1897-1955
Nació el 24 de abril de 1897 en Teziutlán, Puebla (Otros registran 25 de abril de 1896). Sus padres fueron Manuel Ávila Castillo y Eufrosina Camacho Bello. Estudió la carrera de contador en el Liceo Teziuteco. En 1914 se enroló como subteniente en la Brigada Aquiles Serdán al mando del general constitucionalista Antonio Medina. Por poco tiempo fue secretario de Ramón Cabrera, delegado de Venustiano Carranza en Puebla, quien fue asesinado por soldados federales que se negaron a aceptar los Tratados de Teoloyucan. En enero de 1915 participó con su Brigada en la toma de Puebla y de la ciudad de México, por lo cual fue ascendido a teniente.
Ávila Camacho fue secretario de la Comisión Local Agraria de la Sierra de Puebla, encargada de las dotaciones y restituciones de tierras de los pueblos de San Andrés Payucan, San Juan de los Llanos, Contla, Aculco y Zaragoza.
Se reincorporó al ejército como pagador de la Tercera División de Oriente y obtuvo el grado de mayor de caballería. En 1918 fue transferido a la Brigada Benito Juárez, en donde fue ascendido a teniente coronel. En la región de Papantla, Veracruz, participó en las acciones contra los rebeldes de Manuel Peláez, como jefe de estado mayor de la 1ª Brigada Sonora, al mando del general Lázaro Cárdenas, quien, en junio de 1920 propuso su ascenso a coronel. En Sonora, tomó parte en la campaña de pacificación de los indios yaquis, como jefe del estado mayor de la Columna Expedicionaria. Después fue transferido a la Jefatura de Operaciones del Istmo, además de comandar el 79° Regimiento de Caballería.
Durante la rebelión delahuertista defendió la ciudad de Morelia, atacada por el general Rafael Buelna del 21 al 24 de enero de 1924, por lo que el presidente Álvaro Obregón lo ascendió a general brigadier. Combatió a los rebeldes en Guanajuato como comandante del 38º Regimiento de Caballería, y en junio de 1924 se hizo cargo del 3er Sector de Jalisco, con sede en Sayula. El 16 de diciembre de 1925, se casó con Soledad Orozco, originaria de Zapopan, Jalisco.
En la guerra cristera, Ávila Camacho combatió a los rebeldes en el Bajío, Colima y Jalisco. Sin embargo, consciente del carácter fratricida de esta lucha inútil, no fusilaba ni colgaba prisioneros y procuraba amnistiar y rendir a los alzados, así llegó a un “modus vivendi” con los cristeros para evitar las muertes y el saqueo. Por este carácter afable y sereno, al asumir el Poder Ejecutivo, le llamarían el “presidente caballero”.
Al término de la cristiada en 1929, durante la rebelión escobarista, Ávila Camacho participó con el Cuerpo de Ejército del Noroeste en la campaña de Sonora y Sinaloa, al mando del general Lázaro Cárdenas, por lo que fue ascendido en septiembre del mismo año, a general de brigada. En abril de 1932 fue designado jefe de la Zona Militar del estado de Tabasco.
Al asumir la presidencia de la República el general Cárdenas en diciembre de 1934, lo nombró oficial mayor de la Secretaría de Guerra y Marina. En el mes de junio del año siguiente fue designado subsecretario de la misma dependencia y debido a la muerte del titular de Guerra y Marina, general Andrés Figueroa, fue encargado del despacho y en enero de 1937, ascendido a secretario del ramo. En el desempeño del cargo, atendió los problemas de violencia que sucedían en el estado de Tabasco; y combatió en San Luís Potosí la última de las rebeliones armadas del siglo XX, la encabezada por el general Saturnino Cedillo. Asimismo, cambió el nombre de la Secretaría de Guerra y Marina por el de Secretaría de la Defensa Nacional. El presidente Cárdenas lo ascendió al grado de general de división.
Ávila Camacho presentó su renuncia al cargo de secretario de la Defensa Nacional el 17 de enero de 1939 para competir por la candidatura para la Presidencia de la República del Partido de la Revolución Mexicana PRM con Francisco J. Múgica, secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, y Rafael Sánchez Tapia, exsecretario de Economía y comandante de la primera zona militar, quienes también renunciaron a sus puestos. El 23 de febrero siguiente, la Confederación de Trabajadores de México CTM designó su precandidato a Ávila Camacho; el 14 de julio siguiente, Múgica renunció a su candidatura.
El 25 de julio de 1939, el general Juan Andrew Almazán, exjefe de operaciones militares en el estado de Nuevo León y contratista de obra pública, dio a conocer un manifiesto en el que señaló: “estoy resuelto a encabezar una campaña cívica seria y respetuosa, enérgica sólo al rechazar los ataques de los maleantes. Por eso mismo, implacablemente reprobaré cualquier fraude que menoscabe la pureza del voto, aunque dicho fraude pudiera beneficiarme. Las próximas elecciones deben ser para el pueblo mexicano la prueba real y definitiva de que es capaz de practicar la democracia, debiendo considerarse esta demostración de la voluntad popular en sí misma, mucho más importante que la persona del futuro presidente de la República. Es mi propósito felicitar con sinceridad y ponerme a las órdenes de quien llegara a derrotarme limpiamente en las urnas electorales, porque es mi convicción plena que las conquistas sociales no han alcanzado el grado que deberían, por no haber sido sostenidos en la práctica los postulados democráticos de nuestro movimiento libertario de 1910, en que luchamos denodadamente por el sufragio y la no reelección”.
