Luego del ataque japonés a Pearl Harbor, Cárdenas fue nombrado comandante de la zona de defensa especial en el Pacífico mexicano, igual que el general Amaro en la región del Istmo y el general Abelardo Rodríguez en la región del Golfo. Dada la importancia militar para Estados Unidos de la península de Baja California, ante el antiyanquismo prevaleciente en el ejército mexicano en ese entonces, se nombró al general más nacionalista y ninguna sospecha de entreguismo, para que negociara y vigilara las instalaciones que conjuntamente debían construirse y operarse en previsión de un ataque japonés. Cárdenas declaró que sólo tenía un objetivo en mente: defender al país de los Estados Unidos. Las negociaciones fueron difíciles porque los norteamericanos demandaban que todas las instalaciones fueran ocupadas y operadas por sus propios militares. Pero se logró que sólo lo hicieran soldados mexicanos que recibieron capacitación en los cuarteles estadounidenses.
Al entrar México como contendiente en la Segunda Guerra Mundial, el 22 de mayo de 1942, el presidente Ávila Camacho nombró a Cárdenas secretario de la Defensa Nacional, cargo que desempeñó hasta el 27 de agosto de 1945, una vez terminada la conflagración.
Después ocupó otros cargos públicos: vocal ejecutivo de la Comisión de la Cuenca del Tepalcatepec entre 1947 y 1960; vocal ejecutivo de la Comisión del Río Balsas en 1961; y presidente del Consejo de Administración de la empresa de participación estatal Siderúrgica Las Truchas, S. A. en 1969, desde donde impulsó la creación de la gigantesca Siderúrgica que hoy lleva su nombre.
En la década de los sesenta participó con diversas fuerzas de izquierda en la fundación de la Central Campesina Independiente CCI, y en el Movimiento de Liberación Nacional que defendía la autodeterminación de los pueblos frente al imperialismo norteamericano y apoyaba a la revolución cubana. En sus “Apuntes” cuenta que al igual que el general Heriberto Jara, presionó al presidente López Mateos para que liberara a los presos políticos y apoyara al gobierno de Fidel Castro. Pese a la intensa campaña anticomunista de la época y de los ataques e insultos de que era objeto en la prensa nacional, asistió en la Habana a la celebración del primer aniversario de le revolución cubana; pero su intención de viajar a Cuba durante la invasión de Bahía de Cochinos, fue desalentada por el presidente López Mateos: “No compre problemas ajenos”. A pesar de que causaría molestia a López Mateos, visitó a los presos políticos en la penitenciaria del Distrito Federal; no obstante, en su momento, apoyó la candidatura a la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, aunque más tarde se mostró solidario con los estudiantes y maestros detenidos en 1968.
Dentro de las actividades internacionales que desempeñó, formó parte del Tribunal Internacional organizado por Bertrand Russel contra la intervención norteamericana en Vietnam.
Su interés en la defensa de los campesinos siempre incomodó al Partido Acción Nacional y en general a la derecha mexicana, los que tildaban de hipócrita y acusaban de agitador al expresidente Cárdenas, quien respondía condenando que los ricos mandaran sus millones al extranjero, pues “con esos millones nuestro país resolvería sus problemas económicos y evitaría los créditos”…También reclamaba a los panistas su carácter de políticos empresarios, porque “no se puede ser dos cosas: servidor público y empresario, porque ello es especular con el pueblo”.
Enfermo de cáncer, murió en la ciudad de México el 19 de octubre de 1970. Poco antes de su muerte escribió un mensaje a los revolucionarios de México, con motivo del aniversario del inicio de la Revolución Mexicana: “Es necesario, a mi juicio, completar la no reelección en los cargos de elección popular con la efectividad del sufragio, pues la ausencia relativa de este postulado mina los saludables efectos del otro; además, debilita en su base el proceso democrático, propicia continuismos de grupo, engendra privilegios, desmoraliza a la ciudadanía y anquilosa la vida de los partidos”.
Sus restos descansan en el Monumento a la Revolución, mismo que mandó construir sobre la vieja estructura erigida durante el porfiriato para edificar el Palacio Legislativo.
Su pensamiento político político-social se sintetizó en diez puntos:
I.- La miseria, la ignorancia, las enfermedades y los vicios esclavizan a los pueblos.
II.- A cada quien en relación a su trabajo; a todos según sus necesidades de pan, casa vestido, salud, cultura y dignidades.
III.- Obtener la máxima eficiencia, con el mínimo de esfuerzo y la más equitativa distribución de la riqueza.
