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Autora: Doralicia Carmona Dávila.

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

 


 
 

 


 


Ignacio Comonfort  de los Ríos

1812-1863

En Amozoc, un pueblo del sur del estado de Puebla, nació Ignacio Comonfort el 12 de marzo de 1812. Estudió en el Colegio Carolino, -hoy Universidad Autónoma de Puebla-, en donde se impartía educación gratuita a cambio de trabajar como sirviente. No pudo ser abogado porque habiendo fallecido su padre repentinamente, la pobreza de su familia lo obligó a buscar empleo e ingresar en 1832 como teniente al ejército de Santa Anna para combatir al gobierno de Anastasio Bustamante. En 1834 recibió el grado de capitán de caballería y después fue comandante militar en Izúcar de Matamoros; ese mismo año dejó el ejército y se dedicó a los negocios cuando tenía veintidós años.

En 1839 fue nombrado prefecto y comandante militar de Tlapa; y, en 1842, fue elegido diputado al Congreso de la Unión. Asistió al círculo político y literario de Mariano Otero, Manuel Payno, Lafragua, Zarco e Iglesias. Luchó en la campaña del Valle de México contra los norteamericanos, combatió en la defensa del convento de Churubusco y ganó el grado de coronel. En 1848, fue diputado por el distrito Morelos del estado de Guerrero; después, fue senador por el Distrito de Guerrero; y a continuación, administrador de la aduana de Acapulco. Santa Anna lo destituyó porque desconfió de él.

Ya ascendido a general, en 1854, Comonfort participó con el general Juan Álvarez en la redacción del Plan de Ayutla, que se oponía a Santa Anna y que desencadenó la guerra contra la dictadura. Comisionado por Álvarez, Comonfort partió a San Francisco, California, con el fin de conseguir recursos para solventar la rebelión. Fracasó en el encargo; pero en Nueva York conoció a Gregorio Ajuria –español-, quien le prestó 60 mil pesos, parte en dinero y parte en armas, con la condición de que al triunfo de la revolución de Ayutla se le devolvieran 250 mil pesos en oro. Comonfort regresó a México por Acapulco con armas y dinero. El 7 de diciembre de 1854, estableció su cuartel en Huetamo, Michoacán, con el cargo de general en jefe de las tropas de ese estado, desde donde amplió sus acciones militares a Jalisco y Colima.

Al triunfo de la revolución de Ayutla, el 10 de octubre de 1855, el presidente Juan Álvarez lo nombró Ministro de Guerra, cargo que desempeñó con eficacia al sofocar las revueltas de Zacatecas, Jalisco, San Luis Potosí y Puebla, originadas por los conservadores y el clero, quienes impulsaban a la población a levantarse en armas. Dada su edad avanzada, Álvarez solicitó licencia y el 11 de diciembre de 1855 Comonfort lo sustituyó en la presidencia de la República.

Durante su administración, impulsó y apoyó al Congreso Constituyente para que promulgara una nueva Constitución; sofocó la revolución de curas e indígenas encabezada por el general Luis G. Osollo en Zacapoaxtla; participó en la batalla de Ocotlán, tomó las ciudades de Puebla, Tlaxcala, Iguala y Tulancingo, persiguió a los conservadores en Querétaro y Michoacán; apoyó el desarrollo de la investigación científica y se interesó en el progreso de las comunicaciones. Asimismo, el 28 de diciembre de 1855, promulgó la Ley de Imprenta, llamada Ley Lafragua, sobre la libertad de prensa.

El 1° de febrero de 1856 Comonfort decretó que los extranjeros podían adquirir bienes raíces en el país (Las Leyes Constitucionales lo prohibían), siempre y cuando se sujetaran a las leyes y tribunales mexicanos sin acudir al extranjero, lo cual fue ratificado en el Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana (Artículo 70) y en la Constitución de 1857 (Artículo 33). Este principio general de que los pleitos con los ciudadanos extranjeros debían necesariamente ser solucionados por los tribunales locales evitando la intervención diplomática del país de pertenencia, constituiría en las siguientes décadas la esencia de la Doctrina o Cláusula del jurista argentino Carlos Calvo que reconoce que el inversionista extranjero debe conformarse con los recursos legales que el Estado que lo recibe pone a su alcance.

El 25 de junio siguiente, expidió la Ley de desamortización de fincas rústicas y urbanas propiedad de las corporaciones civiles y religiosas, más conocida como Ley Lerdo, porque fue impulsada por Miguel Lerdo de Tejada (ley que décadas después sería aprovechada para despojar de sus tierras a los pueblos indígenas y extender el latifundismo porfiriano). Además, se promulgaron también la Ley de supresión de coacción civil para cumplimiento de votos religiosos, la Ley de supresión de la Compañía de Jesús y la Ley de Obvenciones parroquiales.

Estas medidas provocaron nuevas rebeliones conservadoras en Guerrero, Michoacán, Jalisco, Puebla, Guanajuato, San Luis Potosí y Nuevo León, con la bandera de “religión y fueros”.