A continuación delineó un programa en el que consideraba que “indiscutiblemente, es el problema racial el primero que debemos resolver, pues no obstante los siglos transcurridos, no hemos conseguido formar una verdadera nación, ya que el indio permanece en su condición de paria”.
Enseguida se pronunció por dar a los agraristas los títulos de sus parcelas, organizarlos en cooperativas y proteger la pequeña propiedad; por la autonomía de los sindicatos; por las cooperativas de producción y de consumo; así como por la reglamentación del derecho de huelga y por la cooperación entre trabajadores y patrones; por el apoyo a los empresarios para que realicen inversiones productivas que generen bienestar social; por una depuración de la administración de justicia y en contra de la centralización que agobia a los estados; por una ley de partidos políticos; por la libertad de enseñanza; por el mejoramiento del ejército; y por establecer con Estados Unidos una “verdadera amistad”.
El 2 de noviembre de 1939, la Asamblea Nacional del Partido de la Revolución Mexicana PRM aprobó el Segundo Plan Sexenal 1941-1946 y al día siguiente, en el Palacio de Bellas Artes, proclamó candidato a la presidencia de la República a Ávila Camacho. Obviamente, contaba con el apoyo del presidente Cárdenas, quien al parecer se decidió por él y no por un sucesor radical como el general Múgica, debido al conflicto no resuelto con los grupos empresariales cuyos privilegios habían sido afectados por su política agrarista y obrerista; a la reacción creciente de la derecha católica que amenazaba la paz y la estabilidad social del país por la implantación de la educación socialista; a la presión incesante de las compañías petroleras extranjeras que habían sufrido la expropiación; al ejemplo que representaba el artero triunfo del franquismo en España; y a la guerra que ya había estallado en Europa y pronto se extendería a todo el mundo. Quizás estimó que la revolución había llegado a sus límites máximos más allá de los cuales estallaría la violencia contrarrevolucionaria y podría perderse todo lo avanzado. Ante este posible retroceso, escribió Daniel Cosío Villegas: [entonces] “supe que la revolución mexicana iba a dar la vuelta…Cárdenas pudo haber inventado a un hombre que hubiera proseguido su obra, no frenado. Pero el giro hacia Ávila Camacho representó un cambio de rumbo”.
Ávila Camacho inició su campaña con un plan elaborado por su partido y en un ambiente de fuerte oposición de Almazán, candidato del Partido Revolucionario de Unificación Nacional PRUN, al que apoyaban amplios sectores de las clases medias, entre ellos, los recientemente organizados en el Partido Acción Nacional PAN; así como los descontentos que su nominación había ocasionado dentro del mismo grupo del general Cárdenas. Miguel Alemán, jefe de la campaña, negoció con los empresarios regiomontanos para que negaran su apoyo a Almazán y pactó secretamente con la poderosa Unión Nacional Sinarquista UNS para que se declarara neutral en la contienda electoral, sin embargo, la UNS engrosó sus filas gracias a la movilización de los inconformes con los regímenes revolucionarios que resultó de la campaña de Almazán.
Según Andrew Paxman (En busca del señor Jenkins) los hermanos Ávila Camacho obtenían financiamiento de William Jenkins para llegar a ser presidente de la República Manuel en 1940, gobernador de Puebla Maximino en 1936 contra un candidato izquierdista muy popular; y Rafael presidente municipal de Puebla en 1939 y gobernador en 1951 del mismo estado. Así se dio el caso de que tres hermanos ejercieron simultáneamente el ejecutivo en los tres niveles de gobierno. Para Paxman: “La disminución de la revolución social de México se debió en parte a la resistencia de los estados como Puebla”.
Algunos grupos de la derecha no hicieron resistencia al conservador candidato del PRM; por el contrario, el 14 de enero de 1940, en Guadalajara, las campanas de los templos fueron echadas a vuelo durante un mitin multitudinario. Ahí, Ávila Camacho recordó su actuación humanitaria durante la guerra cristera y cómo “por los caminos de la persuasión encontré los mejores resultados…estos mismo sentimientos de consideración, de respeto a la vida humana, de simpatía para el hogar y el destino de la familia; la misma tenaz convicción de que el afecto, la benevolencia, la templanza de las actitudes, son los instrumentos más poderosos de la verdadera justicia y el camino más seguro para inculcar en la conciencia los ideales generosos de nuestra revolución, son los que animarán, si llego al poder, la realización gradual y continuada de la plataforma política que represento…Los objetivos que perseguimos, claramente expresados en mis discursos, se realizarán en una política de comprensión, de simpatía humana, de solidaridad social. Ningún espíritu de odio nos anima. Nada más absurdo que esa propaganda mal intencionada de que nos proponemos la disolución de la familia o el quebrantamiento de los lazos morales que unen al hogar…La educación del Estado debe por tanto, concretarse a la enseñanza de las ciencias y las artes que capaciten al individuo a vivir una vida de preparación, de solidaridad social y de libertad; pero queda naturalmente el recinto del hogar para la libre enseñanza de la familia.” Asimismo, prometió la protección de la pequeña propiedad en donde la tierra ya estuviera bien distribuida, lo mismo que el apoyo a los trabajadores para que compartan con equidad la prosperidad de la producción. “La liberación del pueblo no puede detenerse, pero sabremos encauzarla sin odios, sin actitudes intolerantes, bajo el signo de la persuasión democrática”.