IV.- Sin gran producción no hay amplio consumo, ni gran industria, ni economía poderosa, ni bienestar colectivo, ni nación soberana.
V.- Todo Estado moderno exige una técnica dirigida hacia la abundancia de bienes esenciales y de equipos eficientes de cultivo, de transformación, de comunicaciones, de cambio y de cultura.
VI.- Suprimir lo superfluo para que nadie carezca de lo necesario y se evite que los ricos se hagan más ricos y los pobres más pobres.
VII.- Contra la patria, nadie. Por la patria, todos.
VIII.- Todos somos servidores de las causas de la libertad, la democracia y el progreso.
IX.- Las reformas avanzadas son victorias de las fuerzas del bien sobre el mal en sus luchas por la redención de los oprimidos.
X.- Sólo la justicia social garantiza la paz y la felicidad humana.
Para muchos mexicanos Cárdenas fue el mejor presidente del siglo XX, pero también fue el fundador de una dinastía política que a partir de 1928, ha podido ocupar, entre diversos cargos de elección popular, el gobierno del estado de Michoacán en cuatro ocasiones, mediante sus miembros de tres generaciones.
Para su hijo Cuauhtémoc (Cárdenas por Cárdenas) la de su padre fue “una vida de servicio a México, a las causas de la soberanía nacional, las reivindicaciones agrarias y de los pueblos indígenas, la autodeterminación, la equidad y el progreso, a un internacionalismo justo y fraterno, todo ello en el marco de los principios avanzados de la Revolución Mexicana.... una vida de enseñanzas en cuanto a cómo conducirse en todo momento y circunstancia con apego a principios, cómo hacer política, cómo hacerla dentro y fuera del poder, cómo comportarse frente a débiles y poderosos, manteniéndose siempre congruente respecto a lo que se sostiene públicamente... además, que aportó una gran riqueza ideológica sobre la que bien pudiera llamarse la doctrina avanzada de la Revolución Mexicana... planteamientos no sólo para su época, sino también fundamentales para las luchas emancipadoras, progresistas y democráticas de hoy día y del mañana”.
Quizás su mayor contribución histórica fue haber originado el cardenismo, como lo concibe Francisco Javier Guerrero (Lázaro Cárdenas: el gran viraje): “Para la izquierda, el cardenismo representa un legado de mucha importancia; de hecho se identifica con lo que se ha caracterizado como ‘nacionalismo revolucionario’, es decir, una política de defensa de la soberanía nacional y de las tradiciones propias del pueblo mexicano, basada en una gran convergencia de fuerzas populares y nacionalistas, una alianza entre diversos sectores y clases de la sociedad, que se suman a un combate por la defensa de la nación y por el bienestar social y material de las distintas capas del pueblo”.
Este nacionalismo revolucionario aun está presente en las luchas políticas del siglo XXI, a pesar de todo el avance del autoritarismo, de la extrema derecha y de la corrupción.
Un 18 de marzo, aniversario de la expropiación petrolera, Lorenzo Meyer (La segunda muerte de la Revolución Mexicana) escribió un emotivo “Parte de Novedades” a mi General, en el que se lee:
“Mi General, el tiempo que usted tuvo para hacer realidad su visión sobre lo que debería ser México -una sociedad justa donde la industria sirviera al campo y no al contrario, donde la propiedad privada, estatal o comunal, sirviera a la sociedad y no al contrario, donde el gobierno y su burocracia estuvieran al servicio de las mayorías y no al contrario, donde la relación con el capital externo sirviera al proyecto nacional y no al contrario, donde el liderazgo de la organización ejidal y sindical sirviera al trabajador y no al contrario-, ese tiempo, repito, resultó ser muy corto y sus enemigos muy fuertes. Ésa fue la tragedia suya y la de todos nosotros.
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Mi General, se ha perdido mucho pero no todo. Los mexicanos de hoy recordamos con respeto su memoria y estamos conscientes que debe volver a correr por estas tierras el espíritu que animó su obra y su proyecto. Con la perspectiva que da el tiempo, vemos que la tarea de hoy es combatir al autoritarismo que se incubó bajo el manto de la Revolución y en nombre de la justicia social, y, a la vez, dar nuevamente vida a la esencia del cardenismo: hacer de México un país justo, democrático, libre y lleno de confianza en sí mismo, tal y como usted quiso que fuera, mi General.”
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efeméride: Nacimiento 21 de mayo de 1895. Muerte 19 de octubre de 1970.
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