El 5 de febrero de 1857, Comonfort juró y promulgó la nueva Constitución. La reacción del clero, por órdenes del papa Pío IX, fue la excomunión a todo aquel que jurara la nueva Constitución y muchos se abstuvieron por el temor de morir en pecado mortal. El 11 de abril siguiente publicó un decreto que prohibía la coacción civil para el cobro de las obvenciones parroquiales. El 1º de diciembre del mismo año Comonfort juró como presidente constitucional ya no sustituto; pero el día 11 del mismo mes, anunció que desconocía la Constitución, disolvió el Congreso y aprehendió a varios liberales, entre los que se encontraba Benito Juárez, presidente de la Suprema Corte de Justicia, a quien correspondía asumir la presidencia de la República en caso de faltar su titular.

El día 17 del mismo mes, Félix Zuloaga –conservador-, proclamó el Plan de Tacubaya, que declaraba que desde esa fecha la Constitución del 57 dejaba de ser la ley rectora de la República pero que obedeciendo la voluntad de los pueblos de la nación, continuaría Comonfort en la Presidencia de la República. Dos días después Comonfort se adhirió al Plan.

Se ha especulado acerca de las causas de la conducta asumida por Comonfort, a quien el general Álvarez había otorgado toda su confianza. Quizás pensó que así obtendría la fuerza y el tiempo para evitar la guerra inminente entre liberales y conservadores, para intentar la conciliación entre ambos bandos, pues según Manuel Rivera Cambas: "Estaba dotado de grande benevolencia, nunca agotada por los desengaños más crueles, y en su bello corazón vibraba muy alto la fibra de la humanidad; siempre estaba dispuesto a la reconciliación y cifraba su mayor ventura en perdonar y dar un fraternal abrazo a los que habían sido sus enemigos".

Para Guillermo Prieto fue una cuestión de carácter: “Su transformación era realmente increíble al entrar en discusiones sobre gobierno. Se descubría al hombre perspicaz, al patriota ardiente, pero al hombre de principios infirmes, al que no podía desprenderse de la educación mística y disimulada de la población de su época: en una palabra, el vaivén del moderado, el zigzag del conciliador, el tira y afloja de los que quieren un medio sí y un medio no, como decía Ocampo”.

Otros pensadores atribuyen su marcha atrás a la influencia perenne de su devota madre, Guadalupe de los Ríos, -cuyo confesor era el padre Francisco Xavier Miranda,- a la cual veneraba en extremo y visitaba frecuentemente. El hecho es que desconoció la Constitución que había jurado pocos meses antes.

Con el autogolpe de Estado de Comonfort y el Plan de Tacubaya de Zuloaga, dio inicio a la Guerra de Reforma. Dudoso de su actuación, sin apoyo decidido de los conservadores, repudiado por los liberales, Comonfort dejó la presidencia el 21 de enero de 1858 y habiendo liberado a Juárez, salió por Veracruz a los Estados Unidos.

En 1861, ante la amenaza de la invasión francesa, regresó del destierro y se trasladó a Monterrey, en donde vivían sus hijas Clara y Adela. El general Vidaurri le dio asilo mientras el gobierno federal pedía su proceso. El 16 de marzo de 1862, ofreció sus servicios al gobierno de Juárez y en agosto, fue autorizado para organizar fuerzas en San Luis Potosí, Aguascalientes y Zacatecas. El 16 de octubre de 1863 fue nombrado secretario de Guerra. Juárez perdonó a un Comonfort arrepentido y avergonzado de sus actos, pero que seguía siendo un brillante militar, como apreció el mismo Guillermo Prieto: “Donde totalmente se desconocía a Comonfort era en el campo de batalla; allí se le admiraba previsivo, se veía astuto, activísimo, y sobre todo de una serenidad imponente y tranquila cuando rugían a su alrededor las balas y temblaba el suelo sembrado de cadáveres por el tumulto de la lucha".

Sin embargo, como general en jefe del Ejército del Centro, al mando de ocho mil hombres, perdió la batalla de San Lorenzo y se retiró a Querétaro; ahí ordenó proteger la retaguardia del Gobierno, en compañía de algunos oficiales.

En Chamacuero, Guanajuato, Comonfort y su pequeña escolta, fueron emboscados en el Molino de Soria por una partida de guerrilleros imperialistas al mando de Sebastián Aguirre. A pesar de que Comonfort era muy hábil jinete y sumamente diestro en el manejo de las armas, fue herido por una lanza y aunque logró escapar hacia Celaya, murió al día siguiente, el 13 de noviembre de 1863.

El lugar de la acción, Chamacuero, fue nombrado en su honor y desde el 9 de diciembre de 1874 se le denomina ciudad Comonfort.

Escribió Manuel Payno (El Libro Rojo): “Cualesquiera que hayan sido los errores que como gobernante cometió Comonfort, su memoria debe ser grata para los mexicanos, porque era valiente, honrado, sencillo, afectuoso, franco, generosa y bien intencionado; y representaba en conjunto la parte buena, amable y noble de la raza mexicana”.


Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

Efeméride. Nacimiento 12 de marzo de 1812. Muerte 13 de noviembre de 1863.