A pesar de que su salud no era buena pues había diabetes en su familia, de que sufrió un infarto durante su campaña y de que sufriría de dos infartos más durante su gobierno, Ávila Camacho recorrió quince entidades de la República. El tono de sus discursos fue de conciliación, de llamado a la unidad nacional, a la confraternidad y a la cooperación: “Preciso la unificación nacional en torno a los problemas que atañen a la Patria, porque nuestra historia, nuestro presente y nuestro porvenir como nación libre están por encima de los intereses personales, de las necesidades de clase y de las ambiciones de partido”. Asimismo, durante su gira respondió constantemente a la propaganda de Almazán, a quien acusó de ser el candidato de la reacción, de los ricos, de los opresores, y de poner su espada al servicio del clero.
En Chihuahua, Chihuahua, convocó a los empresarios, “quienes movidos por el nuevo sentido social, deben colaborar en el resurgimiento de la Patria y en el bienestar de todos sus habitantes” y anunció la creación de un Consejo Supremo de la Nación, “que orientará las actividades del país en todos los aspectos”. Y señaló que “ninguna inversión mejor puede hacerse, sino cuando no se olvida el inversionista del sentido humano del trabajo en común, entre capitalistas y obreros…no es verdad que la prosperidad se funde sobre la miseria del pueblo, sino que más bien se asienta sobre la prosperidad del consumidor que lo componen en su mayoría las clases proletarias”.
Durante la campaña tuvieron lugar violentos zafarranchos entre los perremistas y los almazanistas, que llegaron a realizar mítines multitudinarios en varias ciudades; en los frecuentes enfrentamientos resultaron varias decenas de muertos y más de cien heridos. Ávila Camacho cerró su gira el 30 de junio de 1940 en la ciudad de Puebla.
"Una de las principales características de ambas campañas electorales fue la presencia multitudinaria de las masas populares en los mítines de campaña de los candidatos, los que se convertían en una fiesta de colores, con música, canciones, bandas de guerra, porras y discursos encendidos. La oposición tenía magníficos oradores como Antonio Díaz Soto y Gama y el mismo candidato, cuya elocuencia encendía el entusiasmo de sus simpatizantes. Esto contrastaba con la parsimonia y seriedad del general Ávila Camacho, quien prefería leer sus discursos, pues él mismo reconocía su falta de capacidad oratoria." (Silvia González Marín. Candidatos y campañas: la elección presidencial de 1940)
El 7 de julio de 1940 se realizaron las elecciones en un clima de violencia, en el que abundaron los asaltos a las casillas, la quema de vehículos, los muertos y los heridos. En la capital de la República, la casilla en la que votó Ávila Camacho por Rafael Sánchez Tapia, tuvo que ser rescatada de manos de los almazanistas por una brigada de choque. El presidente Cárdenas no pudo votar porque su casilla fue tomada por los almazanistas. El general Almazán votó sin problemas por el ingeniero Manuel Bonilla, porque su casilla estaba ocupada por sus partidarios; después Almazán hizo un recorrido por numerosas casillas, en donde fue recibido con aclamaciones.
Los resultados electorales fueron: 2, 476,641 votos (93.89%) para el PRM; 151, 101 votos (5.72%) para el PRUN; Rafael Sánchez Tapia, candidato independiente, obtuvo 9,840 votos (0.37%).
Según la ya citada Silvia González Marín: "Un factor importante en esta sucesión presidencial fue la prensa mercantil. Su desarrollo empresarial le permitió alcanzar una gran presencia en amplios sectores de la población, sobre todo entre las clases medias. Su manejo intencionado de la información en el marco de una institucionalidad incipiente y una actitud gubernamental respetuosa de la libertad de expresión, y la falta de contrapesos por la debilidad de la prensa de izquierda, le hizo cobrar una influencia relevante en el curso y desenlace del proceso electoral."
Los almazanistas manifestaron su inconformidad por la manera en que se desarrolló la elección. El general Almazán se exilió en Cuba y Estados Unidos; desde ahí se quejó del fraude y de que se le había impedido hacer uso de la radio para su propaganda; atacó al gobierno cardenista, proclamó su triunfo electoral y anunció que tomaría posesión de la presidencia el 1º de diciembre. Corrieron rumores de una nueva rebelión y algunos almazanistas fueron aprehendidos; en octubre, el general Andrés Zarzosa fue muerto en Monterrey acusado de encabezar la revuelta almazanista. El 26 de noviembre siguiente, Almazán regresó a la ciudad de México, renunció a la presidencia y declaró su retiro definitivo de la política. A los pocos días se hicieron nuevos arrestos de presuntos conspiradores almazanistas. Al siguiente año, almazanistas connotados se deslindarán de su líder y reingresarán al PRM. Sin embargo, persistirán los rencores y la mañana del 10 de abril de 1944, Ávila Camacho sufrirá un atentado del teniente católico Antonio de la Lama y Rojas al llegar a Palacio Nacional, ataque del que resultará ileso.
El 1° de diciembre de 1940, Ávila Camacho asumió la Presidencia de la República. En su mensaje anunció la conversión del Departamento de Trabajo en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, para servir como un árbitro en los conflictos obrero-patronales, y convocó a la “unidad nacional”, que en los hechos significaría un retroceso para las clases populares y la oportunidad para algunos empresarios de acrecentar sus capitales con el apoyo del Estado.
En el ámbito político, para superar las divisiones entre el grupo revolucionario, Ávila Camacho integró su gabinete con elementos de las corrientes principales, y al término del primer mes de su gobierno, decretó una ley de amnistía para terminar con la zozobra de quienes habían participado en la oposición almazanista.
Por otra parte, el gobierno de Ávila Camacho disminuyó el poder de los generales, (como Almazán), mediante la supresión en el PRM del sector militar porque "cumplen la misión que legalmente les corresponde. para cuyo efecto resulta indispensable mantenerlas apartadas de la política electoral que pone en peligro la necesaria cohesión de los militares en servicio activo”, así como la creación en su lugar, del sector popular, específicamente, de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares CNOP, destinada a organizar a la clase media (que en buena medida había sido almazanista): artesanos, pequeños agricultores, comerciantes en pequeño, profesionistas, juventud estudiantil y mujeres amas de casa. Ratificó su civilismo: “Todo intento de penetrar la política en el recinto de los cuarteles es restar una garantía a la vida cívica y provocar una división entre los elementos armados”. Asimismo, creó el Estado Mayor Presidencial, lo que permitió al presidente de la República disponer del mando directo de un cuerpo del ejército.
Para regular las demandas, huelgas y el movimiento obrero en general, Ávila Camacho inició la intervención gubernamental en los sindicatos por medio de la imposición de sus dirigentes. Así, en la CTM, con el apoyo del gobierno, el grupo de Vicente Lombardo Toledano (enemigo de Maximino, hermano del presidente) fue sustituido por el grupo de Fidel Velázquez. No obstante, para aliviar la situación de los obreros, Ávila Camacho estableció el Instituto Mexicano del Seguro Social IMSS, el 19 de enero de 1943, pese a los motines sangrientos que provocaron grupos patronales y agrupaciones obreras que se opusieron a la medida.
De modo similar, mediante la CNC, se mediatizó la posible protesta campesina ante la reforma del Código Agrario encaminada a fomentar la pequeña propiedad y disminuir el ritmo del reparto de tierras. Pero no se retrocedió en el reparto, también se distribuyeron entre los campesinos 5,286,636 hectáreas (una cuarta parte de las entregadas por Cárdenas), pero se aumentó la parcela ejidal de 4 a 6 ha.
Para cerrar el conflicto con los empresarios, Ávila Camacho suprimió el impuesto sobre el Superprovecho y decretó la Ley de Industrias de la Transformación; separó las Cámaras de Comercio y de la Industria, y declaró: “el comunismo no prosperará bajo mi gobierno”. Con los estímulos, exenciones y concesiones a los empresarios contemplados en la ley, se inició lo que se conocería como “economía mixta”, compuesta por los sectores público y privado, sin abandonar la idea de que la inversión pública debía ser el principal motor del desarrollo sin recurrir a préstamos externos. Sin embargo, con la ratificación de Eduardo Suárez en la secretaría de Hacienda se dio cierta continuidad a la política económica de Cárdenas.
Durante el año de 1941, las concentraciones sinarquistas, cada vez más frecuentes y multitudinarias, provocaban choques sangrientos con los grupos del PRM, por lo que Ávila Camacho ordenó a las autoridades y a sus partidarios dejar de atacar las reuniones sinarquistas y declaró:“también los sinarquistas son mexicanos y tienen derecho a la protección del gobierno”. Asimismo, concedió autorización oficial, a Salvador Abascal, dirigente de los sinarquistas para fundar una colonia consagrada a María Auxiliadora, en Baja California Sur, la cual fracasó al poco tiempo.
En prevención de que la guerra en Europa se extendiera al continente americano, en octubre de 1941, se reformó el artículo 145 del Código Penal para integrar el delito de “disolución social”, contra mexicanos o extranjeros que realizaran propaganda política, en las que se difundieran ideas, programas o normas de acción de cualquier gobierno extranjero que perturbaran el orden público o pusieran en riesgo la soberanía de la nación.
Al siguiente año, México entró a la guerra. En respuesta al hundimiento de buques tanques mexicanos por submarinos alemanes, Ávila Camacho propuso al Congreso que a partir del 22 de mayo de 1942, se declarara “un estado de guerra entre nuestro país y Alemania, Italia y Japón…El estado de guerra es la guerra. Sí, la guerra con todas sus consecuencias; la guerra que México hubiera querido proscribir para siempre de los métodos de la convivencia civilizada, pero que, en casos como el presente y en el actual desorden del mundo, constituye el único medio de afirmar nuestro derecho a la independencia y de conservar intacta la dignidad de la República…Ahora bien si el estado de guerra es la guerra misma, la razón que tenemos para proponer su declaración y no la declaración de guerra, obedece a argumentos muy importantes, que me siento en la obligación de aclarar aquí…Por una parte, la declaración de guerra supone en quien la decide la voluntad espontánea de hacer la guerra. Y México sería inconsecuente con su tradición de país pacifista por excelencia si admitiera, aunque sólo fuera en la forma, que va al conflicto por su propio deseo y no compelido por el rigor de los hechos y por la violencia de la agresión. Por otra parte, el que declara la guerra reconoce implícitamente la responsabilidad del conflicto. Y esto, en nuestro caso, sería tanto más absurdo cuanto que los agredidos somos nosotros… Semejante modalidad, que responde a la verdad de las cosas y a la limpieza de nuestra vida internacional, deja a salvo nuestra doctrina jurídica, pero no disminuye la significación del acto, ni aminora sus riesgos, ni debe ser estimada como un paliativo a nuestra franca resolución… El estado de guerra en que se encontrará el país si ustedes aprueban mi iniciativa, no querrá decir que México va a entregarse a persecuciones injustas. La defensa de la patria es compatible con la tradición de generosidad y decencia mexicanas… Tampoco significará que la vida interior de la República va a alterarse, suspendiendo aquellas garantías que puedan mantenerse, sin quebrantar el espíritu de la defensa nacional… Debemos confiar mucho más en el patriotismo que en las medidas represivas. En el sentido cívico de la nación, más que en el uso arbitrario de la fuerza”.
“La segunda guerra mundial cambió al mundo. Un nuevo orden surgió después de este magno acontecimiento… En el continente americano la guerra, más que una catástrofe, como lo fue en Europa, las islas del Pacífico y el sudeste asiático, fue una gran oportunidad para incrementar el potencial industrial y comercial de los países del continente, ya que éste quedó excluido como escenario bélico… El panamericanismo se impuso en todo el continente. La defensa hemisférica se convirtió repentinamente en el tema fundamental para América Latina… Nuestro país tuvo que dejar a un lado la retórica pacifista de los gobiernos posrevolucionarios, abrazar la causa de las Naciones Unidas… La cooperación de estos países en la defensa continental se dio a cambio de la modernización de sus fuerzas armadas.” (Plasencia de la Parra Enrique. El ejército mexicano durante la segunda guerra mundial).
El 31 de agosto siguiente, se puso en vigor la Ley del Servicio Militar Nacional, que contemplaba la conscripción obligatoria mediante sorteo y que provocó protestas de grupos campesinos, como los encabezados por Rubén Jaramillo en el estado de Morelos, que se negaban a prestar su servicio acuartelados y fuera de sus poblaciones de origen.
Para Rafael Loyola Díaz (Gobernantes Mexicanos): “En un México confrontado, pleno de tensiones y ajustes de cuentas, con un entorno económico desfavorable y con el asedio de Estados Unidos por la expropiación de la industria petrolera, la Segunda Guerra Mundial fue un bálsamo... facilitó la consumación de la expropiación y dio nuevo alivio a las finanzas mexicanas, lo que propició su recuperación... fue la ocasión para que el Estado se proveyera de mejores recursos jurídicos a fin de controlar e impedir el reclamo social, legitimar el poder, plantear su acercamiento con los llamados países democráticos y pulir el discurso democrático... permitió al Estado promover una política de conciliación nacional y de consenso en torno a las medidas para enfrentar la contingencia del conflicto bélico... México recibió una cantidad importante de capitales europeos que encontraron refugio en el país, así como fondos del vecino del norte que buscaban eludir los impuestos de guerra. A este flujo de capitales se sumaron los préstamos, los subsidios y las inversiones directas realizadas por los Estados Unidos como parte de su política hemisférica de defensa”.
Así, el estado de guerra contra las potencias fascistas dio el mejor motivo para insistir en la unidad nacional, detener los cambios revolucionarios radicales y aproximarse a los Estados Unidos. El 15 de septiembre del mismo año, tuvo lugar la Asamblea de Acercamiento Nacional en la Plaza de la Constitución, a la que asistieron todos los expresidentes que aun vivían; además, Ávila Camacho, como presidente en turno, fue autorizado por el Congreso para tomar las medidas necesarias respecto a la defensa del territorio nacional y para legislar en las diversas ramas de la administración pública, lo cual fue aprovechado para aumentar la capacidad del gobierno para reorientar el rumbo del país, para controlar las actividades políticas, para intervenir en los sindicatos y en las huelgas, y en general, para contener la protesta social.
La relación con los Estados Unidos se hizo más estrecha. En el comercio, la producción mexicana se orientó al abastecimiento de materias primas y productos semi-manufacturados y manufacturados en apoyo de los norteamericanos. En el campo, se optó por la iniciativa privada como la única capaz de sacar adelante la producción requerida por el esfuerzo de guerra. En la industria, se estableció una política que estimuló la entrada de capital extranjero para fortalecer a los empresarios privados y por medio de la Nacional Financiera, la creación de industrias básicas como la siderurgia, la de artículos eléctricos y la de fertilizantes, de modo que permitieran sustituir importaciones que por la guerra ya no era posible realizar.
En material laboral, se estableció el programa de braceros mexicanos por el que más de 300 mil trabajadores se trasladaron a los Estados Unidos para laborar en los campos agrícolas, en los ferrocarriles y en las industrias, en sustitución de los civiles norteamericanos incorporados a las fuerzas armadas.
Además, la alianza militar con los Estados Unidos incluyó la integración de una comisión conjunta de defensa, la entrega de implementos militares, la construcción de bases aéreas y la instalación de líneas telefónicas y estaciones meteorológicas, así como el intercambio de información político-militar. Asimismo, permitió que los ciudadanos de cada país residentes en el otro, pudieran ser enrolados en el ejército respectivo, de modo que 14,449 mexicanos combatieron bajo la bandera norteamericana; además, el Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Mexicana participó en la guerra en el Pacífico.
“El ejército mexicano, que tradicionalmente se había ocupado de mantener la seguridad interna, ahora tenía que ocuparse también de proteger nuestras costas de una posible invasión japonesa; y además debía hacerla en coordinación con nuestros vecinos. Por si fuera poco se trataba de una institución que cultivaba un acendrado nacionalismo en sus cuadros, en el cual el villano favorito era casi siempre Estados Unidos. Esto generó tensiones, disputas y negociaciones que no llegaban a ningún lado. Entre baches, la alianza fue andando, muchas veces a paso de tortuga. El antiyanquismo de gobierno, ejército y sociedad disminuyó gracias a la propaganda en favor de la causa aliada, de la democracia y la libertad… Según autoridades militares de ese país (Estados Unidos), la más importante colaboración militar de México en la guerra fue el cuidado y protección de toda su frontera norte, que evitó a Estados Unidos distraer contingentes y recursos para esa vigilancia; lo mismo puede decirse de instalaciones portuarias, pistas aéreas, minas, pozos petroleros y de toda la infraestructura ferroviaria y de carreteras del país. Al terminar la guerra mundial México tenía un ejército más profesional y, sobre todo, menos politizado.” (Plasencia ya citado).
Esta alianza militar también facilitó la solución de los conflictos existentes entre ambos países: se firmó el Convenio del “buen vecino” por el que México pagó 40 millones de dólares para liquidar las reclamaciones a los norteamericanos afectados por la revolución y se estableció una Comisión Evaluadora Intergubernamental para estudiar las indemnizaciones que debían otorgarse a las empresas petroleras expropiadas. Se suspendió el boicot comercial, cesaron las presiones diplomáticas y se reanudaron las exportaciones de plata, se cancelaron casi todos los intereses de la deuda externa mexicana y se negoció por primera vez, un trato justo para los braceros. Los presidentes Franklin D. Roosevelt y Ávila Camacho se reunieron en Monterrey el 20 de abril de 1943. Al otro día, Ávila Camacho devolvió la visita a Roosevelt en la estación aeronaval de Corpus Christi, Texas, por lo que se convirtió en el primer presidente en funciones que viajó al extranjero.
Por otro lado, con motivo de la guerra, se reanudaron las relaciones con Gran Bretaña, suspendidas por la expropiación petrolera, así como con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), a donde fue enviado como embajador Luis Quintanilla; asimismo, se arregló con el Comité Internacional de Banqueros la deuda pública exterior, tanto directa como de ferrocarriles, en condiciones favorables, de modo que fue emprendida la rehabilitación de las vías férreas y se liquidó la administración obrera para que los ferrocarriles contribuyeran eficazmente a la guerra.
El 11 de junio de 1942, se fundó el Consejo Nacional Obrero que tuvo por objeto la liquidación de las pugnas intergremiales y el fortalecimiento de las asociaciones laborales; más tarde, el 8 de abril de 1945, el Consejo Nacional Obrero y las organizaciones patronales se unieron en el pacto obrero-industrial, para cooperar en el desarrollo de la industria mexicana, sin detrimento de los derechos y conquistas laborales. Además, se expidió el decreto de compensación de salarios insuficientes por el alza del costo de la vida; se decretó la congelación de rentas de casas habitación; se creó la Nacional Reguladora y Distribuidora (después CEIMSA y CONASUPO) para el abastecimiento de los productos de primera necesidad y el control y regulación de precios.
Paralelamente, se aceleraron las obras de infraestructura necesarias a la industrialización. Al efecto se crearon varios organismos gubernamentales, como la Comisión Federal de Planificación Económica y la Comisión de Tarifas Eléctricas. Entre las principales obras públicas realizadas durante el sexenio destacan más de 11 mil kilómetros de carreteras (México-Oaxaca-Tuxtla Gutiérrez-San Cristóbal de las Casas-Comitán, Nogales-Guadalajara y México- Ciudad Juárez, etcétera); obras de pequeña y gran irrigación que beneficiaron 683 826 ha.; incremento de la capacidad instalada de la industria eléctrica en un 65%; construcción de hospitales, unidades rurales y ejidales, nosocomios generales y centrales, conforme al primer plan de construcción de instalaciones de salud; además, se creó el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas CAPFCE que edificó miles de aulas y escuelas.
Para atenuar el alto costo de la vida provocado por el estado de guerra, se decretaron aumentos salariales de emergencia y el control de los precios de los artículos básicos; se fomentó el ahorro mediante la emisión y colocación de bonos y valores, y la acuñación de monedas de oro y plata para retirar excedentes circulantes. Sin embargo, debido al estado de guerra, se suspendieron las garantías individuales, de modo que el movimiento obrero quedó en suspenso, y se respondió a las demandas laborales con la requisa o el despido, como fue el caso de los trabajadores petroleros que exigían nivelación de salarios.
En uso de las facultades extraordinarias otorgadas por el Congreso de la Unión, en 1943, Ávila Camacho promulgó la ley de la Campaña Nacional contra el Analfabetismo, que obligó a todos los mexicanos que supieran leer y escribir a enseñar a quien no supiera hacerlo. Al efecto, se editaron 10 millones de cartillas y 10 millones de cuadernos de escritura. Por otra parte, se estimuló la educación privada, como el Tecnológico de Monterrey y la Universidad Iberoamericana; y se toleró la enseñanza religiosa y el restablecimiento de órdenes monásticas. Además, Ávila Camacho declaró al periodista José C. Valadés: “ser católico no es ser clerical ni fanático. Soy católico por origen, por sentimiento moral”… Así las procesiones y manifestaciones religiosas volvieron a tomar las calles y dentro de este nuevo modus vivendi, el propio arzobispo primado de México Luís María Martínez señaló: “es deber de los católicos como ciudadanos cooperar sincera y eficazmente con el gobierno”. En diciembre de 1945, se suprimió la educación socialista del Artículo 3º Constitucional.
Asimismo, Ávila Camacho estableció que el 1º de junio fuera dedicado al Día de la Marina; creó la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica y fundó el Observatorio Astrofísico de Tonanzintla, el Instituto Nacional de Cardiología y El Colegio Nacional.
Al tener la certeza de su victoria sobre las potencias del eje Berlín-Roma-Tokio, los Estados Unidos convocaron a una reunión en Bretton Wood, New Hampshire, en julio de 1944, para establecer un nuevo orden mundial que les permitiera penetrar libremente en los mercados, abrir nuevas oportunidades a sus inversiones y eliminar restricciones al flujo de capital internacional. Participaron 44 países, latinoamericanos principalmente. El gobierno de Ávila Camacho envió a la reunión a Eduardo Suárez, Secretario de Hacienda y Crédito Público. Así, bajo la influencia aplastante de los Estados Unidos, se acordó la creación de un sistema monetario internacional con un tipo de cambio fundado en el dominio del dólar conforme a un patrón oro-divisas, de 35 dólares por onza. A partir de entonces, todos los países fijarían el precio de sus monedas con relación al dólar y financiarían sus déficits en sus balanzas de pagos mediante reservas internacionales o préstamos. Al efecto se crearon el Banco Mundial BM y el Fondo Monetario Internacional FMI. Para tener acceso a esos préstamos los países deben acordar sus políticas económicas con el FMI. El patrón oro-divisas se mantendrá hasta 1971 y al ser abandonado por Estados Unidos provocará grandes devaluaciones en las monedas de muchos países.
En materia de política internacional, también en 1944, México asistió a la Conferencia de San Francisco y al término de la guerra mundial, firmó la Carta de las Naciones Unidas el 24 de octubre de 1945. Ávila Camacho envió como su primer embajador ante la ONU a Luis Padilla Nervo.
La guerra mundial favoreció la producción industrial en algunas ramas que contaban con capacidad instalada para abastecer el mercado interno de productos que ya no era posible importar por el conflicto. Con base en esta experiencia, al finalizar la contienda, México, como otros países de América Latina, inició una estrategia de industrialización por sustitución de importaciones cuya lógica "consistía en proteger el mercado interno de la competencia extranjera mediante aranceles y controles cuantitativos para estimular la elaboración interna de manufacturas. Los productores nacionales podrían ampliar o invertir en ramas antes dominadas por los productos extranjeros y lograr un abasto cada más amplio de la demanda local. Al amparo de la protección, los industriales disfrutarían de condiciones favorables para aumentar la escala de producción con la consecuente reducción en los costos y aumento de la competitividad. El ahorro de divisas por la sustitución de importaciones permitiría adquirir insumos, maquinaria y equipo importados para iniciar la elaboración de otros productos industriales". (Márquez Graciela y Silva Castañeda Sergio. Auge y decadencia de un proyecto industrializador 1945-1982). La protección al sector industrial sería temporal en tanto lograra ser competitivo con el exterior.
Esta política de industrialización adoptada a finales del gobierno de Ávila Camacho continuará vigente hasta 1982, contará con el apoyo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL de las Naciones Unidas ONU, hará posible altas tasas de crecimiento económico durante varias décadas, pero al prolongarse indefinidamente generó déficits fiscales, oligopolios, altos precios y gran resistencia a una reforma fiscal progresiva acorde con el crecimiento del gasto público, así como una apertura paulatina al comercio internacional, entre las reformas más importantes. En este contexto no logrará crear el círculo virtuoso de inversión, competitividad e innovación tecnológica, que en teoría prometía.
El 17 de febrero de 1945, falleció Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente, exgobernador de Puebla, autonombrado por la fuerza secretario de Comunicaciones y principal aspirante a la presidencia de la República, aunque públicamente lo negara. El deceso ocurrió en la ciudad de Puebla a las 17:55 horas, víctima de un ataque cardiaco que le produjo la muerte en forma instantánea (hay la versión de que fue envenenado). Otro hermano del presidente, Rafael Ávila Camacho, también sería gobernador de Puebla.
Ante la inminente sucesión presidencial, Ávila Camacho prohibió mediante decreto del 3 de diciembre de 1945, la participación política de los militares en activo y la asistencia de militares uniformados a los actos políticos así tuvieran licencia; y el siguiente día 28 de diciembre, abrogó la legislación de emergencia.
Al siguiente año, el 7 de enero de 1946, Ávila Camacho promulgó una nueva ley electoral que sustituyó la vigente desde 1918, en la cual se centralizó el proceso electoral y se reguló la existencia de los partidos políticos con el propósito de dar expresión institucional, sin perjuicio de la unidad nacional, a todas las corrientes ideológicas que efectivamente representaran a grupos importantes del electorado; se integró el Consejo del Padrón Electoral, y se crearon la Comisión Federal de Vigilancia Electoral, las Comisiones Locales Electorales y los Comités Distritales Electorales.
El 18 de enero siguiente, la convención del Partido de la Revolución Mexicana, acordó su transformación como Partido Revolucionario Institucional PRI, sustentado en los principios de colaboración de las clases sociales y de apoyo al régimen imperante, e integrado por los sectores agrario, obrero y popular, unidos bajo el lema de "Democracia y Justicia Social". Dos días después, el nuevo PRI aprobó el Plan Federal de Gobierno 1946-1952 y postuló como su candidato a Miguel Alemán Valdés.
Ante la negativa de los órganos electorales de otorgar registro a los partidos Comunista y Fuerza Popular (sinarquista), por no reunir los requisitos de ley, el 13 de mayo de 1946, Ávila Camacho ordenó que fueran registrados, pues además de que las deficiencias habían sido subsanadas, “el Ejecutivo Federal está convencido de que en estos momentos de crisis de los más altos valores sociales e internacionales en que se debaten con igual energía en la paz que en la guerra los destinos del mundo, el futuro de la civilización y el derecho a la libertad de los pueblos, no hay en México partido político alguno que se proponga deliberadamente conspirar contra los intereses de la Nación a que pertenece, en medio de la cual actúa y en la que debe buscar y encontrar su justificación y dignidad”.
Las campañas electorales se realizaron sin los hechos sangrientos que caracterizaron la sucesión anterior. En las elecciones participaron Miguel Alemán, Ezequiel Padilla, Enrique Calderón y Agustín Castro. Aunque el nuevo PRI fue acusado de usar nuevas mañas de manipulación y fraude, los representantes de todos los partidos reconocieron el triunfo de Miguel Alemán. El Partido Acción Nacional, que no presentó candidato, obtuvo por primera vez su ingreso al Congreso de la Unión mediante cuatro diputaciones.
Antes de concluir su mandato y durante el rectorado del Dr. Salvador Zubirán, el presidente Ávila Camacho decretó la expropiación de los terrenos para la construcción de la Ciudad Universitaria de la UNAM.
En su último informe, el 1° de septiembre de 1946, Ávila Camacho contestó a quienes lo tildaban de contrarrevolucionario: “Nunca he creído, y la experiencia me ha asegurado en esta íntima certidumbre, que gobernar para todos los mexicanos fuese, en manera alguna, transgredir la fidelidad revolucionaria que aquí sustento. Gobernar para todos fue mi deseo. Y en realizarlo puse, desde un principio, la integridad de mi corazón”.
Para Loyola: “El saldo del gobierno avilacamachista se puede ver en los puntos siguientes: se concluyó el radicalismo y se moderó drásticamente la política social del gobierno; se mantuvo y profundizó el freno a la reforma agraria; se estableció la conciliación entre capital y trabajo; los empresarios y los propietarios rurales volvieron a tener un espacio en el discurso y en los programas de gobierno; se canceló el discurso antiimperialista --interprétese como anti-estadounidense--; el régimen posrevolucionario adquirió una gran legitimidad y, por último, se sentaron las bases para la etapa desarrollista fundamentada en el proteccionismo y la conducción económica por el Estado. “
Reintegrado a la vida ciudadana, Ávila Camacho se dedicó a labores agrícola-ganaderas en su rancho La Soledad, en Martínez de la Torre, Veracruz.
Murió el 14 de octubre de 1955 en el rancho de La Herradura, estado de México. Sus restos descansan en el Panteón Francés de San Joaquín.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efemérides: Nacimiento 24 de abril de 1897. Muerte 14 de octubre de 1955.
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